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Capitulo 3

Akram Giadala. 

《En mi casa había gran revuelo. Los sirvientes iban y venían de un lado a otro limpiando y decorando cada rincón de la mansión mientras mi madre lanzaba órdenes a todo el que se atravesará en su camino mientras mi padre no hacia más que mirar la escena con molestia. Miembros de mi familia habían llegado para ayudar con los preparativos a tempranas horas de la mañana, poco antes de que mi hogar se convirtiera en un circo

Todos se preparaban para la gran celebración. El ambiente se había llenado de emociones que iban desde la felicidad empalagante hasta los nervios que llenaban el lugar de un aire asfixiante. 

Suspiro con molestia cerrando el libro en mi mano he incorporándome del sofá para salir al jardín y alejarme todo lo posible de todo el ajetreo. 

Me paseo por el gran jardín alejándome cada vez más de mi casa mientras sigo leyendo aquel libro tan interesante que mi padre me había obsequiado. Estaba en alemán, un idioma que había comenzado a estudiar. Tenía como meta aprender tantos idiomas como mi mente fuese capaz de procesar.

Mi madre no dejaba de sorprenderse por mi intelecto…, supongo que a los siete años no es normal que un niño sepa tanto. Mi padre, por el contrario, nunca parecía sorprendido por mis logros. Siempre me exigía más. 
Nuestro apellido es sinónimo de perfección y no aceptaré nada menos de ti…, eso era lo que me repetía siempre. 

Akram.— Me giro al escuchar mi nombre y veo a mi tía Dalila acercarse a mi con una sonrisa abarcando su rostro para luego dar unas palmadas a mi cabeza— ¿Qué haces aquí? Tu madre me dijo que tenías cita con tu psicólogo. 

Me aparto de su toque con molestia para darme la vuelta y  seguir con mi camino, procurando alejarme todo lo posible de ella

Me molestaban muchas cosas pero no tenía duda de que lo que más odiaba era ir al psicólogo. Me molestaba como aquel hombre era capaz de leerme sin yo decir una sola palabra y era incapaz de tolerar lo vulnerable que eso me hacia sentir. Pero nada podía hacer, mi madre insistía en que no era normal mi comportamiento

Pienso que es absurdo que tu madre te envíe a ese lugar —dice, caminando a mi lado.— tu mente no tiene nada malo, eres un niño avanzado a su edad y eso no es motivo de miedo sino de orgullo— me detengo, mirándola con el ceño fruncido— tu madre no es capaz de entender lo especial que eres y eso es porque ella es una persona común y corriente. Tu…, tu eres un digno hijo de tu padre, eres la representación de lo que significa el apellido Giadala. Serás muy poderoso Akram. 

La miro y sonrío levemente. 

Seré el mejor Giadala que exista. 

Harás honor a nuestro apellido, de eso no tengo duda. —asegura mirándome desde su altura— algún día, tu y tu nueva hermana heredarán y gobernarán  todo el imperio Giadala. Tú te encargaras de enseñarle todo lo que sabes. 

Frunzo el ceño sintiendo la molestia llenar mi cuerpo. No podía escapar.

Aún no la traían y ya estaba poniendo mi vida de cabeza.

Sin decir nada, me alejo de mi tía no queriendo escuchar nada más con respecto al nuevo miembro de mi familia. 

Miro fijamente los libros sobre mi cama. Luego de notar que mi escapada al jardín no estaba saliendo como quería decidí irme a mi habitación y decidir cuál sería el libro que se encargaría de entretenerme mientras mi familia se entretiene con la llegada de aquella molestia que insistían en llamar “mi hermana”. 

Descarto un libro, dejándolo en mi mesa de noche y observo los dos restantes. 

¿Qué hace mi cachorrito? —frunzo el ceño ante el apodo que me da mi mamá, quien se acerca a mi cama hasta sentarse en una de las esquinas.  

Detrás de ella entra mi padre y toma uno de los libros sobre mi cama para comenzar a ojearlo.  

No comprendo como puedes leer algo como esto siendo tan pequeño —dice mi madre, tomando mi ejemplar de “crimen y castigo”. 

¿Tienes algún problema con eso, mamá? —inquiero con molestia. No sólo por la interrupción sino por el tono con el que formuló su comentario, siendo lo que me dijo mi tía lo que aumenta mi deseo de que se marche de mi habitación

Me mira sorprendida ante mi arrebato, abriendo y cerrando la boca sin saber que contestar. 

Cuida el tono, Akram —advierte mi padre sin dejar de ojear el libro. 

Suspiro y tomo el libro que mi mamá había dejado sobre la cama para irme a un lugar donde no me molestaran. 

¿Adónde vas, Akram? -dice mi madre apenas bajo de la cama— tenemos que hablar sobre la llegada de tu hermana. —dejo el libro sobre la mesa de noche y me volteo hacia mi madre, cruzándome de brazos— Todo ha sido tan rápido que no hemos tenido el tiempo de preparar la habitación de tu hermana…, ¿Dónde te gustaría que fuese? Podemos darle la habitación contigua a la tuya para que estén cerca el uno del otro ¿Qué te parece?. 

Me encojo de hombros evitando decir lo que pasaba por mi cabeza. 

¿Dónde te gustaría que se quedara tu hermana? Responde a la pregunta de tu madre, Akram. 

Lo más lejos de mi, de mi casa y de mi familia —respondo, diciendo aquello que no dejaba de rondar por mi mente desde que me hablaron sobre ella. 

¡¡Akram Giadala, es tu hermana de quien estamos hablando!!—exclama mi mamá, perdiendo la paciencia.— entiendo que sea difícil para ti asimilar que ya no serás hijo único pero quiero que entiendas que la llegada de tu hermana no te quitará importancia en nuestra familia…, por el contrario, serás aún más importante. Te necesitaremos para cuidar y educar a la pequeña, mi cachorrito. Serás su hermano mayor. 

Eres mi primogénito y único heredero del imperio Giadala —exclama mi padre con seriedad— Eso no lo cambiará la llegada de la niña. 

Sonrío

Ella tendrá que obedecerme ¿no? —pregunto. 

Mi madre me mira para luego desviar la vista hacia mi padre, quien me sonríe con orgullo

Por supuesto, hijo —dice— tendrás el mundo a tus pies y colocaras nuestro apellido en lo más alto…, tu hermana es el menor de tus problemas, concéntrate en tus estudios, en ser el mejor —exclama regresándome mi libro— tienes un poder muy grande esperándote.

Sonríe de lado para luego salir de la habitación, dejándonos a mi mamá y a mi solos. 

Las caricias en mi cabello me hacen regresar la mirada a mi mamá quien me mira con los ojos cristalizados

Sé que serás un gran hermano mayor y sí, tu hermana deberá respetarte y obedecerte —sonríe— pero nunca olvides que son familia y por ende deberás respetarla de igual forma. Verás que ella se convertirá en tu mayor aliada, en tu mano derecha.

La miro analizando sus palabras. 

No creo que ella pueda llegar a ser mi aliada, mamá —digo. 

Tu le enseñarás todo lo que deba saber para poder…, vivir con este apellido. 

Frunzo el ceño. 

¿Por qué no lo hace mi papá? Él me enseñó todo. 

Toma mis manos acercándome a ella. 

No pude evitar que te moldeara a su manera pero tu si puedes ayudar a tu hermana para que no viva lo mismo que tú, mi cachorrito.

Trago grueso, soltándome de su agarre, sintiéndome incómodo con ese tema. No era algo que me gustase recordar. Sabía que era necesario, así me lo repetía mi padre, pero eso no significaba que me gustaran sus métodos. 

Tal vez yo tampoco pueda evitarlo, mamá— susurro, tomando uno de los libros y saliendo de la habitación sin mirar atrás.》

—Akram, ¿Te encuentras bien? — la voz de Gastón me saca de mis pensamientos haciéndome consiente del lugar en donde estoy. 

El sonido de las detonaciones y las balas al atravesar los muñecos de prueba es una de las primeras cosas que noto apenas mi mente se despeja de aquel recuerdo, mientras a mi lado la voz de Gastón sigue insistiendo por lograr obtener mi atención. 

—Estoy bien. 

Es lo único que alcanzo a decir.  

