Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Batalla en Zuzhen

A la mañana siguiente, ambos actuaron como si nada hubiera ocurrido. JongIn se levantó tan temprano como siempre, se limpió y vistió y KyungSoo lo siguió no mucho después. Juntos bajaron al primer piso, donde se habían reunido otros tantos huéspedes, y el señor SooJin les preparó una sopa que comieron en completo silencio, compartiendo la misma mesa y dejando algunos vegetales al vapor en el tazón del otro de vez en cuando.

KyungSoo había mantenido su promesa de no volver tarde a la posada, de hecho, todo fue bastante sistemático y rápido. Como Zuzhen era un pueblo libre de tabúes y creencias bastante idiotas, los zorros de nueve colas contaban con casas de alimento (casas de placer, de hecho) para sí mismos. Ahí, las presas estaban dispuestas a ser el alimento espiritual a cambio de una bonificación monetaria. Ya que no tenía necesidad de cazar, la selección y el procedimiento fue rápido y conciso. Sin embargo, al volver a la habitación, JongIn se hallaba durmiendo de espaldas a la ventana; no dijo nada, tampoco se dio la vuelta para recibirlo como era costumbre, y KyungSoo se sentía lo suficientemente avergonzado (aún debía averiguar por qué, pues no estaba haciendo nada fuera de su propia naturaleza) como para quedarse callado, cambiarse y echarse en el otro extremo de la cama sin cruzar palabras.

Entonces, sin quererlo, se había colocado un ladrillo en el comienzo de un muro entre ellos, que los separaba y distanciaba a cierta zona segura e inalterable. Era una lástima y el corazón de KyungSoo se afligía por ello, pero no había nada que pudiera hacer. Renunciar a su ser, a su espíritu, era imposible y risible, así que JongIn tendría que soportar su lamentable desvergüenza y sucias costumbres si tenía planeado seguir viajando a su lado.

Se encontraba pensando en ello cuando los pasos del tío SooJin resonaron suavemente en sus oídos desarrollados. KyungSoo bajó el tazón aún repleto y miró al mayor con atención.

—Lamento interrumpir, pero, Soo-ah ¿podrías hacerme el favor de comprarme algunas hierbas y alimentos que necesitaré para el almuerzo cuando termines de comer? Li-ah se fue esta mañana a cerrar un asunto importante. Querernos abrir un restaurante y ella se ha ido a ver locales disponibles, así que tengo que hacerme cargo de la posada junto a Jessica-ah y SooJung-ah y no puedo ocuparme de esto.

Tío SooJin era el tío que menos favores le pedía a KyungSoo. Él era un hombre realmente suave y le avergonzaba enviar a otros a hacer el trabajo que le correspondía (todo lo contrario a su esposa, siempre mandoneando a todos y siendo una tirana), por lo que, el que estuviera aquí hablaba de lo mucho que le importaban estas cosas que necesitaba. KyungSoo no tuvo corazón para negarse (tampoco podría hacerlo en otro caso), así que sonrió grandemente y asintió con fuerza para remarcar su repuesta.

—¡Claro, tío! No tienes que preocuparte. Hazme la lista de lo que necesites y yo iré al mercado y lo traeré para ti.

Un suspiro aliviado brotó de la boca de Jung SooJin y en sus labios se formó una muy pequeña sonrisa. Le palmeó suavemente la espalda y luego le acarició el falso cabello ondulado.

—Muchas gracias, Soo-ah. Eres un niño increíble. Joven maestro, usted puede quedarse aquí; este zorro lo atenderá y proporcionará lo que necesite, siempre y cuando esté a mi alcance.

KyungSoo asintió vigorosamente una vez más porque, de hecho, esto era lo mejor que podía pasarles. Había estado sintiéndose asfixiado con esa oscura sombra negra que los rodeaba y, sin saberlo, se encontró necesitando un poco de aire y espacio, porque si bien no habían estado actuando de forma muy diferente, el peso de la ignorancia y el calor del tema aún seguía latente, muy presente en su pecho. Era conveniente que el tío SooJin lo enviara fuera, de esta manera podía pensar más tranquilamente, sin distracciones y sin la amargura incómoda que lo llenaba y acentuaba el vacío en su interior.

Los ojos de JongIn de movieron hacia él y KyungSoo actuó con falso entusiasmo.

—¡Eso! Joven maestro, quédate. No necesitas hacer este tipo de cosas, así que déjamelo a mí. Puedes recorrer los patios de la posada si así gustas, o hablar con el tío —JongIn abrió la boca con la intención de decir algo al respecto pero KyungSoo rápidamente colocó su mano sobre sus labios y siguió sonriendo con fuerza, como si nada pasara—. De verdad no tienes que preocuparte, déjame este trabajo a mí mismo. Estaré bien, es algo que he hecho muchas veces.

Y ahí estaba: la mirada. KyungSoo había aprendido a aceptarla e incluso comenzaba a acostumbrarse un poco a ella, así que pudo mantener la conexión mientras duró. Al final, JongIn suspiró, retiró su mano de su boca y asintió con suavidad.

—Está bien. Ve con cuidado de todas formas.

—Lo haré, tranquilo.

Así terminaron de comer. Al acabar, KyungSoo se puso de pie de un salto y fue directamente hacia las cocinas para tomar el dinero que el tío SooJin tenía para darle. Le dio algunas instrucciones junto a una pequeña lista y luego lo envió a las calles.

El camino era conocido. La familia Jung seguía la tradición de ir a los mismos puestos del mercado de toda la vida, no había nada fuera de lugar en la rutina (KyungSoo incluso se sintió melancólico), así que descubrió que, de hecho, no necesitaba la lista para cumplir con los deseos de su tío. Mientras vagaba por las calles alegres y concurridas, KyungSoo pensó profundamente en todo lo que había estado ocurriendo con JongIn últimamente.

Si bien el chico era noble y de naturaleza generosa y atenta, KyungSoo había notado el trato especial que mantenía con él: las caricias en los dorsos de las manos, las miradas prolongadas, permitirle ir en el caballo mientras él iba andando, comprar algunos dulces para él cuando miraba por mucho tiempo una tienda de postres... Eran tantas cosas tan evidentes que era difícil no notarlo. También estaba este actuar singular cada vez que KyungSoo tenía que ir a cazar. JongIn jamás lo detuvo ni expresó su disgusto, pero KyungSoo podía notar como su aroma se profundizaba, sus puños se apretaban y su mirada se desviaba, lo que hacía que cada partida viniera con una sensación de vacío y frialdad cada vez más grande y profunda.

Era un tema delicado. KyungSoo se había empeñado en pensar (y creer) que esto era debido a que JongIn venía de una familia extremadamente moralista que cuidaba profundamente la imagen que proyectaba al mundo exterior, que, a pesar de las diferencias de carácteres y formas de pensar distintas, JongIn seguía siendo un Kim y, en el fondo, no podía permitirse aceptar abiertamente sus prácticas nocturnas. Era su maestro y por eso le debía respeto y podía permitirse ser atento en extremo, pero al final del día, KyungSoo seguía siendo un zorro de nueve colas, parte de una especie repulsiva para los ojos de cualquier criatura sobrenatural.

Era un poco cruel y doloroso y tal vez no iba realmente con la personalidad de JongIn, pero KyungSoo había aprendido que no podía hacerse grandes ilusiones ni esperar mucho de nadie más que de sí mismo. Tan triste como parecía, la vida de su especie era así de lamentable.

Al final, KyungSoo decidió que no importaban los aspectos negativos ni aquellos demasiado intensos como para sentir su alma intranquila. De todas formas, JongIn era JongIn, el niño que había rescatado hace tantos años, el mismo chico que había sido amable con él a pesar de todo y que se empecinaba en acompañarlo y ayudarlo en todo momento. Si aún tenía alguna reticencia hacia él en su corazón, entonces estaba bien, él podía permitírselo y KyungSoo no debería sentirse traicionado ni dolido. Al final del día, JongIn podría hacer, pensar y decir lo que mejor le pareciera sobre él y KyungSoo lo aceptaría con los brazos abiertos. En cuanto a sus propios sentimientos ocultos y nada más que prohibidos, bueno, KyungSoo podría mantener en pie otras prioridades.

Volvió a la posada con los brazos rebosantes, un peso significativo en el bolsillo de su manga y un monedero vacío. En la entrada atrajo algunas miradas atentas, pues su rostro especialmente aniñado y dulce no compaginaba muy bien con la fuerza que demostraban sus brazos al cargar tanto peso; sonrió como respuesta y se adentró en las profundidades de las cocinas. El tío SooJin estaba salteando algo en un gran sartén lleno de aceite y condimentos. Tenía una expresión llena de concentración en su rostro guapo y sus mejillas se encontraban sonrosadas por el calor del fuego.

KyungSoo se acercó tranquilamente y dejó los paquetes de comida sobre el mesón desocupado.

—¡He vuelto, tío! ¿Justo a tiempo?

SooJin lo miró de reojo y una suave sonrisa fue creciendo en sus labios finos. Revolvió la comida en la sartén con especial cuidado y maestría y agregó un puñado de sal con maravillosa exactitud. Verlo cocinar siempre era un deleite a la vista.

—De hecho, sí. Pronto debo empezar a trocear el tocino y me preocupaba que no llegaras cuando lo necesitara. ¿Puedes desempacar lo que has traído por mí, por favor?

—¡Claro! No hay problema.

Mientras KyungSoo sacaba los tarros de especias vacíos de los gabinetes y los llenaba con las bolsitas rebosantes que había traído del mercado, sacaba los trozos grandes y pesados de carnes, pollo y cerdo y organizaba los vegetales en las cestas indicadas, no pudo evitar preguntar vagamente.

—¿Dónde está el joven maestro? No lo vi cuando volví.

El tío SooJin sacó la sartén del fuego y sirvió rápida y talentosamente los tazones disponibles en fila que aguardaban por ser llenados, luego, al acabar, tomó el tocino que KyungSoo ya le había entregado y comenzó a cortarlo a velocidad.

—Está en la parte trasera de la posada viendo las flores. Le dije que podía ir y echar un vistazo y él aceptó, desde entonces no se ha movido de ese lugar. Deberías llevarle un poco de té.

KyungSoo asintió y pronto se puso en ello. Llenó una tetera de porcelana con el humeante y rico líquido y la colocó en una bandeja junto a dos vasos de té y un platito de galletas y dulces. Sabía que el té verde era el té favorito de JongIn, así que quiso complacerlo un poco para recompensar su disgusto de ayer. Cargó la bandeja llena y se retiró de la cocina con una sonrisa de despedida.

Como le había dicho SooJin, JongIn se encontraba sentado tranquilamente sobre la hierba fresca, con sus túnicas bien desplegadas, como si se tratase de los pétalos de una flor hermosa y abierta, desprendiendo un aire de paz y tranquilidad que serenaría a cualquier alma agitada. De hecho, KyungSoo podría haberse contagiado del sentimiento suave y fresco si la imagen de JongIn riendo y mostrándose especialmente dócil frente a SooJung no lo hubiera golpeado con fuerza. Sostuvo con fuerza la bandeja entre sus manos, porque tan débil como se sentía de repente, temía que se le resbalara de las manos. Su corazón se sacudió y apretó dolorosamente y su pecho fue presionado tan duramente que tuvo que inspirar largamente para volver a tomar un poco de aire.

Sin haberlo notado ni ser consciente de ello, algo pareció romperse en su interior, dejando correr un río de desesperanza, desolación y decepción que no podrían ser traídos de vuelta de nuevo. Para ese entonces, SooJung había alzado la mirada y había hecho conexión con la suya; sonrió tan lindamente como siempre, con sus mejillas sonrojadas y la ilusión brotando fuertemente en sus ojos oscuros y KyungSoo no pudo hacer más que tragarse el mal trago, componer una sonrisa temblorosa y dar un paso adelante.

—¡Hermano KyungSoo! Por fin has vuelto. El joven maestro JongIn y yo estábamos hablando sobre cómo había sido plantado el jardín y toda la lucha que vive día a día por el temperamento de mamá.

KyungSoo colocó la bandeja sobre la mesa del té frente a los más jóvenes e ignoró olímpicamente la cercanía estrecha entre ambos. Se arrodilló a una distancia prudente y sonrió con fuerza, a pesar de la pesadez profunda y palpitante en el centro de su pecho.

—Oh, bueno, esa es toda una odisea. Aún no sé cómo no se han marchitado las flores ante una energía tan pesada y fiera como la de la tía Li. Supongo que el tío SooJin hace un excelente trabajo como un neutralizante natural —sirvió ambas tazas con té y se las ofreció a ambos, decidiendo esperar a que alguno terminara para poder beber un poco él mismo. No se atrevió a mirar a JongIn mientras tanto—.

SooJung dejó que una pequeña risita risueña se escapara de su boca y sus pestañas revolotearon hacia JongIn. Ah, coqueteo inocente y tierno, por supuesto. Tan viejo como el propio mundo y tan dulce como un durazno. Cualquiera caería rendido ante el hechizo de la inocencia y la belleza suave de una doncella tan hermosa como SooJung. Una mestiza era un poco más aceptable que un zorro completo. Una mestiza podría conservarse pura e incorrompible si así lo quisiera. La elección era obvia y KyungSoo se sintió incapaz de permanecer demasiado tiempo ahí.

De pronto, aquella imagen era demasiado para él.

—Joven maestro, ¿estás cansado? Deberías tomar primero el té. Puedo esperar a que termines —la voz de JongIn fue suave y su mirada comedida sobre su rostro y sus expresiones. KyungSoo le dio una sonrisa cálida, a pesar de su propia agonía y rompimiento, y formó un ademán con la mano—.

—No importa, no importa, no es nada nuevo ni tampoco es necesario. Dos jóvenes florecientes como ustedes no pueden ser interrumpidos en medio de su intercambio de palabras, ¿cómo podría un anciano como yo dejar caer el estado de ánimo? ¡Ya no soy tan joven como antes! Así que serviré esto para ambos y me retiraré ahora. ¡Disfruten su tarde tranquilamente!

KyungSoo se puso de pie rápidamente, les envió un guiño y se encaminó hacia la posada nuevamente. De espalda a la pareja de jóvenes, su sonrisa decayó y la ignorancia ante la expresión complicada y preocupada de JongIn floreció en su pecho.

Caminó por el pasillo de salida al patio, pasó por las cocinas, atrayendo la mirada curiosa de SooJin y subió las escaleras. Fue cuando estaba a punto de arrojarse en su cama en la habitación grande cuando fue tomado delicadamente de la muñeca y girado para chocar contra un pecho duro, amplio y cálido. Sus manos se posaron sobre los firmes pectorales como acto reflejo y su mirada cayó sobre la de JongIn. Ni siquiera estaba sorprendido de no haberse dado cuenta de su persecución silenciosa, porque sabía perfectamente que, de quererlo, JongIn podría pasar como una sombra oculta e invisible sin ningún problema, sin embargo, el latir desbocado del corazón del menor bajo su mano se llevó todo el protagonismo en la escena, tan difícil de ignorar que KyungSoo no pudo siquiera intentarlo.

—Joven maestro —lo llamó JongIn a través de un susurro tan profundo y cargado que erizó todos los vellos de su cuerpo y estremeció su ser hasta llegar a su alma—, ¿qué ocurre?

KyungSoo también quería saberlo, descubrir qué pasaba con él y por qué sentía como si su alma fuera tirada directamente hacia la de JongIn, desde cuándo tenía este tipo de sentir y pensar hacia el menor, cuándo se había trasladado desde la línea de lo correcto hacia lo inmoral e indebido. No pudo formar las palabras, sin embargo, sus manos se empuñaron sobre la tela de la suave túnica de JongIn y su mandíbula se apretó.

JongIn cerró con más fuerza su abrazo, apretando su cintura con sus grandes manos sin atreverse a dejar de mirarlo. Sus cejas se fruncieron, desesperadas, y su corazón latió un poco más rápido contra sus costillas.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué de la nada el joven maestro me esquiva, se aleja? ¿Por qué siento que todo está tan mal y torcido a nuestro alrededor? ¿Por qué debo verte formando falsas sonrisas cuando al inicio todo era tan natural y agradable? ¿Es que el joven maestro se ha cansado de mi compañía, pero no se atreve a decirme? ¿Necesitas soledad nuevamente, un poco de espacio, tal vez soy demasiado apegado? Todas estas preguntas me las he hecho últimamente y no saber lo que te molesta me llena de frustración. ¿He hecho algo mal?

Y fue con ese temblor casi imperceptible en las esquinas de sus ojos y la agudeza desesperada de su voz con lo que KyungSoo no pudo luchar. Su imagen volvió a su forma original al verse sobrecogido por el momento y su cabeza dio una negativa rápida y determinada, sintiendo su propia desesperación floreciendo mientras la imagen de JongIn se hacía cada vez más miserable. ¿Cómo todo había llegado a este punto en un abrir y cerrar de ojos?

—¡No, no, no! No has hecho nada malo, ¡nada!

—¿Entonces qué ocurre?

—No lo sé, ¡no lo sé, de acuerdo! Solo soy yo siendo estúpido y complicado y demasiado idiota. No mereces sentirte así por mi culpa, ¿de acuerdo? Eres un gran chico, el mejor de todos y me haces sentir muy orgulloso, ¿bien? Eres genial y bueno y demasiado generoso e increíble. Pero...

Pero...

Pero también era un poco más que un buen chico en su corazón y KyungSoo no sabía cómo podría decirle algo tan inapropiado y sucio como eso. El sentimiento que se había sembrado en su alma y había ido evolucionando a pasos agigantados en su pecho se había torcido y tomado forma suavemente en los bordes, y entonces todo había explotado y emergido al ver a JongIn tan cerca de SooJung, al darse cuenta de que él podría estar con quien quisiera, y también que era demasiado bueno para estar con alguien de tan baja cuna como KyungSoo. ¿Cómo se atrevería a rebajarlo? ¿Cómo podría exponerle todas estas cosas sin sentido? No era justo, así que, de nuevo, acalló sus sentimientos, los ocultó en lo más oscuro de su corazón y silenció a su sollozante animal espiritual.

Finalmente, KyungSoo suspiró y sonrió, una cosa débil y pequeña mientras miraba al menor con atención.

—Lo siento; lamento que tuvieras que caminar por este puente de una tabla tambaleante e insegura por tu cuenta. Tu maestro es un idiota que no volverá a actuar de forma irracional, es una promesa.

Aún así, a pesar de sus palabras honestas, esto no trajo tranquilidad a JongIn, que, estático, se había convertido en una tensa estatua inamovible. Sus labios finalmente se atrevieron a hacer una mueca y sus ojos brillaron con fiereza, sus manos insistieron sobre su cintura y su rostro se inclinó miserablemente hacia él.

—Joven maestro, yo no...

JongIn no pudo acabar de hablar porque una oleada de gritos ensordecedores llenaron los espacios de la posada y del exterior con un júbilo abrumador. Los caballos relinchando y el sonido de las espadas cortando el aire los siguieron no mucho después, y entonces KyungSoo se había separado y roto la burbuja en la que se habían metido y había corrido hacia la ventana para echar un vistazo afuera. Su corazón dio un vuelco cuando se encontró con un gran grupo de guardias del emperador destruyendo Zuzhen, atacando a los seres espirituales y capturando a los zorros de nueve colas más indefensos.

Su propio zorro gimió con dolor al ver a sus iguales en aquella situación desafortunada; la ira olvidada corrió como magma por sus venas. Su mandíbula se apretó y no se molestó en cambiar de imagen antes de salir de la Habitación Grande como un huracán, JongIn detrás de él le pisaba los talones.

—¡Joven maestro! ¡Joven maestro, espera!

KyungSoo lo ignoró y se fundió en el caos de la planta baja de la posada. Ahí, el tío SooJin había reunido a los huéspedes y comenzaba a conducirlos a la seguridad de un camino oculto bajo una compuerta escondida en la cocina. Dentro ya se encontraban SooJung y Jessica. El tío SooJin corrió hacia ellos, sudado y pálido como un pergamino en blanco, y lo tomó de la mano con desesperación.

—¡Soo! Rápido, rápido, deben entrar. Los sacaré rápidamente de aquí, ¡vamos!

—¡No, tío! —exclamó con rudeza y se soltó del agarre del mayor. KyungSoo lo sostuvo por los hombros y lo dirigió hacia la compuerta cada vez más llena, esquivando a la gente que corría hacia allí de forma desesperada—. ¡Tú eres el que debe irse! SooJung y Jessica esperan por ti, ¿cómo podrías dejarlas solas? ¡Ve y cuídalas!

Colocando peso en sus palabras, quienes eran como un par de hermanas para KyungSoo lloraban desconsoladamente, ambas abrazadas y aferradas con fuerza a la otra mientras recibían empujones y golpes a causa de la situación caótica y estresante.

—¡¿Pero cómo puedo dejarte a ti?! Eres mi KyungSoo-ah, eres mi querido hijo, ¿cómo no vendría contigo?

KyungSoo se detuvo por un momento junto a la puertecilla abarrotada. En el fondo, los gritos seguían su curso, las espadas continuaban cortando y las risas y llantos eran acompañadas con el fuerte olor a sangre y muerte. KyungSoo abrazó a SooJin con fuerza y luego lo empujó directamente hacia sus hijas.

—Pase lo que pase, este hijo tuyo siempre estará agradecido con ustedes.

Formó una reverencia hacia la familia y luego giró para dirigirse a la entrada de la posada, ignorando los llamados y sollozos del mayor que dejaba atrás.

Afuera todo era un desastre horrible y sangriento. Los guardias habían entrado en las casas de los lugareños buscando a cualquier criatura espiritual que pudieran tomar; atrapados en redes espirituales, la mayoría de los zorros de nueve colas yacían llorando y pidiendo auxilio, incapaces de hacer nada para defenderse. La ira burbujeante y cada vez más espesa y caliente nubló su mente al ver cómo los niños de su especie eran abofeteado y golpeados, como las mujeres eran maltratadas sin importar si estas estaban embarazadas o fueran muy mayores, como reprimían a los suyos, los doblegaban y torturaban solo por el placer y la ignorancia de alguien más. El punto de quiebre llegó al captar cómo una joven mestiza era despojada de sus faldas interiores bajo el regocijo de numerosos guardias; golpeada y humillada, estaba a punto de ser manchada con la inmundicia.

KyungSoo no pudo soportarlo más y pronto se encontró corriendo hacia ese lugar; tomó a uno de los guardias por el hombro y con una fuerza sobrenatural lo arrojó por encima de su cabeza, robó de la cintura de otro guardia su espada y apuñaló al hombre más cercano a la niña, aquel que estaba a punto de realizar el mal sobre ella. Lo apartó de su cuerpo tembloroso y menudo de una patada y se despojó de su túnica exterior para arrojarla sobre la joven antes de bloquear un ataque consecutivo y dedicarse a protegerse y devolver los ataques.

La pelea era dura y difícil. Al tener que cuidar a alguien más, KyungSoo tenía que estar alerta y mantener sus sentidos afinados. Hizo uso de sus conocimientos avanzados en las artes marciales y aprovechó la ridícula inexperiencia de estos soldados para combatirlos y, posteriormente y no sin cierto esfuerzo, vencerlos. Tomó a la niña del brazo y la ayudó a levantarse rápidamente; corrió en medio de la lucha hacia la posada de Madam Li y la sumergió entre las personas que aún se apañaban en la cocina para entrar en la compuerta oculta.

—Ve hacia donde los demás se dirigen y refúgiate con ellos.

Ella asintió, aún temblorosa y asustada, y KyungSoo se volvió para encontrarse con JongIn luchando con determinación y esplendor en el medio de la calle. Tenía una mirada firme y dura en su guapo rostro mientras blandía su espada y el corazón de KyungSoo latió salvajemente al verlo defendiendo a los suyos sin dudarlo, con tanta pasión y determinación.

El sentimiento no duró demasiado, sin embargo, porque fue consciente del grupo armado que iba a atacar al menor por la espalda; de sus mangas extrajo un fajo de papel vacío, con sus dientes afilados rasgó su carne y dibujó sobre el pergamino un conjuro efectivo y poderoso a base de su propia sangre escarlata. El fuego de los zorros era reconocido por excelencia en todo el mundo espiritual; este tipo de fuego tenía una característica: estaba formado por llamas azules que no se extinguirán a menos que un zorro de nueve colas rompa el conjuro, atrapaba a las víctimas sin importar la especie, su tamaño o poder espiritual y haría daño únicamente a quien el dueño del mismo ordenara. Era una técnica muy conveniente y efectiva, sin embargo, solo los zorros más fuertes y distinguidos podían ser capaces de usarla debido a la enorme cantidad de energía que se ponía en el manejo de las flamas.

KyungSoo agradeció haberse alimentado tan bien la noche anterior.

Arrojó el talismán hacia el grupo tras JongIn y las lenguas de fuego azul formaron un círculo perfecto. En el centro de la prisión de fuego, los guardias gritaron y exclamaron su sorpresa e indignación. Mientras tanto, los ojos de KyungSoo se tornaron de un rojo aterrador y profundo y sus dedos pronto se movieron para dirigir las llamas danzantes y letales; solo necesitó un delgado hilo de fuego de zorro para romper las redes espirituales que mantenían cautiva a su especie. Una vez libres, las familias con hijos huyeron y los más valientes y vigorizados por la imponencia de KyungSoo se quedaron para ayudar. Así pues, todos unieron fuerzas y fueron capaces de dar la cara para defender Zuzhen.

Moviéndose con destreza, KyungSoo se aproximó hacia JongIn batiendo su espada, chocándola contra otra hoja filosa, moviendo las llamas azuladas para atrapar a más guardias cercanos y cuidando de que nadie fuera herido en el camino. JongIn lo recibió con una sonrisa y juntos pelearon lado a lado sin decir nada. No era necesario en ese momento, por ahora, todo estaba olvidado.

Entonces, cuando creyeron que las cosas por fin estaban mejorando e inclinándose a su favor, una lluvia de flechas cargadas con veneno cayeron sobre ellos, hiriendo tanto a los guardias como a las criaturas espirituales que se encontraban luchando junto a ellos. KyungSoo maldijo con fuerza y tomó a JongIn del cuello de su túnica, arrastrándolo lejos del campo de lucha para ponerlos a salvo en las lindes del bosque.

Debido a su fuerza espiritual desplegada, fue fácil para él doblegar a JongIn y resguardarlo bajo la protección de su cuerpo mientras el peligro pasaba. Sus dientes chasquearon violentamente al ver los cuerpos heridos cayendo uno tras otro, escuchando los gritos agudos y los llantos frenéticos. Su instinto se hizo cargo de la situación, y por ello sus orejas y cola aparecieron ante el halo violento que presenciaba. JongIn jadeó bajo él y lo tomó de la parte delantera de su túnica, manteniéndolo encima de él e impidiéndole moverse hacia la calle de Zuzhen.

—No vayas.

KyungSoo miró hacia abajo para encontrarse con el rostro lleno de preocupación del menor y su corazón tembló al ver su expresión rota, sus ojos a punto de llorar.

—No puedo quedarme aquí y no hacer nada.

—Joven maestro, por favor.

—Es mi gente.

—¡KyungSoo!

—¡JongIn!

Ambos se miraron profundamente al exclamar el nombre del contrario sin ningún honorífico de por medio. La situación era peligrosa y oscura y KyungSoo temía que JongIn resultara herido en medio de todo aquel desastre. Ya su corazón estaba lo suficientemente roto como para también soportar algo así, así que no pudo hacer más que reafirmar su pensamiento y dejarse llevar por lo que su corazón dictaba.

Sacó rápidamente el objeto que guardaba celosamente en su manga desde esa mañana y se lo colocó a JongIn alrededor de su cuello. Colgando al final de una delgada cadena de plata, la figura de un lobo pequeño brillaba intensamente con la ayuda del polvo de hadas. A KyungSoo le hubiera gustado obsequiarle uno con un zorro como dije, pero no podía darle algo así a un miembro de una renombrada familia, un lobo era discreto y podría pasar desapercibido, además, era lo más cercano a su propia especie que podía encontrar.

Acarició el final del colgante que reposaba sobre el pecho de JongIn, así que también tuvo un ligero contacto con esta parte de su cuerpo. Luego de un momento, volvió a mirarlo a la cara, solo para encontrar una mirada sorprendida y ansiosa. KyungSoo acunó su mejilla y le sonrió con suavidad, acariciando la suave y dulce piel con la yema de su pulgar.

—Una vez me ayudaste a escapar y me salvaste la vida, ahora es mi turno de hacer lo mismo por ti.

Los ojos de JongIn se ampliaron cuando KyungSoo se acercó sin titubear y sus miradas se encontraron en el momento en que su boca fue cubierta por una suave y aterciopelada calidez. KyungSoo lo besó con dulzura e inocencia, un contacto inamovible que tocó cada uno de los nervios de su cuerpo y estalló en su alma; lo besó hasta que los ojos de JongIn se cerraron y su cuerpo cayó lánguidamente contra el suelo, y entonces se alejó y supo que la felicidad era demasiado efímera como para ser disfrutada, pero también que todo lo que había necesitado en su vida se encontraba en los labios del menor.

Rozó la esquina de la boca de JongIn por última vez y luego se puso de pie. Su energía espiritual fluyó como una corriente de agua poderosa, su cabello se batió con la fuerza de su poder y el agarre sobre la empuñadura de la espada se endureció hasta que sus nudillos se pusieron blancos. No le lanzó una última mirada a JongIn antes de lanzarse a la calle y ser cubierto de una nueva ola de flechas, tampoco perdió tiempo ni concentración preocupándose de más por el niño.

Después de todo, una majestuosa y limpia grulla jamás podría ser dañada si se le comparaba con un vil y mugriento zorro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro