Determinación de un discípulo
KyungSoo había aprendido a mantenerse aún más alejado de la sociedad espiritual que antes. De repente, no quería saber absolutamente nada de la gente, del emperador, de guardias ni niños necesitados. Estaba cansado, estaba harto y su corazón estaba roto.
Había vagado por los recovecos del mundo, se había escondido en las fisuras más delgadas y pequeñas de la tierra y había dejado de alimentarse correctamente hace mucho tiempo. No era nada más que un ánima de carne y hueso que se deslizaba por una tierra donde no era aceptado, querido ni respetado.
De vez en cuando captaba algún rumor débil que, sin querer, lo mantenían más o menos actualizado sobre la situación en la ciudad. Aparentemente, la caza de zorros de nueve colas había aumentado su potencia y, además, a esta práctica se le había unido el atrapar a las hadas, a las criaturas de luz y a cualquier ser vivo que guardara aunque sea un poco de magia. Los dragones se habían revelado y luchado (KyungSoo podía oír sus rugidos y el batir de sus alas de vez en cuando) como protesta por los derechos de sus iguales, y durante muchos años siguieron en pie, liderando contiendas sin atreverse a retroceder en la lucha por su causa; por otro lado, las criaturas más pequeñas y débiles se habían resguardado en las profundidades de los bosques, habían creado matrices de protección y desvío de energía en numerosos puntos estratégicos de la tierra y, debido a la situación, se habían unido profundamente los unos a los otros.
Así pues, los zorros de nueve colas contaron con el apoyo de las otras especies que comenzaban a sentir el mismo terror y experimentar la mala vida en la que ellos se habían mantenido hundidos por siglos enteros. KyungSoo no participó en estas reuniones ni se incorporó a ningún grupo para ocultarse de la búsqueda de los guardias; una vez enterado del paradero y estado de tío SooJin y los suyos, KyungSoo decidió continuar por su propia cuenta lejos de todo y todos.
Se había establecido en una madriguera demasiado húmeda y demasiado estrecha como para ser cómoda, también se había mantenido en su forma animal (a pesar del peligro) para conservar más energía espiritual y poder desplazarse más fácilmente por los lugares más pequeños del bosque. Cazaba en la noche y dormía cortas siestas a lo largo del día, se bañaba cuando se aseguraba de que no había peligro para salir de la madriguera y repetía el ciclo una y otra vez.
Había vivido de esta manera durante los últimos cincuenta años y comenzaba a hacerse a la idea de que sería así para siempre, por lo que continuar con la rutina dejaba de ser molesto y tedioso y poco a poco se volvió algo natural.
KyungSoo no se atreve a pensar en su antiguo aprendiz ni en recordar su rostro, ni siquiera en los momentos más débiles y tormentosos.
Ese hombre se había convertido en un tabú para él, una existencia prohibida, oculta y dolorosa que no podía traer a colación jamás. No escuchaba nada de su persona, no se atrevía a hacerlo, y secretamente solo esperaba que estuviera a salvo, saludable y feliz.
Esa noche había despertado luego de haberse dormido por veinte minutos ininterrumpidos. Su pequeño cuerpo se había estirado lo mejor que pudo en el reducido espacio y pronto sus orejas se levantaron y su nariz se agitó, buscando alguna esencia fuera de lugar o un sonido descuidado que lo alertara sobre la presencia de alguien en la zona. Al no hallar nada, salió lentamente de la madriguera y asomó su cabecita en la abertura. El bosque era oscuro y callado, no había ruido; los animales se movían con sigilo y temor entre los árboles, los búhos no se atrevían a hacer ningún tipo de ruido. Los grillos ocultos entre la hierba y las hojas eran los únicos que se mantenían lo suficientemente valientes o inconscientes de todo y formaban una suave melodía que ayudaba a que la situación no fuera tan terrible.
KyungSoo salió finalmente de su escondite y silenciosamente comenzó a caminar, en busca de alguna cosa que pudiera comer. Debido a que tanto su lado espiritual como el humano se habían complementado perfectamente con el transcurrir de los años, KyungSoo podía comer frutas y bayas en su figura animal así como carnes crudas y pequeños animales espirituales en su forma humana. No era su situación preferida, pero había dejado de ser tan horrible como lo fue en un inicio.
Con agilidad, KyungSoo trepó por el tronco de un árbol cargado con mangos; aferró sus uñas en la madera y subió, subió y subió con rapidez, sus nueve colas moviéndose de un lado a otro al final de su cuerpo. Saltó sobre una rama cargada con fruta y comenzó a cortar la sujeción y dejarla caer al suelo para poder comer adecuadamente. Cuando lo creyó suficiente, volvió a bajar todo el camino y cayó a tierra firme con gracia y naturalidad; se acercó al dulce y maduro alimento y dio un primer mordisco tentativo. Al no encontrarlo desagradable, comió con más confianza y entusiasmo, feliz por haberse alimentado por fin después de dos días sin comer.
Tan sumido se encontraba en el fruto que devoraba con fervor que no notó el acercamiento de tres hombres sonrientes y maliciosos detrás de él. Y no, no lo culpen, de hecho, los cazadores habían sido lo suficientemente inteligentes como para sellar sus aromas y habían usado sobre sí mismos un hechizo silenciador. KyungSoo no habría tenido oportunidad, y cuando sintió las manos duras y violentas sobre su cuerpo no pudo hacer más que chillar y removerse con sorpresa y temor, tratando de escapar.
KyungSoo sintió su corazón acelerándose violentamente al notar las miradas maliciosas lanzadas en su dirección, y el terror pareció aumentar cuando el dedo de su atacante presionó un punto sobre sí mismo que selló su energía espiritual temporalmente; así, su forma humana fue devuelta y él se encontró desnudo y desprovisto de fuerzas para poder defenderse.
Era la primera vez que esto le ocurría en todos sus años de vida, y era la primera vez en su vida que sentía tanto temor al estar encerrado en los brazos de un hombre.
—Vaya, al parecer atrapamos a uno bueno. A pesar de haber sellado tu energía espiritual, aún puedes ser capaz de removerte y luchar. ¿Qué tan poderoso eres realmente, hum?
—Eso no importa, fíjate bien en esa boca. Es hermosa y podremos divertirnos un poco con ella antes de entregarlo al emperador —susurró el segundo hombre más cercano y su mirada lujuriosa y cargada de intención se posó fijamente en la figura desnuda de KyungSoo—.
Se estremeció completamente cuando la mano de su atacante se cerró alrededor de sus glúteos y gritó cuando una nalgada fuerte y sonora cayó sobre su piel fría.
—Eso suena bien. La verdad es que es bastante lindo y tiene un culo grandioso; seguramente nos servirá por un rato.
—Estoy comenzando a disfrutar mucho de este trabajo. Debería dedicarme a esto toda mi vida.
KyungSoo apretó los dientes y se removió con más fuerza cuando los brazos del hombre se cerraron aún más fuerte sobre sí mismo. Pateó y jadeó al ser tumbado en el suelo y gritó y maldijo cuando sus piernas fueron abiertas de par en par y el cuerpo pesado y musculoso de su captor se coló entre ellas. Una sonora bofetada cayó en su rostro, enrojeciendo e hinchando su piel, y KyungSoo escupió sangre, salpicando de rojo la hierba y parte de su hombro expuesto.
—Cállate, maldito prostituto. No sé cuál es tu desenfreno, después de todo, te dedicas a revolcarte con cuantos hombres te pasen por el frente. Simplemente míralo como un trabajo de rutina.
KyungSoo le escupió la cara en un arranque de ira y su rostro ardió y picó cuando otro golpe fue dejado en su mejilla, más duro y salvaje que el anterior. Volvió a mirarlo, sin embargo, y la tenacidad en sus ojos fue visible en la imagen que reflejaban las pupilas ajenas.
—Voy a matarte, hijo de puta.
El hombre sonrió y se inclinó hacia su rostro, sacó su lengua y la deslizó sobre la piel enrojecida y lastimada y luego se movió hacia su oído.
—Inténtalo.
KyungSoo tembló inevitablemente y cuando estuvo a punto de morder duramente su cuello, el peso y el cuerpo del tipo había abandonado su lugar sobre él. Abrió los ojos con sorpresa y se incorporó rápidamente, solo para ver una túnica blanca ondeando ante los movimientos elegantes y veloces de su dueño. El sonido de la espada cortando el aire llenó sus oídos; "clank, clank", las armas colisionando fueron duras y letales y, finalmente, la sangre bañó el lugar por completo y tres cuerpos cayeron sin vida sobre el suelo.
Todo quedó en silencio luego de eso; su corazón latió con fuerza y dureza contra su pecho y su alma tiró hacia adelante cuando JongIn giró y lo miró directamente después de cincuenta largos años.
Sus labios se movieron temblorosamente con la fresca y cautivadora llegada de la menta y el bosque en sus fosas nasales y sus brazos se movieron ligeramente, queriendo cerrarse alrededor del menor cuando este se inclinó silenciosamente delante de él y se despojó de su túnica exterior para envolverlo suavemente con ella. Se miraron entonces, fija y profundamente, y KyungSoo cerró los ojos cuando la mano grande y amable de JongIn acunó su rostro maltratado con gentileza.
—KyungSoo, ¿estás bien?
Y fue esa pregunta hecha con aquella suave voz la que trajo el calor a sus ojos apretados y lo impulsó hacia la calidez del menor. JongIn lo atrapó con prontitud y lo envolvió en un dulce y afectuoso abrazo, permitiéndole drenar su angustia sobre su hombro firme y ancho. La mano de JongIn se movió sobre su cabello, acariciándolo suavemente como consuelo, y sus labios dejaron dulces besos sobre su coronilla.
De esta manera, KyungSoo abandonó sus preocupaciones y temores y se sumió bajo el agradable abrazo de la inconsciencia.
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Cuando volvió a abrir los ojos, KyungSoo se encontraba tendido sobre una suave y cómoda cama; estaba cubierto por una gruesa manta que conservaba su calor y había sido vestido con una túnica que le quedaba un poco grande, pero que no dejaba a un lado la comodidad y la suavidad sobre su piel. Se incorporó lentamente, tomando un vistazo profundo de todo lo que lo rodeaba, solo para hallar una habitación sencilla y cómoda completamente vacía.
Su mejilla había dejado de doler y al tocarla se encontraba igual de fría al tacto que el resto de su cuerpo. KyungSoo dejó escapar un largo suspiro y entonces la puerta de la habitación se deslizó suavemente. JongIn apareció detrás de ella cargando una bandeja con un tazón humeante; las mangas de su túnica estaban atadas alrededor de sus hombros y axilas y su cabello estaba sujeto en una alta coleta apretada, con su flequillo echado hacia atrás. Era una imagen hermosa y KyungSoo sintió que su aliento le fue arrebatado sin misericordia alguna.
JongIn se acercó lentamente, pasos llenos de gracia y la espalda muy recta, correcto y digno, y colocó la bandeja sobre la superficie de la mesita a su lado, encendió todas las velas con un movimiento de sus dedos y se sentó sobre sus talones frente a su cama. Como esta no era alta en absoluto y JongIn era descomunalmente largo, habían quedado a una altura similar, mirándose a los ojos en silencio.
Finalmente, KyungSoo miró sus manos juntas sobre sus muslos y preguntó en voz baja, temiendo romper la calma que había entre ellos.
—¿Dónde estamos?
—A salvo. Nos encontramos en una de mis propiedades. Nadie vendrá a buscarte aquí —respondió JongIn mansamente y KyungSoo asintió—. ¿Cómo te encuentras?
—Estoy bien —dijo con simpleza y JongIn se tomó un momento más de silencio absoluto antes de volver a hablar—.
—¿Cómo has estado durante estos últimos años?
Esta pregunta era un poco graciosa y ridícula, porque no había forma de que KyungSoo haya estado bien en ese tiempo. Sonrió inevitablemente y se encogió de hombros.
—He vivido tiempos mejores, sin embargo, no me quejo. No todo fue tan malo.
El espacio volvió a caer en silencio.
JongIn estiró finalmente las manos y tomó la bandeja bajo el cuenco con sopa caliente y de aroma apetecible, se la tendió al mayor y KyungSoo la tomó luego de pensarlo por un momento, la apoyó en sus muslos y miró la comida. Olía bien, tenía buen aspecto y su estómago gruñó ante la falta de alimentos aceptables ingeridos últimamente. KyungSoo apretó los labios, pero de igual forma tomó el cuenco, lo llevó a sus labios y sopló antes de darle un sorbo.
—¿Cómo me encontraste? —preguntó luego de un momento, bajando el cuenco lleno por un instante. JongIn volvió a enfocarse en su rostro y contestó con sinceridad:—.
—Estuve preocupado por ti todos estos años. Las cosas no han ido bien para las criaturas espirituales y temía que te ocurriera algo; cuando desapareciste ese día, yo... Yo pensé... —hizo una pausa y apretó sus puños sobre sus muslos, luego tomó una bocanada de aire, volvió a aflojar el agarre y continuó—. Me dediqué a viajar por todas partes, seguí a los grupos de cazadores, grandes y pequeños. Aprendí a notar sus formas de atacar y por ello supe rastrearlos luego de un tiempo. Sabía que no te tenían porque nunca escuché un rumor sobre ti y eso me dio esperanza. De esta forma llegué hasta ese lugar luego de perseguir a aquél trío... Entonces te vi y no pude quedarme atrás luego de darme cuenta de lo que estaban a punto de hacerte.
KyungSoo colocó el tazón en la bandeja y miró a la nada por un momento.
Luego de dejar a JongIn oculto entre los arbustos y salir a luchar por su propia cuenta en Zuzhen, KyungSoo había salido de aquel enfrentamiento justo en el borde de la muerte. Había sido herido por tres flechas, su cuerpo se estaba desangrando y el veneno afectó gran parte de su cuerpo, impidiéndole usar toda su energía nuevamente.
Fue rescatado por la niña que había salvado de ser ensuciada; ella, convenientemente, provenía de una familia de curanderos que pudieron salvarse en medio de todo aquel ajetreo, así que, como muestra de gratitud, tanto el padre como la madre, hija y hermana se dedicaron a cuidarlo. Fueron meses de duro trabajo donde la magia corría por sus venas sucias para limpiarlo de los rastros de veneno; KyungSoo estuvo a punto de morir dos veces en el proceso y nunca pudo recuperarse por completo.
Cuando despertó, lo hizo con una pierna casi inservible que hasta el día de hoy le provocaba una ligera cojera y le llevaba dolor cuando había demasiado frío, un delgado hilo de energía espiritual que lo llenó de vergüenza e impotencia y un sentimiento de inutilidad nunca antes experimentado. Se quedó con ellos por un tiempo, los ayudó a conseguir un refugio junto a otro grupo de zorros y hadas y luego de una conmovedora despedida, partió sin dejar rastro.
En ese entonces no era más fuerte que un pequeño cachorro y KyungSoo tuvo que vivir una vida miserable, oculto en las sombras y huyendo de los cazadores. Se refugió entonces en su forma animal, tanto por una mejor movilización como por los beneficios que traía el pelaje espeso que lo cubría; estuvo otros tantos meses meditando para tratar de aumentar su energía, pero nada volvió a ser como antes; así, pues, se resignó a vivir en este cuerpo débil, lleno de piel, huesos y palidez antinatural y la luz que parecía iluminarlo se marchitó lentamente.
—Creo... Creo que debería irme ahora mismo —murmuró KyungSoo suavemente, con los ojos sobre el caldo caliente—.
JongIn alzó la mirada, perplejo, y levantó la mano con la intención de tocarlo, sin embargo, se detuvo a medio camino.
Oh, realmente, realmente esta era una situación incómoda. ¿Cuándo se volvieron así? KyungSoo sabía que le debía unas cuantas explicaciones, pero en este momento, sintiéndose tan fuera de lugar, tan poco él mismo, vacío y débil, KyungSoo no tenía energía para lidiar con ello.
—Estoy agradecido por lo que hiciste por mí, y podría considerar esto como un pago de deudas, sin embargo...
—KyungSoo debe quedarse —interrumpió JongIn de inmediato, una luz fiera reluciendo en su mirada pesada. KyungSoo suspiró y exteriormente no reaccionó de ninguna manera cuando JongIn lo tomó de la mano delicadamente—.
—JongIn, ¿cómo puedo hacerlo cuando te has manchado las manos de sangre por mi culpa? Mataste a tres guardias imperiales, puedes meterte en problemas.
—He asesinado a tres violadores y asesinos que estaban a punto de dañar a un ser querido, ¿cómo puedo meterme en problemas por eso, cuando es nada más que una causa justa y moral? KyungSoo debe quedarse —repitió obstinadamente y KyungSoo sintió como su corazón dio un vuelco peligroso en su pecho al escuchar sus razones. Repentinamente se había sentido especialmente cautivado cuando "un ser querido" hizo acto de presencia—. KyungSoo debe hacerse responsable por haberme besado ese día, hazte cargo de la situación y no huyas. No tienes permitido hacerlo.
Aquella petición era un poco ridícula, porque el mismo JongIn había besado a KyungSoo con la finalidad de ayudarlo hace ya tanto tiempo, así que podría decirse que estaban a mano, sin embargo, JongIn aún se aferraba a esto con fuerza, lo mantenía sujeto con firmeza y sus ojos pedían, suplicaban para que no se fuera.
Y KyungSoo había cambiado, KyungSoo se había encerrado en sí mismo, se había rendido y resignado a una vida triste, solitaria y gris, sin poderes aceptables ni una aspiración particular; KyungSoo se había convertido y dejado envolver por la peor parte de sí mismo, pero, a pesar de ello y de todo su esfuerzo, JongIn seguiría siendo su debilidad. Lo fue cuando era un niño y lo ayudó irremediablemente, lo volvió a ser cuando se encontraron por segunda vez y le obsequió dulces, lo hizo de nuevo al verlo como un adulto y lucharon juntos, y ahora regresaba con la misma fuerza y la misma mirada y KyungSoo no podía huir ni negarle nada.
JongIn era el tirón y la calidez en su alma, era el regocijo de su zorro, era un rayo de esperanza en una vida moribunda. Podía darle este último gusto, después de todo, su vida solo se prolongaba (no sería salvada).
Finalmente sonrió, una curva tímida que tomó posesión de sus labios agrietados y rígidos, pero que le devolvió la tranquilidad al más joven de ambos. El agarre sobre su mano se aflojó un poco con la llegada del alivio y el propio JongIn se encontró sonriendo suavemente.
—Eres injusto conmigo, joven maestro, pero aún así, soy un hombre responsable que se hará cargo de su insensatez y atrevimiento.
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De esta manera, KyungSoo terminó quedándose por un tiempo indefinido en la propiedad de JongIn. Cómo no tenía ningún tipo de pertenencias ni objetos de valor consigo, no fue necesario regresar a la madriguera para conseguir alguna cosa sentimental que le recordara al pasado, simplemente se instaló en la vivienda Kim como si fuera una planta que ha sido cambiada de maceta y se dedicó a vivir.
JongIn había comprado ropa de su talla y se había tomado el deber de alimentarlo adecuadamente (aparentemente, se había asustado y preocupado por su bajo peso y tomó la iniciativa de devolverlo a un estado de salud óptimo y nada más que aceptable). Los métodos fueron un poco extremos y rigurosos; JongIn parecía tener un horario fijo para cada nueva comida, llevaría sus alimentos diligentemente sobre una bandeja de plata y se sentaría a su lado hasta que terminara todo lo que había hecho para él; finalmente, lo recompensaría con algún bingsu o kultteok y tocaría música para él hasta que cayera la tarde.
Fue una rutina fácil y cómoda de seguir. JongIn no era una persona demasiado entrometida y le daba su espacio cuando lo necesitaba; seguía siendo tan atento como siempre y no le costaba nada preocuparse por él ante cualquier mínima cosa, por eso, ese día, cuando ambos se encontraban en el patio trasero, cubiertos por el techo del porche, JongIn no pudo evitar preguntar la duda que carcomía su mente desde que llegó a su vida nuevamente.
—KyungSoo, ¿qué le ocurrió a tu pierna?
KyungSoo bajó la taza de té que había estado tomando en silencio y le dio una mirada de reojo. JongIn lo observaba fijamente, como siempre, con una expresión dudosa y tan, tan suave que KyungSoo podría haber estirado la mano para acariciarle la mejilla hasta que los rastros que deformaban su serenidad desaparecieran.
—Fue en Zuzhen. Mi cuerpo fue herido con veneno y no pudo recuperarse en su totalidad. No te preocupes, no duele tanto como antes y ya me he acostumbrado un poco a la sensación.
Entonces la expresión de JongIn se agrió y sus labios se apretaron por un momento; bajó la mirada a sus piernas recogidas y un suspiro desganado brotó de su boca.
—KyungSoo siempre está pidiéndome que no me preocupe, pero no hace nada que me deje permanecer tranquilo. Siempre estoy vigilante y alerta ante cualquier peligro a su alrededor, porque mi maestro no se cuida a sí mismo lo suficiente.
KyungSoo se sintió un poco culpable por esto; dejó la taza de té a un lado y estiró su mano para tomar la de JongIn. Con su palma sobre el dorso empuñado, la diferencia entre ambos tamaños era clara, también la tonalidad de sus pieles resultaba ser enternecedora. Al ver esto, KyungSoo sonrió, sintiendo calidez en su corazón, y acarició la piel expuesta con su pulgar tan suavemente como el roce de una pluma.
—Este maestro se disculpa nuevamente ante su insensatez e irresponsabilidad y agradece encarecidamente la atención dulce de su querido discípulo, que debe llevar la carga de cuidar de alguien mucho más viejo que él. La próxima vez, este hombre será más cuidadoso a la hora de actuar.
Tanta formalidad y tanta suavidad a la vez trajo consigo una sonrisa resignada en el rostro del menor, una curva que iluminó su mirada y le devolvió su belleza tranquila y calma. Negó con la cabeza y alzó su brazo para rodear sus hombros y acercarlo hacia sí. KyungSoo lo dejó hacer lo que quisiera sin reproches ni quejas, así que terminó siendo medio abrazado mientras su cabeza descansaba tranquilamente en el hombro cálido y cómodo del menor.
—Mi maestro debe recordar sus palabras y cuidar de su cuerpo y de su mente de forma responsable, de esta forma este discípulo podrá vivir sin preocupaciones como lo pide su maestro.
KyungSoo amplió un poco más su sonrisa y reposó en su lugar con los ojos cerrados, tomando tanto como quisiera del aroma de JongIn y sintiéndose bien al ser envuelto en sus largas y musculosas extremidades.
Entonces, en medio de la vista de ese majestuoso atardecer y rodeado de calidez y afecto, KyungSoo pudo sentir un poco de su antiguo yo palpitando suave y tímidamente en su interior, dándole un vistazo de lo que había sido una vez y lo que podría ser si se lo permitía a sí mismo. Después de todo, su felicidad y comodidad seguía viviendo en JongIn, era algo que no había cambiado, y el halo de esperanza siempre llegaba con la presencia suave y querida de su menor.
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KyungSoo miró con atención y fijeza como JongIn practicaba concentradamente con su espada. Era temprano por la mañana, el sol comenzaba a salir tras las montañas con cierta timidez y KyungSoo se había encontrado en medio de un desafortunado momento de noctámbulismo a causa de sus malos horarios de sueño; guiado por un fuerte y determinado "¡zaz, zaz!" se levantó de la cama para encontrarse con su discípulo en medio de su entrenamiento matutino.
KyungSoo no lo había visto entrenar antes porque normalmente acostumbraba a dormir a esa hora de la mañana, pero ahora que el sueño se había ido, no podía hacer más que echar una mirada.
La imagen era tan magnífica y gloriosa como lo había esperado. JongIn tenía este halo de grandeza impoluta desde los inicios de su propia existencia, revelando la gracia de su ser al moverse; su rostro etéreo y sus buenos modos y elegancia refinada no hacían más que engrandecer el lujo y el valor de sus movimientos, así que, el hecho de que su aliento haya quedado atascado en su garganta y sus ojos se encontraran incapaces de alejarse de la florida figura no era nada más que comprensible.
Se apoyó en uno de los pilares que sostenía el techo del porche y miró, y miró y miró. Se fijó en la delgada tela ondeando con cada nuevo deslizamiento de sus pies, como su cabello sujeto en una coleta bailaba con suma delicadeza contra su espalda, la forma exquisita y correcta de sus músculos estirándose, sus brazos manejando con maestría la espada, como si fuera una consigo mismo. Sus ojos estaban cerrados, concentrados en cada cosa que ocurría a su alrededor, en el rumbo de sus pies y los giros de su brazo para conducir a Kai, su espada, en la dirección deseada. Era hermoso, tanto como una escultura tallada en jade, tanto que dolía verlo directamente y creaba muchas cosas en el corazón de KyungSoo.
Algún tiempo después, todo acabó y JongIn enfundó a Kai en su vaina con suavidad; giró su cuerpo hacia él y una dulce sonrisa rompió sus labios.
—KyungSoo, ¿por qué estás aquí tan temprano?
KyungSoo ignoró el sentimiento que traía consigo la pronunciación directa de su nombre en la voz calma y dulce de JongIn y simplemente se encogió de hombros, aún apoyado en el pilar.
—No podía dormir y escuché ruidos, así que vine a ver.
JongIn se había acercado mientras hablaba, colocó a Kai en el suelo elevado del porche y sirvió una taza de té que le tendió amablemente. KyungSoo se acercó y la tomó con una sonrisa agradecida, dio un sorbo a la bebida caliente y agradable no mucho después y un suspiro abandonó su boca; casi de inmediato, una sensación de paz se instaló en sus músculos rígidos. Por otra parte, JongIn se sirvió una palangana de agua y la bebió de inmediato (KyungSoo jamás admitirá que observó por demasiado tiempo los labios húmedos y brillantes del menor). Él lo miró no mucho después con afecto palpable y murmuró con una pequeña nota de diversión que ocultaba nada más que intención bajo ella.
—¿Entonces deberé hacer algo también por los hábitos de sueño del Mayor KyungSoo? Creo que los alimentos no son suficientes.
—¡Oye! Tú definitivamente debes calmarte y retroceder tres pasos. ¡Este Mayor puede arreglar sus terribles horas de dormir por sí mismo! Aún no soy lo suficientemente viejo como para que necesites hacerte cargo de esto también.
Esto provocó una risa grave y divertida en JongIn y KyungSoo se sintió un poco mejor al ver sus ojos reluciendo dulcemente en su dirección. Bebió otro trago de té, y si hubo algún sonrojo en sus mejillas culpó al calor de la bebida.
Luego de un momento de pacífico y cómodo silencio, JongIn volvió a dirigirse a él sin perder el tono delicado y generoso de su voz.
—KyungSoo, ¿por qué no entrenas conmigo?
KyungSoo se quedó muy quieto luego de eso. La negación no tardó en llegar como primer pensamiento y eso pudo notarse fácilmente en su expresión. Aún así, JongIn se acercó, decidido, y lo tomó de las manos mientras lo dirigía hacia el patio. KyungSoo se dejó hacer, aún aturdido para decir algo, y cuando estuvieron uno frente al otro y JongIn hubo aparecido a través de la magia dos espadas de madera, salió de su aturdimiento para negar torpemente.
—JongIn, no creo que esto sea necesario ni una buena idea. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que entrené...
—¿Y eso qué tiene de malo? Está bien tomarse un descanso de vez en cuando.
KyungSoo rió nerviosamente, incómodo y un poco desanimado, y JongIn dio un paso más cerca cuando su cabeza apuntó al suelo, sin atreverse a cruzar miradas con él en ese momento de debilidad. Luego de morderse la esquina del labio, formar una mueca y tomar una bocanada del aroma de JongIn, se atrevió a replicar de nuevo.
—JongIn, las cosas no son como antes. No soy tan fuerte, ¿bien? Ahora mismo no soy más que un estorbo, y lejos de entrenar adecuadamente contigo, sólo estaré desperdiciando tu tiempo. De verdad no vale la pena.
Esto pareció ofenderlo realmente, porque el menor no se molestó en disfrazar la mueca en sus labios ni el fuego ardiente en sus ojos. Se llenó de determinación y firmeza, dos rasgos que parecía utilizar mucho hoy en día (con él, sobre todo), y con el pecho hinchado y ni una sola gota de vacilación en su cuerpo, rebatió sus palabras apasionadamente.
—Mi maestro es mi maestro sin importar si se encuentra en una situación menos o más favorable. Me has apoyado, protegido y acompañado en el pasado; el antiguo joven maestro KyungSoo fue un hombre determinado, fuerte, gentil, valiente y con un temple digno de temer. Este joven maestro KyungSoo es igual al anterior, simplemente no puede apreciarlo adecuadamente. Si ahora te encuentras con menos poder espiritual o fortaleza en tus habilidades, es a raíz de una buena causa, por una acción desinteresada. El joven maestro me ha salvado la vida dos veces y me ha protegido otras tantas más, así que yo debo protegerte de esta inseguridad que te carcome y mostrarte que puedes volver a ser el mismo hombre, igual de fuerte e incluso más valiente. Solo no te resistas ni te adentres en ese lugar retorcido y desesperanzador.
Luego le tendió la espada de madera y la presionó contra su pecho con resolución, taladrándolo con la mirada. KyungSoo creyó sentir como sus ojos comenzaban a calentarse y picar en las esquinas, su corazón latía a toda marcha, un poco más liviano que antes mientras algo comenzaba a nacer y surgir en su alma, tirando de una parte olvidada y arrinconada en una zona oscura, fría y desolada.
—Vamos. Entrena conmigo, hagamos de ti un hombre poderoso de nuevo.
Sí, definitivamente tenía los ojos calientes y su nariz se sentía un poco congestionada.
Ah. ¿Quién iba a pensarlo? El mocoso también era excelente dando charlas motivacionales. KyungSoo se preguntó si había algo en lo que no fuera bueno.
Se mordió el labio superior con un poco de dudas, deseando aceptar y a la vez temiendo profundamente decepcionarse a sí mismo y a JongIn en el camino; JongIn seguía mirándolo, seguía presionando la espada contra su pecho agitado y su cuerpo seguía igual de recto que un pilar.
Ah, demonios.
Demonios.
KyungSoo ya se había decepcionado muchas, muchísimas veces antes, así que... ¿podía perder algo realmente?
Finalmente, el deseo fue más fuerte que el temor y KyungSoo extendió una mano para sujetar la espada con firmeza. JongIn formó una sonrisa orgullosa y entusiasmada por todo su hermoso y dulce rostro y la tensión que no sabía que estaba colocando sobre sus hombros desapareció repentinamente con una exhalación.
—Gracias por aceptar, KyungSoo.
Aún sintiéndose un poco avergonzado, KyungSoo lo golpeó suavemente en la coronilla con la espada de entrenamiento. El golpe no fue doloroso y JongIn no se sobresaltó ni mucho menos se quejó.
—Veamos si continuarás agradeciéndome cuando te patee el trasero.
Él rió fluidamente. Ambos dieron un salto hacia atrás y cuando se lanzaron uno contra el otro con las espadas alzadas, KyungSoo creyó que podía reconocer el viento de la libertad y de la liberación en su corazón.
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