El recuerdo había dejado un mal sabor en mi boca junto al sentimiento de culpa que ahora me embargaba. 

Si tan sólo hubiese sabido en ese entonces el dolor que mi madre ocultaba en sus ojos o los secretos que callaban aquella sonrisa…, no hubiese sido tan duro con ella, habría hecho algo, lo que fuese para intentar ayudarla. 

Ella no fue una madre perfecta en lo absoluto. Me dejó a la deriva en el mismísimo infierno en más de una oportunidad ya que el miedo en ella era más fuerte que cualquier otro sentimiento…, Por años y aún hasta el ultimo de sus días fue incapaz de aceptar quien era y como era, nunca fui un niño normal y eso ella jamás pudo aceptarlo. Pero fue la única que me dio su amor a lo largo de mi vida. 

Me abrazó cuando, aunque me cansara de negarlo, lo necesitaba y curó cada una de mis heridas sin decir una sola palabra.  

Crecí creyéndola una persona débil y la vida se encargó de enseñarme de la manera más dolorosa que ella era incluso más fuerte de lo que yo fui jamás. 

No cualquiera acepta en su casa a la hija de su esposo con su amante de años…, mucho menos la trata y ama como si llevase su propia sangre.  

Cuando supe la verdad pude ver mis recuerdos desde otra perspectiva. Pude apreciar la tristeza en su mirada, también puede ver el miedo y la rendición al mirar a mi padre. Pero no logré entender sus motivos para quedarse en ese lugar, con él…, ¿Por qué se sacrificó? ¿por qué simplemente no huyó lejos?. 

Suspiro. 

Ahora lo entendía a la perfección, tan solo tenía que ver a Luca para saber que daría todo por él, aún si eso significa sacrificarme a mi mismo. No existía nada que no pudiese hacer con tal de tenerlo a salvo. 

—Me estas comenzando a preocupar, Akram -dice Gastón colocándose frente a mi— ¿Qué ocurre?. 

Frunzo el ceño. 

—Solo pensaba, no te preocupes —digo pero no logro convencerlo de la veracidad de mis palabras— tengo demasiadas cosas en la cabeza y tal parece que están comenzando a pasar factura, pero no es nada de lo que debas preocuparte. 

Con paciencia lo observo analizarme de pies a cabeza antes de asentir desviando la vista a la escena a sus espaldas. 

—Luca a mejorado bastante su puntería, dentro de poco nos superará a todos nosotros— cambia de tema, notando que no diré nada más al respecto— debo admitir que Vanessa es buena enseñando. 

A varios metros de distancia se encontraba Luca disparándole a varios muñecos de prueba que se encontraba distribuidos por el terreno mientras Vanessa lo vigilaba dándole uno que otro consejo o corrigiendo su postura. A su derecha se encontraba Félix entretenido armando  y desarmando las armas sobre la mesa de metal.  

Yo llevaba alrededor de media hora observándolos antes de sumergirme en mi mente…,Gastón…, no soy consiente de en qué momento llegó. 

—Es excelente con las armas pero el combate  cuerpo a cuerpo le cuesta bastante y no siempre tendrá un arma con la cual defenderse. 

—Tienes razón, pero es un niño y siempre está con alguno de nosotros sino es que estamos todos con él —dice— no tienes que preocuparte por esos detalles ahora. 

Desvío la vista de mi hijo para dejarla sobre Gastón. 

—¿Y si no es así? —inquiero—¿Qué pasa si alguno de nosotros termina herido y el se queda sólo? Ya ocurrió una vez —lo veo tensarse pero sigo hablando—  ¿o si nos atacan y no tenemos oportunidad de defenderlo? —hago una pausa —Quiero que mi hijo sepa que siempre vamos a hacer todo para protegerlo pero también quiero que entienda y esté preparado para cualquier eventualidad. Que no corra riesgo esperando a que uno de nosotros lo salve y por el contrario sepa como defenderse de ser necesario. 

—Y nos encargaremos de que sea de esa forma, Akram  —exclama con calma—  Eres un hombre que actúa con lógica, alguien que no se deja cegar por sus emociones…, no permitas que tu miedo a perderlo nuble tu razón.—dice, para darme la espalda y marcharse. 

Suspiro. En el fondo sabía que me estaba dejando llevar por el miedo pero ¿era posible no hacerlo? Tenia enemigos en cada esquina, enemigos a los que no les importaría dañar a un niño con tal de llegar a su meta…, Luca tardó demasiado tiempo en recuperarse luego de lo ocurrido hace cuatro años y aún ahora las pesadillas lo atormentaban. No podía permitir que volviese a pasar por una situación semejante, algo me decía que no podría soportar una segunda vez. 

Comprendía la preocupación de Gastón pero el no era padre, él no sabía las horas que pasaba en vela vigilando el sueño de Luca. Él no se despertaba a la mitad de la noche por los gritos de su hijo al no poder escapar de los demonios que lo perseguían en sueños…, no sabía lo que era ver como la luz en la mirada de ese pequeño se apagaba por momentos, jugando con los finos hilos de su cordura.  

Tal vez exageraba con mis precauciones o tal vez no lo hacía, pero a estas alturas no me interesaba. Lo único que me podía importar era la felicidad y seguridad de aquel pequeño que me había devuelto la vida. 

Siento mi celular vibrar en el bolsillo de mi pantalón, lo tomo y contesto al ver el nombre en la pantalla. 

—¿Llegaste? —digo apenas contesto. 

—Si, ya llegué —exclama de mala gana— ¿Por qué mierda mandaste a Enrico a buscarme? Tienes a un millón de hombres trabajando para ti y me mandas a este pedazo de imbécil.  

—Ponme en altavoz —digo con seriedad mientras pellizco el puente de mi nariz. 

—Hola, jefecito —dice Enrico con burla. 

Ruedo los ojos. 

—Yo no lo mandé a buscarte —contesto la pregunta de Alessandro— y me gustaría saber que hiciste con el conductor que le designe a Alessandro. 

—Esta bien, no te preocupes —dice— él fue cooperativo, no tuve que ponerme agresivo. Ahorita debe estar en su casa tomándose un té relajante. 

Las palabras de Enrico no me dejan tranquilo pero decido no indagar en ese tema por los momentos. 

—Voy a matarlo, Akram —dice Alessandro para luego comenzar a escuchar insultos y forcejeo al otro lado de la línea— ¡¡¡DEJA EL MALDITO TELÉFONO, VAMOS A CHOCAR IMBECIL!!!. 

—¡¡¡SOY EL PUTO AMO DE LAS CALLES, NO VOY A CHOCAR!!! — grita Enrico haciéndome alejar el celular de mi oído y aún así soy capaz de escucharlos.— ¡¡¡DAME EL TELÉFONO QUE QUIERO HABLAR CON ÉL!!!. 

—¡¡¡LLAMALO CON TU CELULAR…., LUEGO DE QUE PARES EL PUTO CARRO!!! 

Bufo y, ya cansado de la situación, prosigo a apagar el teléfono. No tenía los ánimos ni la paciencia para lidiar con ellos. Ni siquiera deseaba entender el porque Enrico decidió ir por Alessandro al aeropuerto. 

Que se arreglen ellos solos —pienso. 

Veo a Vanessa comenzar a recoger las armas siendo ayudada por Luca y Félix, dando por terminado el entrenamiento de hoy. 

Camino hacia ellos, acariciando la cabellera de Luca al llegar a su lado. 

—Vamos a casa. Tu tío ya está en camino. 

Su sonrisa crece. 

—¿Mi tío Enrico lo fue a buscar? —dice haciéndome fruncir el ceño por la confusión.—dijo que quería darle la bienvenida a una de sus personas favoritas…, —hace una mueca con sus labios para luego arrugar la nariz— ¿Y si vamos a comer helado nosotros dos? Seguro van a llegar peleando. 

Sonrío y asiento. 

—Será lo mejor, dejemos que se les pase la rabieta solos. —digo extendiendo mi mano hacia él, quien la toma para comenzar a alejarnos del lugar no sin antes despedirnos de los demás— Quiero que me cuentes lo que te dijo Enrico. 

Se ríe balancendo su mano junto a la mía. 

