Capítulo 44
Mi cuerpo se tensa al notar su rostro cada vez más cerca del mío, mientras un sentimiento de decepción se adueña de mi pecho.
Deseaba que se detuviera, deseaba que todo aquello que dijo tuviera validez y no se convirtiera en una artimaña para llegar a mi. Anhelaba que por una vez en mi vida alguien que no fuese Alonzo o Gastón me viera como una persona y no como una mujer a la cual conquistar.
Sólo puedo escuchar el latir frenético de mi corazón compitiendo con la lluvia tempestuosa que caía a nuestro alrededor. Quisiera poder alejarme de él y correr tan rápido como mis fuerzas me lo permitieran, pero no podía, mi cuerpo se había quedado estático, negado a obedecer las órdenes que le gritaba mi cerebro.
Una de sus manos suelta el agarre que mantenía en las mías para posarse en mi mejilla.
El tiempo parecía ir despacio en un intento de alargar mi tortura. Cierro los ojos por inercia ante su cercanía y siento como su respiración choca con la mía antes de desaparecer y dejar en su lugar un suave beso en mi mejilla.
La acción me desestabiliza por completo a la vez que un suspiro de alivio brota de mis labios.
Abro los ojos lentamente cuando siento su rostro alejarse de mi y me encuentro con su mirada clavada en la mía.
-Aunque no lo creas, no soy tu enemigo, Alessandra y te puedo asegurar que no deseo hacerte daño. -exclama, sin despegar su mirada de la mía.- No te pido que confíes en mi de inmediato, seria decepcionante que lo hicieras, solo te pido una oportunidad para demostrarte que puedes hacerlo, que puedes confiar en mi.
Lo observo fijamente sin poder dar crédito a sus palabras. Tal vez fuese por lo inestable que se encontraba mi mente en ese momento pero se me hacía imposible entender al hombre frente a mi.
-¿Por qué lo haces? ¿Con qué fin? -pregunto.
Termina de soltar el agarre que mantenía en mi, para alejarse un paso y encogerse de hombros.
-Podría darte un millón de respuestas que me harían quedar bien ante ti -admite con simpleza- pero prefiero ser honesto. No lo sé -dice para luego soltar un suspiro- Puede que sea por el cariño que le tome a Luca y no deseo que su madre esté mal, tal vez sea por mi amistad con Alonzo o puede que sea mejor persona de lo que pensaba -Se ríe como si la simple idea le diera gracia.- Puede ser simple curiosidad ante el enigma que representas o puede ser el hecho de que me veo reflejado en los fragmentos que te componen -El brillo de gracia que había tenido su mirada se ve oscurecido por sus palabras y el significado que el mismo les da. Un suspiro pesaroso escapa de sus labios antes de que siga hablando.- No lo sé, Alessandra y no estoy seguro de querer saberlo.
Asiento y una sonrisa ladeada aparece en mi rostro.
-De hecho, fue una buena respuesta -admito. No era una respuesta clara, tampoco respondía a mis dudas pero era honesta. No era un discurso perfecto hecho a partir de un conjunto de palabras pulidas y analizadas a profundidad con el fin de encantar los sentidos del receptor. Sus palabras eran imperfectas, tomadas al aire en medio de la tormenta que yacía en su interior, mostraban la confusión de sus emociones, me daban a ver su lado más vulnerable. Muy lejos de aquel hombre que había conocido hasta ahora y era justo eso lo que me daba el valor de intentarlo.- Te daré el beneficio de la duda -sonríe- siempre y cuando tu me la des a mí -observó su sonrisa flaquea antes de recomponerse y asentir. Si bien aceptaría dejar que él entrase un poco más en mi vida e intentaría bajar mis defensas, no lo haría sola, si el quería que me abriese con él, el tendría que hacer lo mismo conmigo.
Asiente, extendiendo una de sus manos en mi dirección.
-Es lo más justo. Puedo aceptarlo -dice- ¿Amigos?.
Miro su mano extendida para luego posar mi mirada en sus ojos. Hago ese recorrido varias veces antes de tomar su mano en un firme apretón, sellando aquella promesa silenciosa que podría ser la salvación que tanto anhelaba o el motivo de nuestra destrucción.
-Amigos.
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Recuesto mi cabeza del asiento mientras observo las luces de los edificios pasar convertidos en un borrón de colores debido a la velocidad con la que conduce Akram. Había insistido en llevarme al departamento de Alonzo bajo la excusa de que yo no estaba en óptimas condiciones y luego de negarme repetidas veces y descubrir que había olvidado pedirle las llaves del carro a Enrico, me decidí a aceptar que me llevara.
-Me gustaría saber que tanto averiguaste sobre mi -exclama llamando mi atención.
No me sorprendí ante sus palabras ya que era consiente de lo inteligente y perspicaz que era. El que supiera de mi investigación a su persona era cuestión de tiempo. Lo que realmente me asombrada era la tranquilidad con la que se lo estaba tomando, no había ningún atisbo de molestia o incomodidad en su voz, solo había curiosidad y un tanto de incredulidad.
Me río y regreso mi mirada hacia la ventana.
-Akram Abdel Giadala Craston -pronuncio con lentitud, sintiendo el peso de su mirada sobre mi antes de volver a la carretera.- veintiocho años, estadounidense/ Saudí. Estudiaste medicina pero no culminaste la carrera, te graduaste con honores en la carrera de derecho en Harvard, Felicidades.
-Gracias -se aclara la garganta- prosigue.
Frunzo el ceño buscando entre toda la información recopilada lo que se me hiciese más interesante.
Suspiro.
-Bien, veamos, sufres de problemas de ira y fuiste diagnosticado como psicópata a muy temprana edad -Me volteó a verlo. Su mirada permanece en el camino, mientras su ceño se encuentra fruncido. -¿Cómo le hacen Alonzo y tu para no matarse? -pregunto causando que una risa brote de sus labios, aligerando la tensión que se había creado en el ambiente. Y era justo eso lo que quería, lo último que necesitaba era estar encerrada en un carro con un psicópata enojado.
-Esa pregunta me la he hecho por años.- exclama más tranquilo- sigue hablando -pide.
Me quedo en silencio por unos segundos analizando el ambiente y el Estado de ánimo de Akram, una vez estoy segura de que se calmó, vuelvo a hablar.
- Empezaste en las peleas clandestinas a los quince años y a los veinte cometiste tu primer homicidio -observo su cuerpo tensarse y sus manos apretar el volante con fuerza mientras una neblina de ira se apodera de aquel pequeño espacio en el que nos encontrábamos haciendo casi imposible el respirar con tranquilidad. Su boca se abre y cierra repetidas veces en un intento de que las palabras salgan- No debes hablar de eso si no quieres, no voy a presionarte. Sólo toque el tema porque es una de las tantas cosas que supe de ti, no para que me hablaras de tu vida o me dieras explicaciones.
Una vez termino de hablar el carro se queda en silencio, siendo solo interrumpido por el sonido del motor y las gotas de lluvia chocando contra el vidrio de las ventanas. Han transcurrido algunos minutos desde que dejamos de hablar, cuando escucho la voz de Akram.
-Antón Malraux, así se llamaba el hombre al que maté -pronuncia en voz baja pero el silencio en el carro me permite escucharlo con claridad- esa noche el iba a ser mi contrincante, todos esperaban con ansias esa pelea yo sólo deseaba descargar un poco de mi ira en el ring. Se suponía que sería una pelea como tantas otras que había tenido pero no fue así. Aquel sujeto me conocía de algún lado, en su momento no tenía idea de donde lo que si fue obvio desde un principio fue el odio absoluto que me tenía o más bien el que le tenía a mi apellido -resopla- Empezó a insultarme, eso realmente no me importó, pero las cosas se salieron de control cuando empezó a meterse con mi hermana, eso fue lo único que necesitó para hacerme perder por completo el control sobre mi mismo. -hace una pausa mientras intenta regular su respiración, dándome la oportunidad de poder salir de mi estado de shock y no por sus palabras sino por el hecho de que me lo estuviese contando.- me lancé contra él y lo golpee hasta que me apartaron de su cuerpo que yacía sin vida. Años después me enteré de que mi padre le había destruido la vida a su familia, supongo que su odio estaba más que justificado -Se encoge de hombros.
-Ese hombre trabajaba para Alonzo ¿Cómo es que sigues vivo? -pregunto incrédula cuando noto que terminó de hablar. Decido dejar para luego mis dudas con respecto a su padre ya era sorprendente el que me estuviese contando todo esto, no iba a presionarlo.
Posa su mirada en mi por un momento antes de regresarla a la vía. Niega levemente antes de hablar.
-En ese tiempo, Alonzo había iniciado su pasantía en el bufete, nunca habíamos tenido mucho contacto y no tenía ni idea de que estaba tan adentrado en este mundo -explica- fue una sorpresa para ambos cuando nos vimos en aquel galpón. Para resumir la historia, a Alonso no le caía bien el tipo y no deseaba matarme, además de que me había investigado y le parecí un buen “premio de consolación” ante la pérdida de uno de sus hombres. -lo observo rodar los ojos divertido por el recuerdo- lo cierto es que a él le llamó la atención mi diagnóstico y la ventajas que podría sacar del mismo y yo vi su oferta como una oportunidad de no sólo seguir con vida sino de ganar algo a cambio – se encoge de hombros restándole importancia.- con el tiempo y contra todo pronostico fuimos convirtiendo en amigos.
Asiento, mientras mi cerebro no deja de analizar toda la información nueva. Era increíble poder escuchar esa historia e imaginarme aquella situación. Alonzo tuvo que ver algo realmente importante en Akram para haberlo dejado con vida, poco o nada importaba si ese tal Antón le caía mal. Si pudiese definir a Alonzo en una sola palabra sería posesivo, en diferentes grados y formas según la persona a la que este dirigido dicho sentimiento. En el caso de sus hombres, era el sentido de pertenencia que se puede sentir hacia un objeto, más cercano al sentido de pertenencia que a algún sentimiento de amor o cariño. Como un coleccionista que cuida de manera obsesiva de sus pertenencias para luego dejarlas olvidadas en un rincón de la casa, enloquece si alguien llega a siquiera tocarlas ya que sólo a el él le pertenecen y solo el es dueño de su destino. Así es Alonzo, Antón era aquella pieza de su colección que ya le comenzaba a estorbar y estaba listo para botar, pero Akram se le adelantó y estoy segura que eso le sacó de quicio y estaba más que ansioso por acabar con el culpable de su pérdida, hasta que supo que era él y la valiosa pieza que podía ser para su colección, haciéndolo perdonar su vida.
Conocía cada parte de Alonzo y la complejidad de sus emociones y de sus pensamientos ya no lograban sorprenderme. A estas alturas podía descubrir o al menos tener una idea de sus acciones y del porque de las mismas.
-Gracias -digo llamando su atención. Me mira con una ceja arqueada sin entender- por contarme todo esto, no tenías que hacerlo.
Lo observo sonreír.
-No tienes que agradecerme -dice- en eso consiste nuestro extraño trato ¿No? -me mira de reojo antes de aparcar frente al edificio de Alonzo- intentar confiar y abrirnos ante el otro, sin presiones y sin juzgarnos -sus ojos penetran los míos, esperando una respuesta.
Asiento y trago grueso antes de hablar.
-Si, eso es parte de nuestro, muy, extraño trato. -digo- me agrada, solo espero que sepas tenerme paciencia.
-En realidad, era mi turno de abrirme ante ti, tu ya lo habías hecho -lo miro sin entender- me hablaste de tu embarazo y de las dudas que te perturbaron en ese entonces.
Arqueo las cejas, sorprendida. No podía creer que se acordará de eso.
-¿Sorprendida? -exclama divertido.
-Bastante -admito. Miro hacia el edificio para luego posar mi mirada en el reloj del carro. Cuatro y media de la madrugada.- ya debo irme, Lucas no tarda en despertarse. Gracias por traerme.
Asiente.
-De nada, hasta luego.
Me bajo del carro, entro al edificio y llamo al ascensor. Me bajo en mi piso y entro al departamento, encontrándolo apenas siendo iluminado por una pequeña lámpara en una de las esquinas de la estancia.
Me quito los tacones para evitar hacer ruido y sino las escaleras hasta mi habitación, adentrándome en el baño. Poso la mirada en mi reflejo notando las ojeras bajo mis ojos que habían estado ocultas por el maquillaje, mi cabello aun se encuentra mojado por la lluvia al igual que toda mi ropa.
Suspiro. Lo último que necesito es una gripe.
Abro el grifo y lavo mi rostro quitando los restos de maquillaje, en eso algo en mis uñas llama mi atención. Acerco mi mano a mi rostro para observar mejor y lo que veo hace que toda la tranquilidad que había logrado ganar se fuese con la misma facilidad con la que se escurre el agua entre los dedos.
La lluvia había limpiado la sangre de mis manos pero no de la zona interna de mis uñas. Con rapidez tomo el jabón y empiezo a frotar con fuerza mis manos, mis uñas e incluso mis brazos. Entro en un estado de completo frenesí en el que mi único objetivo es limpiar la suciedad que tenía encima.
Podía sentir cierto ardor en mi piel causado por las heridas que me estaba provocando yo misma y las que me había causado en los nudillos al golpear a aquella mujer y que ahora se habían vuelto a abrir ante la fuerza que ejercía contra ellas. No me importaba el dolor que sentía, no me interesaban las heridas que me estaba infringiendo, no me importaba nada más que acabar con algo que yo sabía no existía.
-¿Mami?
Escucho su voz lejana casi como una alucinación por lo que le quitó importancia y sigo con mi cometido. Sigo escuchando como me llama, su voz cada vez es más clara haciendo que poco a poco salga de esa bruma en la que me encontraba.
-Alessandra ¿Qué ocurre?.
Quito el jabón de mis manos y brazos, mientras lucho por emerger por completo. Miro los rasguños antes de cerrar los ojos y abrirlos en dirección de aquella pequeña voz.
-Hola, mi amor -digo en un susurro, agachándome para quedar a su altura- ¿Qué haces despierto?.
Mi hijo me mira a los ojos antes de posar sus manitas en mis mejillas y limpiar las lágrimas que caían por mis mejillas y yo no había notado.
-Vine a buscarte, mami -dice sin despegar su mirada de la mía- ya me arregle y venía a buscarte para que desayunaras conmigo.
Frunzo el ceño y lo observo de pues a cabeza. No había notado que traía el uniforme del colegio y ahora que me fijaba mejor, el baño se encontraba iluminado por pequeños rayos de sol que se volaban por la ventana.
-¿Qué hora es? – pregunto en un murmullo.
- Son las 5:15 -contesta Gastón.
Reprimo un jadeo de sorpresa ¿Habían pasado 45 minutos? ¿todo esté tiempo estuve en ese estado? El miedo comenzaba a adueñarse de mi cuerpo, respiro profundamente buscando una calma que parecía huir de mi y regresó mi atención a Luca.
-Voy a cambiarme y ahora bajo a desayunar, mi amor -beso su frente- espérame abajo ¿Si?
Frunce el ceño y asiente antes de besar mi mejilla y salir del baño.
Me levanto y recuerdo mi cuerpo del lavamanos a la vez que paso las manos por mi rostro con frustración.
-Hablaremos de esto luego -dice Gastón tomándome por sorpresa, pensé que se había marchado. Suspira- por ahora cámbiate e intenta recuperarte, baja a desayunar yo llevaré al enano al clases – se acerca a mi para tomarme entre sus brazos y besar mi coronilla- eres fuerte, nunca lo olvides -exclama antes de salir cerrando la puerta tras el.
-Soy fuerte -una lágrima cae por mi mejilla. Cierro los ojos y la voz de mi bebé llega a mis oídos- debo ser fuerte -exclamo con mayor convicción.
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