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Capitulo 2

Alonzo Caruso.

El alcohol corría como el fuego por mis venas, llevándose consigo todo rastro de cordura que me quedara. Los parlantes de la discoteca vibraban con la música estridente y aún así no era capaz de acallar el ruido en mi mente. La gente iba y venía de un lado a otro bailando, saltando o simplemente buscando un trago que los ayudase a disfrutar mejor del ambiente, incapaces de poder divertirse sin dicho elixir en sus organismos.

Unos se refugiaban en el alcohol para divertirse, en busca de esa otra personalidad que yacía en su interior y que, a su parecer, era más agradable y vivaz que ellos mismos. Sin importarles los errores que pudiese cometer esa otra personalidad. Otros, sólo deseaban que sus problemas se ahogaran en el licor sin saber que ellos eran los que se estaban ahogando.

¿Yo? No deseaba invocar al ser que había arruinado gran parte de mi vida y sé que debería evitar todo lo que me hiciera débil y al él fuerte pero llega un punto en el que, sin importar lo fuerte que sean los cimientos, luego de tantos golpes la estructura empieza a agrietarse y estas tan cansado que no deseas agotar lo que te queda de energía en intentar que no se derrumbe. Tampoco buscaba huir de mis problemas ahogándome en alcohol. 

Si era sincero, sólo buscaba adormecerme y así no sentir tan directamente como se iban cayendo los cimientos. Ni el dolor, ni la rabia se iban con eso…, era yo el que, por unas horas, se alejaba de ellos.

Le doy un sorbo a mi trago sintiendo el amargo sabor del ron acariciar mi lengua mientras recorro con la mirada el lugar encontrándome con varias miradas puestas sobre mi; algunos me miraban con curiosidad, otros con miedo y unos pocos a la defensiva pero nadie se había atrevido ha acercarse. 

Me encontraba en un terreno baldío en el que construyeron una pequeña edificación que utilizaban como discoteca mientras afuera se llevaban a cabo carreras clandestinas y uno que otro negocio ilícito. Había conocido este lugar por Alessandra, después de todo este le pertenecía a su padre, quien se lo regalo cuando había cumplido quince años. 

Sólo los miembros de importantes mafias, herederos de grandes imperios y personajes imponentes en el bajo mundo tenían acceso a este lugar y claro uno que otro invitado de estos mismos, que fuesen aceptados por el jefe del lugar, tenían permitida la entrada. El nivel de seguridad y control que había daba la tranquilidad para poder manejar distintos negocios sin correr peligro.

Alessandra se había encargado de convertir estas tierras en un club para la élite del mundo criminal y eso, entre muchas otras cosas, le habían dado el respeto y temor de muchos.

Me complacía ver que Alessandro no había dejado perder todo el trabajo que ella había hecho.

Mi hermanito no es tan inútil como pensaba.

Se había ganado un puesto importante entre las  famiglias y entre todas las grandes mafias a lo largo y ancho del mundo. Haber asesinado a su padre moribundo, su madre y todos sus seguidores lo puso en la mira, pero fue el manejo de todos los negocios familiares lo que le dio el respeto que poseía ahora…, Alessandro D’amico gobernaba cada rincón de Italia y su asociación con Akram no hacia más que darle un poder que más de uno codiciaba.

Debía admitir que los hermanos D’amico nacieron para reinar.

Ahí estaba ella, caminando tranquila en el campus de la Universidad sin despegar la vista de la pantalla de su teléfono. La falda de su vestido se movía con cada paso que daba al igual que su cabello y las botas de tacón la hacían ver más alta de lo que realmente era…, sólo caminaba, tan sencilla y a la vez imponente; no miraba a nadie, en ningún momento se molestó en levantar la mirada y ver el impacto que causaba a su alrededor. ¿Acaso le importaba? ¿Siquiera era consiente de ello? Me preguntaba si ella había notado como todos se apartaban de su camino o de las continuas miradas que la perseguían.

Luego de tantos años por fin la tenía cerca de mi. Aquella niña que había conocido ya no existía, había muerto y en su lugar dejó a una mujer con el mundo en sus manos.

Mis nervios se encontraban a flor de piel mientras sujetaba el vaso de café en mi mano temblorosa y con la otra acomodaba el morral sobre mi hombro. Ya faltaba poco, mi hermana estaba a pocos metros.

Por fin —pienso, soltando un suspiro.

Tras una inhalación salgo de mi escondite, tras un árbol, y comienzo a caminar en su dirección, acelerando el paso según me acerco a ella, quien sigue con la mirada fija en su teléfono.

Un golpe seco. El café derramado sobre su ropa y su celular, al igual que mi morral, tirados en el piso. Levanto la mirada encontrándome con sus ojos cerrados y su mandíbula apretada. 

