Capítulo 16
15 / 03 / 2003.
En las raíces de un gran árbol se encontraba sentado un pequeño niño, que ante el maltrato recibido, tanto física como psicológicamente se refugiaba a la sombra de ese gran árbol, mientras gruesas lágrimas surcaban su rostro. El miedo recorría su cuerpo, entumeciendo sus músculos y la respiración le fallaba, gracias al incesante llanto que lo consumía.
Pero su miedo no sé debía a sus compañeros abusivos, sus golpes, sus palabras hirientes, no eran más que suaves carisias y palabras de amor comparado a lo que le esperaba al llegar a casa. El tenía miedo de un monstruo, de un ser sin piedad, lleno de un odio profundo hacia su persona que el niño en su inocencia no lograba comprender.
El ruido de hojas y ramas quebrarse ante el peso de alguien lo sobresaltaron, asustado quiso huir de ese lugar, el sabía que su cuerpo no aguantaría más golpes. Se intenta levantar con el mayor sigilo, para no ser notado. El sonido de los pasos cada vez era más fuerte, advirtiendo su cercanía.
Levantó la mirada con curiosidad al no sólo escuchar pasos, si no también un suave tarareo de una canción desconocida para el. Frente a el, a unos metros de distancia se encontraba caminando en su dirección una pequeña niña; sus rizos dorados se mecían al compás de su cabeza que se movía al ritmo de la tonada que tarareaba y su vestido rosado ondeaba a su alrededor con cada paso que daba.
Ella no sé había percatado de la presencia del niño ya que su mirada se hallaba clavada en el piso.
Él la conocía, era hija de uno de los amigos de su padre y estudiaba en su mismo colegio; pero no compartían clases, debido a la diferencia de edad.
Decide que es hora de irse y como puede intenta pasar entre las raíces. Pero su pequeño cuerpo no tiene la fuerza ni la agilidad para poder sortear los obstáculos, debido al dolor que resienten sus músculos ante la golpiza que le había sido dada.
Un jadeo de sorpresa escapa de sus labios cuando uno de sus pies pisa en falso haciéndolo caer de espalda contra las gruesas ramas. Un punzante dolor se expande por todo su cuerpo logrando que solloce desconsolado.
-¿estas bien? -le pregunta una voz aguda y aniñada cerca de el. Se aleja sobresaltado cuando siente la pequeña y delicada mano de la niña posarse en su hombro.
El brusco movimiento hace que el dolor en su cuerpo empeore, pero el niño no le dio importancia su atención estaba en la pequeña que lo veía con el entrecejo fruncido y la cabeza levemente ladeada.
-Te estas lastimando, tonto -exclamó la niña, escaneándolo de pies a cabeza. A su corta edad, ella ya había visto personas en peor estado -ella incluida- el estado de aquel niño no llegaba a sorprenderla.
La actitud de la niña le molestaba, su simple presencia lo fastidiada. El quería estar solo y ella se lo impedía.
No contesto y se dispuso a levantarse de donde se encontraba, sus piernas fallaban y sus pocas fuerzas no le permitían ir más lejos. Resignado se sentó en una de las raíces más gruesas que se encontraban a su alrededor y apoyo su espalda en el tronco del árbol, cerrando los ojos. Sus sentidos se encontraban en alerta, podía escuchar a lo lejos el ruido que hacían los demás niños jugando, el grito de los profesores llamando al orden; podía sentir la brisa rozando su rostro y los rayos de sol que se colaban entre las hojas del árbol, sentía con claridad cada uno de sus golpes, pero de todo lo que lograba sentir sólo había una cosa que lo estaba alterando y era la presencia de esa niña.
¿por qué no se larga? -pensó con aspereza.
Decidido a pedirle que se marchara abrió sus ojos y la observó. Se sorprendió al verla sentada frente a él, observándolo con curiosidad, con la cabeza ladeada y sus labios apretados en una fina línea.
-¿por qué no te defiendes? -le pregunta la niña interrumpiendo el silencio que se había creado.
-No es tu problema niña, déjame tranquilo -responde el niño con hosquedad. El no solía atreverse a hablar con nadie y mucho menos dirigirse de una manera tan grosera, pero había algo en esa niña que lo atraía y repelía al mismo tiempo.
-Mi papá tenia razón -susurra la niña observando sus manos sobre su regazo. La tristeza con la que salen sus palabras logran llamar la atención del niño.
-¿en qué tiene razón tu papá? -La niña se sobresalta, no esperaba que ese niño tan grosero a su parecer, la hubiese escuchado. Levanta su mirada hacia el rostro magullado de aquel niño, por lo que parecieron horas un silencio se instaló entre ellos. Ella, dudaba en contestarle, no quería recibir de su parte una reacción como la anterior. Él, se encontraba confundido ante las emociones que esa niña despertaba en el.
-Si eres bueno te destruyen -susurra la niña citando las palabras que su padre le repetía constantemente y que ella tanto detestaba -sólo los crueles y egoístas sobreviven.
La palabras de la niña y el dolor con la que salían de sus labios sorprendió de sobremanera al niño. El podía entender ese dolor que se encontraba en la mirada de la niña, el lo conocía a la perfección, lo veía cada día al verse al espejo.
-Sólo quería ayudarte, por que estas muy herido -las lágrimas inundan su mirada y sus manos se hacen puño arrugado la tela de su vestido.- y siempre estas solo al igual que yo, pensé que podríamos ser amigos -exclama lo último en un susurro que busca ocultar las emociones que queman en su interior.
El niño se acerca con lentitud a ella y toma una de sus manitas, mirándola a los ojos le regala una pequeña sonrisa.
-Lo siento, no quería ser malo contigo -dijo avergonzado de su actitud.
La niña ve en los ojos de aquel niño su propio reflejo, ve la tristeza, la soledad, la ira que la consumen todos los días.
Ellos eran dos almas rotas, que buscaban con desespero un alivio a ese dolor que los corrompía con lentitud.
Ellos eran dos niños confundidos que no comprendían la magnitud de las emociones que llevaban por dentro.
Los días pasaron y ellos se habían hecho muy cercanos, aunque sólo compartían en el colegio, específicamente en aquel árbol donde todo había comenzado.
Ellos consiguieron en el otro aquel alivio que tanto habían buscado. Sin importar cuan oscuro había sido su día, la compañía del otro aportaba una pequeña luz, que a pesar de no ser más que una pequeña flama en esa inmensa oscuridad; les daba aquello que jamás habían conocido y que sin saberlo anhelaban, esperanza.
Pero un día todo acabo.
La niña como cada día se dirigió emocionada a ese gran árbol que se había convertido en su lugar favorito a esperar a su amigo.
Los minutos pasaban y el nunca apareció. Deseaba seguir esperándolo, pero sabía que se metería en problemas si no asistía a clases.
Una semana había pasado y su amigo no había vuelto a aparecer. Con el pasar de los días la tristeza se había apoderado de aquella pequeña, se había acostumbrado a aquella diminuta flama y ahora que no estaba, la oscuridad le era más aterradora.
Los años pasaron y sus recuerdos con aquel niño habían empezado a borrarse, hasta que no quedó rastro de el, ese árbol o aquella esperanza que había traído consigo.
Para cuando el regresó, no era el mismo y ella tampoco. No quedaba rastro de aquellos niños que soñaban con mundos fantásticos donde los monstruos no eran capaces de dañarlos, mientras las raíces de un árbol los ocultaba del mundo.
La oscuridad había corrompido sus almas y no quedaban más que máscaras de mirada vacía y sonrisas falsas que aparentaban una felicidad y perfección que no existían.
Él había perdido a la única persona que lo amaba, dejándolo a merced de un monstruo.
Ella había sido denigrada y herida, hasta ser reducida a una simple marioneta de la sociedad en la que vivía.
Él, busco a ese amor de la infancia que se había convertido en algo prohibido para el.
Ella, no lo recordaba.
El se prometió tenerla, sin importar como, ella estaría a su lado.
Maratón 3/?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro