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Capítulo 41

Mis emociones se mezclaban entre si confundiendo mi mente, por un lado estaba sorprendida con la información adquirida y a la vez, ya me esperaba algo como esto. Sabía que todo era más complicado de lo que parecía a simple vista, pero nunca me imaginé que llegaría a este nivel ni que Alonzo estuviese, no sólo informado si no incluido en todo eso.

Releo toda la información una vez más, mientras el carro sigue en movimiento en absoluto silencio.

Nombre: Akram Abdel Giadala Craston.

Fecha de nacimiento: 09/12/1993

Nacionalidad: Estadounidense/Saudí.

Estudios: Medicina *La carrera no fue culminada. Graduado con honores en Harvard Law School.

Padres: Adara Craston y Hafid Giadala. *Murieron hace diez años en un accidente automovilístico.

Madre: Neurocirujana.

Padre: Abogado.

Hermanos: Nessa Giadala, 24 años. *Estuvo un año en coma luego del accidente. Estudiante de fotografía.

*Sin contacto con otros familiares.

Esto no era algo que realmente me interesará, aunque siempre es bueno conocer un poco más a fondo a las personas que te rodean.

Amistades: Alonzo Caruso, 27 años, abogado y mano derecha. *Durante la investigación pude observar que se trata de un hombre solitario. Fuera de Alonzo Caruso, el sujeto no mantiene ningún otro tipo de relación con nadie.

Datos:

El sujeto sufre de problemas de ira y personalidad psicopática desde temprana edad. A la corta edad de 3 años tuvo su primer episodio grave, llevando a otro niño a la sala de urgencias *Las denuncias y acusaciones no llegaron a ningún lado por el poder, contactos y dinero de su padre, logrando que nada de esto manchará su apellido.

12 años después se le vio por primera vez en una pelea clandestina, las cuales se convirtieron en una rutina, haciéndolo ir varias veces a la semana.

A los veinte años cometió su primer homicidio. Asesinó a golpes a uno de sus contrincantes y miembro de una mafia.

Misma mafia que controla, su ahora amigo y famoso sicario Alonzo Caruso, que en esa época era pasante en el bufete. Poco tiempo después comenzó a trabajar con Caruso hasta convertirse en socios y su mano derecha.

Al día de hoy su nombre se mantiene entre los más peligrosos sicarios, junto al de su amigo.

Tenso con fuerza la mandíbula, mientras alejo mi mirada del celular para posarla en la ventana. Los edificios pasaban a gran velocidad, convirtiéndose en un borrón de colores y luces, mientras pequeñas gotas de lluvia se deslizaban en el vidrio empujados por la fuerte brisa. Aunque la atmósfera era ideal para relajarse yo no podía dejar de sentir la ira bullir en mi interior combinada con el sentimiento de traición y desconfianza que se empeñaba en envenenar mi mente.

No me cabía en la cabeza que Alonzo me hubiese ocultado esta información y para colmo, dejado que Luca se quedará con un hombre tan peligroso.

Todos son peligrosos, Alonzo incluido -refuta la voz en mi cabeza y no podía quitarle la razón.

Alonso no era exactamente la persona más estable, pero lo conocía, era consciente de lo que era capaz y de cada uno de sus demonios y por lo mismo estaba segura de que no Luca ni yo corríamos peligro a su lado, pero Akram era un caso completamente diferente; no lo conocía, no sabía, aunque me imaginaba, de lo que era capaz y aún más importante, no tenía ni idea de que tan inestable era su condición.

Quisiera confiar en Alonzo, creer que no puso a mi hijo en riesgo, pero justo ahora no soy capaz de aferrarme a ello y eso me está destrozando.

Aunque fuese difícil de entender, mi ira no iba dirigida a Akram, él no tenía porque decirme nada, no hay un vínculo o responsabilidad que lo obligue a ser sincero conmigo y contarme toda su vida, como yo no lo hago con él.

Pero Alonzo…él sí que tiene un vínculo conmigo y Luca, tiene el deber de decirme este tipo de cosas y no dejarme a la deriva. Entiendo que quiera respetar los secretos de su amigo, pero yo no le estoy pidiendo que me cuente toda esa mierda, con que me hubiese dicho que trabajan juntos en este mundo yo me quedaba contenta y más que informada.

Resoplo con hastío, sintiendo las uñas clavarse en la palma de mi mano.

Odio sentirme de esta manera, odio este sentimiento que se apodera cada vez más de mi cuerpo…odio perder el control.

– Ya estamos llegando, preciosa -anuncia Enrico, sacándome de mis pensamientos.

A unos cuantos metros se encuentran las rejas de contención y un gran portón del mismo material con dos hombres a sus costados, resguardando la entrada. Aunque se que no están ellos solos, hay muchos más escondidos por el lugar, a la espera de cualquier movimiento inusual.

  Según el carro se acerca puedo observar a los hombres tensarse y colocar una de sus manos tras su espalda, claramente buscando su arma.

Tan desconfiados como su jefe -pienso con una mezcla de orgullo y fastidio.

Ruedo los ojos y bajo la ventanilla al quedar justo enfrente del portón.

Uno de los hombres se acerca a mi, mientras el otro vigila del lado del piloto, listo para atacar.

-Señorita Palmieri -saluda sorprendido- lo lamento, no la reconocí, este carro no me es familiar y no me avisaron de su visita -exclama con rapidez, atropellando las palabras. Aún me sorprendía lo nerviosos que se ponían estos hombres ante mi presencia o la de Alonzo.

O Akram -inquiere la molesta voz de mi consciencia.

Los hombres que trabajan para Alonzo son sanguinarios, crueles, despiadados; más que por trabajo, matan por mera diversión y unos cuantos son despreciables en muchos otros sentidos, cosa que me asquea y a Alonzo le da igual, mientras no se acerquen a mi y no lo metan en problemas a él, pueden hacer lo que se les de la gana.

Pero esos mismos hombres, dueños de las pesadillas de más de uno, no pueden evitar temblar y bajar la mirada ante alguno de nosotros…

¿Quién dijo que entre monstruos no hay jerarquía? -pregunta con burla una voz en mi cabeza, causándome una leve migraña.

Decido ignorar a mi mente y concentrarme en el hombre frente a mi.

-Decisión de última hora -digo con tranquilidad- abre el portón, llevo algo de prisa -ordeno y cierro la ventanilla sin esperar una respuesta.

No me encontraba precisamente de buen humor y mi autocontrol pendía de un hilo, lo último que quería hacer era iniciar una conversación.

El portón se abre y Enrico acelera hasta estacionarse frente al galpón principal para luego apagar el carro y bajar sin decir una sola palabra.

Respiro profundo y muevo mi cuello de un lado a otro, intentando calmarme y destensar mi cuerpo. No quiero perder el control y, aunque se lo merece, no quiero descargarme del todo con Alonzo.

Me bajo del carro justo en el momento en el que Enrico abre la puerta trasera y saca con brusquedad a la rusa, golpeando su cabeza con el techo del carro.

-Si evitas matarla antes de tiempo sería fantástico -exclamo con molestia, fulminando con la mirada a Enrico.

Bufa y acomoda a la chica en su hombro.

-Esta perra me cae mal -asegura con molestia- no te prometo nada.

Blanqueo los ojos y le doy la espalda, comenzando a caminar con dirección al depósito que Alonzo siempre solía usar y en el que estaba segura se encontraba en estos momentos.

El silencio de la noche se ve interrumpido por el resonar de mis tacones contra el pavimento, la brisa fría revuelve mi cabello  y se cuela por mi chaqueta, mientras las pequeñas gotas de lluvia chocan contra mi cuerpo como pequeños alfileres.

Coloco mi mano en la manilla de la gran puerta de metal y tras una profunda inhalación, la puerta con fuerza, llamando la atención de los tres hombres dentro de aquel depósito, quienes me miran con sorpresa e intriga.

Entro y me hago a un lado, dejando el paso libre a Enrico, quien entra sin ningún tipo de miramiento y deposita a la mujer en piso, para luego cruzarse de brazos a un lado de mi. Si bien su semblante era neutro, en su mirada se podía apreciar molestia y cierta diversión ante la situación.

Akram me mira con curiosidad para luego posar su mirada en Alonzo, ignorando por completo a las otras personas en la habitación.

-No sabía nada ¿no? -inquiere neutro, sin apartar su mirada de él. Ninguna emoción era visible en su mirada, más su cuerpo lo delataba debido a la tensión en cada uno de sus músculos.

Ahora que sabía más de él, no podía ni quería evitar analizar cada uno de sus movimientos o gestos, a la espera de alguna señal que me advierta de un posible ataque.

Alonzo quien no a dejado de mirarme desde que llegué, lo observa de reojo para luego mirar con un deje de sorpresa al cuerpo que yace en el piso.

-Tienes cosas que explicar αδελφός -exclamo entre dientes, llamándolo como hace años que no lo hacia.

Levanta de manera abrupta su mirada ante mis palabras, jadea y traga grueso sin poder dar crédito a lo que ocurre.

Tal vez muchos tomarían esta reacción como exagerada, pero para mi, para nosotros, la confianza lo era todo. Desde hace mucho que sólo nos teníamos a nosotros y algo tan simple para otros como la omisión de información para nosotros se sentía como una traición.

Y aun sabiendo eso, él me mintió y eso no se lo dejaría pasar, poco me importaban sus motivos.

Aunque me molesta admitirlo y mi orgullo me riñe por sentirme de esta manera… estoy herida.

Sus ojos se cristalizan al escuchar la manera en la que lo llame.

-Piccola, hablemos en privado- exclama con voz grave y contenida, mientras da un paso hacia mi.

Retrocedo, sintiendo mis ojos arder al igual que mi sangre, a la vez que un nudo en mi garganta amenaza con asfixiarme. Llamarlo de esa manera había terminado de derrumbar uno de los muros que me separaban de los demonios que yacían en la profundidad de mi mente, dejándome cada vez más cerca de ellos, sintiendo como sus garras me rasguñaban en un intento de salir a la luz. 

Deseaba destruir todo cuanto pudiese, quería sacar y plasmar aquellos sentimientos que me embargaban.

Estaba perdiendo el control.

Respiro profundo y cierro mis ojos, negándome a soltar una sola lágrima y sin miedo a las consecuencias que pudiese acarrear, utilizo las pocas fuerzas que me quedan y suprimo mis emociones, dejándome en un estado vacío, oscuro y frío.

Mis pensamientos se esfuman, dejando mi mente libre para poder analizar sin problemas todo cuanto me rodea, mientras la frialdad que dejó la ausencia de mis emociones me ayudaba a calmar el ardor en mi pecho y el veneno en mi sangre.

Abro mis ojos y observo a Alonzo, quien me ve con preocupación.

-¿Qué hiciste? -exclama entre dientes.

Arqueo una ceja.

-Lo necesario -aseguro con firmeza- hablaremos luego, ahorita tengo cosas más importantes que hacer.

Sin necesidad de proferir palabra, Enrico saca una jeringa de la parte trasera de su pantalón y se lo inyecta directo en el pecho a la rusa, quien despierta sobresaltada.

Aún desorientada, intenta luchar contra Enrico, lanzando golpes y patadas a diestra y siniestra.

Akram se aleja hasta una de las paredes y se recuesta en ella con los brazos cruzados y ceño fruncido, mientras observa la escena.

Escucho a Alonzo bufar, sin moverse de su lugar, desviando cada tanto su mirada hacía mí.

Observa la pelea por unos momentos antes de mirar a Jayden, quien nos mira incrédulo y un tanto asustado.

Esto parece un puto circo -pienso.

Cansada y dispuesta a terminar con todo esto, me acerco a la rusa por la espalda tomando su cabello con fuerza antes de patear su espalda, haciendo que caiga de rodillas al piso y que su cuerpo quede arqueado y por completo inmovilizado.

Miro a Alonzo y sin mediar palabra el comprende lo que quiero y se apresura a dármelo.

Incrusta el gancho de acero en techo y luego procede a colocar las cadenas en las manos de la rubia, quien sigue luchando y maldiciendo. Una vez listo, con ayuda de Enrico la levantan para luego guindarla, dejándola en el mismo estado que Jayden a su lado.

Se alejan, volviendo a sus antiguos lugares.

-Están muertos, malditos idiotas -escupe la rusa, forcejeando con las cadenas.

Sonrió sin gracia.

-No estás en posición para amenazar, querida -exclamo neutra- tú, tu amiguito y yo, vamos a pasarla muy bien – exclamo, acercándome un poco a ellos- no debieron meterse con mi hijo – digo con dulzura, acariciando sus rostros con suavidad, para luego tomar con fuerza sus mandíbulas, clavando mis uñas en su piel- ahora deben pagar el precio.

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