—Lo lamento, venía distraído —digo, agachándome para tomar su teléfono y mi morral— ¿estas bien?.

Sus ojos se abren para regalarme una mirada fulminante y luego posarlos en el escote de su vestido azul, ahora con una gran mancha de café en el.

—Fíjate por donde caminas podrías causar un accidente —exclama cortante, tomando su teléfono.-— agradece que el café no estaba caliente.

Asiento. Estaba feliz, aunque no supiese quien era, ahora me encontraba un paso más cerca de ella.

—Sí, estaré mas atento —sonrío— y tu también deberías estarlo.

-¿Perdón? Tu te tropezaste conmigo. —entrecierra los ojos como si con eso fuese capaz de hacerme desaparecer de la faz de la tierra.

—Tu también debías de andar distraída, de lo contrario habrías podido evitar este accidente.

Respira y sin decir nada pasa por mi lado, sin ánimos de aguantarme un minuto más. Era algo que me esperaba, la había investigado lo suficientemente como para saber que, si bien no era famosa por su paciencia, evitaba tener conflictos o verse envuelta en ninguna pelea.

Con una sonrisa en mis labios comienzo caminar rápido en su dirección hasta alcanzarla. Noto como me mira de reojo antes de bufar y acelerar el paso.

—¿Qué demonios quieres? —inquiere  exasperada al notar que no puede deshacerse de mi.

—Soy un caballero y ya que derrame mi café sobre tu vestido quiero ayudarte de alguna forma. —me mira incrédula sin dejar de caminar— además, soy nuevo aquí y me gustaría hacer amigos.

Se detiene abruptamente, girando su cuerpo en mi dirección mientras me mira de pies a cabeza con el ceño fruncido.

—¿Hacer amigos?...,¿Te crees que estamos en el kínder? —le regalo una sonrisa a lo que ella me mira con molestia.

—¿Por qué no? Eran épocas más felices —miento. Su mirada se distrae con las personas a nuestro alrededor mientras asiente lentamente.

—Dame tu camisa —dice de repente sacándome de balance— Querías enmendar tu error ¿No?..., caballero de brillante armadura. —el sarcasmos venenoso es latente en su voz mientras una sonrisa maliciosa aparece en sus labios.

Se cruza de brazos a la espera de una respuesta y sin esperar mas; dejo el bolso en el suelo para poder desabotonarme la camisa, quedándome con una camiseta. Con una sonrisa se la entrego, divirtiéndome a costa de su gesto sorprendido.

Me extiende su cartera y la tomo mientras ella se coloca la camisa sin dejar de fruncir el ceño en ningún momento para luego volver a r su cartera.

—¿Amigos? —le pregunto, descubriendo cierto placer en hacerla enojar.

—Idiota — dice para luego comenzar a alejarse. Ya se encontraba  a unos diez metros de mi cuando giró la cabeza sobre su hombro y el atisbo de una sonrisa se asomó por la comisura de sus labios—¿No vienes?...,amigo》

Mi cabeza estaba llena de recuerdos e ideas, siendo los primeros los que me atormentaban. Deseaba de alguna manera regresar el tiempo, cambiar muchas de mis decisiones aunque se que es imposible y lo sensato sería aceptar mis decisiones y reivindicarme a partir de allí pero…, ¿era eso lo que quería? No, no deseaba ser una persona correcta, no quería cambiar las decisiones que me llevaron a ser el demonio al que todos temen porque aunque muchos lo ignoren, existimos personas que no queremos recorrer o siquiera mirar el camino correcto. Y no porque nos desagrade sino más bien porque nuestra esencia nos lo impide. Porque de la misma manera en la que a un ángel le incomoda la oscuridad…, a un demonio la luz le molesta.

No buscaba cambiar lo que soy, jamás lo haría. Quiero cambiar aquello que me hizo perder lo que más amé, las acciones que me alejaron de ella. Pero no puedo hacer nada contra el tiempo y aún si retara a la muerte, jamás me la devolvería.

Dejo el vaso sobre la barra y camino hasta el baño de la discoteca para encerrarme en el intentando alejarme de la multitud. Comenzaba a sentirme asfixiado. 

Podía escuchar el ruido del exterior convertido en eco y susurros dentro de las cuatro paredes en las que me había encerrado, lo ignore mientras intentaba procesar mis siguientes pasos. Me situó frente al espejo, apoyando mis manos sobre el lavado y recorriendo con la mirada mi rostro; las ojeras se marcaban con gran evidencia, la barba de varios días en marcaba mi rostro dándome un aspecto mayor y mis ojos; secos y fríos, sin un atisbo de emoción en ellos.

—Debes reponerte —murmure con frialdad mientras veía mi reflejo— das pena, ¿Cómo pudiste caer tan bajo? —gruñí. Mis manos temblaban por la ira pero me controle para evitar estallar en medio de mi conocida inestabilidad.

No, no podía recuperarla a ella pero si podía recuperar mi vida. Luca, era lo único que me quedaba de ella y pensaba tenerlo de vuelta.

Recordé todo lo que viví en estos cuatro años. El hecho de ir de un país a otro, dejando un rastro de sangre por donde pasaba, evitando que pudiesen dar con mi ubicación, hundiéndome en una depresión que me mataba lentamente. Me aislé de todo y todos,  de lo que alguna vez quise, tuve y goberné.

Levanto el puño y golpeo con fuerza el espejo, rompiendo el cristal en mil pedazos de los cuales muchos se clavaron en mis nudillos haciéndolos sangrar. La furia me dominó y seguí golpeando lo que quedaba del espejo, lo hice hasta que el marco cayó al piso y la zona se mancho con mi sangre.

Mi respiración es agitada y mis intentos de apaciguarla parecen no estar funcionando.

-Debes calmarte, piensa en frío —susurro en un jadeo— todo irá según lo planeado, para estos momentos Alessandro ya debe saber que estoy aquí, él le dirá a Akram y dentro de poco regresare por lo que me pertenece.

Ahora sólo debía concentrarme en estabilizarme, al menos lo suficiente para conseguir mi objetivo.

—Voy a recuperar mi corona, veo lo que es mío y lo tomo —aseguro, lavando la sangre en mis manos— voy a recuperar mi vida, he cumplido mi sentencia, estoy cumpliendo con mi condena —froto con fuerza mis manos— recuperare mi corona, a mi familia y todo estará bien…, todo volverá a ser como antes.

     ✴️✴️✴️✴️✴️✴️✴️✴️✴️✴️✴️✴️✴️

Akram Giadala .

—¿Estás seguro? —pregunto, inquieto ante la noticia que Alessandro me acababa de proporcionar.

Un bufido se escucha atreves del micrófono del teléfono.

—Por supuesto, no te lo diría si no estuviese seguro. —exclama con molestia— Alonzo está en Italia, se le vio en una de mis discotecas ayer por la noche y pude confirmarlo con las cámaras de seguridad —hace una pausa— intente rastrearlo pero luego de que se fue del lugar desapareció por completo, como si la maldita tierra se lo hubiese tragado. 

Dejo de caminar por mi habitación para sentarme al borde de la cama mientras pasaba la mano por mi cabello.

—Tantos años evitando ser visto por alguno de nosotros y… ¿ahora se aparece en tu territorio? —muerdo el interior de mi mejilla en un gesto distraído. Escuchando los engranajes en mi cabeza comenzar a trabajar a gran velocidad— esto no es simple casualidad, es bastante claro que lo hizo adrede…, él quería que supieras —me quedo en silencio por unos segundos.— que supiéramos que se encontraba cerca.

—Pensé lo mismo pero aquí la pregunta es ¿Por qué? ¿Qué busca con todo esto? —la voz de Alessandro se notaba tensa, esta situación no le gustaba en lo absoluto.

—Quiere regresar, eso es lo más seguro.

—Sería mas sencillo que se aparezca frente a nosotros y listo —refuta— este juego no me agrada. No lo conozco tanto como lo haces tu, pero dime si me equivoco al pensar que algo se trae entre manos…, y no me refiero a un simple encuentro familiar.

Suspiro. El tenía razón.

—¿Qué quieres que te diga, Alessandro? No tengo la menor idea de cuales sean sus planes y sí, lo conozco pero no tanto como puedes imaginar —inquiero, levantándome de la cama y yendo hacia el ventanal de la habitación que daba hacia el jardín— Alonzo es impredecible y si aún se encuentra en el estado en el que se fue…, sólo nos queda esperar lo mejor y prepararnos para lo peor.

—¿Serías capaz de enfrentarte a él?.

No respondo. Era una pregunta que me había hecho hace mucho y aún ahora no lograba encontrar una respuesta con la que me sintiera cómodo. Alonzo se había convertido en alguien importante en mi vida, no éramos sólo socios, también nos convertimos en amigos…, hermanos. Pasamos por muchas situaciones uno al lado del otro, vimos a la muerte a la cara y juntos logramos burlarla; él fue quien luchó a mi lado y me defendió cuando yo ya no tenía fuerzas. Yo fui quien lo levanto cada que caía, lo ayude a mantener sus fragmentos unidos cuando el peso se volvía demasiado para él. 

Cuando se marchó sin mirar atrás, debo admitir que me enojo que abandonara a su sobrino pero me hirió que me dejará a mi sin siquiera pensarlo.

