Capítulo 9
De solo pensar en todo lo que tenía que hacer el día de hoy me sentía agotada. Mi cabeza caía hacia el frente aunque intentara con todas mis fuerzas prestarle atención al profesor, sentía hambre pero ya había comido hace unos cuantos minutos. Apenas fui consciente cuando la hora había acabado y todos se levantaban para irse del salón de clases.
—Madeline... Madeline, oye —una compañera me sacude ligeramente pero eso solo hizo que me sintiera aún más mareada que hace un segundo.
—¿Eh?
—Ya se acabó la clase... ¿Te sientes bien? Te ves más pálida que ayer.
—Sí... Estoy bien.
Me levanté aunque estuviera tambaleándome. Agarré mis cosas para guardarlas y salí de la universidad, encontrándome con André que me llevó al estudio de Sheryl. Me miré en el pequeño espejo de la caja de maquillaje mientras me aplicaba un poco del polvo bajo las ojeras que tenía bajo los ojos y que se notaban bastante aún con el maquillaje puesto.
Guardé todo en cuanto estuvimos en frente del estudio, me despedí de André para entrar al edificio y ser recibida por las chicas que arreglan mis outfits y maquillaje.
—La dieta te sienta bien —dice Sheryl con una sonrisa.
—¿Eso crees? —me miré en el espejo notando un poco la falta de masa—. Me veo un poco... delgada.
—Te ves bien, bueno... salvo por esas ojeras, pero nada que el maquillaje no pueda salvar.
Sheryl chasquea los dedos y enseguida las maquillistas se abalanzan sobre mí para cubrirme de capas de maquillaje. La sesión de fotos duró más de lo que creí, realmente Sheryl estaba inspirada hoy. Me ordenaba que hiciera más poses, una más complicada que la otra pues nada le parecía a la vez.
—Sube la cabeza... No, mejor bájala, más. Levanta el brazo... el otro. Ahí... No, mejor a como estabas antes.
Suspiré frustrada intentando seguirle el paso, pero pronto llegó la hora de irme y aun así no me soltaba, quería que permaneciera por más tiempo del que debía.
—Sheryl, tengo que irme.
—Espera, aún no hemos terminado. No has salido bien en ninguna de las fotos.
Se veía molesta y yo no quería que fuera a quejarse con todos y que esas quejas lleguen a oídos de mi padre. Decidí quedarme un poco más para tratar de calmarla y cuando finalmente le habían gustado las fotos, salí casi corriendo del estudio para ir al de Jessica. Le había prometido venir hoy pues la temporada de verano estaba cerca y ya tenía todos los vestuarios.
—Lo siento, ya llegué —dije entrando al estudio—. Discúlpame, Jessica, tuve un contratiempo.
—Lo bueno es que has llegado, pero sí me extraña que hayas tardado. Sé que seguramente tuviste algo importante así que no te preocupes, con tal de que no vuelva a suceder, estamos bien.
Asentí comprendiendo y suspirando algo aliviada. Agradezco ser siempre muy puntual porque me salva en este tipo de casos, si bien Jessica es muy amable y comprensiva, en realidad es muy insistente con la puntualidad.
Noté a Aspen ya listo con su ropa de verano, él me mira un poco preocupado... pero me hicieron cambiarme de inmediato para maquillarme igual, así que no le presté demasiada atención. Suspiré sintiéndome cada vez peor, esto de haber llegado tarde fue un mal episodio que me hace sentirme avergonzada de mí misma. No puedo dejar que eso vuelva a ocurrir.
—¿Hm? —miré mi celular al llegarme una notificación.
Era mi padre... quiere hablar conmigo sobre la boda con Dante. Quiere que sea... ¡¿En tres semanas?! Esto no puede ser, debe estar bromeando. ¡Dijo que hablaríamos sobre esto cuando acabara la universidad! ¡¿Cómo es que quiere que nos casemos en tres semanas?!
—Joder... —murmuré recostándome contra mi asiento y cubriendo mis ojos recién pintados.
—¿Sucede algo, Madeline? —pregunta Jessica acercándose.
—No pasa nada, solo temas familiares —respondí levantándome y haciendo un gran esfuerzo por sonreír.
—Está bien, si todo está en orden me gustaría empezar.
Asentí. Caminé hacia Aspen para empezar con las fotos en pareja, suspiré profundo sintiendo que todo a mi alrededor comenzaba a tornarse borroso y distante. Mis pies de repente se sintieron pesados como para seguir caminando pero por suerte ya había llegado junto a Aspen.
—¿Estás bien?
¿Estás bien...?
Apenas pude comprender su pregunta que se escuchaba como un eco en mi cabeza. Lo miré sin más, parpadeé un segundo que se sintió como un minuto.
—Madeline.
Madeline...
Aspen me tendió la mano viéndose aún más preocupado que antes, observé aquella mano frente a mí y sin saber muy bien lo que hacía quise apoyar la mía, pero de repente sentí todo mi cuerpo doblegarse y caer sobre él, que me sujeto al instante.
—¡Madeline!
¡Madeline...!
Lo miré apenas abriendo los ojos.
A pesar de su expresión preocupada, Aspen siempre será muy atractivo. Sonreí apenas antes de dejarme llevar por el sueño. No supe qué sucedió después de eso...
La voz de mi padre inundó mis oídos. De repente estaba sentada frente a él con un único pensamiento en la cabeza.
—Padre. No quiero casarme con Dante... prefiero hacerlo con Aspen.
—Imposible. No lo permitiré.
—Pero, saldrías ganando de todas formas —insistí, un poco más desesperada. Mi padre se levanta de golpe haciéndome asustar, volviendo a ser solo una niña frente a él.
—¡Te he dicho que no! ¡No vuelvas a insistir! ¡Te casarás con quien yo ordene, Madeline!
—S..Sí... Padre —bajé la cabeza aceptando que no podría librarme de casarme con Dante, no tenía escapatoria.
De repente la puerta se abre y entra Jessica a la oficina, ¿qué hacía aquí? Ella me mira con molestia, algo muy extraño en ella.
—Señor, no podemos seguir aceptando a Madeline como modelo. Nos trajo demasiados problemas y hemos conseguido a alguien mucho mejor, además de hermosa.
—¿Qué? —solté sorprendida.
—Claro que lo entiendo —mi padre me mira de pies a cabeza—. Nadie podría querer a una anoréxica como ella. Se ve terrible.
El pecho comenzó a dolerme, las lágrimas amenazaban mis ojos; me sobresalté al sentir una mano sobre mi hombro que me hizo girar, en cuanto aquellos ojos azules conectaron con los míos no pude evitarlo e intenté abrazarlo para buscar consuelo.
—Aspen...
Apenas cerré mis brazos él se desvaneció y apareció junto a mi padre, tras de mí, mirándome con asco.
—Tiene toda la razón, señor Lennor. Me alegra que no haya accedido a casarme con ella, me compadezco de Dante, sinceramente.
—¿Aspen, qué estás diciendo? —sollocé.
—Digo que eres un maldito adefesio, Madeline. No mereces estar conmigo.
Retrocedí asombrada y dolida por sus palabras tan crueles y cargadas de odio y burla. Mis manos temblaban al igual que mi respiración se sentía agitaba, golpeé mi espalda con alguien tras de mí al retroceder, Dante aparece haciéndome a un lado hasta caer al suelo.
—Señor Lennor, me niego a casarme con Madeline. Pero aún podemos negociar juntos... ¿qué dice?
—Por mí está bien, después de todo... Te considero mi hijo.
Mi padre abraza a Dante con el cariño que nunca más me dio a mí. Intenté levantarme pero el suelo bajo mi cuerpo comenzó a quebrarse hasta haberse roto, dejándome caer a un abismo sin fondo.
Podía escucharlos, reían y hablaban entre ellos con alegría, mientras yo me sentía cada vez más lejos de todos y de pronto... desperté.
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