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Capitulo 1

Alonzo Caruso.

 
Durante años me enorgullecí por mi capacidad de, sin importar la situación, siempre ser capaz de caer de pie. No importaba la altura o la fuerza del impacto, siempre hallé la manera de caer bien parado y con el mínimo de daños y es que tenía un motivo para esforzarme, para desear alargar cada segundo de mi vida con tal de estar a su lado. Ahora me encontraba en una caída eterna sin poder ver el piso ni prever que tan fuerte sería el golpe. 

Aunque, siendo sincero conmigo mismo, el más leve roce era capaz de herirme de gravedad en estos instantes ¿lo peor? No deseaba defenderme o luchar ¿Para qué? ¿Luca? Sí, él debería ser suficiente para mantenerme en pie, debería ser capaz de aferrarme a mi sobrino y refugiarme en su cariño, eso sería lo más normal…, pero lamentablemente y aunque lo amaba, Luca nunca fue el núcleo de mi vida y ahora su luz no era suficiente para salvarme. 

Me odiaba, me despreciaba por haberlo abandonado cuando más me necesitaba y aún así soy lo suficientemente egoísta como para poner mi dolor por encima del suyo. Justo ahora no soy capaz de consolar a nadie, ni siquiera a mi mismo y si bien no minimizaba el dolor que él estaba sintiendo no lograba que me importara lo suficiente como para sacrificarme a mi mismo por él. Al menos sabía que estaba en buenas manos. 

Akram no era la persona más empática pero sabía que él sí pondría al niño por encima de todo y todos. Le daría el amor y el cuidado que merecía y yo no podía darle. Luca, sin saberlo, tenía en sus manos el corazón y alma de uno de los hombres más peligrosos que he conocido. Por Luca, Akram haría arder el mundo y lo reconstruiría sólo para entretenerlo. 

Una risa amarga escapa de mis labios antes de llevar el cigarrillo a mi boca. Era extraño pensar en ellos luego de tanto tiempo, intentar imaginar como serán sus vidas ahora. Había estado al tanto de algún que otro negocio de Akram y del estado de Luca, aunque no logré conseguir mucha información. Akram no se andaba con juegos cuando de la seguridad y privacidad de su vida se trataba y ahora con Luca…, era prácticamente imposible acercarse sin terminar alertándolo y no deseaba que él supiera de mis pasos. 

Una melodiosa risa retumba en las paredes de mi mente, erizando mi piel y destruyendo un poco más los fragmentos que quedaban de mi. Ahí estaba ella, tan hermosa como la recordaba; El azul de sus ojos, ahora más fríos, me miraban divertidos mientras su cabellera rubia caía a un costado moviéndose al ritmo de su risa. 

Frente a mi, con una pequeña mesa entre nosotros, se encontraba ella, inclinada en mi dirección apoyando su codo en la mesa de metal y su barbilla sobre la palma de su mano mientras sus dedos jugaban distraídamente con un mechón de cabello. 

—Es interesante ver como una simple fotografía te hace derramar lágrimas cuando en esa esquina —señala sin interés hacia la esquina— se encuentra inconsciente tu último juguete. —una sonrisa torcida aparece en sus labios— ¿Crees que sea un castigo por el dolor que has causado?. 

Bajo la mirada a la fotografía en mis manos; en ella nos encontrábamos ella, Luca y yo. Esa foto nos la habíamos tomado en el segundo cumpleaños de Luca. Él se hallaba entre nosotros, sentado en el mesón de la cocina, con un tazón lleno de masa para torta y su rostro manchado de la misma mezcla, ni siquiera estaba viendo la cámara su atención, al igual que sus manos, estaba en la mezcla de chocolate. Alessandra lo veía con adoración mientras acariciaba los alborotados rizos dorados de su bebé. Yo me encontraba a la derecha con una gran sonrisa en mi rostro y una que otra mancha de harina en mi ropa mientras que con mi mano libre intentaba tomar la selfie. Y ahora, una lágrima adornaba una parte de la imagen. 

