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Segundo extra

Advertencia: este capítulo cuenta con escenas de secuestro y violación. Leer bajo su propio riesgo.

Siempre se ha tratado de escapar, esconderse, sobrevivir lo mejor que se pueda, con escasos recursos y empleando una cautela extrema. Toda su vida era acerca del sigilo, ocultarse y nunca llamar la atención. Era la única forma de continuar viviendo en un mundo así, era de esta manera que se había mantenido con vida.

KyungSoo estaba acostumbrado a camuflarse, a cambiar sus pieles, a ser una presencia sombría, asegurarse que nadie lo viera más de una vez para poder continuar con su camino. Cazaba cuando era necesario, lo hacía en oscuros callejones para despistar los ojos curiosos, luego partía lo más rápido que su cuerpo cargado podía y se escondía por días enteros. Había sido una rutina fácil de seguir, estaba impresa en su cuerpo y en su mente.

Sin embargo, todos esos conocimientos, todas esas experiencias acumuladas con el pasar del tiempo se vieron destruidas cuando sus ojos se posaron sobre ese pequeño cachorro de zorro arrinconado por la guardia imperial. El chiquillo estaba solo, sin un adulto alrededor que lo ayudara y nadie haría absolutamente nada para salvarlo, demasiado temerosos de los soldados como para actuar en su contra.

KyungSoo sabía que tenía a muchas personas esperando por él, que debía llevar este saco de arroz y semillas a la cueva del Bosque del Sur, que JiHyun estaría preocupada, pero este era un pequeño bebé y no había manera en el infierno que KyungSoo lo ignorara cuando claramente necesitaba a alguien. Escondió la comida entre algunos arbustos y apuró el paso. En su carrera tomó una rama gruesa y antes de que pudieran tomar al bebé, la aplastó en las espaldas más cercanas.

El golpe fue duro y sonoro, los quejidos no tardaron en llegar en conjunto con exclamaciones irritadas. KyungSoo se puso en guardia y esperó; de reojo vio al pequeño echarse a correr con todas sus fuerzas y, más adelante, reencontrándose con sus padres. Lanzó un suspiro de alivio que no duró demasiado, porque al segundo siguiente estaba defendiéndose del filo de una espada que viajaba directamente a su pecho.

—¡Tiene magia en su interior, captúrenlo y llévenlo a las jaulas! ¡Rápido!

KyungSoo endureció su expresión y se movió rápidamente, con sus pies ligeros deslizándose sobre la hierba mientras atacaba, esquivaba y huía de las amenazas punzantes en su contra. Estaba haciendo un buen trabajo, algo bastante aceptable tomando en cuenta su debilidad, sin embargo, cuando estaba seguro de que podría escapar y se preparaba para ello, un mareo incómodo y desafortunado lo golpeó de repente, haciéndolo perder el equilibrio y caer al suelo.

Fue capturado de inmediato, sus manos inmovilizadas a su espalda y transportado a las jaulas vacías. Ahí lo encerraron y KyungSoo no pudo hacer más que apretar la mandíbula y maldecir con fuerza en su mente. ¡Gran momento para que sus defensas bajaran! ¡Realmente genial!

—¡Vamos, pongámonos en marcha! Aquí no encontraremos nada más, así que no perdamos tiempo. Trasladémolos a las mazmorras con los demás.

Los ánimos de KyungSoo se desplomaron vertiginosamente al escuchar aquella exclamación y los bramidos posteriores. Su mirada borrosa se posó en la familia de zorros escondida en los arbustos y, sin darse cuenta, cayó totalmente debilitado contra los barrotes de metal.

⋆.ೃ࿔*:・

Cuando despierta nuevamente, KyungSoo se encuentra en una celda demasiado húmeda y demasiado sucia como para ser soportable. El aroma era repugnante, rancio, podrido y le provocaba náuseas. No había luz solar en ninguna parte, tampoco velas que le dijeran qué había a su alrededor. Estaba privado de su sentido de la vista y el resto se había sensibilizado hasta el punto de hacerlo todo hiperrealista y abrumador. KyungSoo incluso podría ser capaz de sentir en su lengua el sabor del agua sucia y contaminada por quién sabía qué tipo de mierda.

Trató de moverse, demasiado incómodo y consciente de la humedad cada vez más grande en su espalda arruinando la túnica vieja y un poco rota, pero el movimiento fue en vano al sentir un tirón firme en sus muñecas y los tobillos, seguido de un tintineo burlón que lo dejó helado.

Por supuesto, cadenas. ¿Cómo podía siquiera imaginar estar sin ellas?

Si bien no eran cadenas de restricción espiritual, el material era muy parecido y le impedía usar la magia. Tenía que poseer una fuerza física impresionante para poder desgarrarlas, y en ese momento, KyungSoo no tenía ni un poco de ella.

Exhaló profundamente y cuando inhaló, lo hizo con cuidado, casi con temor de intoxicarse con el olor putrefacto a su alrededor. A lo lejos consiguió captar algunos susurros bajos que lo alertaron y pusieron al corriente de su situación.

—Te lo digo, creo que he visto su rostro, pero no puedo recordar en dónde.

—Es solo un zorro, obviamente tiene facciones de puto y tú sueles frecuentar prostíbulos, así que es normal que te parezca familiar por ello.

—¡Hey! No seas maldito, te estoy diciendo que he visto esa cara antes y no en un burdel, precisamente. No creo que debamos matarlo de inmediato.

—¿Es así? Pues si tan seguro estás, entonces envía un mensaje al general y espera su respuesta. Y que ni siquiera se pase por tu cabeza hueca meterme en este asunto. Si las cosas no resultan ser como crees, no quiero ganarme reprimendas sin sentido.

—Sí, sí, marica temerosa.

Se desconectó luego de eso.

Entonces lo habían capturado, enviado a las mazmorras y, posiblemente, terminarían asesinándolo en los próximos días.

Genial, realmente genial.

KyungSoo impactó su cabeza contra la pared fría y mojada a su espalda y cerró los ojos. En ese momento pensó en JongIn, en su joven rostro hermoso, en el calor y la seguridad de sus brazos, en la suavidad de sus besos, su fresco aroma a hogar y sus palabras dulces. ¿Qué pensaría él si supiera sobre esta situación? ¿Cómo reaccionaría al enterarse que había pedido la vida por ser un idiota demasiado generoso?

KyungSoo recuerda que su madre solía decirle que nunca debía ser demasiado bueno ni demasiado atento si quería sobrevivir, que tenía que enfrentar el mundo por su propia cuenta porque nadie le extendería una mano para ayudarlo, porque nadie daría nada por él. Ella estaba en parte equivocada y en parte en lo cierto. Al final, fue su corazón quien lo puso en esta situación, él mismo había desobedecido sus reglas esenciales y había saltado directamente al peligro. Por otro lado, había alguien que sabía que podría ayudarlo y se encontraría a su lado en todo momento de ser posible, sin embargo, por gracioso e irónico que fuera, él no estaba ahí y no había manera de que se enterara de su situación.

Finalmente, KyungSoo sabe que solo es demasiado idiota y ahora debe hacerse cargo de sus acciones descuidadas mientras soportaba el dolor y el anhelo de su corazón y su animal espiritual.

Fue en el tercer día de encierro que KyungSoo notó que algo no estaba demasiado bien consigo mismo. Antes no lo había sentido porque estaba demasiado ocupado estando estresado mientras huía y encontraba un lugar seguro para todos, se establecían y comenzaban a construir algunas pequeñas casitas con dificultad, sin embargo, en estos momentos, cuando tenía demasiado tiempo para pensar, es que distingue la pequeñísima sacudida de energía espiritual que fluye y se condensa en su interior.

Era muy débil, apenas un suspiro, pero estaba ahí y, por encima de todo, no le pertenecía a él.

El reconocimiento trajo consigo heladez y pánico absoluto. Y es que no podía estar embarazado, ¡no podía tener un bebé a cuestas en un momento así, joder! ¡¿Cómo demonios iba a cuidar de él si estaba encerrado aquí, sin esperanzas de salir bien parado de todo esto?! Era el bebé de JongIn y el suyo, ¿cómo podía enterarse en este momento?

El conocimiento trajo consigo mucha desesperación, desesperanza y tristeza, y aunque no lo creía posible, sus pensamientos sobre JongIn aumentaron exponencialmente.

Entonces estaban todos estos pensamientos liosos y desordenados en su mente: ¿qué haré? ¿Cómo lo cuidaré? Tengo que escapar de aquí, ¿pero cómo? ¿Por dónde? JongIn no sabe sobre esto, debo comunicarme con él, ¿pero de qué manera, cómo puedo encontrarlo?

KyungSoo no había podido soportar tanta presión y se echó a llorar en medio de esos pisos sucios, podridos y mojados. En su interior, su zorro rasguñó profundamente y su corazón se quebró en mil pedazos.

¿Cómo podía una persona ser tan desafortunada?

Joder. Maldita sea.

Si tan solo no hubiera hecho el amor con JongIn tan descuidadamente, si tan solo hubiera recordado sus días fértiles o le hubiera hablado a JongIn sobre ellos (porque, obviamente, ninguna otra especie espiritual conocía las particularidades de los zorros de nueve colas. Nadie se molestaba en hablar o enseñarle a la gente estas cosas), pero ahí había estado él, feliz y próspero al ser correspondido después de tanto tiempo, recuperando su poder a través de cada encuentro... ¿Por qué no recordó las cosas importantes en su momento, por qué había sido tan descuidado?

La situación no era la adecuada para tener un hijo, KyungSoo no podía tenerlo, cuidarlo o protegerlo como debería hacerlo un buen padre, KyungSoo ni siquiera sabía hasta cuándo duraría su buena suerte para, posteriormente, morir precipitadamente en medio de alguna cacería (ahora sus expectativas se habían ampliado y centrado en esta captura en particular), así que, ¿cómo pudo permitir que esto ocurriera?

—Maldición. Mierda, mierda, mierda —sollozó en voz baja, roto y lamentable apoyado en una esquina de su celda sucia—.

Sus instintos se hicieron cargo de la situación mientras KyungSoo se sentía destrozado e idiota. Calentó su propia energía resguardada y lentamente comenzó a transferirla hacia el pequeño en su interior, nutriéndolo un poco debido a la falta de cuidados y alimentos a los que estaría expuesto durante quién sabía cuánto tiempo. Todo era cuestión de la naturaleza, era un piloto automático que entraría en acción aún sin quererlo, sin que KyungSoo realmente lo notara y, al provenir de una raza tan cuidadosa con los cachorros, el instinto paterno y materno era extremadamente veloz y eficiente.

Sin importar los resultados hacia los padres, los cachorros aún debían mantenerse con vida. Esa era un pensamiento muy arraigado a los suyos y KyungSoo y su zorro no estaban libres de él.

Sorbió por la nariz y se obligó a calmarse. Nada ganaría desesperándose y perdiendo la cabeza. Debía concentrarse y tranquilizarse.

Inhala.

Exhala.

Llevó una de sus manos a su vientre plano e hizo presión. Aún no había zonas endurecidas ni aumento de peso, era como si todo fuera normal, como si no estuviera lleno del bebé de JongIn, pero si ponía atención y se concentraba con todas sus fuerzas, podía sentir como era saludado por la energía propia de la pequeña cosita.

Su corazón dio un vuelco doloroso y sus dientes se aferraron al labio inferior. Su mano se abrió por completo en la zona identificada y la cubrió en su totalidad, protegiéndolo inconscientemente y, joder, lo quería tanto que dolía.

Una lágrima traicionera se deslizó por su mejilla fría y sus labios temblaron débilmente. Qué desafortunado, cuánta mala suerte.

—JongIn... JongIn... Te necesito. Por favor... Ven.

Susurró al vacío, sus palabras quedando aprisionadas en el reducido espacio de la celda. Era inútil llamarlo pero, de alguna forma, consiguió cierto consuelo al mencionar a su compañero en esta situación.

Se quedó con la vaga y falsa sensación de calma y cerró los ojos, esperando un destino desconocido y un futuro desastroso.

⋆.ೃ࿔*:・

Supone que han transcurrido algunos días, KyungSoo no puede asegurarlo debido a sus malos hábitos de sueño y la falta de ventanas, cuando la puerta que llevaba a su celda se abre finalmente y dos figuras aparecen iluminando su camino con una antorcha de luz mágica. Es entonces cuando KyungSoo tiene la oportunidad de echarle un vistazo a todo lo que lo rodea y la imagen que encuentra no lo sorprende demasiado.

La celda era demasiado pequeña, casi claustrofóbica; la humedad continua provenía de una fuga de agua que se deslizaba por las paredes cercanas y se acumulaba en el suelo, el mal olor se debía al cúmulo de desperdicios arrojados en todas partes (no sería imposible la idea de que, de hecho, se tratasen de partes de cuerpos de algunas otras especies que habían quedado atrás luego del continuo maltrato de parte de los guardias). Él se encontraba en medio de toda la porquería, resguardado en la seguridad de una esquina apestosa y mojada, pero que estaba libre de la mayoría de la suciedad que llenaba el lugar.

Pensar que su hijo y del amor de su vida estaba creciendo y formándose en este lugar... KyungSoo quería golpear algo con todas sus fuerzas.

Los guardias que habían llegado eran corpulentos, no del estilo musculoso, sino más bien de aquellos que están pasados de peso y que viven sus vidas bebiendo alcohol en bares y cantinas de mala muerte. Ambos se habían encargado de mantener sus expresiones especialmente crueles y burlonas mientras se acercaban con orgullo, los pechos hinchados y las sonrisas torcidas.

KyungSoo sintió un escalofrío por toda su espalda y los pequeños vellos delgados alzándose en respuesta.

—Bueno, ¿quién iba decirlo? Tenemos un pez gordo en medio de la mierda. No es nada más y nada menos que el puto personal de Kim JongIn, el pequeño escurridizo que soltó nuestras presas en el bosque del emperador —el tipo lanzó una carcajada que rebotó por todos lados y KyungSoo lo ignoró por completo, enfocándose en sus extremidades entumecidas—. Realmente tienes una suerte particular; luego de liberar a todos esos hijos de puta conseguiste huir, pero ahora has sido atrapado nuevamente, completamente solo y sin poder comunicarte con tu... Amante. Con una falta así, cualquiera pensaría que tu destino sería la muerte; sin embargo, ¡ah! Nuestro joven emperador es tan compasivo y generoso. ¡Te ha liberado de ese cruel destino! ¡Podrás vivir! ¿No es eso maravilloso?

KyungSoo frunció el ceño profundamente y su corazón latió con fuerza contra sus costillas. Esto, lejos de alegrarlo, lo había llenado con un gran sentimiento de sospecha y frialdad que invadió todas las células de su cuerpo y corrió con desorden por su torrente sanguíneo.

Ciertamente, KyungSoo se estaba preparando mentalmente para asumir la pena de muerte y un posible fusilamiento público, así que ahora, al saber que lo habían despojado del castigo máximo, lo había dejado completamente en el aire, temeroso mientras esperaba algo muchísimo peor que morir en completa soledad y con un bebé a cuestas.

El guardia se acercó a él y se apoyó en los barrotes. Su cara sonrojada y grasosa resultaba ser desagradable, además, las gotas de vino y saliva sobre su barba descuidada lo hacía especialmente asqueroso, pero no fue eso lo que inquietó profundamente a KyungSoo, de hecho, se trató de su mirada lujuriosa recorriendo su cuerpo y la forma que había lamido sus labios un momento después. 

—Ahora, en vez de desperdiciarte y volver mierda tu cuerpo, trabajarás activamente para complacer a las líneas de captura y defensa imperial, ¿qué te parece? Es una solución muy, muy rentable. Desplegarás tus conocimientos de puto en nosotros y vivirás por un tiempo más, ¿no es maravilloso?

Entonces era eso. Por supuesto, ¿cuál era la mejor manera de dañar a un inmortal? Lastimar y humillar a su familia, pero, por encima de todas las cosas, a sus almas gemelas. En estos momentos JongIn era un punto de ataque importante para las líneas enemigas. Venía de una gran familia, tenía poderes y habilidades numerosos y estaba envuelto en la primera fila de la rebelión; ciertamente el emperador querría lastimar profundamente a una personalidad de esta categoría e importancia.