Ahora él era un desconocido. Ya no somos lo que éramos antes, ahora tengo una responsabilidad y un amor más grande que yo mismo…, ahora tenía un hijo al cual proteger y eso tenía mucho más peso en mí que el fantasma de una antigua amistad…, no me sentía cómodo con ello, pero la respuesta era más que clara en estos momentos.

—Enfrentare y erradicare cualquier cosa o persona que suponga un peligro para Luca —aseguro con una firmeza que llegó a sorprenderme.

—Esperemos no tener que llegar a esos extremos —responde en un suspiro.— en dos días estaré allá y hablaremos de esto con más calma, infórmale a los demás así estarán preparados…, ¿le dirás a Luca?.

—No, estaré al pendiente pero no quiero estresar al niño ahora —digo— lo pasó muy mal cuando se fue, no dejaré que esta noticia le amargue su cumpleaños, ya veré como lidiar con mi hijo en su momento. 

—De acuerdo, tu eres su padre sabrás lo que es mejor para él. —dice— debo colgar, hablamos luego.

Luego de varios minutos hablando con Gastón y Enrico. Después de varios insultos por parte del segundo y varias preguntas por parte de Gastón, cuelgo el teléfono sintiendo cada uno de mis músculos tensos…, a nadie le había sentado bien la noticia -no es que me esperará una mejor reacción- pero habían logrado estresarme más de lo que ya me encontraba. 

Me volteo al escuchar la puerta ser abierta y miro a Luca entrar hecho un desastre.

—¿Eso es harina? —pregunto, acercándome a él para verlo con mas detalle y dejando el celular sobre la cama en el camino.

Se carcajea sacudiendo su ropa y dejando una gran mancha de polvo blanco sobre el piso.

—Estoy preparando un torta con mi tía y ella me lleno la cara de harina —Se ríe— y yo le lance harina a ella pero le cayó a Félix y el comenzó a lanzarme harina…, se pusieron en mi contra y tuve que huir.

Me río mientras escucho su relato y sacudo la harina en su cabello. A veces era difícil diferenciar quien era el niño y quien el adulto cuando de ellos tres se trataba…., aunque podía agregar a Enrico tranquilamente.

—Y parece que todo se salió de control —digo al notar las manchas de huevo en su camisa y parte del pantalón. Arqueo una ceja— les voy a terminar prohibiendo la entrada a la cocina. No es posible que las cosas siempre terminen de esta manera — exclamo con gracia haciéndole reír con más fuerza he inevitablemente sonrió al ver la felicidad en su rostro— te tienes que bañar, Luca, estas haciendo un desastre.

Se encoge de hombros.

—No estoy tan sucio, papá —sonríe con inocencia, dando un pequeño paso en mi dirección. Frunzo el ceño, atento a sus movimientos— el problema es que tu estas muy limpio.

Y antes de poder contestarle se lanza hacia mi encarcelándome en un abrazo mientras restriega su cabello en mi ropa. Me río y comienzo a hacerle cosquillas para que me suelte pero sólo logro que se pegue más a mi mientras se retuerce entre mis brazos que lo sostienen para cuidar que no se caiga.

—¿Quieres guerra, niño? —le digo mientras lo tomo por la cintura y con un movimiento rápido hago que quede boca abajo con su cabeza golpeando mi abdomen y sus piernas retorciéndose sobre mis hombros. 

—¡¡¡PAPÁ, ESO ES TRAMPA!!! — grita entre risas mientras salgo de la habitación con dirección a la suya.

En el camino me encuentro a Félix y a Nessa, ambos llenos de harina y huevo, quienes comienzan a carcajearse al ver la escena.

— La venganza es dulce, mocoso —dice Félix revolviendo el cabello de Luca y recibiendo varios manotazos por su parte— me voy a ir a quitar esto de encima —dice para luego desaparecer por un pasillo. Nessa se ríe, negando con la cabeza.

—Cuando terminen de bañarse bajen a comer torta.

—¿Al final si hicieron la torta? Vaya —digo pasando por su lado.

—A mi también me sorprende —dice antes de cerrar la puerta de su habitación.

—Papá, te quiero mucho —dice entre risas  apenas entramos a su habitación.

—Yo también te quiero, Luca -—hago una pausa entrando al baño aún con el niño a cuestas— pero igual te vas a bañar.

Bufa y comienza a retorcerse de nuevo en una lucha inútil contra mi agarre. 

Una vez la bañera está preparada, obligo a Lucas a meterse; cosa que hace sin rechistar antes de empezar a lanzarme agua y así comenzar una guerra de agua y espuma.

No envidiaba al ama de llaves ni el trabajo que le dábamos…, debería pensar en aumentarle el sueldo.

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