—No me dijo mucho, papá —dice— sólo que quería darle la bienvenida a una de sus personas favoritas, aunque lo dijo con sarcasmo…, también lo escuché preguntarle al tío Demetrius quien iba a buscar a mi tío Alessandro. 

Niego, abriéndole la puerta del copiloto para luego cerrarla y entrar yo y arrancar el carro. 

—Debería advertirle a tu tía ¿no? —digo mirándolo de reojo asentir. 

—Yo le digo —dice riendo mientras toma mi teléfono. 

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Desconocido. 

Era fascinante la manera en la que el destino se encargaba de unir las vidas de las personas. Como los hilos se mezclaban entre si creando una gran telaraña casi imposible de descifrar; sin embargo no necesariamente ocurría de una forma positiva. Algunas veces esos hilos traían consigo historias llenas de dolor y traición siendo su desenlace incierto y atemorizante. 

Nunca hubiese podido prever lo que ocurría ante mis ojos, la manera en la que dos puntos en mi vida, completamente diferentes entre ellos, terminarían entrelazándose de ya manera tan directa. Sencillamente fascinante. 

No puedo evitar la sonrisa que aparece en mi rostro y es que, ¿Cómo podría evitarla? Todo estaba llendo según lo planeado. Mientras ellos tenían su atención sobre mi señuelo yo me movía entre las sombras perfeccionando mi plan. Cada uno de mis pasos estaba perfectamente calculado y el momento estaba cada vez más cerca. 

Debía ser cuidadoso y paciente…, tenía a un enemigo poderoso no podía darme el lujo de subestimarlo por ello pase tantos años creando mi plan, observando sus pasos desde la distancia, estudiando a las personas que lo rodeaban. 

Le haría pagar todo lo que me arrebató su familia y en el proceso recuperaría lo que me pertenecía. 

Bajo mis lentes de sol y observo desde el parabrisas de mi carro a mi objetivo salir de la heladería con el niño colgando de su mano para luego ingresar en su carro y marcharse del lugar. 

Había sido arriesgado de mi parte acercarme tanto a ellos pero había valido la pena. Necesitaba verlo en persona ya no soportaba mirar todo desde una pantalla. 

Enciendo el carro y me adentro al tráfico mientras atiendo el teléfono que hace más de veinte minutos no había parado de sonar. 

—Espero que sea importante. 

—¿Dónde estás? Regresa es peligroso que estés afuera justo ahora —dice la voz femenina al otro lado de la línea. 

—Cuida el tono con el que te diriges a mi —advierto— ¿Por qué estás tan alterada? ¿Qué ocurre?.  

Escucho un suspiro y luego silencio. 

—Alessandro Lombardo acaba de llegar a la ciudad —exclama haciéndome resopla con cansancio. 

—Eso ya lo sabía —digo— hazme el favor de no llamarme por estupideces. 

—Alonzo Caruso también está aquí— murmura. 

Me tenso y golpeo con fuerza el volante mientras que con mano libre remueve mi cabello. 

Ese maldito había desaparecido de la faz de la tierra convirtiéndose en una sombra, un fantasma que desaparecía antes de que pudieses asegurarte que se trataba de él ¿Por qué demonios se aparecía justo ahora?. Esto era un problema…, Caruso era un factor con el que no tenía previsto lidiar. 

—¿Dónde lo vieron? —pregunto con voz ronca. 

—Brooklyn pero eso fue ayer —dice con cautela— ya desapareció. Algunos dicen haberlo visto en Manhattan el día de hoy. 

—Dirección. 

—¿Qué piensas hacer?. 

Gruño con impaciencia. 

—Dame la maldita dirección -exclamo entre dientes. Tras unos segundos de silencio comienza a darme la dirección y la hora de la última ubicación en la que se le vio y de inmediato mi cuerpo entra en tensión mientras acelero el coche.— aumenta la seguridad, voy en camino. 

—¿Qué ocurre?. 

—Ocurre que estuve en el mismo lugar y a la misma hora que ese malnacido. —digo colgando la llamada. 

Caruso, Lombardo, Giadala…, tres apellidos que por separado son sinónimo de peligro ¿Juntos? Juntos eran la definición de poder y en mi punto de vista…, un problema del que debía deshacerme. 











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