Primer problema; un título para la eternidad
KyungSoo se levantó antes de que el sol saliera e iluminara todo el pueblo.
Era parte de su rutina diaria despertar en la madrugada, cambiar de forma a su imagen más débil y correr por algunas horas en las profundidades del bosque, tal vez cazaría un par de presas espirituales que le obsequiarían un plus de energía vital a su zorro, y luego volvería para meditar.
Debido a su mala fama, cambiar era extremadamente peligroso para un zorro de nueve colas. La caza de su especie es una práctica que se ha remontado desde los inicios de los tiempos y que, a pesar de los años transcurridos desde entonces, no se ha eliminado; aún así, sus necesidades siguen siendo primordiales y no transformarse es imposible, al menos si quería conservar su conciencia y capacidad para racionalizar. Entonces, al igual que sus iguales y antepasados, decidió que debía iniciar con sus deberes espirituales antes de que la vida misma dé inicio en la sociedad.
Hoy no fue la excepción.
Se desvistió y colocó sus túnicas cuidadosamente dobladas en la esquina de la cama, luego estiró su espalda para desperezarse y, finalmente y completamente desnudo, se sentó en el suelo en posición de loto. Con los ojos cerrados, convocó el cambio y un haz de luz rojizo lo cubrió por completo, sacudiendo el cabello largo y sujeto en una coleta baja y mutando su cuerpo, disminuyendo el tamaño de sus huesos y exteriorizando sus numerosas colas esponjosas. Entonces la figura humana se perdió entre pelo suave, negro y esponjoso y todo pareció agrandarse al comparar su pequeño tamaño con las cosas que llenaban su habitación.
Se sacudió un poco para desligarse de la pereza persistente y luego dio un salto ágil directamente a la ventana abierta. Así, dando saltos veloces, descendió hasta el suelo y corrió hacia el bosque que rodeaba el pueblo. Rodeado de árboles, arbustos y hierva húmeda y suave, KyungSoo se sintió libre, como en casa. Llenó sus pequeños pulmones con el aroma a rocío y vida, se sacudió con felicidad cuando sus pequeñas patas se hundieron en la tierra y emitió un suave ruido complacido al hallar un campo de flores, donde se dedicó a juguetear y revolcarse como si se tratase de una cría.
Se llenó del olor dulce de las flores silvestres, rodó en la cama suave y mojada bajo su pequeño cuerpo y estornudó cuando el excesivo polen sacudió su nariz. Luego se quedó muy quieto, recostado sobre pétalos y hierva, se dedicó a mirar el cielo oscuro comenzando a volver a la vida. Sus colas se movieron de lado a lado, con calma, en el mismo estado de ánimo que su dueño, y KyungSoo creyó que ahí, rodeado del silencio de la madrugada y bañado en el rocío mañanero, podría imaginar que para él todo estaba en paz, que podría vivir plenamente y en completa armonía con el resto de las especies espirituales del mundo no humano.
Ahí, KyungSoo casi podía tener una ilusión de lo que podría ser y no era, de lo que podría tener y no tenía. De quién podría ser y quien no era.
Pasados los minutos y hallándose demasiado relajado y tranquilo como para animarse a cazar o moverse, KyungSoo se tensó al escuchar el ruido de suaves pasos rompiendo la hierba a algunos metros de distancia. Se incorporó de inmediato, su cuerpo alerta sacudiéndose con una pizca de temor que reprimió en lo más profundo de su ser y su pelo se erizó completamente, tratando de mostrarse intimidante aún cuando su animal espiritual era una bola tierna y adorable por naturaleza.
Estaba agazapado, a punto de saltar sobre el desconocido, cuando su nariz captó el aroma de bosque y menta y todo su cuerpo entró en un estado de paz inmediato. Su pelaje volvió a pegarse a su cuerpo menudo y agraciado y sus orejas se alzaron en punta, curiosas. Se sentó sobre su trasero, sus colas sacudiéndose con entusiasmo, y un pequeño ruidito escapó de su pequeño hocico. JongIn se dejó ver entre dos gruesos troncos de árboles, igual de prístino e inmaculado como debía esperarse de él y con una vaporosa túnica de color jade acariciándole la piel aceitunada. Sus ojos resplandecieron al verlo entre las flores y una sonrisa pinchó sus labios gruesos mientras se arrodillaba cerca de él y extendía una mano, invitándolo a reunirse a su lado.
KyungSoo sacudió sus colas con entusiasmo y trotó en su dirección, las orejas bien erguidas y la nariz bebiendo de su olor. Chocó su cabeza minúscula contra la enorme palma de JongIn y se frotó en ella, impregnando al inmortal con su propia esencia y deleitándose con el calor agradable y natural que desprendía su cuerpo. JongIn correspondió las caricias y sus dedos se pasearon por el pelaje de su frente, rascaron la zona tras las orejas y le recorrieron la espalda. De forma vergonzosa, y completamente involuntaria, KyungSoo dejó caer la parte superior de su cuerpo y sus colas subieron con sumisión, una clara invitación a la indecencia y el nulo decoro.
