Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XX

Con Harold.

—después de haber dejado a Keyla en el hospital, condujo en dirección a la empresa de Maximiliano Collins, uno de los empresarios más conocidos en Florida, y un viejo amigo de juventud, puesto que su familia en muchas ocasiones se relacionaba con los Contreras. Max, como era llamado de forma cariñosa, le había citado para ver un negocio de prendas de vestir con las telas de importación, era raro que la familia Contreras hiciera acuerdos nacionales en las telas, pero sí al señor Enrique le parecía un buen negocio se aceptaba.

Quince minutos más tarde ya había estacionado el auto para así ingresar a la gran empresa, saluda de manera cordial a cada una de las personas que pasaban y le llegaban a reconocer; esto de ser "famoso" no era nada fácil en ocasiones, pero bueno, después de varios saludos por fin fue recibido por una joven mujer, que por su gafete decía que era la secretaria.

—Buenos días, joven Contreras, mi nombre es Soraya Smith y soy la secretaria del señor Collins, es un gusto para mí recibirlo, sea usted bienvenido —sonríe mientras le extiende la mano al contrario con una sonrisa algo coqueta.

—El gusto es mío, señorita Smith —le toma de la mano a la chica con un semblante serio como era de costumbre en él a la hora de hablar de negocios, terminando por soltarla luego del saludo y adentrar sus dos manos en los bolsillos de su pantalón.

—Venga, lo llevaré donde se encuentra el señor —finge una sonrisa por aquella actitud dada por Harold, por lo que se da media vuelta para caminar un poco más adelante moviendo en un vaivén sus caderas, pero el chico solo la seguía sin siquiera darle una pizca de atención, de hecho se mantenía con su vista en el celular, hasta que ingresaron y fue donde ella invadió su espacio al estar a solas—. ¿No le han dicho que usted es muy guapo joven?

—Siempre he recibido ese tipo de cumplidos, pero me sentiría más cómodo si se los reserva, no creo que sea profesional de su parte y menos que invada mi espacio personal, se lo agradecería mucho —sonrió fingido al igual que ella volviendo a llevar su mirada al costoso reloj que portaba en su muñeca.

—¿Por qué tan serio? Yo no muerdo a menos que lo quiera —esta suelta una risita ignorando todo lo que este había mencionado, tomando así el atrevimiento de jalonear la corbata que este portaba para que la mirara.

—Señorita Smith le pido el favor que deje su intensidad y calentura, yo tengo una hermosa esposa que amo, por ello le pido respeto si no desea problemas conmigo —le mira fulminándola con la mirada terminando por soltarse de ese agarre de forma brusca, pero está solo se reía en su cara; estaba loca.

—Por favor, nadie se ha de enterar de lo que usted y yo hagamos —suelta una pequeña risa burlesca antes de dejarle algo de labial en un intento del beso en el cuello de la camisa blanca, del contrario, tras un empujón de parte de este—. Usted ha sido el hombre más amargado con que he tratado, que fastidio —chilla levemente para salir del ascensor y dirigirse a la oficina, haciendo un toque para luego entrar al escuchar el famoso "pase".

—Y usted la secretaria más arrastrada que he conocido —dice al pasar por su lado e ingresar en la oficina, recomponiendo su traje al saludar al joven que estaba detrás del escritorio— Buenos días, Max, tanto tiempo sin vernos.

—Harold, que gusto que hayas aceptado mi invitación, seas bienvenido, toma asiento —comenta mientras le estrechaba la mano para luego señalar la silla con una sonrisa en su rostro.

—este simplemente asintió para tomar asiento y empezar con las debidas reuniones, cuatro horas después salió para almorzar, su itinerario había terminado más temprano de lo que esperaba, por lo que llamo a su esposa para saber cómo iba, esperaba no interrumpirla.

Inicio de llamada.

H: Hola amor, ¿te interrumpo en algo?

K: Hola cariño, no, no te preocupes, estoy justamente almorzando. ¿Cómo te fue en la reunión?

H: No me quejo estuvo bien, solo tuve un pequeño percance al llegar, pero no es nada relevante. ¿A ti qué tal te ha ido?

K: Todo lo que te pase es valioso cariño, cuéntame, ¿qué ocurrió?

H: Te cuento en la casa, no me gustaría distraerte con tonterías, más bien, ¿cómo te fue en la mañana? ¿Era un caso grave?

K: Bueno... Ni te imaginas con quien me encontré, resulta que Mike trabaja aquí y su mirada era horrible en mi espalda, pero bueno, salió un éxito la operación y sé salvo el pequeño.

H: Eso es bueno, y espero no quiera poner sus manos sobre ti o le rompo la cara... Por cierto mi reina, ¿ya puedo pasar por ti? Mi horario ya terminó.

K: Tranquilo, hasta ahora de miradas no ha pasado... Y no amor, dije que haría todas las operaciones hoy para no tener que venir mañana, por ello ahora saldré a eso de las ocho o nueve para mañana pasar todo el día con mi familia... ¿No te molesta?

H: No amor, de hecho es buena idea, yo entonces hablaré con James para reunirnos hoy, no quisiera trabajar mañana tampoco, sino quedarme abrazado a mi esposa y mi hija a la orilla de la playa, ¿te suena esa idea?

K: Me parece excelente la idea, estamos hablando entonces mi amor, ¿pasarás por mi cierto?

H: Claro que sí, te amo, cuídate.

K: Yo también te amo.

Fin de llamada.

Al haber acabado el día me encontraba en la puerta del hospital en espera de mi esposo, estaba algo exhausta a decir verdad, pero muy satisfecha por lo logrado, en ese entonces quería descansar en los brazos de Harold; acto que se quiso ver frustrado, puesto que cuando lo salude tras haber subido al auto me fije en que mi esposo tenía labial en su camisa, aunque quería controlar mis celos asesinos y darle un golpe junto al reclamo no podía. Debo confesar que soy demasiado insegura en ese aspecto porque de todas las mujeres que pueden rodear a Harold, el noventa por ciento de ellas lo ha querido tener aunque sea de una noche o lo quiere tener, pero aunque me trataba de controlar al saber que él no me sería infiel, callada no me pude quedar. Hablar no estaría de más.

—Amor. ¿Te puedo hacer una pregunta? —lo miré mientras le daba una sonrisa algo forzada.

—¿Si princesa? ¿Qué ocurre? —comenta este sin quitar la mirada de la carretera.

—¿Por qué tienes un beso en el cuello, además de un manchón de labial en tu camisa? Y lo peor del caso que mío no es.

—¿Qué? Yo no tengo ningún beso amor —este toca su cuello para mirar sus dedos levemente teñidos de un rojo chillón, para así detenerse en el semáforo y mirarse por los espejuelos del auto— amor, juro que no es lo que parece.

—Sí, claro, como no Contreras. ¿Me puedes explicar de quien es ese labial? —me cruce en brazos mirándolo detenidamente con mi entrecejo fruncido, me repetía internamente que me calmara, pero me daba enojo de solo pensarlo.

—Keyla, por Dios santo amor, no te pongas así y hablemos tranquilamente, juro que no es lo que piensas... Ese beso, o bueno, intento de beso fue de la secretaria de Max, ella intentó besarme, pero no me deje porque yo te amo, te lo juro —dice poniendo una de sus manos en la pierna contraria, pero esta no le respondió nada más manteniéndose en silencio— Keyla... ¿Me escuchaste? —el resto del camino el joven fue ignorado, a lo que aunque repitiera lo dicho una y otra vez esta lo ignoraba— Keyla...

—no dije nada más suspirando. Al momento que llegamos quite con brusquedad su mano de mi pierna para poder bajar, estaba enojada y no era con él, sino con la zorra que lo intento besar, cuanto me gustaría tenerla de frente y ponerla en su lugar.

—Harold estaciono en el garaje para poder entrar en la casa mirando a los demás en la sala quienes estaban sorprendidos por como seguramente había entrado la chica— buenas noches... ¿Keyla subió a la habitación?

—Sí, y está como una fiera, como alma que lleva el diablo, ¿qué ocurrió?

—Problemas tontos, suegra me acomoda a Cloe en su habitación, por favor, yo iré a hablar con ella —suspira un poco antes de subir.

—Ya discutieron seguramente, me late que alguien se interfirió entre ellos dos nuevamente. ¿Por qué cada que van a un lugar distinto pasa esto? ¿Por qué les gusta meterse entre ellos?

—No lo sé, pero es mejor no hacerlo nosotros, vámonos todos a recoger, Cloe ya se durmió, así que sigan su ejemplo y a sus habitaciones.

—Sí, señora, hasta mañana.

—Hasta mañana, muchachos, esperemos que esos dos estén bien para mañana —suspira la mujer mientras sube con la menor en brazos para dejarla en su habitación, debía dejar que su hija y su yerno se arreglaran y no tuvieran a la niña de por medio.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro