Capítulo 37
Akram Giadala
New York, 2015
El bullicio en el lugar, la gente empujándose para poder abrirse paso y las insistentes mujeres que no sabían aceptar un rechazo me estaban sacando de quicio, no soy una persona paciente y todo este alboroto no hacía más que enfurecerme.
Como si eso fuese difícil -se burla mi consciencia.
Llamo la atención del bartender y pido otro trago. Mientras espero mi trago observo de reojo a una mujer acercarse a mi y sentarse en la silla a un costado de la mía.
-Hola, me llamo Amelia -dice en un tono que pretende ser seductor.
Reclina su cuerpo de manera que, su ya diminuto escote se haga más notorio, mientras cruza sus piernas.
Patética -pienso con fastidio.
Ya estaba acostumbrado a llamar la atención de las mujeres, tanto en mi vida cotidiana como en este mundo conseguir una mujer no era una tarea complicada para mi y no solo lo decía por mi físico. En mi vida diaria se acercaban por mi apellido y la cantidad de dinero y poder que el mismo me proporcionaba y en este mundo se me acercaban niñatas con complejo de heroínas que querían “salvarte” de este mundo o sumisas que les atraía el tipo rudo que las trata como basura…en fin, mujeres que no valen la pena y que en mi opinión, eran una completa molestia.
No le contesto y sigo mirando al frente, esperando a que me traían el trago, no estaba de humor como para aguantarme a nadie, mucho menos a una mujer necesitada.
-¿Vas a pelear o solo vienes a ver? -pregunta, insistiendo en llamar mi atención.
Bufo. El bartender se acerca a mi y me entrega el trago con rapidez para luego marcharse a atender a los demás clientes. Bebo de mi trago, sintiendo el alcohol quemar mi garganta, llevando un poco de alivio a mi cuerpo.
-Vaya, el lugar está súper lleno, es algo asfixiante -vuelve a hablar, haciéndome blanquear los ojos ante su insistencia- ¿me podrías acompañar afuera? Es que me da miedo perderme entre tanta gente -exclama, intentando parecer tierna y vulnerable.
¿Acaso puede ser más ridícula?.
-Oye te estoy hablando -dice ya enojada al notar que nada de lo que haga logra que yo les preste atención.
Coloca una de sus manos en mi brazo y con gran rapidez dejo el trago en la barra y tomó su muñeca con fuerza, retirándola de mi brazo. Giro mi cuerpo quedando frente a ella, que me mira con una mezcla de terror y…¿alegría?.
Está loca…lo que me faltaba.
-No vuelvas a tocarme, mirarme o siquiera respirar cerca de mi -ordeno lleno de furia, mi voz se escucha más ronca de lo normal y sin poder evitarlo ejerzo más fuerza en su muñeca, sacándole un quejido por el dolor que le estoy causando.
Al ver lo que estoy haciendo, la suelto con asco y tomo mi trago para luego alejarme todo lo que puedo de ese lugar.
Soy un idiota, pero jamás le haría daño a una mujer, sin importar lo insufrible que pueda llegar a ser está.
Me acerco a mi “camerino” y entro cerrando la puerta detrás de mi, dejando el vaso ya vacío en una mesa, para luego comienza a prepararme. Faltaba poco para mi turno y con el día de mierda que había tenido y la ira que corría por mis venas, solo deseaba poder desahogarme y golpear a alguien sin tener que contenerme ni preocuparme por mi imagen.
Cambie mi ropa por unos shorts deportivos, dejando mi torso desnudo. Ajusto los guantes para los nudillos y me acerco al saco de boxeo en una esquina de aquella habitación para comenzar a golpearlo con fuerza desmedida, intentando drenar un poco de todo aquello que me consume por dentro y así evitar cometer una locura. Podrán decir lo que quieran de mi y puede que en muchas tengan razón, pero aún con mis problemas, algo que me caracteriza es lo cauteloso y precavido que soy, no me gusta pisar en falso ni sentir que una situación está fuera de mi control.
Algo bastante complicado cuando todo en tu vida parece querer joderte la paciencia.
Escucho la puerta abrirse y me volteo a ver de quien se trata, notando que es uno de los tantos jóvenes que recluta el imbécil que maneja todo en este lugar.
-Ya es hora -dice el chico, antes de salir del lugar.
Salgo del “camerino” y camino con dirección al ring, mientras muevo mi cuello de lado a lado, escuchando el sonido de mis huesos tronar y un leve alivio esparcirse por esa zona de mi cuerpo.
Subo al ring improvisado y observo a quien será mi rival está noche. Un hombre de mi edad, tal vez un poco mayor, de cabello rojo y tatuajes por toda la extensión de su cuerpo.
-¿Qué pasó? ¿te asustaste? -exclama con burla desde el otro lado del ring, llamando así la atención de todos los espectadores.- Prometo ser gentil, niño bonito -sonríe con sorna y el público comienza a aplaudir, abuchear y gritar, ansiosos por que comience la pelea.
Una sonrisa torcida aparece en mis labios. Me daba gracia su comportamiento, claramente no sabía con quien se estaba metiendo. Aunque no lo subestimaba, se notaba que tenía fuerza y era algo que tenía en consideración, no soy idiota, lo peor que se puede hacer es subestimar a tu enemigo.
-Lamento no poder prometerte lo mismo -digo con seriedad, pero aún manteniendo mi pequeña sonrisa.
Los gritos y silbidos por parte del público aumentan considerablemente, al punto de hacer vibrar el lugar. La euforia era palpable y yo no podía estar más ansioso porque esto empezara de una vez por todas.
-¿¡¡¡LISTOS PARA LA PELEA MÁS ESPERADA!!!? -grita un chico, joven, subiendo al ring con un micrófono en mano y una sonrisa que delataba lo emocionado que se encontraba. El público estalló en gritos que el mismo alentaba con sus manos, pidiendo que gritaran aún aun mas fuerte- Las reglas son sencillas, pierde el que quede inconsciente, nada de golpes bajos y…procuren no matarse -dice para luego comenzar a reír a carcajadas, seguido por el público.- el ganador puede hacer o pedirle lo que quiera al perdedor.
Frunzo el ceño ante esas palabras. Eso último era nuevo, antes el ganador se llevaba el dinero y el respeto de todos en ese mugroso lugar, nunca se había hablado de algún cambio. No me gustaba en lo absoluto el cambio, pero de todas manera no pensaba perder ni mucho menos aceptar las idioteces que se le ocurrían al dueño de este lugar con tal de ganarse al público.
Esto parece un circo -pienso con molestia.
-Saludo amistoso -exclama con un deje de sarcasmo.
Nos acercamos al centro del ring y chocamos nuestros puños con más fuerza de la necesaria.
-Miren, ya son amigos -dice el presentador con sarcasmo, para luego retirarse del ring.
-Veamos que puede hacer el heredero Giadala – se burla. Me tenso al escuchar mi apellido ser pronunciado por alguien de este mundo.- Cuando gane ¿me quedo con tu hermanita? Es muy linda –sonríe y se aleja unos pasos de mi.
Sentía la ira bullir en mi interior pidiendo que la dejará salir y yo en estos momentos no tenía las fuerzas ni las ganas de impedírselo. Todo a mi alrededor parecía haberse detenido o ralentizado su velocidad y el bullicio de la gente ahora era un simple murmullo ante lo ensordecedores que eran mis pensamientos.
Lo observo ponerse en posición con sus brazos cubriendo parte de su torso y rostro, mientras su mirada no se aparta de la mía. Ladeo la cabeza, observándolo por unos segundos más, antes de cuadrarme, separando un poco mis piernas para tener mayor estabilidad y dejando mis brazos tirados a mis costados. No estaba cubriendo mi rostro ni torso, no me interesaba hacerlo aunque eso me costara un puñetazo en la nariz.
Me mira confundido, para luego cuadrarse aun más, mientras su mirada me fulminaba haciendo notorias sus ganas de matarme.
Por encima de la niebla que cubría mis sentidos, podía escuchar al público gritar emocionado al momento en que la campana suena dando por iniciada la pelea.
Sin ser por completo consiente de mis movimientos, empezamos a caminar en círculos por el ring, esperando a que alguien lanzara el primer golpe. Confirmando mis teorías y según todo lo que había podido analizar en mi oponente, da un paso al frente y lanza el primer golpe.
Fue limpio, pero vago, no era estúpido y sabía que solo estaba probándome, por lo mismo le permití que me diera directo en el rostro.
Un leve escozor se esparció por mi mejilla y un sabor metalizado se adueñó de mis papilas gustativas advirtiéndome de la fuerza que tenía el pelirrojo.
Levanto la mirada y lo veo sonreír con burla.
-¿Qué pasó? ¿Ya no eres tan fuerte? -se ríe- claro, aquí tu apellido vale mierda y sin el, tu no eres nadie.
Deslizo mi lengua por mi labio, limpiando el rastro de sangre, para luego sonreírle.
El creía que me intimidaba, que tenía siquiera una oportunidad contra mi y se aferraba a eso para buscar humillarme. Lo que el no sabía era que, solo estaba cavando su propia tumba, no me interesaba que se metiera conmigo, eso me importaba una mierda…pero jamás debió nombrar a mi hermana. Si, suelo ser cauteloso, precavido y me controlo casi a la perfección, pero ahí está el punto, ese “casi” es lo que separa a mi yo racional de la bestia que mantengo oculta en mi interior.
Mientras el se dejaba llevar por sus impulsos, yo ya había analizado cada uno de sus movimientos. Pude analiza y detallar a la perfección cada uno de sus movimientos y la manera en la que estaban compuestos. Una de sus piernas se alejan hacia atrás por el impulso que toma y desde el momento que su puño se aleja de su posición de bloqueo, su torso queda al descubierto y con una mirada más profunda, pude notar que ese es su punto débil.
En tan solo unos segundos había podido descifrarlo, lo tenía en la palma de mi mano, ahora mi duda era la siguiente…¿hago de su sufrimiento largo? O ¿soy piadoso y termino rápido con esto?.
Sin poder evitarlo, me río de mis pensamientos, haciendo que me mire como si estuviese loco.
Puede que si este loco.
Me acerco con gran velocidad y tomándolo desprevenido lanzo un golpe certero a su rostro, que lo hace retroceder varios pasos.
El lugar queda en silencio por un momento para luego estallar en gritos que hacen zumbar mis oídos y podría jurar que el piso tiembla ante el ruido.
-Hijo de puta -dice escupiendo la sangre a un lado- voy a matarte y luego me encargaré de tu estúpida hermana -amenaza y es lo último que necesito antes de que el poco control que tenía se esfume y la bestia salga.
Una pequeña voz en mi interior no paraba de advertirme que me detuviera, que dejará las cosas así, que iba a cometer una locura. Pero la ira era más fuerte y aquella voz se fue apagando de a poco, dejándome en ese lugar en el que yo parecía un simple espectador, mientras alguien más controlaba mi cuerpo.
Definitivamente estoy loco
Me reí ante mis pensamientos, logrando que el lugar quedará en completo silencio, tan solo interrumpido por mis leves risas.
El imbécil, al que ahora que lo pienso no conozco su nombre, me ve con desconfianza y se cuadra para lanzar un golpe que bloqueo para luego deslizar mi pierna por el piso, barriendo las suyas y logrando que caiga al piso, haciendo que su cabeza rebote contra el mismo debido al impacto.
-Es trampa -acusa, mientras se sienta en el piso, intentando incorporarse- ¿te crees que por se un Giadala puedes romper las reglas?.
Una carcajada sale de mi al escuchar las idioteces que salen de su boca. No se que problemas tenga conmigo o mi familia y tampoco me importa, se metió con lo único que me queda y eso se paga caro.
Lo observo levantarse y mirarme con un profundo odio.
Sin mediar palabra suelto una patada que da a un costado de su torso, justo en las costillas y sin esperar más tiempo y dejando salir toda la ira, lo golpeo una y otra vez.
Puedo ver como intenta inútilmente zafarse de mi agarre o siquiera defenderse, pero no le doy oportunidad. Cae al piso desorientado por uno de mis golpes que le dio directamente en la nariz y sin ser suficiente para mi, me coloco a horcajadas encima de el y empiezo a propinar golpes sin pausa alguna.
No soy capaz de escuchar nada más que el latir frenético de mi corazón y lo errático de mi respiración, mientras el sudor corre por mi cuerpo.
No se cuanto tiempo a pasado cuando siento que me alejan del pelirrojo, dejándome en una esquina del ring.
Varias personas suben al ring y se acercan al lugar donde había estado con anterioridad. No logro entender lo que ocurre, aunque estaba empezando a recuperar el control de mi cuerpo, mi mente seguía aturdida por todo lo que había ocurrido, al punto de que se me es inentendible lo que dicen las personas a mi alrededor.
Bajo mi mirada hacia mis manos al sentir un escozor en mis nudillos. Lo que veo me deja sorprendido, mis manos y parte de mis brazos están llenos de sangre, más de la que nunca había tenido.
-Tienes que irte -escucho que dice alguien cerca de mi, haciendo que levante mi mirada y me encuentre con el chico que fue a buscarme al camerino. Frunzo el ceño ante su petición- mataste a uno de los hombres de un sicario ¿No lo entiendes? – exclama con ansiedad- no tardará en venir a buscarte, van a matarte, tienes que irte -insiste, pero mi mente se queda en blanco al entender porque había tanta gente rodeando el lugar donde había dejado al pelirrojo.
Lo mate…yo asesine a alguien.
Quisiera decir que sentí culpa, preocupación o al menos, aunque fuese enfermo, felicidad; pero no sentía nada y eso era aún peor, tal vez fue por la sorpresa y aún me encontraba en shock, pero sabía que no era así, simplemente me encontraba vacío.
Como un autómata bajo del ring y me dirijo a mi camerino, cerrando la puerta de atrás de mi, para luego acercarme al espejo que se encontraba pegado a una de las paredes.
Mi cuerpo estaba bañado en sudor y salpicaduras de sangre se extendían por mi rostro, torso y brazos, dándome una imagen que estaba seguro jamás olvidaría. Pero lo que realmente me dejó pasmado, fue la mirada que me devolvía el reflejo, una mirada fría, carente de vida o emoción alguna. Ya no había rastros de la ira que me había dominado, ya no había nada.
Luego de unos minutos sin poder despegar mi mirada del espejo, me doy la vuelta y entro en el pequeño baño y me doy una ducha fría, mientras tallo mi cuerpo con fuerza quitando la sangre y el sudor de el.
Salgo con una toalla envuelta en mi cintura, prosigo a tomar mi ropa y vestirme.
Estoy colocándome la camisa, cuando la puerta del camerino es abierta y por ella entran dos hombres con armas en la cinturilla de sus pantalones, quienes se colocan cada uno a un costado de la puerta.
-El jefe quiere verte -dice uno de los hombres con seriedad.
Eran realmente imponentes y atemorizantes a la vista de cualquiera…menos para mi, en otro momento me encontraría a la defensiva y con los nervios haciendo que mi mente funcionará a su máxima capacidad, buscando una manera de salir de este problema, pero justo ahora no era capaz de sentir nada, ni siquiera miedo por la amenaza que ellos representaban para mi vida.
Tomo mi chaqueta y hago una seña con mi cabeza para que comiencen a caminar. Ambos hombres me ven un tanto confundidos, antes que uno de ellos salga y el otro me haga una seña para que siga a su compañero.
Puede que lo que este haciendo sea considerado un acto suicida, pero no podría importarme menos en estos momentos, de hecho mi plan nunca fue huir, sabía que sin importar nada, ellos me buscarían para cobrarse la muerte de uno de los suyos y yo no pensaba dejar que se acercarán a mi hermana. Yo lo maté y me haré cargo de mis acciones y las consecuencias que ellas conllevan.
Salimos del lugar y nos subimos a un carro que nos esperaba en la entrada.
Uno de los hombres se sienta en el asiento del copiloto, mientras el otro entra conmigo en los asientos traseros y tomamos rumbo a un lugar desconocido.
El camino transcurre en silencio, mientras observo por la ventana como nos alejamos de la ciudad.
El hecho de que no me vendarán los ojos, dejándome ver el camino, me hacia saber que no pensaban dejarme con vida y eso lejos de asustarme me daba igual. Lo único que realmente me importaba, lo único que tenía en mi vida era mi hermana y si, me dolía pensar en dejarla sola pero tenía el consuelo de saber que ella estaría bien y que nada le faltaría.
Veo que nos acercamos a un lugar bastante grande, con varios depósitos y un gran galpón a unos cuantos metros de nosotros. A lo lejos se podían observar las luces de la ciudad, era una vista realmente hermosa.
La puerta de mi lado es abierta y uno de los hombres me insta a bajar, para luego dirigirnos al galpón.
Al llegar, abren la puerta y entró; el lugar es bastante grande, en una esquina hay un bar y varias mesas con documentos sobre ellas, las paredes están pintadas de un gris oscuro y en el centro de la habitación hay una gran mesa con varias sillas a su alrededor.
En el lugar hay tres hombre, dos de ellos sentados a los costados de la mesa y el restante cerca de la pared del fondo dándonos la espalda, mientras habla por teléfono.
-Camina -exclama uno de los hombres que venían conmigo, empujándome por la espalda.
Desvío mi mirada en su dirección, en una clara advertencia de que no lo vuelva a hacer y sigo caminando hasta el centro del lugar, quedando detrás de una de las sillas.
-Señor -llama uno de los hombre que se encontraban sentados en la mesa al que estaba al teléfono.
-Te llamo luego ¿Si? -dice al teléfono en un murmullo que logro escuchar.
Frunzo el ceño ante lo familiar que se me hace la voz de aquel sujeto.
Se da la vuelta y un jadeo de sorpresa se escapa de mis labios, a la vez que el se queda pasmado en su lugar con ambas cejas arqueadas debido a la impresión.
Esto debe ser un jodido chiste.
-¿Alonzo? -exclamo, aún sin poder creer lo que estoy viendo.
Lo observo tragar grueso, para luego recorrer su mirada por los demás presentes y frunce el ceño.
-Lárguense -ordena, a lo que con rapidez y algo incordiados, se marchan del lugar dejándonos solos.
Lo veo remover su cabello con ambas manos y luego dirigirse al bar, servirse un trago y bebérselo de un golpe.
-¿Tu mataste a Antón? -pregunta, mirándome de arriba abajo sin poder creérselo.
-Si, se metió con quien no debía- admití sin caer en detalles- ¿tu eres el famoso sicario? -pregunto, cruzándome de brazos.
Asiente y ríe.
-Si, soy el “famoso sicario” -exclama con burla, haciendo comillas con sus dedos.- esto me tomó por sorpresa, jamás me hubiese imaginado que tu y yo nos veríamos en una situación similar -dice, y me doy cuenta de que esta tuteándome, pero en esta situación las formalidades están demás.
Aquí yo no soy su jefe y el no es el nuevo pasante de mi bufete. Los papeles cambiaron de forma drástica y ahora es él quien tiene el poder. Bien dicen que al final del juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja.
-¿Puedo saber porqué lo mataste? -pregunta sentándose en una silla, quedando frente a mi con la mesa de por medio.
Decido sentarme antes de contestar, para hacer que las condiciones queden iguales.
-En este mundo muy pocos saben quién soy, ese idiota no solo sabía quién era, sino que se metió con mi hermana -admito, era ridículo mentir y no tenía ningún motivo para hacerlo- logró sacarme de mis cabales y ese fue el resultado.
Asiente varias veces, mientras me analiza con la mirada.
-Sinceramente a mi me caía mal, si no lo matabas tu lo iba a terminar haciendo yo -exclama con tranquilidad, dejando ver que asesinar no era ningún problema para él- pero ya sabes, debo fingir que estoy enojado y toda esa mierda -rueda los ojos con fastidio y yo no dejo de sorprenderme ante su actitud, no es ni de cerca el mismo hombre que trabaja en el bufete, parece una persona completamente diferente- y no te culpo, yo lo hubiese hecho sufrir si llegaba siquiera a mirar mal a quien amo -exclama con tal convicción, que no dudo de su palabra.
-Bien ¿entonces que se supone que vas a hacer conmigo? -digo llendo directo al grano. Que estuviese de acuerdo conmigo y el que no le cayera bien aquel hombre no significaba que iba a dejar las cosas así.
Sonríe.
-Me agradas y no quiero matarte -afirma- y creo que tengo la solución para nuestros problemas.
Frunzo el ceño y enarco una ceja en su dirección.
-¿Cuál? -digo, instándolo a seguir hablando.
-¿Sabes? Hay algo que me gusta hacer con las personas que me rodean y eso es investigarlas a fondo, no me gustan las sorpresas, de hecho en eso nos parecemos tu y yo -una sonrisa aparece en sus labios- aunque debo admitir que fuiste bueno en separar tus dos vidas, no había un solo indicio que me advirtiera que estabas involucrado en este mundo -admite, para luego mascullar algo sobre matar a alguien por no investigar bien. Este hombre cambiaba su estado de ánimo con gran facilidad y eso me tenía de los nervios.- pero lo que no pudiste ocultar fue lo de tus problemas de ira y analizándote me he dado cuenta de que no sientes nada por haber asesinado a alguien.
Me tenso ante lo que dice y no por el asesinato, eso no me interesa, pero si me enfurece saber que el sabe demasiado sobre mi y yo en estos momentos no tengo ni idea de quién es el hombre frente a mi y eso era algo que debía arreglar a como de lugar, a mi tampoco me gustaban las sorpresas.
-Ve al punto Alonzo ¿Qué quieres de mi? -digo con seriedad.
-Trabaja para mi -dice de golpe, dejándome descolocado- yo necesito un hombre ya que asesinaste al anterior y se que eres bastante inteligente y astuto, lo cual me sirve -explica- y tu puedes descargar tu ira tanto como lo desees sin tener que temer meterte en problemas, además puedo ayudarte con tu problema, te puedo enseñar a manejar con mayor eficacia tus emociones.
Su propuesta da vueltas por mi cabeza una y otra vez, buscando todos los pros y contras que conlleva. Debía admitir que no era una mala idea, si quitábamos el hecho de que estaría trabajando para un sicario, haciendo quien sabe que cosas y que yo no sería el jefe, teniendo que acatar sus órdenes y eso en definitiva no me agradaba.
-Ya que eres mi jefe en el bufete y realmente está situación es bastante extraña, vamos a tomarlo como una sociedad ¿Qué te parece? -dice deduciendo lo que pasaba por mi mente.
Sonrío y asiento.
-Una sociedad -hago una pausa- me agrada la idea.
Sonríe de vuelta.
-Bienvenido Akram.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro