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Capítulo 50

Akram Giadala.

Observo a Alessandra sacar una carpeta con documentos del escritorio de Alonzo para luego abrirla y revisarla rápidamente. Siento la necesidad de preguntarle de que se trataban esos documentos y porque parecían ser tan importantes para ella, pero me contuve. No era mi problema y no había suficiente confianza entre nosotros como para realizar ese tipo de preguntas. 

Aunque pareciera un tanto irónico teniendo en cuenta el hecho de haber compartido recuerdos y situaciones más íntimas entre nosotros. Había estado con ella en momentos de suma vulnerabilidad, la había observado caer en lo más profundo de las tinieblas y resurgir de las mismas como su reina. Ella era inalcanzable, poderosa, letal y a la vez vulnerable, delicada como una valiosa…, joya. 

Ella me recordaba a aquella joya tan valiosa que el mundo tanto veneraba y codiciaba. Como la Hope Diamond con su color azulado proveniente de las impurezas causadas por pequeñas cantidades de átomos de boro; su forma de ser tan fascinante fue creada a partir de terribles experiencias que oscurecieron su alma y que a muchos hubiese destruido pero a ella solo la hacían brillar.  

Las leyendas sobre aquella joya hablaban acerca de maldiciones y mala fortuna, pero eso no evitaba que fuese un objeto de deseo para quienes sabían de su existencia. Al igual que Alessandra que desprendía aquella esencia que te hacía saber el peligro al que te podías someter de estar muy cerca de ella  y aun así no podías evitar anhelar poder acercarte un poco más. 

Como el Hope Diamond, ella no desaparecía cuando la luz a su alrededor desaparecía. Ella cambiaba y refulgía con una tonalidad rojiza. Rojo, un color que simboliza la sangre, el fuego la revolución, la fuerza, la pasión y que, a mi parecer, la definía con perfección.

Como aquella joya que pasó por diferentes hombres que se creyeron con el derecho de hacerse llamar sus dueños. De un comerciante a un rey. Fue robada, cortada y nuevamente vendida siendo partícipe de historias llenas de escándalos y ambición. Una hermosa joya que sin importar todo lo que ocurrió a lo largo de su historia siguió brillando. A mi parecer justo eso era Alessandra D’amico, una joya que nunca perdió su valor, solo lo incrementó.  

-¿Por qué me miras de esa forma? -su voz me saca de mis pensamientos para darme cuenta de que efectivamente la estaba mirando. 

¿Cuánto tiempo estuve así?  

Me aclaro la garganta sintiéndome repentinamente nervioso. 

-¿De qué forma te miraba? -pregunto intentando sonar lo más calmado posible mientras luchaba por calmar el incremento en los latidos de mi corazón. No podía evitar sentirme ridículo ante mi comportamiento ¿acaso me había convertido en un puberto? No, era imposible, ni siquiera cuando tenía aquella edad actúe de está forma y es que no era una cuestión de edad ni por la situación, era por la persona que me causaba todas estas sensaciones. Era por Alessandra, solo ella a sido capaz de hacerme sentir de esta manera y lo peor del caso es que lo lograba sin siquiera intentarlo. 

Ladea la cabeza, observándome con los ojos entrecerrados. No con desconfianza, más bien como si tratará de entender algo y yo tuviese la respuesta. 

-No lo sé -frunce el ceño- no sabría explicarlo. 

Asiento. 

-Sólo me sumergí en mis pensamientos y por alguna razón me quedé viendo un punto fijo, que en este caso fuiste tu -miento a medias, no tenía intención alguna de contarle todo aquello que pasó por mi mente- lamento haberte incomodado. 

Su mirada se queda fija en la mía por lo que parecen años antes de sonreír levemente y comenzar a caminar en mi dirección. Justo antes de llegar a mi se desvía y pasa por un costado con dirección a la salida. Me giro y la veo abrir la puerta para luego mirarme por encima del hombro. 

-Nunca dije que me incomodara -exclama con suavidad y sale del despacho dejando la puerta abierta. 

Me quedo observando su silueta alejarse de mi y no puedo evitar notar como todo el que se cruza en su camino se aparta pero sin dejar de observarla en ningún momento ¿Lo mejor del caso? Ella no parecía darse cuenta o bien lo sabía y no le interesaba. 
Inalcanzable. Pienso con una pizca de orgullo y salgo del despacho para dirigirme al ascensor, justo donde ella me está esperando con una mirada divertida. 

¿Qué le dará gracia?. 

*********************************************

Reviso algunos correos y reuniones que tenía pendiente. El no tener secretaria era una completa mierda y gracias a todo lo que había estado ocurriendo no había tenido tiempo de contratar otra. Levanto la mirada para observar a Alessandra que se encuentra sentada al otro lado del escritorio, justo frente a mí. 

Desde que llegamos a mi despacho se había dado a la tarea de revisar con minuciosidad los documentos que había sacado de la oficina de Alonzo, mientras yo me sumergía en todo el trabajo que tenía acumulado. Habíamos llegado al bufete con tiempo de sobra y aún tenía media hora antes de que llegará el señor Lombardo para nuestra reunión. 

-Lo estas haciendo de nuevo -inquiere Alessandra sin levantar la vista de aquellos papeles pero dejando entrever una ligera sonrisa ladeada labrada en sus labios. 

-Lo lamento – me disculpo aunque la sonrisa en mi rostro le quitaba un poco de credibilidad. 

Suspira cerrando la carpeta para luego levantar la mirada en mi dirección. 

-Pregunta.   

Frunzo el ceño confundido. 

-¿De qué hablas? – exclamo. La veo acomodarse en la silla, cruzando una pierna sobre la otra mientras me analiza con la mirada. 

-Tienes algo que preguntar pero no te atreves a hacerlo -asegura con tranquilidad sin desviar la mirada en ningún momento. 

Sí, tenía muchas preguntas en mente y deseaba con ansias poder obtener las respuestas pero dudaba que ella contestará a todas ellas. Era consiente de lo recelosa que era con su vida, su pasado y cada uno de los secretos que lo componían. Para mi desgracia cada una de mis preguntas abarcaban esos temas, de una u otra forma. 

Entrecierro los ojos a la vez que me recuesto en el espaldar de mi asiento, optando por una posición más cómoda y que denotara lo menos posible lo ansioso que me encontraba. 

-Según tú ¿Qué es lo que quiero preguntarte?. 

Me mira con diversión y un viso de astucia. 

-Buen intento, Akram -sonríe, arqueando una ceja- pero así no funcionan las cosas, al menos no conmigo.  

Cruzo los brazos sobre mi pecho regalándole una ligera sonrisa. Realmente no esperaba que funcionara una táctica tan mediocre, ni siquiera una más elaborada hubiese tenido éxito. Alessandra era astuta, no se dejaría engañar con tanta facilidad pero debía admitir que me divertía observar y analizar sus reacciones. Mucho más ahora que puedo verla sin la máscara puesta. 

-¿Cómo funcionan entonces? -pregunto entretenido con nuestra conversación. 

-Puedes realizar una sola pregunta -señala. Arqueo una ceja incómodo con la limitación impuesta- es un castigo. No debiste subestimarme y menos con una artimaña tan lamentable…, se que puedes hacerlo mejor, Akram. 

Asiento, analizando sus palabras. 

-¿Vas a contestar lo que te pregunte? -inquiero con desconfianza. 

Su delicada risa hace eco en la oficina y sin poder evitarlo me encuentro sonriendo. 

Hace mucho que no sonreía tanto -pienso extrañado

Niega. 

-No puedo asegurártelo, así que elige bien tu pregunta -exclama una vez calmo su risa. 

-Tramposa -mascullo fulminándola con la mirada. 

Se encoge de hombros restándole importancia  al asunto. Mientras tanto, yo me sumerjo en mi mente buscando alguna pregunta que no fuera a rechazar. Una tarea bastante complicada si tenía en cuenta lo reacia que parecía a decirme nada. 

Pero tenía tiempo para intentar averiguar la respuestas a todas mis dudas, justo ahora había algo que me tenia un tanto intrigado como preocupado y Luca era el protagonista. 

-Bien. Necesito que me expliques lo que ocurrió con Luca -observo como se tensa para luego recuperar la compostura.- Comprendo el diagnóstico de Alonzo y creo imaginarme lo que conlleva teniendo en cuenta que es un sicario. -esa fue una de las tantas sorpresitas de las que me enteré a lo largo de está semana. Sabía de sobra que Alonzo no era exactamente la persona más cuerda del mundo, era consciente de lo peligroso que podía ser y por supuesto que note cambios de humor bastante abruptos, aunque dudo que fuese por ese motivo, pero jamás me hubiese imaginado que sufría de TID. Me fastidiaba  darme cuenta de que, sin importar los años que tenemos de amistad, jamás me había imaginado lo que ocurría con él.-  pero no entiendo como es que el mocoso sabe sobre eso, más aún cuando se lo mucho que te esfuerzas en ocultarle toda esta mierda. 

La seriedad en su mirada resulta algo asfixiante mientras el silencio se apodera de la habitación. Justo cuando pienso que no va a contestar escucho como aclara su garganta, claramente incómoda con la situación para, luego de reacomodarse en su sitio, resignarse a contestar. 

-Ocurrió hace un año -dice rompiendo el silencio- había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que Alonzo había sufrido uno de esos “cambios” -hace comillas con los dedos dejando claro lo poco que le convence aquella definición- Ese día en específico yo le pedí que buscara a Luca al colegio ya que yo tenia que hacer algunas horas extras en el restaurante. -suspira- hay muchas cosas que no sabes sobre él y no seré yo quien te lo diga, Akram y aunque puede que no entiendas algo de la historia yo no podré  aclarártelas. 

Frunzo el ceño un tanto contrariado por sus palabras y por un momento tengo deseos de replicar. Pero me contengo, ella ya estaba haciendo un gran esfuerzo al hablarme sobre esto y no sería tan imbécil como para presionarla. Se lo había prometido. 

-Comprendo, solo dime lo que puedas y quieras, Alessandra -exclamo con calma, logrando que un poco de la tensión en su cuerpo se vaya. 

Traga grueso y asiente. 

-Ese día Alonzo fue a buscar a Luca pero contrario a lo que normalmente haría el lo llevo al restaurante, quería darme una sorpresa -carraspea- yo no sabía que ellos estaban ahí. Estaba en la cocina ayudando al antiguo chef con algunas cosas. El hombre era un idiota que no perdía oportunidad para intentar conquistarme -rueda los ojos inmersa en la historia. No entendía que tenía que ver todo aquello pero tenía el presentimiento de que eso era tan solo la punta del iceberg. – por alguna razón terminamos quedándonos solos, no tardó mucho en ponerse bastante molesto…, ya me tenia harta y lo rechace, aunque esa vez fui más cruel que la veces anteriores -me tenso temiendo lo que seguía a continuación mientras unas ganas inmensas de asesinar a aquel hombre se adueñaban de mis terminaciones- me tomó desprevenida. Me empujó contra la pared y me besó…, claramente lo golpee una vez caí en cuenta de lo que ocurría. Todo paso demasiado rápido, solo recuerdo ver al hombre en el piso pero yo apenas había podido golpearle en la mandíbula. -la observo pero ella ya no me miraba a mi. Su mirada yacía en un punto detrás de mi, pérdida en su recuerdo- el estaba en el piso y Alonzo estaba a su lado,  pateando su cuerpo con fuerza. 

-¿Dónde estaba Luca? -pregunto. No me interesaba lo que Alonzo le hubiese hecho a aquel hombre, quería pensar que lo había hecho sufrir hasta matarlo pero no podía evitar pensar en el mocoso…¿acaso él …? 

-No lo note hasta luego de algunos minutos. Mi hijo estaba a unos pocos metros de nosotros viéndolo todo. -un estremecimiento   recorre su cuerpo- intente acercarme a él para alejarla de aquella situación pero se resistía mientras llamaba a su tío. Él no le prestó atención estaba ensimismado en su víctima…, tuve que ir yo y separarlo del que para esos momentos ya era un cadáver -la veo tragar grueso, cada vez más tensa y ansiosa- lo vi en su mirada, estaba furioso y comenzó a discutir conmigo. 

-¿Por qué  discutiría contigo? Ese bastardo fue el culpable de todo, no tú. 

Su mirada se oscureció junto con su semblante. Ya no quedaba nada de aquella mirada divertida y un tanto arrogante que hasta hace poco había tenido. Ahora solo había un vacío oscuro que parecía consumir todo lo que se topaba con él. Y yo parecía ser su centro de atención. 

-Leíste la carta, Akram -su voz fría e improvista de cualquier emoción despierta mis defensas.- Alonzo me ama y sé que daría todo por mi. Sólo le importa mi bienestar y mi felicidad. 

-Esa carta proclama un amor enfermizo, Alessandra -refuto serio. Mi voz sonando más gruesa debido a lo tenso que me encontraba – Habla de posesión, de quitarte todo con tal de tenerte para él. No vela por tu felicidad…, es un amor egoísta por donde lo veas…, Alonzo… 

Asiente. 

-Pero esa carta no la escribió Alonzo -exclama dejándome con la palabra en la boca. 

-¿Qué ocurrió ese día?  

-Sacó el cuerpo por la puerta trasera del restaurante mientras yo limpiaba el desastre. Una vez terminé tome a mi hijo y di alguna excusa para poder irme antes  -explica volviendo a sumergirse en su mente- Nos estaba esperando en el carro. Para ese momento yo ya sabía que no estaba tratando con Alonzo y no sabía como se comportaría con Luca, lo cual me tenia bastante nerviosa -inhala profundamente para luego soltar el aire con brusquedad- cuando llegamos a casa intente llevar a Luca a su habitación pero comenzó a discutir apenas llegamos…, no pude evitar que Luca no presenciara aquella situación -frunce el ceño- me costó hacer que se calmara lo suficiente como para hacerlo ver que el niño estaba con nosotros…, Él no entendía nada y no tuve más opción que explicarle las cosas ya que el se adelantó y se presento ante Luca como su otro tío -niega con la cabeza- pasaron tres días antes de que Alonzo regresará y juntos le explicamos, lo mejor que pudimos, las cosas a Luca.  

-Luca dijo que sus “tíos” no se llevaban bien -inquiero. 

-Alfonso se lo dio a entender en más de una ocasión y Alonzo se lo confirmó -hace una pausa mordiéndose la mejilla- fue lo mejor. No quiero que este a la defensiva si vuelve a toparse con esa personalidad, solo que sea precavido. A Alfonso no le interesa Luca, sería una pésima idea que mi hijo confíe en él ciegamente. 

Asiento dándole la razón. Eso sería realmente muy mala idea. Siento que la cabeza me va a estallar por la migraña que había hecho aparición desde, casi, el principio del relato y más aún al ser consiente del peligro que corría Luca ahora que esa personalidad estaba de regreso. 

-¿Nadie en el restaurante se dio cuenta de lo que ocurría? -pregunto intrigado. No tenía lógica que en un lugar atestado de gente nadie hubiese notado lo que ocurría- me imagino que ese idiota debió gritar cuando lo mataban a golpes. 

Ladea la cabeza con el ceño fruncido.

 Parecía confundida, como si hasta ahora no hubiese pensado en aquel detalle. 

-No sé,  durante esos días él no me permitió salir de la casa…, dijo que se había encargado de solucionar todo en mi trabajo y en el colegio…, pero jamás supe que fue lo que hizo, que dijo o como encubrió el asesinato -se rasca la mejilla en lo que parece ser un tic nervioso- tampoco me importó realmente. 

-¿Y Alonzo?. 

-El no recuerda nada de lo que ocurre durante el tiempo que dure el “cambio” -admite. Todo aquello me parecía extraño pero tampoco me iba a matar pensando en ello. Ya no tenía importancia. 

La habitación se queda en absoluto silencio. Cada uno sumido en  sus propios pensamientos. Con toda la información nueva no podía evitar pensar ¿Alguna vez descifraría el enigma que representa Alessandra?..., ¿Realmente quería hacerlo?.  

Había algo que me tenia intrigado. En este tiempo había logrado obtener una gran cantidad de información, entre ellas, el diagnóstico de todo ellos…, menos el de Alessandra. Era bastante obvio que tanto ella como Gastón y Enrico lo ocultaban. Al igual que era bastante notorio, al menos para mi, su preocupación por el estado de Alessandra. 

-¿Cuál es tu diagnóstico? -pregunto sin dar rodeos. No podía evitar preocuparme. Alessandra era fuerte pero bastante inestable y no saber a lo que me estaba enfrentando me molestaba demasiado, aun mas a ver la actitud precavida que sus amigos habían estado teniendo con ella. 

Frunce el ceño. Parecía enojada por la pregunta. 

-Se acabaron las preguntas -pronuncia escueta, levantándose para ir hacia la nevera ejecutiva y sacar una botella de agua. 
Voy a hablar cuando escucho que tocan la puerta. Extrañado, miro la hora en mi reloj y noto que faltan 20 minutos para la reunión. Levanto la mirada y veo a Alessandra observar la puerta con los ojos entrecerrados y una mueca para luego voltear a verme con una ceja arqueada para hacerme un gesto para hacerme reaccionar. 

Suspiro. 

-Adelante -exclamo con seriedad mientras arreglo mi saco. 

La puerta se abre y dos hombres completamente desconocidos entran. De manera casi automática paso mi mano por uno de los costados internos del escritorio para verificar que el arma se encuentre en su lugar.  

-Buenas tardes señor Giadala – salida uno de los hombres, quien parecía ser el jefe. Un hombre alto, moreno y de complexión gruesa. Me levanto de mi asiento.- permítame presentarme, soy el detective O’Brien -se presenta acercándose a mi para tenderme la mano. Asiento y la tomo en un firme apretón-  y el es mi compañero el detective Parazzo  -señala al otro hombre que solo da un leve asentimiento. 

Asiento. De reojo veo a Alessandra en el mismo lugar inmóvil y sin hacer ruido mientras observa al detective Parazzo con el ceño fruncido. 

Vaya detectives, ni siquiera la han notado -pienso con mofa. 

-Intentaré no sentirme ofendida por no notarme, detective O’Brien -exclama Alessandra con calma, logrando que ambos se volteen en su dirección alarmados. Les da una sonrisa tensa caminando hacia mi. 
El detective O’Brien carraspea mirando a Alessandra con incomodidad. 

-Le ofrezco una disculpa de nuestra parte señorita Palmieri, no era nuestra intención ofenderla. 

Alessandra se para frente a el escritorio apoyando su cadera en uno de los costados. Si no fuera porque soy excelente leyendo a las personas y que ya conozco a Alessandra.., creería que está calmada e incluso entretenida. Pero ese no era el caso, estaba tensa, enojada y a la defensiva. Era claro que algo la hacia sentir en peligro pero no lograba dar con el que.  

Cada uno de nosotros por separado poseíamos suficiente poder como para no tener que preocuparnos por la policía, ni siquiera una entidad gubernamental más grande significaba una amenaza para nosotros. Ahora que éramos un equipo…,no, eso no era lo que la tenía tan ansiosa.  

-Descuide -exclama tranquila- pero dígame, ¿en qué podemos ayudarlos? -dice, dejando en claro que no pensaba marcharse de este lugar. 

-Queremos hacerle algunas preguntas al señor Giadala sobre la desaparición la señorita Denisse -exclama con seriedad. 

-¿Mi secretaria? -pregunto, fingiendo estar preocupado y confundido. Niego con la cabeza- disculpen mis modales, por favor tomen asiento -digo señalando las sillas frente al escritorio. Ellos se acercan y Alessandra se incorpora y camina hasta quedar a mi lado. Una vez se sientan yo los imito.  

- La señorita ha estado desaparecida desde hace 8 días y la última vez que fue vista fue saliendo de aquí -explica el detective O’Brien.- ¿Cuándo fue la última vez que tuvo contacto con ella? 

-Hace 8 días de hecho -susurro conmocionado- me pidió unas semanas de vacaciones y ese era su último día trabajando. 

-¿Le dijo para que quería esas vacaciones? -pregunta mientras intercala su mirada de mi a Alessandra. 

Niego. 

-No, tampoco le pregunté -me mira confundido- es una excelente secretaria, trabajaba arduamente -hago una pausa- se merecía unas vacaciones y yo no dude en dárselas. 

Asiente comprendiendo. Agradecía haber arreglado todo un plan de contingencia por si algo como esto ocurría. Apenas Alessandra me había contado lo que le había ocurrido a Denisse me apresure a resolver los cabos sueltos, sabía que yo sería uno de los sospechosos principales. 

Asiente. 

-¿Y usted? -pregunta en dirección a Alessandra- ¿tuvo alguna relación con ella?. 

-No, la vi pocas veces y nunca intercambiamos más que las palabras necesarias -responde con seriedad. 

Observo al detective Parazzo. Ese hombre no me daba buena espina y el que no despegará la vista de Alessandra no ayudaba mucho en su caso. 

-Perdóneme, ¿Qué relación tiene usted y el…, señor Giadala? -pregunta sin dejar de mirarla. Algo en la manera en la que la miraba me ponía incómodo de sobremanera. Casi parecía que la conocía y… 

Siento la mano de Alessandra sobre mi hombro y sus dedos jugar con el cuello de mi camisa. 

-Somos pareja -exclama con dulzura y consumo mis fuerzas para no voltear a mirarla. 

¿Qué está haciendo?. 

-Vaya, creía que usted y el señor Caruso tenían una relación -inquiere el detective con un toque de ironía en su voz. 

Confundido, colocó mi mano sobre la de Alessandra en un gesto que parece cariñoso pero que solo es una estrategia. Ella no hacía nada solo por hacerlo y lo estaba comprobando justo ahora que ella a base de pequeños golpecitos en mi mano, comienza a comunicarse conmigo con el código Morse. 

No me sorprende que sepa que conozco ese código. 

-No sé porque creería eso -dice Alessandra con falsa dulzura bañada en el veneno más puro. 

Observo como O’Brien se reacomoda en su asiento y baja una de sus manos del escritorio y Alessandra también debió notarlo ya que en un movimiento suave se sienta sobre mi regazo sin soltar el agarre de nuestras manos en ningún momento. Con aparente tranquilidad acomodo mi brazo en mi cintura y acerco la silla un poco más al escritorio mientras le señalo donde se encuentra el arma. No tarda en acomodarse en mi regazo y tomar el arma sin que nadie más lo vea. Era buena, claramente estaba muy bien entrenada. 

-Bueno, es normal pensar eso si pasa tanto tiempo con el señor Caruso- exclama con seriedad, O ‘Brien. 

Sonrío de lado. 

-Son amigos, eso es normal -digo con tranquilidad, evitando tensar el cuerpo ante el último mensaje que me logra dar Alessandra- lo que no es nada normal es lo mucho que parecen conocer la vida de mi novia -exclamo tosco, sintiendo extraña esa palabra para referirme a Alessandra.

 Acomodo mejor mi mano detrás de su espalda y siento el metal frío de la pistola sujeta a la culturilla de su pantalón. La tomo, sintiendo como el cuerpo de Alessandra se tensa. 

-¿Pensavi che non ti avrei riconosciuto? -masculla Alessandra con una mezcla de profunda ira y un poco de burla. 

Necesito aprender italiano. No puedo evitar pensar al no poder entender lo que dice. 
Parazzo sonríe con ironía mientras recorre su mirada por Alessandra, quedándose más tiempo de lo debido en el escote de su blusa. 

-Speravo che l'avresti fatto, piccola principessa -pronuncia con burla. 

En ese momento Alessandra da la señal y con rapidez ella se levanta de mi regazo, sacando el arma mientras yo me levanto y también la sacó apuntándoles.  

Aunque ellos no se quedan atrás y hacen lo mismos. Quedando los cuatro apuntándole al otro.

En eso momento la puerta se abre y por ella entra Alessandro Lombardo viendo su celular. 

Frunzo el ceño. 

-Disculpe la intrusión, su secretaría no se encuentra y…- levanta la mirada y se queda de pie observando la escena frente a él. 
Justo ahora Parazzo le apuntaba a él mientras su compañero no dejaba de vigilarnos. 

-Vaya, tenemos a un invitado -exclama O’Brien- que divertido. 

Esto no podía ser cierto -pienso con fastidio

Traducción: 
• ¿Pensavi che non ti avrei riconosciuto?. - ¿Creíste que no te reconocería?.  

• Speravo che l'avresti fatto, piccola principessa. – Esperaba que lo hicieras, princesita. 

  

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