Rápidamente se recompuso y se sacudió, luego mordió los dedos de JongIn, reclamándole de alguna forma por ser tan atrevido con su cuerpo (JongIn se había sonrojado y disculpado profundamente por su atrevimiento y desconocimiento), y, finalmente, se acurrucó junto a la pierna cruzada del inmortal, recibiendo de vez en cuando alguna caricia en la zona segura de su cabeza y tras las orejas.
—No sabía que la forma de un zorro de nueve colas era tan pequeña. Los imaginaba más grandes y amenazantes... Como un zorro del mundo humano.
KyungSoo soltó lo más parecido a un resoplido y JongIn sonrió en respuesta.
—¿Tu imagen es de esta manera para poder causar ternura y adoración?
KyungSoo cabeceó.
De cierta forma, podría decirse que sí. Debido a la caza, los zorros de nueve colas evolucionaron y su imagen se volvió ligeramente diferente. Donde antes había dientes feroces y enormes, ahora se exponían colmillos punzantes ocultos en el hocico, como cualquier otro animal; donde las orejas eran pequeñas y siempre alertas, ahora el tamaño era más grande y habían motitas de pelo en el inicio de estas para hacerlas ver más esponjosas; su tamaño también había cambiado. Antes, los zorros de nueve colas fácilmente podrían medir lo mismo que los lobos comunes, ahora oscilaban entre los treinta centímetros a los cuarenta centímetros (quienes tenían más suerte. KyungSoo medía treinta y cinco centímetros, estaba perfectamente equilibrado). Por no hablar de la espesa capa de pelo suave y brillante y los ojos grandes y relucientes. Todo esto combinado, los volvían una de las criaturas más bellas del mundo espiritual.
Podría ser un elogio si los demás no volvieran esto también en su contra y reclamaran que, de hecho, era parte de su naturaleza hechicera y deshonesta y que buscaban encantar a las personas a través de la ternura si la sensualidad y la lujuria fallaban, cuando, en realidad, era nada más que un método de supervivencia.
No le dijo nada de esto a JongIn, porque para hablar con él necesitaría cambiar de forma (y no había nada en el jodido mundo que lo hiciera mostrarse desnudo frente a este niño. KyungSoo aún tenía principios), pero JongIn tampoco insistió en el tema. Eso era algo agradable de él, sabía cuando no debía insistir. Aún así, JongIn se permitió soltar un último comentario al respecto.
—De todas formas, el joven maestro es muy bonito.
KyungSoo cerró los ojos y, de tratarse de un felino, seguramente estaría ronroneando.
(Cree que hace algo parecido, de todas formas, no es algo que aceptará nunca).
⋆.ೃ࿔*:・
Se despierta cuando sus oídos captan el canto de las aves al despuntar el sol.
Se estira con exageración en su lugar cálido en el suelo y luego comienza a lamer sus patas y su pelaje, adormilado. No era una costumbre que KyungSoo tomara siestas en su forma espiritual, sin embargo, estar lleno con la calidez y la presencia segura de JongIn había desactivado su modo alerta y le había permitido bajar la guardia por un tiempo. Confiaba en el niño, así que podría permitírselo.
Tal como se había encontrado antes de dormir, JongIn continuaba sentado a su lado con las piernas cruzadas y la espalda recta. Lo miraba con una pequeña sonrisa, recibiéndolo de nuevo en este mundo luego de algún tiempo vagando en la inconsciencia; KyungSoo lamió la mano que se acercó a él y JongIn dejó un toque juguetón en la punta de su fría y húmeda nariz.
—Me alegra que haya despertado ya, joven maestro. Debo volver a la posada para poder hablar con la posadera antes de que se haga más tarde. ¿Viene conmigo?
KyungSoo gruñó y permitió que JongIn lo tomara en sus manos y lo manejara fuera del bosque. Oculto en sus palmas y cubierto con los bordes de sus mangas, KyungSoo pasó desapercibido con facilidad. Nadie se detenía por demasiado tiempo para ver a JongIn, además (la gente tenía miedo de ser irrespetuosa y sus miradas tendían a agacharse y huir cuando JongIn transitaba cerca de ellos), así que nadie reparó en la pequeña bola de pelos negra hecha un ovillo entre las telas sedosas de su ropa.
Al llegar a la posada, JongIn fue extremadamente cuidadoso. La posadera, Julia, se había acercado con una sonrisa brillante y los ojos luminosos, como quien ve a un Dios Celestial; JongIn lo ocultó dentro de sus mangas y formó una ligera reverencia para ella.
—Buenos días. ¿Podría preparar el desayuno para mi amigo y para mí, por favor? Mientras comemos estaré encantado de escucharla.
—Por supuesto, joven amo. En un momento acomodaré una mesa. ¿Quiere que envíe a alguien a despertar al joven maestro?
—No será necesario. Lo haré yo mismo.
No prolongaron el tiempo de reunión. Ambos se despidieron con un breve asentimiento y JongIn se dirigió hacia las escaleras. KyungSoo sacó su cabeza entre las amplias mangas cuando se encontraron en el pasillo desierto, luego, una vez delante de su puerta, mordisqueó afectuosamente los dedos de JongIn como un agradecimiento cariñoso y saltó al suelo con agilidad. En toda su esplendorosa presencia y altura, JongIn sonrió cálidamente y abrió la puerta para él.
—Ve. Lo esperaré aquí afuera.
KyungSoo no perdió tiempo. Una vez solo, se transformó sin ningún tipo de inconvenientes, sintiéndose más libre y ligero luego de haber dejado salir a su zorro. Se apresuró a lavarse y se colgó una túnica limpia, entonces sus facciones se transformaron por completo, su cabello largo se encogió y onduló y una mirada café cargada con inocencia y juventud fue intercambiada por la burla y astucia constante. Abrió la puerta de nuevo y se encontró con JongIn con una sonrisa.
—Ya estoy listo. Bajemos ahora.
Abajo, Julia les había preparado dos grandes tazones con caldo de res y vegetales, acompañados con congee, salsas y aceite de chile y una jarra de té humeante. Tomaron asiento sin ningún tipo de ceremonias y la mujer se les unió un segundo después de recibir una invitación suave de parte de JongIn.
Su expresión ansiosa se volvió algo compungida; se aferraba nerviosamente a los bordes de su delantal y sus mejillas estaban coloradas. JongIn le sirvió una taza de té y la invitó a hablar.
—Realmente no me molesta mantener una conversación mientras como, así que puede empezar, señora —fue lo que dijo ante su mirada pasmada—.
Julia se recuperó rápido, carraspeó dos veces y comenzó a explicarles:
—Verá, joven amo, desde hace unos cuantos meses, con el despliegue de los oficiales encargados de los impuestos, nuestro pueblo se ha sumido en nada más que desgracias. Siempre hemos sido una comunicad próspera, producimos numerosos productos que exportamos hacia las afueras, teníamos una ola de turistas que pasaban por nuestras tierras y ayudaban con la economía y, a partir de la buena negociación entre todos los comerciantes, éramos capaces de pagar los impuestos que se habían establecido. Luego, con la llegada al trono del joven heredero, todo fue en picada. Los impuestos subieron y las exigencias se hicieron cada vez más duras de seguir.
»Debido a la poca disposición de Su Majestad de mantener los altos niveles de protección hacia las poblaciones inferiores del reino, la inseguridad ha crecido cada vez más en nuestro pueblo y el turismo se ha visto afectado. También, nuestra producción de exportación se vio interrumpida, pues Su Majestad ha seleccionado numerosos productos que se cosechan y elaboran aquí y ha exigido que sean transportados directamente a Palacio debido a la buena calidad de los mismos, dejándonos con poco o nada para ofrecer en el exterior.
—Eso suena como que tu rey es un verdadero hijo de puta.
Escandalizada, Julia formó una expresión temerosa y llena de horror mientras KyungSoo continuaba comiendo, como si su insulto no significara nada para él y, de hecho, no lo hacía. KyungSoo se había desligado por completo del mundo espiritual luego de que este le diera la espalda a su especie, ensuciaron su nombre y continuaron cazando crías de zorros inocentes.
KyungSoo había vivido por demasiado tiempo y había visto demasiadas cosas que esperaba que nadie más viera; estas experiencias lo habían endurecido un poco en los bordes y obligaban a ser aún más cauteloso y sigiloso alrededor de la población. ¿Se metía en los asuntos que no le afectaban, salvaba a algunos chiquillos y ayudaba a los menos favorecidos de vez en cuando? Sí, lo hacía porque, a pesar de todo, no podía hacer oídos sordos cuando alguien que no le había hecho un daño directo lo necesitaba, aún así, se negaba a mantener ciertos comportamientos en la sociedad, primero, porque los suyos nunca formaron parte de ellos, y segundo, porque no le debía nada al emperador y podría expresarse como mejor le viniera en gana.
A pesar de eso, JongIn intercedió por él y salvó esta imagen del escrutinio y desaprobación social.
—Lo siento, mi amigo no pertenece a este reino y, por lo tanto, tiene costumbres diferentes a las nuestras. ¿Puede continuar, por favor?
Esto pareció tranquilizar mínimamente a la mayor, que rápidamente asintió y retomó el hilo de la conversación.
—Aún a pesar de las órdenes de Su Majestad, hicimos lo posible para valernos por nosotros mismos. Los comerciantes bajaron sus precios y nos acomodamos lo mejor que pudimos por un tiempo; sin embargo, cuando el aumento de los impuestos fue establecido, nosotros no supimos qué hacer. A duras penas teníamos dinero suficiente para que nuestras familias subsistieran, ¿cómo podríamos permitirnos pagar aún más? Esto no pareció gustarle a las autoridades y ellos comenzaron a aprovechar su poder ante nosotros.
»Ellos llegan aquí cada mes, piden el total de los impuestos y si no conseguimos el dinero, rompen nuestros puestos de venta y dañan las verduras que con tanto esfuerzo podemos cultivar. El mes pasado invadieron mi posada, rompieron mis mesas y se llevaron el dinero que había guardado para poder pagar los estudios de mi hijo en el exterior. El mes anterior a ese, se llevaron las gallinas de los granjeros y rompieron los huevos que habían puesto, también mataron dos vacas y se hicieron con un pequeño becerro. Ahora, estando en este punto, es muy díficil sobrevivir. Dejamos de ser lo que éramos y quienes éramos y nos limitamos a rezar para que las cosas vayan un poco mejor.
Julia secó las lágrimas que se habían desbordado de sus ojos cafés y sus facciones se arrugaron con impotencia. El agarre en su delantal se apretó aún más y KyungSoo quiso darle algunas palmaditas en la espalda. No lo hizo, sin embargo, y se limitó a terminar de beber su sopa en silencio.
—Joven amo, realmente no podemos pedirle que hable con Su Majestad para que baje los impuestos porque eso sería excesivo, sin embargo, lo único que deseamos es que trate con esos malditos bandidos. Ellos no son la autoridad que necesitamos, nos lastiman, nos roban y perjudican. Dañan y acaban con lo poco que nos queda y nos impiden conseguir el dinero que le debemos al emperador. ¿Cómo lo reunimos si malogran nuestros campos y destrozan nuestros puestos, si no nos protegen y permiten la entrada de grupos de delincuentes que acaban con las visitas de los turistas? ¿Cómo podemos vivir así? Joven amo Kim, sé que tal vez es demasiado, pero si pudiera ayudarnos un poco, si pudiera interceder por nosotros... Esto es algo que le agradeceremos siempre.
Ambos se miraron de reojo mientras Julia se deshacía en sollozos y lamentos que intentaba reprimir con su mano derecha. KyungSoo no se movió de su sitio, pero JongIn limpió sus labios con un pañuelo y acercó su mano para tomar la empuñada de la mujer. Le dio un apretón suave y reconfortante y le brindó una sonrisa que podría calmar incluso al alma más atormentada de los tres reinos.
—Está bien, tranquila. Voy a hacerme cargo de este asunto para que puedan vivir en paz, ¿de acuerdo?
—¡Oh! ¡Gracias a los Dioses Celestiales, muchas gracias! Gracias, gracias.
KyungSoo se mantuvo respetuosamente alejado cuando JongIn se puso de pie y comenzó a consolar a la mayor. Bebió dos tazas de té en silencio cuando JongIn extendió un pañuelo limpio para la mujer y no miró en su dirección cuando, de nuevo, Julia se sumió en reverencias que pronto imitaron los huéspedes que se habían encontrado atentos a ellos.
Fue después de desayunar, cuando ambos se hallaban caminando lado a lado en la calle pobremente transitada, que KyungSoo se permitió hablar nuevamente.
—¿Qué tienes planeado hacer?
JongIn siguió adelante con la mirada al frente, lleno de dignidad y elegancia. Le lanzó una mirada de soslayo y descansó una de sus manos tras su espalda.
—Trataré de hablar con ellos.
KyungSoo cruzo sus brazos tras su nuca y arrojó una sonrisa fácil al exterior.
—No creo que ellos sean del tipo que "habla".
JongIn asintió.
—Entonces recurriré a la fuerza.
—Eso suena mejor, mucho más entretenido, definitivamente.
El pueblo estaba compuesto por una calle más o menos amplia; a cada lado de la misma había numerosos puestos de venta donde se exhibían desde baratijas mal hechas, pero que podrías obtener en medio de juegos que incluso resultarían divertidos, hasta alhajas preciosas y brillantes, bañadas en polvo de hadas o bendecidas por dragones celestiales. Era una lástima que no hubiera nadie que pudiera apreciar esto, el buen trabajo o el entretenimiento fácil. Seguramente no había sido un problema algunos años antes, pero con la nueva directiva en el Palacio y la nueva mano mandataria en el poder, las cosas definitivamente no eran las mismas.
Al final de la calle, cuando las casas acababan y los puestos eran inexistentes, se encontraba construido un amplio edificio de fachada gris y techos oscuros. El jardín bien cuidado, las cercas y el estanque con peces Koi hablaban sobre la buena posición económica de los propietarios, sin embargo, fue la ropa especialmente cara, de aspecto sedoso y hecha a medida la que confirmó sus suposiciones.
Con un sombrero sobre cada cabeza, zapatos negros y medias blancas, los funcionarios del emperador se exponían delante de ellos. Eran ellos los encargados de reunir los impuestos que enviarían a Palacio, también eran quienes habían llenado de miseria las vidas de los lugareños.
KyungSoo ni siquiera se mostró sorprendido al ver las joyas lujosas en los cuellos y muñecas de los hombres, tampoco se indignó al ver su buen vivir mientras las personas del pueblo pasaban trabajo, era algo para lo que se había preparado, era algo que ya había dado por sentado.
JongIn se acercó sin vacilar, un paso por delante de otro, mostrándose calmado, tranquilo e imperturbable. Los recibieron en los inicios del jardín; KyungSoo se encargó de quedarse detrás de JongIn, bajó la mirada, pero se mantuvo especialmente alerta con el resto de sus sentidos perfectamente activados. JongIn se hizo cargo de todo lo demás, desde las formalidades excesivas y asqueantes, hasta tomar la palabra por los dos.
—Buenos días, caballeros. ¿Qué podemos hacer por ustedes? —soltó con una sonrisa quien parecía ser la cabecilla del grupo, un hombre alto, delgado y con una sonrisa que podría resultar mucho más escalofriante que cálida y llena de bienvenida—.
KyungSoo arrugó la nariz al percibir su aroma a podredumbre y peste. Su alma, al igual que su corazón, estaban plenamente corrompidos. No había absolutamente nada salvable en él y eso lo hacía una presencia desagradable.
JongIn, ajeno a su hediondez, realizó una cortés reverencia.
—Buen día. He venido debido a los numerosos inconvenientes que vienen presentándose en el lugar. Tengo entendido que los aldeanos están cada vez más imposibilitados de mantener a sus familias y que ciertos actos vandálicos se han llevado a cabo, impidiéndoles trabajar para poder pagar los impuestos de Su Majestad.
Para JongIn no fue evidente, seguramente ni siquiera podría sentirlo, pero KyungSoo pudo captar cómo el aroma del hombre ante ellos se volvía más rancio y apestoso con la entrada de la furia en su estado de ánimo. Por fuera, la expresión del funcionario era calmada, incluso conservaba una sonrisa firmemente plasmada, pero por dentro, donde creía que estaba seguro y nadie podría descubrirlo, estaba latiendo una peligrosa ferocidad que dejó a KyungSoo en completa alerta.
Con una ceja temblorosa, el hombre se hizo a un lado y extendió una mano para señalar la puerta a sus espaldas.
—Creo que podríamos hablar de esto en privado. ¿Gustan entrar? Prepararé té para todos.
El funcionario, a pesar de su aversión y molestia, tuvo que dar su brazo a torcer. No podía hacer lo que le viniera en gana, no siendo un funcionario de bajo rango comparado con el latente e importante apellido Kim. Aunque JongIn era menor que él, el chico ya tenía un nombre grabado en prestigio y admiración, así que no podía hacer lo que le venía en gana como venía haciendo con los lugareños. Tenía que morderse el trasero y mostrarse servicial en todo momento si quería conservar la cabeza sobre su cuello.
Se adentró en la casa acompañado de JongIn. Los demás funcionarios y guardias cerraron las puertas a sus espaldas y se dispersaron rápidamente bajo la orden del líder de su grupo. Fueron dispuestos algunos cojines para tomar asiento y la mesa del té fue preparada. Pronto hubieron tazas rebosantes en bebida cálida y dulces para acompañarlas. Ni KyungSoo ni JongIn bebieron de él. El líder, exudando pomposidad, tomó su taza y dio un sorbo. Los rasgos juveniles se aflojaron y una sonrisa más natural se asentó en su rostro.
—Ya que nos hemos reunido aquí, debería presentarme. Mi nombre es Hwan JiHoo, soy funcionario desde hace doscientos años y sirvo al emperador desde su ascenso. No soy más que un fiel sirviente de Su Majestad, así que me parece sorprendente que un joven noble como usted se dirija aquí para tratar asuntos tan vergonzosos y de un calibre que no hace justicia a su prestigio.
JongIn fue especialmente implacable al contestar.
—Si hubiese tenido intenciones sinceras y honestas, podría haberme reunido con usted y conocernos en persona en mejores condiciones. Sin embargo, la mayoría de las veces suelen llegar las malas noticias y las injusticias antes que la nobleza de corazón y la pulcritud del ser y el alma; además, nada que afecte negativamente a las personas indefensas puede ser de bajo calibre para alguien que tiene las posibilidades de ayudar.
El olor desagradable se profundizó, y ahora, estando en un cuarto cerrado con ventanas lejanas, el hedor era especialmente insoportable. KyungSoo miró a JiHoo atentamente, siendo consciente de todos sus movimientos y cualquier gesto extra o fuera de lugar que pudiera tener. Dentro de su capa, con un peso significativo, descansaban los talismanes que podría usar en su momento de debilidad si las cosas iban especialmente mal. No se permitió confiarse ni flaquear, el espíritu en su interior había nacido con el sigilo y la vigilancia despiertas, y en este momento, sus sentidos animales estaban dominando la situación.
Al sentirse acorralado, JiHoo agudizó su mirada sobre KyungSoo, sus ojos recorrieron sus facciones lentamente y su sonrisa, que se había mantenido pasmada, comenzó a torcerse de una manera especialmente inquietante. JongIn frunció el ceño y se colocó delante de él para protegerlo de su mirada aguda (cosa innecesaria, pues KyungSoo podía valerse por sí mismo), lo que, de alguna forma, le provocó cierta dulzura y calidez en su corazón.
—Es curioso que el joven amo Kim JongIn, tan conocido por su sentido de justicia y generosidad, el mayor orgullo para su familia y una fuente de inspiración para las generaciones más jóvenes, pasee junto a una de las criaturas más repugnantes, sucias e indignas del mundo espiritual, por no decir que dicha especie es especialmente perseguida por mandato del primer emperador. ¿Cómo se sentirá el pueblo, el imperio y el Clan Kim luego de descubrir que, en realidad, el más joven orgullo de la nación, el hombre más pulcro, puro y noble, está en contra de una de las leyes más importantes de nuestro mundo y ha sucumbido inevitablemente a los encuentros carnales que puede brindarle un vil zorro? —sus ojos empequeñecieron con la llegada de la complacencia y dio un nuevo sorbo a su té, disfrutando de la tensión que ahora reinaba en el cuerpo de JongIn—.
KyungSoo, contra todo pronóstico, rió con energía, ojos cerrados con diversión y mejillas suaves tintadas en rojo. Las risas fueron campanillas que flotaron en el ambiente, combinadas con su hermosa presencia, hacía del acto un espectáculo. Los ojos cafés destellaron en un breve escarlata brillante y los colmillos pequeños y afilados se dejaron ver por un segundo. Ahora que había sido descubierto, no había razón para esconder su naturaleza y, siendo consciente del mal rato que estaba pasando el menor, decidió intervenir.
Desplegó un poco de encanto, se transformó en una cosa cautivadora, llena de largas pestañas rizadas y labios provocativos. Su zorro mostró sus mejores cartas de presentación y encanto y KyungSoo se aseguró de mostrar un poco de la piel desnuda de sus muñecas pálidas. Los ojos del funcionario viajaron naturalmente a la zona y JongIn se puso aún más firme delante de él, con cada músculo duramente tensionado, negándose a girar la cabeza mientras KyungSoo hacía un espectáculo a sus espaldas.
—¿Sabes? Hablas demasiado y lo único que sale de esa boca tuya son sandeces. ¿Quién eres, quién te crees que eres al querer chantajear a un joven maestro de la talla del joven amo Kim? ¿De verdad piensas que tú, un sirviente del emperador y una escoria en el pueblo donde trabajas, podrás ensuciar la larga trayectoria imposiblemente impecable de él? ¿Quién te creería, quién te apoyaría? Eres un don nadie, no me hagas reír.
A pesar de la dulzura en su voz, sus palabras agudas y letales viajaron directamente al orgullo del tipo. Su rostro, anteriormente interesado en su despliegue de sensualidad, se distorsionó graciosamente y toda aquella burla y sentimiento de superioridad fue fácilmente opacado por la cruda realidad.
JiHoo apretó los puños con fuerza, la mandíbula tensionada mientras las venas de su rostro saltaban a la vista. KyungSoo soltó una falsa risita tras su mano y JongIn se permitió relajarse ligeramente. No se movió de su sitio, sin embargo, y se mantuvo en el frente por los dos.
—Ya que no puede negar las acusaciones en su contra, me veré en la necesidad de pedirle que devuelva el dinero y las joyas que ha robado del pueblo junto a su séquito, dejen en paz a los aldeanos y les permitan trabajar, cosechar y atender sus necesidades básicas. Además, no puedo evitar ordenarles que se vayan de aquí y regresen a sus hogares o a Palacio lo más pronto posible, de ser necesario, hoy mismo.
JiHoo dio una fuerte palmada en la mesa de madera y las tazas temblaron, el té se derramó y el plato lleno de dulces bailó y se astilló. Se levantó de un salto, ahora con su máscara arruinada por la irreparable presencia de la ira burbujeando en su corazón y exclamó con el rostro feamente enrojecido:
—¡¿Quién crees que eres para venir a darme órdenes a mí, un funcionario directo del emperador, siendo tú un sucio hombre manchado por la lujuria que se postra con otro hombre?! ¡No tienes poder para ordenar aquí!
—De hecho, lo tiene —intervino KyungSoo con saña, mirándose las uñas rojas y luego observándolo burlonamente por encima de sus pestañas—. El joven amo Kim tiene mucho más poder que un oficial, y es muchísimo más influyente que un funcionario, especialmente cuando este es increíblemente abusivo e incompetente. El pueblo lo ama de tal manera que el difunto padre del actual emperador le ha dado el poder de decidir y mandar por encima de ciertos hombres con cargos importantes, ¿cómo es que no puedes saber eso, cuando es lo más básico que deberías estudiar en tu trabajo? ¿No muestra esto aún más incompetencia de tu parte? Creo que, al no mostrar todas las facultades, inteligencia, disposición, virtudes, transparencia y principios que debería tener naturalmente un funcionario, debería ser destituido de su cargo inmerecido, ¿no te parece, joven amo Kim?
—No hay nada más razonable —accedió el menor y KyungSoo pudo notar el momento justo cuando JiHoo perdió los estribos—.
Se levantó de su escondite tras JongIn y sacó de la manga un talismán de fuego; este impactó contra la espada desenvainada de JiHoo y KyungSoo aprovechó el desconcierto del funcionario para acercarse rápidamente y acertar un golpe en su abdomen. La fuerza del impacto lo dejó sin aire, sin embargo, los hombres de JiHoo pronto notaron el jaleo y aparecieron para rodearlos y apuntarlos con sus espadas.
KyungSoo sonrió, sintiendo el cabello de su nuca erizándose, y chocó su espalda contra la de JongIn, cubriéndose y apoyándose de esta manera. JiHoo, que tosía descuidadamente con el rostro colorado, los miró con odio puro mientras se incorporaba con dificultad.
—Tú, maldito zorro, te cazaremos y asesinaremos públicamente.
—Oh, ¿de verdad? Quiero verte intentándolo.
Y entonces la contienda comenzó.
Si bien KyungSoo no tenía todo el poder espiritual al que estaba acostumbrado, aún podía apañárselas bastante bien con sus talismanes y las peleas cuerpo a cuerpo. Él era un buen luchador, no tenía un estilo específico y era bastante audaz, así que resultaba ser un contrincante molesto y difícil de vencer. JongIn, por otro lado, luchaba con la elegancia de su familia; se paseaba con gracia y belleza por todo el salón del té, blandiendo su espada con su empuñadura de diamantes y polvos de hadas mientras parecía danzar sobre sus pies ligeros. Era una imagen bella y agradable, su cabello bailaba con él y el aroma fresco y limpio lo invadía.
Fue un honor compartir una pelea junto al chico.
KyungSoo le pateó las pelotas a un imbécil que tenía la intención de atacar por la espalda a JongIn y este le devolvió el favor al enterrar su espada en el hombro de un hombre que venía por su costado. Finalmente, y sin demasiado esfuerzo (KyungSoo jamás admitirá que, de hecho, la falta de energía le había golpeado y que no era capaz de reprimir los pesados jadeos agotados que escapaban de sus labios), derrotaron a todo el grupo, dejándolos cara a cara con un iracundo JiHoo.
El tipo se aferraba a su espada con fiereza, tenía los dientes apretados y se notaba más pálido al ver la clara desventaja entre ellos. JongIn bajó su espada y, de nuevo, intentó razonar con él.
—Por favor, JiHoo, deja el pueblo y retírate de tus cargos pacíficamente. Es es lo mejor que puedes hacer.
—¡Yo jamás dejaré que un puto zorro y un mocoso mimado digan lo que debo o no hacer! ¡Tú y tus ordenanzas y aires de grandeza me vales mil hectáreas de mierda, Kim JongIn!
JongIn negó con la cabeza y volvió a sujetar con firmeza a su espada. KyungSoo se mantuvo a su lado, completamente alerta, cuidando al niño.
—Supongo que no hay nada más que hacer.
Fue fácil para JongIn desarmarlo. El tipo estaba desesperado y no podía rendir adecuadamente en un enfrentamiento directo con alguien como Kim JongIn. Su espada cayó al piso estrepitosamente y KyungSoo aprovechó el momento para arrojarle un talismán de sujeción y atarlo y amordazarlo duramente para evitar que escapara o hiciera algún truco o hechizo. Lo mantuvo vigilado mientras JongIn redactaba un informe y lo enviaba mágicamente a Palacio; así fue como los hallaron los guardias reales quince minutos después.
KyungSoo se mantuvo al margen mientras JongIn explicaba la situación con sumo detalle y seriedad; expuso sin temor la opresión y el maltrato de los funcionarios hacia el pueblo y explicó el ataque que se había llevado a cabo en su contra. Al mismo tiempo, cuando todos estaban distraídos por las explicaciones del inmortal, KyungSoo se inclinó frente a JiHoo y lo miró directamente a los ojos, con sus irises brillando en un escarlata suave y disimulado.
—No sabes qué soy, ni tampoco quién soy, no hay nada que exponer sobre Kim JongIn, aceptarás la culpa por tus errores y no le darás problemas —susurró en voz baja, especialmente suave y cautivadora. Sus pestañas fueron batidas con maestría y el encantamiento fue completado&.
JiHoo le dio una mirada vacía donde antes había odio, la podredumbre manando de él se redujo considerablemente y en sus ojos no hubo nada más que obediencia instalada por su belleza hipnótica. KyungSoo odiaba usar este método, pero en este caso no era más que necesario. Volvió sobre sus pasos hacia JongIn y le sonrió suavemente cuando hizo contacto visual con él.
La reunión duró algunos minutos más. Los guardias asintieron a sus palabras y se llevaron a la banda de maleantes para que fueran juzgados en el Palacio (ni JongIn ni KyungSoo tenían muchas expectativas al respecto, era obvio que el nuevo emperador era un incompetente, sin embargo, la destitución estaba más que asegurada. JongIn tenía ese poder); así pues, juntos buscaron por toda la casa el dinero robado del pueblo, seleccionaron lo justo para pagar los impuestos y el resto lo llevaron consigo para devolverlo a la gente. KyungSoo también tomó las joyas de JiHoo y las metió en el saco de cosas por devolver. De esta manera abandonaron la casa y regresaron al pueblo.
Mientras caminaban, de nuevo lado a lado porque entre ellos no existían distinciones ni desigualdad, JongIn no pudo evitar mirar a KyungSoo con curiosidad y preguntar en voz baja y calmada:
—¿Qué fue lo que le dijo antes a JiHoon, joven maestro?
KyungSoo simplemente sonrió en respuesta y se encogió de hombros con indiferencia.
—Nada importante, solo me aseguré de que no te causara molestias.
JongIn bajó la mirada al suelo, sin detenerse, y susurró con cierta vergüenza en su tono firme y sincero.
—El joven maestro debería pensar en sí mismo también. Alguien pudo haber visto cuando lo estabas hechizando y eso te traería demasiados problemas de los que incluso yo no podría sacarte.
KyungSoo lo miró de reojo, las manos tras su nuca sirviendo de apoyo para su cuello, y una sonrisa juguetona tirando de sus labios delgados. Lo empujó un poco con su cadera para animarlo luego de ver su aspecto pensativo y llenó el ambiente con una voz entusiasmada y alegre.
—¡Vamos! No sería la primera vez que me meto en líos con los guardias y, definitivamente, no sería la primera vez que escaparía exitosamente de ellos. Soy bastante escurridizo, ¿sabes? También disfruto de un poco de adrenalina. No debes preocuparte por este viejo zorro.
JongIn se detuvo un momento entonces, fijó sus ojos en él, sobre su rostro, sin ánimos de mostrarse divertido o animado. KyungSoo se detuvo a su vez frente a él, redujo la sonrisa que habitaba en su rostro y ladeó un poco el cuello con curiosidad. JongIn mantuvo una de sus manos sobre la empuñadura de su espada y su voz fue firme y determinada al hablar.
—Me preocupo por mi maestro más importante, lo he hecho desde que soy un niño y no es algo que cambiará en el futuro, así que, por favor, no se exponga demasiado y cuide de sí mismo cuando estemos juntos o mientras nos encontremos separados.
KyungSoo abrió los ojos y la boca con sorpresa; de repente, no sabía qué decir al respecto, porque nadie le había pedido algo como aquello. Protegerse era algo que debía hacer sí o sí si quería vivir, sin embargo, nunca había habido alguien que deseara que se cuidara y mantuviera a salvo. ¿Por qué entonces tenía que hacerlo un niño de una gran familia, con un gran, gran futuro que no tenía ningún deber para con él? ¿Y también lo había llamado "maestro"? Era demasiado para procesar.
Por esto, y porque se había sentido fuera de lugar, terminó por reír con cierta torpeza y se rascó la nuca, luego sonrió con suavidad y asintió.
—Claro, yo... Lo haré, ¿bien? Ahora... ¿Desde cuándo soy tu maestro?
Con esto, ambos retomaron el camino nuevamente. Aunque el tema había pasado y cambiado, KyungSoo aún sintió como su corazón latía fuertemente en su pecho y el afecto y cariño circulaba neciamente por todo su cuerpo. Era algo a lo que no estaba acostumbrado, sin embargo, era bueno ignorando ciertas cosas y podía poner en práctica sus conocimientos en estos momentos. Luego, cuando estuviera solo en la frialdad de su habitación, podría seleccionar sus sentimientos, clasificarlos y, si eran problemáticos, descartarlos nuevamente en los confines más cerrados y oscuros de su corazón.
—Siempre lo he he visto como tal. Es el maestro más breve en mi formación, pero me ha dejado la enseñanza más importante y que hasta el día de hoy me ha servido para construir mis principios y ser quién soy: no juzgar a los demás, no menospreciar a las personas por su especie o clase social, no hacer conjeturas apresuradas sobre alguien. Ayudar y apreciar a los demás sin distinción y solo juzgar por el corazón y el peso y moralidad de sus acciones.
Ante esto, KyungSoo pudo dejar de pensar en la maraña de sensaciones indescriptibles que lo invadían y sonrió, muy pequeño y muy disimulado, pero indudablemente orgulloso. Llevó sus manos detrás de su espalda recta y, en ese momento, cuando no estaba bromeando ni intentando seducir a nadie, fue notable su experiencia y sabiduría, la edad que realmente tenía salió a flote.
Fue algo genuinamente admirable, una imagen que JongIn recordaría por muchos años más.
—Entonces, si es así, supongo que debo tomar el puesto, ¿verdad? Kim JongIn, eres mi primer y mejor discípulo, estoy orgulloso de ti y de lo bien que has seguido mis enseñanzas. Por favor, continúa aplicándolas en tu vida, sigue creciendo y, a raíz de ellas, vive sin arrepentimientos.
JongIn esperó durante casi un minuto, el cual utilizó para mirarlo, imaginando su verdadero rostro bajo la máscara falsa que cargaba encima y luego sonrió, asintió y formó una respetuosa reverencia que, definitivamente, movió algo en su interior.
—Lo haré, joven maestro, y lo seguiré llenando de orgullo en el futuro.
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