—No lloro por la imagen —murmuro, dejando la fotografía en la mesa— mis lágrimas son por los recuerdos que no volveré a vivir. —volteo a ver al hombre tirado en una esquina de la habitación, herido, sumergido en su propia miseria.— No creo en el Karma, soy dueño de mis acciones, mi mejor admirador y mi peor verdugo. Sé que, de desearlo, sería capaz de salir de mi infierno, el problema es que no quiero. 

—Es patético, eres patético —exclama con saña— No deberías insistir en lo que hace daño y menos cuando puedes evitarlo. 

Decido no contestar a sus palabras mientras abrazo el dolor que me infringen las mismas. Ella no es real. Me lo repetía cada que la veía. No era más que una ilusión creada por mi retorcida mente y eso sólo lo hacia peor.
  
Los quejidos del hombre llaman mi atención. Se estaba comenzando a despertar. 

—Tal vez yo no crea en el Karma pero si que puedo convertirme en un…, ¿Justiciero? —digo, incorporándome de mi asiento para acercarme a él, sintiendo más fuerte el olor a sangre al quedar de cuclillas frente a él.— nuestro amigo, por ejemplo. Lo conseguí durante una de mis caminatas nocturnas, estaba en un callejón violando a una adolescente. 

Se había convertido en una costumbre entablar conversaciones con aquella ilusión. De alguna manera me hacia sentir más cerca de ella aunque su presencia abría aún mas la herida. 

—Te acercaste por curiosidad -susurra cerca de mi— pero, ¿por qué te quedaste? —su risa se escucha a mis espaldas— joven, hermosa y rubia…, no puedes evitar querer salvarme, intentas redimirte de alguna forma pero la verdad es que: Sin importar el parecido que tengan conmigo, no son yo. Que vengues a esas pobres mujeres no cambiará el hecho de que me abandonaste. 

Me tenso sin poder evitarlo. 

—No quería abandonarte, esa jamás fue mi intención. Él tomó el control, yo no podía hacer nada para detenerlo —me excuso, sintiendo la ansiedad incrementar en mi mientras el hombre frente a mi me veía asustado y confundido. 

Ver a una persona tener una conversación con la misma nada no era algo que se considerase normal y lo sabía muy bien. ¿estoy loco?..., tal vez ¿Pero quien no lo está? Lo mío va más haya de la simple locura, mas haya de un maldito diagnóstico. Lo mío era más profundo…, mas real. 

Ladeo la cabeza, regalándole una sonrisa torcida a mi querido juguete nuevo. 

—Lo lamento, se me olvidaba que usted no puede escucharla —hago una mueca de culpa, ganándome una mirada incrédula de su parte— es mejor así, ella no es muy cortés en realidad. 

El hombre comienza a sollozar mientras se pega aún más a la esquina. 

—Por favor no me haga daño —súplica— ¿Quiere dinero? Yo le puedo pagar lo que quiera pero Por favor no me mate. 

Una estruendosa carcajada brota de mis labios. 

—Tengo más dinero del que puedo gastar —aseguro una vez mi risa se a calmado— no me interesa algo tan insignificante como el dinero. No hay nada que tengas que me pueda interesar. 

—¿Por qué me hace esto? ¿Qué le hice? —su llanto era cada vez más fuerte y eso me estaba comenzando a fastidiar. 

Me encojo de hombros, incorporándome para darle la espalda y acercarme a la mesa de metal y tomar la navaja que se encontraba sobre ella. Balanceo su peso en mi mano y me acerco al sujeto que no deja de temblar en el piso. 

—No es personal, tan sólo te topaste con el monstruo equivocado -le digo, sujetando la navaja con fuerza en mi mano mientras me regocijo en el miedo de su mirada— lástima que no puedas aprender de está lección —exclamo, abalanzándome sobre él. 

   
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Akram Giadala.

