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VII

6:00 a.m. del día siguiente.

—desperté por el sonido de la alarma, me estire y tome una pequeña ducha para vestirme con el uniforme de trabajo, este consistía en una camiseta blanca estilo polo, un jean liso de color negro y unas baletas negras para mayor comodidad. Después de llamar a mi madre como todas las mañanas decidí darme la última mirada al espejo antes de salir a despertar al joven Harold, puesto que mi ocupación era encargarme de él. Toque su puerta para ver si ya se encontraba despierto, pero al no recibir respuesta decidí ingresar para verlo aún bajo las cobijas, se veía como un ángel que no mataba ni una mosca, abrí las ventas para poder acercarme moviéndolo un poco, espero no se enoje— señor, es hora de despertar.

—No quiero, más bien, duerme conmigo Keyla —la toma de la mano y de un tirón, termina recostando a la chica en la cama evitando que se levante al tenerla abrazada.

—me asuste por aquella acción sorpresiva que intente levantarme de sus grandes brazos, lo cual no era posible—. S... Señor Harold...

—el contrario termina poniendo su cabeza en el cuello de la joven, encajándola de manera perfecta, respirando el aroma de la piel de la chica— hum, hueles muy bien Keyla...

—un sonrojo no demoro en aparecer en mis mejillas de forma inmediata, por lo que con mi mano empecé a mover su rostro tratándolo de separar—. S... Señor, despierte... Despierte que esto es muy incómodo para mí... —trague levemente saliva para acomodar mis lentes al ver que empezaba a abrir sus ojos para fijarlos en los míos. Juro que lo quería besar, lástima que no podía.

—¿Qué ocurre pequeña Keyla? ¿Por qué tan nerviosa? —ríe levemente para pegarle más a él, haciendo que sus músculos se contrajeran y reflejaran más al estar descamisado.

—A... Alguien nos puede ver... Se pueden malinterpretar las cosas, señor... Déjeme levantar, por favor...

—¿Malinterpretar qué? ¿Qué tengo a mi empleada en la cama? —suelta una risita para levantarse tomándole los lentes a su contraria para tirarlos al suelo, dejándolos romper— te ves más interesante sin ellos.

—solo miraba lo que hacía, ya sentía que mis lágrimas estaban a punto de atacarme, le temía, así como me sentía indefensa, su actuar me hizo recordar el cómo era mi padre—. S... Señor... No veo sin ellos...

—Tranquila, Keyla, te tengo algo mejor —camina a su guardarropa para al abrirlo tomar una pequeña caja para en dos zancadas volver donde estaba la chica sentada arrodillándose frente a ella.

—miraba al suelo tratando de tranquilizarme cuando vi que este chico se ponía en cuclillas, no lo quería ver a los ojos, me intimidaba demasiado, era como si su grotesca actitud en ocasiones lo dominaran, y sus pocas actitudes tiernas que había tenido horas antes se esfumaran. Era muy bipolar.

—Mira, este regalo es para ti —abre la pequeña caja dejando ver unos lentes de contacto transparentes— así ya no necesitarás esos molestosos lentes que eran más grandes que tu rostro.

—lo miré y sin decir nada dejé que me los pusiera, cerré mis ojos para acostumbrarme a la nueva sensación, que al abrirlo me sorprendí al ver perfectamente— ¿Cómo sabía mi media? Y ¿Por qué hace esto? No comprendo señor...

—Tengo contactos, además que te ves mucho más bonita así, ahora bien, prepara mi ropa que tengo que irme a duchar, tengo una reunión importante hoy —se levanta del suelo para dirigirse a su baño con una sonrisa en sus labios.

—lo mire algo confundida antes de asentir, me puse en pie para preparar su ropa, la cual la deje bien tendida en la cama para así retirarme a la cocina encontrándome con Gloria, por lo que la salude con una sonrisa leve— buenos días, mi señora.

—¡Oh! Keyla, buenos días —voltea mientras sonreía, pero al verla sin lentes se sorprende un poco— Keyla, ¿tú no usabas lentes? ¿Qué paso?

—asentí levemente mientras tomaba asiento en la barra para verla— si usaba, pero el señor Harold me los rompió, en su lugar me brindo unos lentes de contacto, al menos puedo ver bien, si no estaría tropezándome por todos lados.

—¿Cómo que Harold te rompió los lentes? —comenta la señora Elsa mientras entraba en la cocina para verla con un semblante algo serio por la actitud de su hijo.

—Si señora, hoy cuando lo desperté lo hizo...

—Pero le di unos nuevos lentes de contacto, mira que se ve de maravilla, mucho mejor que con los cuatro ojos —comenta entrando para saludar a su madre con un beso en la mejilla— no hice tanto mal madre.

—Sí que te preocupas, ¿eh? Porque que son raros esos actos de tu parte, Harold —eleva una ceja levemente mientras se cruza de brazos.

—Para que vea madre, no soy tan malo y me preocupo —le guiña para volver con la mujer al comedor en espera del desayuno.

—no entendía nada de lo que pasaba con ellos en ese momento, al ver que Gloria simplemente reía, lo decidí ignorar, supongo que eran cosas de ellos. Después de servir llevé los platos a la mesa para volver con la mujer a la cocina, ambas nos sentamos en la barra para poder desayunar, enterándome de cosas que jamás habían mostrado los Contreras ante el público. 

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