JongIn era la esperanza de los pueblerinos, y si él les arrebataba esta esperanza, la gente pobre no tendría más remedio que amoldarse a la situación y obedecer a base de temor e incertidumbre.

Realmente era tan cruel y maligno. KyungSoo no tenía manera de escapar de esto, era demasiado débil y estaba solo. No podría hacer nada más que mirar mientras lo reducían a un cuerpo para dominar, mientras él tenía a su bebé en su vientre.

¿Qué sería de él? ¿Cómo podía aceptar que esa pequeña criatura tuviera que pasar por esto? ¡¿Cómo, maldita sea?!

—¡Cállate! ¡Tú y la mierda de tu emperador se quemarán en el infierno. Arderán ahí por toda la eternidad y quién los llevará directamente a ese lugar será JongIn, así que mátame! ¡Mátame! ¡No hay necesidad de mantenerme con vida, porque si lo hacen encontraré una manera de asesinarlos a todos y escapar de aquí! —gritó con todas sus fuerzas, presa del terror y la indignación, de la impotencia, y el calor llenó sus ojos cuando una nueva ola de carcajadas llenó la estancia—.

Tenía miedo. Por primera vez, KyungSoo tenía tanto miedo.

—¿Vas a escapar? ¿Vas a huir? ¿Cómo lo harás, exactamente? No tienes fuerzas, tu poder espiritual es escaso y estarás encadenado en todo momento. ¿A qué habría que temer? ¿A tu Kim? Él no lo sabrá hasta el final, cuando lo encontremos y sea demasiado problemático como para mantenerlo a raya. Matarte no tiene sentido, te estaríamos dando un escape y esa no es realmente una opción —KyungSoo tembló violentamente y las cadenas tintinearon en la oscuridad. El guardia rodeó uno de los barrotes con su amplia y gorda mano y acercó su cara lo máximo posible—. No deberías quejarte, estamos dándote un trabajo aceptable dada tu naturaleza. Eres un puto de nacimiento y morirás como tal: con un pene en el culo y las piernas abiertas. ¿No es eso razonable?

KyungSoo cerró los ojos con fuerza y se apretó aún más contra la esquina de la celda. Sus túnicas se empaparon y su cabello fue un lío desastroso contra su espalda y la piedra fría. Entonces la celda se abrió con un tintineo de llaves y KyungSoo se sacudió violentamente, sintiendo un miedo líquido que quemaba su estómago y su corazón y lo sumía en la más profunda de las desesperaciones.

Gritó cuando sintió una mano rodeando su tobillo y dio una patada con su pierna libre. El golpe impactó algo con un '¡Pafft!' y un segundo después recibió un puñetazo en el rostro como castigo.

—¡Ah! ¡Déjame, no me toques, no te atrevas a tocarme, suéltame. No, no, basta!

—¡Cállate, maldito zorro! Iba a ser gentil contigo para comenzar, pero te volviste una perra, así que tendrás que soportar las consecuencias.

KyungSoo fue tirado sobre el suelo sucio y mojado, sus túnicas rasgadas y sus piernas desnudas y temblorosas abiertas a la fuerza. Trató de asertar alguna posible patada, pero no tardó en ser inmovilizado con brutalidad, un peso desbordante sobre su débil cuerpo y un aliento asqueroso sobre su cuello.

—Prepárate, porque este va a ser el comienzo de tu fin —susurró en su oído y KyungSoo gritó y lloró con todas sus fuerzas cuando la penetración llegó, ardiendo y doliendo como nunca nada lo había hecho antes—.

En su mente deshecha, KyungSoo pensó en JongIn, en su bebé y en el anhelo de la libertad.

⋆.ೃ࿔*:・

Había perdido la capacidad de medir el tiempo. Las horas, los días, los meses y años, todo daba igual. A KyungSoo no le importaba en lo más mínimo.

Su vientre había comenzado a abultarse repentinamente desde que fue consciente de su estado. Fue fácil para sus perpetradores notar lo que ocurría, después de todo, KyungSoo no estaba siendo bien alimentado y no había manera que su abdomen creciera de un día para otro. KyungSoo había pensado que eso sería suficiente razón para hacerlo a un lado y deshacerse de él, pero, de hecho, fue todo lo contrario.

Entonces ya no venían para abusar su cuerpo y mancillarlo, ahora también lo buscaban solo para profanar el lugar donde crecía el "hijo bastardo del maldito Kim JongIn". Incluso había habido una orden expresa para mantener al bebé con vida y asegurarse de que fuera obligado a comer para que no muriera de hambre.

El castigo fue aún más terrible, doloroso e insoportable.

Lo trasladaron a otro lugar. Era un poco más limpio y tenía la imitación de una ventana de barrotes, una cama, un hoyo para hacer sus necesidades y una bañera (prontamente descubrió que era muy parecido a las habitaciones de los burdeles de la zona media de la capital). Ahí recibiría una ridícula cantidad de hombres y mujeres que lo abusarían sin dudas ni compasión hasta dejarlo roto, dolorido y sin vida sobre la cama. Alguien llegaría entonces, lo bañaría, le cambiaría las sábanas a la cama y lo acostaría sobre el colchón, completamente desnudo, esperando a que llegara el día siguiente para afrontar la misma rutina.

KyungSoo no entendía por qué seguía viviendo.

Mientras maltrataban su cuerpo, le mordían la piel dolorosamente y lo apretaban, KyungSoo miraría el techo sin un rastro de vida en sus ojos húmedos. Sentía jadeos en su cuello, su boca era violentada, sus pezones pellizcados, su entrada extremadamente sensible, sangrante ante cualquier mínimo roce, dolorosa. El inevitable asqueo posterior lo empeoraba todo: las esencias una sobre otra, el sudor cubriendo su piel, la saliva... KyungSoo desearía desesperadamente haber muerto.

—Aah, aah, eres tan buena, una puta tan buena y complaciente... Aaah, me encantas, me encanta tu culo, me fascinas.

Una lágrima se escapó de la esquina de su ojo y apretó los párpados cerrados cuando sintió una bofetada que quemó su muslo delgado y frágil.

Tanto cuidarse, tanta protección, tanto sigilo... Se había guardado para su primer y único amor, tenía la intención de hacer el amor con una sola persona para toda su vida, y ahora tenía que soportar esto: las palabras asquerosas, los toques indeseados, los golpes. ¿Por qué tenía que ocurrir algo así? ¿Por qué tenía que pasar por todo esto? ¿Por qué era tan malditamente blando?

Y este bebé suyo, este bebé suyo que estaba siendo ensuciado en el cuerpo ultrajado de su padre, este bebé que no tenía por qué crecer y formarse en medio de este caos, este bebé que sufriría. ¿Por qué tenía que permitirlo? ¿Por qué no acababa con todo esto de una vez? ¿Por qué seguía haciéndolo sufrir aún antes de nacer?

Era un padre tan malo, tan malo y desastroso. No lo merecía. KyungSoo no merecía a JongIn, ni a su hijo, no merecía absolutamente nada.

Era solo un prostituto, ¿cierto? Para eso había nacido, esa era su naturaleza.

—Qué puta tan buena... Hmm... Qué buena.

Una puta.

Una persona que vende su cuerpo, que se pone un precio a sí misma, que elige esto por alguna necesidad o por la facilidad del trabajo, por conseguir dinero fácil y rápido. ¿KyungSoo era eso?

No.

No.

KyungSoo no había elegido esto, KyungSoo no era un objeto, él nunca deseó ser maltratado ni usado una y otra vez. Él nunca había tenido sexo antes, él nunca quiso depender únicamente de su espíritu sexual para sobrevivir, ni siquiera cuando era joven y necesitaba vivir de alguna manera. Lo habían obligado a esto, lo habían reducido a nada. Él no tenía la culpa, él no había nacido así, entonces, ¿por qué tenía que culparse a sí mismo? ¿Por qué? ¡¿Por qué, maldita sea?!

Estas preguntas provocaron lo más parecido a un despertar para él. Reaccionó rápidamente con una patada y un mordisco al cuello del tipo de turno, fue nada más que instintivo y el grito de dolor del hombre resultó ser bastante satisfactorio mientras duró, sin embargo, el deleite no se explayó. Recibió una bofetada dolorosa y un tirón de pelo que estiró su cuello de una forma inhumana. Su garganta dolía, su rostro ardía y su cuerpo se sacudió, tratando de patear, de rasguñar, de hacer algo. Solo tenía que defenderse, tenía que negarse, porque él no era un jodido prostituto ni tenía un precio en su frente. Nadie tenía derecho a hacerle esto.

—¡Quédate quieto, maldita sea! ¡Estás arruinando todo, solo quédate quieto y toma mi polla de una vez! Jodida mierda, ¡que te quedes quieto! —otro golpe, otro más, un puñetazo en sus costillas, una embestida sumamente fuerte, descuidada y dolorosa y KyungSoo no se detuvo en su lucha ni un segundo—.

La sangre corrió por su boca, heridas rompieron su piel casi traslúcida y sus músculos se quejaron al recibir golpe tras golpe, puño tras puño. No había un solo lugar sin violentar, los cardenales adornaban su cuerpo y nuevos moretones comenzaban a florecer. En un arrebato desesperado, KyungSoo dejó de defender su cuerpo y arrojó toda su energía espiritual hacia el bebé, cubriéndolo por completo para evitar que sufriera algún daño, por ende, los impactos dolieron aún más y más sangre llegó a salpicarlo todo.

Aún así, a pesar del dolor abrumador, KyungSoo se sintió genuinamente feliz cuando el hijo de puta salió de su cuerpo y tomó sus túnica del suelo para vestirse, totalmente fastidiado y disgustado. Lo escupió en el rostro una vez y soltó entre dientes algunas quejas mientras se ponía en marcha fuera de la habitación.

—Maldita perra. Qué desafortunado será el jodido imbécil que vendrá después de mí.

KyungSoo tenía problemas para respirar y se le dificultaba abrir el ojo derecho, que palpitaba fuertemente a su ritmo cardíaco. Estaba completamente indefenso e inmóvil en la cama mojada y asquerosa, pero en su pecho nació un vago sentimiento de felicidad. Había dolido, pero consiguió que se detuviera. Su bebé aún estaba bien y había recuperado un poco de estabilidad mental.

Cualquiera lo vería como algo estúpido, pero para KyungSoo era un gran logro y fue inevitable llorar de alivio. Iba a disfrutar de esta pequeña victoria hasta que el siguiente apareciera. KyungSoo saborearía un poco de satisfacción luego de mucho tiempo.

La persona que apareció un tiempo después era alguien que nunca había visto en todo el tiempo que tenía ahí encerrado. Era una mujer, y KyungSoo casi se sintió aliviado al descubrirlo (las mujeres eran igual de mierdas que los hombres, pero no eran tan violentas y podría soportarlo mejor). Ella estaba vestida con una armadura brillante y bien pulida, su largo y negro cabello se hallaba bien sujeto en un moño apretado y sus rasgos eran elegantes, muy hermosos, sin embargo, estaban estropeados por el ceño fruncido profundo que portaba permanentemente.

Sus ojos de halcón se detuvieron sobre su rostro de inmediato; cerró la puerta detrás de ella y se acercó lentamente hacia él.

Pat. Pat. Pat.

El sonido de sus botas retumbó en sus oídos y el corazón de KyungSoo latió al mismo ritmo, conteniendo el aliento mientras ella se detenía junto a la cama sin hacer ni decir nada. Lo miró por un largo tiempo de forma ininterrumpida, observó su rostro con fijeza, cada detalle de él, bajó por su cuello, por su pecho, se detuvo en su abdomen y sus ojos no se movieron de ahí.

KyungSoo se sintió terriblemente nervioso; tenía el deseo de huir cuanto antes, ¿pero cómo lo haría? Estaba débil y herido y no había manera de desatar las cadenas que lo mantenían apresado, así que estaba a su completa merced.

Todo lo que ella quisiera hacerle, lo haría sin problemas ni interrupciones.

Dio un paso más, luego otro, otro más y abrió su palma antes de colocarla sobre su vientre. Ahí se detuvo un momento, hasta que un suave resplandor azulado iluminó su mano y su piel y traspasó su cuerpo hasta llegar a su hijo.

—¿Qué haces? ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Detente, detente ahora mismo! ¡Déjame, déjalo en paz! ¡No me toques! —exclamó horrorizado, pero ella no lo escuchó y continuó arrojando más de esa luz azul a su vientre, directamente sobre el cachorro—.

—Será mejor que te calles y te calmes, ¿me escuchas? No estoy haciendo nada —fue lo que dijo ella, ruda y fuerte y KyungSoo se obligó a mantener la calma, a respirar una vez más y sentir, pensar—.

Descubrió entonces que lo que la mujer estaba haciendo era nutrir al bebé. Estaba transfiriendo su propio poder espiritual para sanar cualquier herida y reparar cualquier daño externo o interno que pudiera tener. La calidez se extendió por todo su cuerpo y fue capaz de sanar la costilla que se había roto ante los golpes anteriores; su pulmón pudo expandirse nuevamente sin dolor y KyungSoo gimió con alivio, cerrando los ojos al sentir la nueva comodidad.

Ella no hizo nada para mejorar sus heridas externas y disimular los hematomas en su piel, pero KyungSoo no lo necesitaba. Con lo que había hecho en el interior de su cuerpo era más que suficiente.

Retiró su mano algunos minutos después y luego se sentó en una silla cercana, sus brazos cruzados con fuerza y sus cejas aún más fruncidas que antes. KyungSoo la miraba con expectación, sin saber qué podría venir a continuación. Y es que esto era algo nuevo para él; claramente pertenecía a la guardia imperial y ellos solo llegaban aquí para tomar su cuerpo y maltratarlo sin detenerse para mirarlo. No lo entendía, sin embargo, no se atrevió a preguntar, temeroso de tambalear aún más el frágil estado de ánimo.

Al final, no fue necesario decir nada. Ella misma tomó la palabra y las riendas de la situación.

—Escucha bien. No estoy aquí para tomar lo poco que tu frágil cuerpo tiene para ofrecer, tampoco para golpearte y, definitivamente, no seré tu amiga, pero creo que lo que están haciendo contigo es una completa mierda con la que no estoy de acuerdo.

—Yo...

—Silencio —lo calló de inmediato y KyungSoo obedeció—. Pon atención. No puedo ayudarte a salir de aquí, no puedo impedir que te tomen o torturen como les plazca, así que no pongas esperanzas o esperes algo fantástico y maravilloso de mí porque te decepcionarás. Ellos seguirán viniendo, seguirán tocándote, golpeándote y abusándote, es inevitable, sin embargo —Kyungsoo la miró atentamente—... Las cadenas que te mantienen sujeto no impiden la absorción de energía espiritual. Haz uso de esta información y aprovecha las circunstancias, ponlas a tu favor y haz lo que creas que debas hacer después.

KyungSoo lo sabía, lo había descubierto cuando ella le transfirió esa ola de poder y él mismo lo había llegado a imaginar antes, pero había sido una opción que no había querido tomar, demasiado asqueado por la energía sexual de sus atacantes como para atreverse a usarla. Sacar provecho de una situación así... El pensamiento lo había repugnado.

Ella pareció notar el tormento en su mirada, porque dio una palmada sonora que lo trajo de vuelta al presente. KyungSoo volvió a mirarla y ella mostró una indiferencia helada, como si no quisiera comprometerse ni acercarse demasiado a él.

—No voy a sermonearte ni insistir. Es tu problema tomarlo o no, pero si lo haces, serás capaz de ver por él y tendrás una oportunidad al alcance de tus manos, si no, bueno, podrás acomodarte y morir aquí en un par de meses de una forma realmente asquerosa y vergonzosa para cualquier ser vivo.

Con "él" se estaba refiriendo al bebé y KyungSoo se vio encerrado entre la espada y la pared.

La mujer no estuvo mucho tiempo ahí. Se aseguró de estar dentro de la habitación el suficiente tiempo como para hacer creer que había mantenido relaciones sexuales con él y luego se puso de pie, ondeó su largo cabello y se retiró sin decir una palabra, tan repentinamente como había llegado. La diferencia entre ambas situaciones fue que, mientras KyungSoo se había encontrado totalmente roto y vulnerable al inicio, cuando ella dejó la alcoba y cerró la puerta detrás de su espalda nació en él una ráfaga de algo que había perdido hace un tiempo.

Esperanza y fortaleza.

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