—Yo digo que rentemos todo un parque de diversiones para el mocoso y sus amigos —exclama Enrico, sentado a la derecha de su hermano al otro lado de mi escritorio. 

Pellizco el puente de mi nariz fastidiado de la situación. Ya teníamos más de una hora intentando planificar el cumpleaños de mi hijo y hasta ahora no habíamos logrado llegar a nada más que a una migraña severa de mi parte. 

—Es una tontería alquilar un parque completo —inquiere Vanessa con burla mientras se pasea por mi despacho— ¿Piensas invitar a un batallón de niños? Por que de otra manera no le veo lógica a tu idea.  

—Sólo quiero lo mejor para mi amado sobrino, querida —refuta Enrico mirándola con molestia.— Y a todas estas, ¿por qué está ella aquí? Esto es un tema familiar. 

Gastón resopla con molestia dejando su celular sobre el escritorio para voltear en su dirección. 

—Tenemos demasiado tiempo en esto y ustedes no son de ayuda —dice con molestia intercalando la mirada entre ellos— Han pasado cuatro años, por todos los cielos maduren de una vez por todas. 

Froto mi rostro. No había manera de que me pudiese acostumbrar a esos dos, mucho menos a soportarlos cuando estaban juntos. Sin importar el tiempo que había pasado, ellos parecían negados a llevarse bien o como mínimo a tolerar la presencia del otro por más de diez minutos y los demás nos veíamos como víctimas de sus incontables discusiones. 

—Hemos elaborado en una noche planes mucho más complicados… ¿cómo es posible que nos estemos haciendo un lío con la fiesta de cumpleaños de mi hijo? Es que realmente no lo comprendo —exclamo incrédulo. 

—Nos complicamos por estos dos, yo estoy de acuerdo con tu idea— exclama Gastón tanto o más aburrido que yo con la situación— hagamos una reunión en tu casa, alquilamos algunos juegos he invitamos a sus amigos más cercanos. No es tan complicado. 

Por este motivo me llevaba bien con Gastón, era un hombre centrado y un respiro de aire fresco para mi que me veía rodeado de un montón de niños con cuerpos de adulto. 

—Entonces está decidido, haremos algo tranquilo en mi casa. Llamaré a un servicio de catering  y alguna agencia de festejos —digo, abriendo mi laptop para comenzar la búsqueda. 

Tenía dos semanas para preparar todo y si bien sonaba a una gran cantidad de tiempo, resultaba complicado cuando debía dividir mi tiempo entre el trabajo y mi hijo que sin duda podía ser bastante demandante. Hacia cuatro años que me había convertido en padre y aunque el camino fue bastante difícil, no hay día en el que no agradezca el haberlo conocido. 

—¿Alessandro te dijo si va a venir? —pregunta Gastón con la mirada fija en la pantalla de su teléfono. 

—Vendrá dos días antes del cumpleaños —digo— ha tenido que resolver algunos problemas con los irlandeses. 

El bufido de Enrico resuena por el lugar mientras se cruza de brazos con expresión aburrida y no era el único. Vanessa había detenido su tour por mi despacho para pasear su mirada entre nosotros con gesto incrédulo. 

—¿Cuál es su problema? Parece que no han aprendido nada, ya han intentado atacar por diferentes lados sin lograr nada más que perder a muchos de sus hombres —exclama Vanessa soltando una risa sin gracia— Debieron dejar las cosas como estaban luego de su último intento. 

—La rubia tiene razón —inquiere Enrico ganándose una mala mirada por parte de la rusa— ¿Qué esperan ganar con todo esto? Porque al menos que sea un intento suicida yo no le veo mucha lógica. 

Hace años la mafia irlandesa nos había robado mercancía y Alonzo y yo nos habíamos encargado de dejarles en claro quienes éramos y que tan insignificantes eran ellos a comparación. En su momento me pareció que el mensaje había sido bastante claro, pero al parecer son más idiotas de lo que pensaba. Desde hace, más o menos, año y medio los irlandeses se habían hecho con la meta de fastidiarme la vida; desde robar almacenes en los que teníamos la mercancía, hasta emboscadas en las que algunos de mis hombres murieron. 

Cada acción tiene una reacción; Está demás decir que no salieron bien librados de sus provocaciones y para ser sincero, al principio, me pareció entretenido verlos jugar a los mafiosos…, pero ya me estaba comenzando a cansar y el que estuviesen intentando atacar a Alessandro ya era la hora gota que colmó el vaso.  

No me preocupaba que llegasen a herirlo, lo cierto es que se estaban metiendo el las fauces del lobo…, lo que me tenía realmente preocupado era como cada vez se acercaban más a mi familia. Hoy era Alessandro, mañana podría ser Luca o Nessa y eso era algo que no pensaba permitir. 

—No creo que estén trabajando solos —asegura Gastón con calma sin darle gran importancia a la conversación.— no es un secreto para nadie que eres de los hombres más poderosos y eso ya nos hace dudar de su inteligencia al haber querido atacarte en más de una ocasión —pronuncia con calma, casi, con aburrimiento— pero eres más calmado que Alessandro. No los has destruido por que no has querido, no te han hecho enojar lo suficiente. 

Asiento, dándole la razón. Hasta el momento me había tomado esto como un juego, ellos no significaban un gran problema para mi y no soy de los que malgastan el tiempo en peleas absurdas. Pero Alessandro… 

—Nuestro querido italiano, por el contrario, no necesita de una excusa para ir bañando las calles de sangre -exclama Enrico con la diversión tiñendo su voz— y eso tampoco es un secreto para nadie, como no lo es el que ustedes son familia y por lo tanto, también son socios. Es una estupidez querer ganarte un enemigo tan grande. 

—Por eso digo que no están solos —Gastón deja su celular de lado para mirarnos con su característica seriedad— no son muy inteligentes y eso lo sabemos de sobra pero dudo mucho que se atrevan a ir contra nosotros y la mafia italiana habiendo perdido a tantos hombres. 

Me cruzo de brazos, recostándome del espaldar de la silla mientras me sumerjo en mi mente sin dejar de escuchar la conversación que se desarrolla entre ellos. 

—Sería una misión suicida, pero si están trabajando con alguien dudo que tenga mucho poder. Al final de cuentas hemos podido frustrar cada uno de sus ataques  —dice Vanessa, acercándose, inconsientemente, a Gastón antes de detenerse al darse cuenta de sus acciones y retroceder sus pasos con tranquilidad fingida — Piénsalo, no tiene sentido. 

Gastón la mira con una mueca en su rostro para luego negar con la cabeza. 

—No, no tiene sentido. 

Enrico abre la boca para acotar algo a la conversación cuando se ve interrumpido por el sonido de la puerta de madera al ser tocada. 

—Adelante.  

La puerta se abre y dos grandes doberman ingresan al despacho siendo seguidos por Luca y detrás de él iba Félix con una mueca de disculpa tallada en su rostro. Suspiro. 

—Hola, papá— saluda, soltando las correas de los perros para acercarse a paso rápido y abalanzarse a mis brazos. Una mala manía que no había logrado quitarle. 

Lo siento sobre mis piernas y beso su frente. 

—Luca, ¿qué te había dicho sobre traer a los perros al bufete?— le riño, mirándole con el ceño fruncido. 

—Pero es que no me gusta dejarlos solos en casa —Una sonrisa inocente aparece en sus labios antes de seguir hablando— además, me dijiste que ellos estaban para protegerme y ya que iba a salir de casa…, me los traje para que hicieran su trabajo. 

La carcajada de Enrico no se hace esperar mientras yo veo con los ojos entrecerrados al pequeño manipulador que tenía en frente. 

—Joder, amo a este niño. —dice Enrico mientras intenta recuperarse de su ataque de risa— Yo no le veo fallas a su lógica, ¿Tu que dices, Akram?. 

—Digo que callado te vez más bonito -digo sin dejar de mirar al mocoso— ¿Qué te parece si conservamos tu belleza?. —De reojo lo veo hacer un gesto de indignación con su mano.— Luca, para eso está Félix. 

Se encoge de hombros. 

—Según Luca, le aburro y por eso se trae a los perros —dice Félix, blanqueando los ojos con diversión- tanto su tía como yo hemos intentado disuadirlo de traerlos pero ya sabes como es. 

Vaya que lo sé- pienso con gracia. 

Me río. No me quedaba de otra, cuando se proponía algo no había ser en la tierra que pudiese convencerlo de lo contrario y era una pérdida de tiempo enojarme por una nimiedad.  

Conocí a Félix en mis tiempos en las peleas clandestinas. Él había sido el único en advertirme sobre Alonzo; a la final se convirtió en un hombre de mi confianza. Había comprado una discoteca y lo había dejado a él como vigilante para ser mis ojos y oídos en ese lugar. 

Hace tres años lo convertí en el guardaespaldas de mi hijo…, o como Luca le dice, su niñero. Mis negocios, tanto en el bufete como en la mafia, habían crecido exponencialmente.

Ahora no sólo tenía el bufete más exitoso a nivel mundial, también me había convertido en uno de los hombres más poderosos en el bajo mundo…, Mi poder había crecido al igual que mis enemigos, debía asegurarme de que mi hijo estuviese a salvo y tome todas las medidas para que así fuese. Félix era una de ellas; tenía conocimiento sobre este mundo, un buen entrenamiento que me encargué personalmente de mejorar…, y se llevaba bien con el niño. Era todo lo que necesitaba.
 
—Este niño nos quitará el trabajo a todos —exclama Enrico incorporándose de su asiento para tomar a Luca y llevárselo en brazos- diez años y ya nos maneja a todos nosotros a su antojo. 

—Pero se le va a acabar o al menos conmigo —señala Gastón con seriedad, ganándose la atención de Luca quien no tarda en hacer un puchero. 

Realmente es un malcriado. Pienso, observando el puchero y los brazos cruzados en Luca. Aunque era de esperarse, ya tiene diez años y pasa más tiempo en los brazos de sus tíos o los míos que en el piso. 

—¿Por qué? —pregunta, ahora molesto al ver que Gastón no cae ante él. 

Gastón me mira de reojo colocando su mano hecha puño sobre su boca para intentar ocultar su sonrisa. Él tenía cierto gusto por hacer enojar a Luca, todos estábamos conscientes de que el mocoso vivía manipulándonos y Gastón encontraba cierto placer en molestarlo haciendo todo lo contrario a lo que él desease…, aunque al final igual lo terminaba complaciendo. 

—Haz llegado y en ningún momento nos saludaste —responde con tranquilidad— si yo no soy tu tío para que me saludes, tu no eres mi sobrino como para consentirte. 

Veo como las facciones de Luca se relajan poco a poco y sus brazos se sueltan. 

—Lo siento, me entretuve con mi papá -baja la mirada y una mueca de culpa se instala en sus labios- no quería que te sintieras mal, tío Gastón…—empieza a jugar con sus dedos y yo no puedo más que mirarlo con los ojos entrecerrados— Hola tíos…, hola, Vane. ¿me perdonan?. 

Niego, reprimiendo la risa mientras observo a Enrico estrechar con fuerza a Luca, Gastón decirle que lo perdona y a Vanessa mirarlo como si fuese un cachorrito abandonado. 

—Esto es increíble— susurro. 

—Akram —me llama Félix quien en algún momento quedo a mi lado observando la escena. 

—Dime. 

—No quiero que te lo tomes a mal pero… 

Se queda callado, haciéndome voltear en su dirección con la ceja arqueada. 

—¿Qué ocurre, Félix?. 

—Tu hijo me da miedo —murmura con cara de espanto y sin poder evitarlo me carcajeo.  

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