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Capítulo 27

Alessandro Lombardo.

Golpeo una y otra vez el saco de boxeo, mis nudillos duelen pero no le presto atención, necesitaba descargar todos aquellos sentimientos y pensamientos ponzoñosos que me había dejado aquella pesadilla. Ya tenía semanas sin poder conciliar por completo el sueño por culpa de aquellas putas pesadillas.

Que más que pesadillas, eran retazos de recuerdos. Recuerdos que deseaba eliminar a toda costa.

La música que había colocado a todo volumen en mi teléfono para mantener mi mente entretenida y así no tener que pensar en nada, se ve interrumpida por una llamada.

Con un suspiro me alejo del saco de boxeo y tomo una toalla que había dejado guindada en una de las máquinas de ejercicio. Camino hacia mi teléfono mientras voy secando el sudor en mi nuca y frente.

Agarro mi celular y contesto.

-Hijo, tu abuelo despertó -exclama mi madre en el momento en que contesto la llamada.

-¿¡Qué!? -exclamo sorprendido y a la vez algo aturdido por la noticia- ¿Cuándo?

-Hace unos quince minutos, no te llame antes porque estaba ocupada con tu abuelo – explica- él está bien, los doctores le están haciendo diferentes exámenes pero me dijeron que hasta ahora todo se ve bien en él.

Suspiro con alivio.

-¿Cuándo puede recibir visitas?

-Habían dicho que mañana, pero conoces a tu abuelo -se ríe- se puso histérico e insulto a todo el que tuviera al frente, hasta que le cedieron las visitas desde hoy.

No puedo evitar rodar los ojos ante la escena que me describe, ese viejo cascarrabias acababa de salir del coma y ya estaba montando shows en la clínica.

-De acuerdo, me voy a dar una ducha y salgo para allá- le informo. Nos despedimos y cuelgo la llamada.

Me dirijo al baño de mi habitación y entro a la ducha, abriendo el grifo del agua y dejandola caer contra mi cuerpo.

Hace ya unos cuantos días, había ocurrido un incendio en el restaurante de mi abuelo. No hubieron muertos, aunque él si estuvo a un paso de la muerte. Con el pánico de las personas intentando salir y el siendo un hombre de ya setenta años, quedó atrapado entre el gentío, saliendo casi de último y con ayuda de los bomberos. Estaba consiente cuando llegó a la clínica, pero debido a haber respirado demasiado monóxido de carbono sus pulmones empezaron a fallar y el oxígeno no llegaba a su cerebro, aunado al nivel de estrés y los golpes que había recibido al intentar salir…cayó en coma.

Cuando los doctores nos dijeron que tenía pocas probabilidades de sobrevivir, mi mundo se derrumbó. Le debía mi vida a ese hombre, todo lo que soy y lo que he logrado a sido por el…y por mis padres claro. Ellos me habían salvado, eran mis héroes.

Al día de hoy, solo tenía a mi madre y a mi abuelo. Mi padre había muerto hace muchos años atras.

Salgo de la ducha y me acerco al armario. Cuando termino de arreglarme tomo mi celular, billetera, las llaves del carro y salgo de la casa.

Enciendo un cigarro mientras conduzco y con el comando de voz del celular, llamo al abogado que está encargado de hacer los trámites pertinentes para una asociación con un bufete en el que estaba interesado.

-Buenas tardes señor Lombardo ¿en qué puedo ayudarle? -pregunta.

Blanqueo los ojos ante la idiotez de aquel hombre.

¿O es que yo no tengo paciencia? 

-¿Hablaste con el señor Giadala? -pregunto con seriedad.

-Si señor, bueno en realidad hable con sus abogados -exclama con nerviosismo- dijeron que el señor Giadala estaba revisando los documentos y que luego concretaría una cita con usted.

Enarco una ceja y llevo el cigarrillo a mis labios.

-¿Quiere verme en persona? -pregunte, aunque la respuesta fuese obvia. Lo más seguro era que en estos momentos los abogados de Giadala estuviesen investigando hasta lo más insignificante de mi persona, si es que no lo habían hecho ya y solo estaba sopesando sus opciones. Eso, lejos de molestarme me agradaba, ya sabía a lo que me enfrentaba al intentar hacer una asociación con ese hombre, no por nada es un hombre tan importante.

- Si señor, el desea tener una entrevista sin intermediarios -exclama.

Observo la entrada de la clínica y entro al estacionamiento para posteriormente aparcar en un puesto vacío.

-Bien, mantenme informado -ordeno y cuelgo.

Me bajo del carro y entro a la clínica. Veo en la sala de espera a mi madre caminado de un lado a otro.

Me acerco a ella y coloco mis manos en sus hombros, deteniendo sus pasos.

-Vas a abrir un hueco en el piso -me burlo, ganándome un golpe en el brazo.-¿Por qué estas tan alterada? -le pregunto con algo de miedo.

Por favor que todo esté bien- rogué internamente.

Niega varias veces.

-No, no pasó nada -exclama tranquilizándome al notar el miedo en mi voz.- Ya me conoces Alessandro, me ponen de los nervios estos lugares -exclama recorriendo con la mirada el lugar y un escalofrío recorre su cuerpo.

Me río y la abrazo con fuerza.

-Lo sé, tranquila ya estoy aquí -digo dándole un beso en la cabeza- ¿Cómo está el cascarrabias? -pregunto ganándome otro golpe de su parte.

Pero que violenta es esta mujer.

-Respeta a tu abuelo Alessandro -reprocha, pero una sonrisa amenaza con escapársele.

Me encojo de hombros restándole importancia.

-¿Cuándo podemos verlo?

- El doctor nos va a avisar, le están haciendo los últimos exámenes.

Asiento y nos sentamos en los sofás que están distribuidos por el lugar a esperar al doctor.

Pasan alrededor de quince minutos y mi paciencia se estaba agotando. Había mandado a mi madre a la cafetería para ver si así se tranquilizaba -callaba-  un poco y yo me encontraba haciendo justo lo que ella hacia cuando llegue.

Le vas a abrir un hueco al piso -se burla mi mente.

-Familiares del paciente Marcos Lombardo -escucho que llama la voz de un hombre.

-Buenas tardes doctor -digo una vez estoy frente a él.

- Buenas tardes, su abuelo se encuentra bien, aún estamos esperando el resultado de los últimos exámenes -informa con voz monótona- por ahora está fuera de peligro, puede pasar a verlo si gusta.

Asiento y me dirijo a la habitación en la que se encontraba. Entro sin tocar la puerta y veo a mi abuelo recostado, mientras una enfermera chequea sus signos.

-Ya mujer, los has revisado una infinidad de veces, déjame tranquilo -refunfuña mi abuelo.

-Deja a la señorita hacer su trabajo -exclamo terminando de entrar en la habitación.

Resopla y cruzas sus brazos.

-Déjame tranquilo niñato, esta mujer me está acosando desde hace rato.

Observo a la pobre muchacha sonrojarse avergonzada ante lo que dice mi abuelo.

-Anda, retírate -le digo con calma, intentando tranquilizarla.

Asiente levemente con la cabeza y se marcha tan rápido como se lo permiten sus piernas.

-Gracias por defender a tu abuelo -exclama con alivio al ver que la enfermera ya se había ido.

Ruedo los ojos y me acerco a una silla que se encuentra a un lado de la camilla en la que está mi abuelo, para posteriormente sentarme.

-La defendía a ella de un viejo cascarrabias, no te confundas -exclamo con seriedad.

Nos vemos a los ojos por unos cuantos segundos antes de romper a carcajadas.

-Me alegra verte muchacho -exclama con dulzura posando una de sus manos en mi mejilla.

-A mi también me alegra verte, abuelo -le sonrío.- no te imaginas cuanto me alegra.

Me sonríe y con una fuerza nada normal para un hombre de su edad, toma con su mano uno de mis brazos, me jala hasta quedar casi encima de él y nos fundimos en un abrazo que hasta ahora no sabía que necesitaba.

-Ahora cuéntame ¿Qué ha pasado? -pregunta una vez nos soltamos.

*Este capítulo y este personaje están dedicados a mi hermana que por alguna razón que desconozco seguía nombrando a un Alessandro inexistente en la historia. Ahora si existe hermanita, gracias por la inspiración que me diste y gracias por ser mi fan #1.

Capítulo dedicado a Androd17
 

                                                       

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