Capítulo 17
"Es al separarse cuando se siente
y se comprende la fuerza
con que se ama"
Siempre he tenido sueños raros, algunas veces puedo soñar con ser un vampiro que vuela y bebe sangre humana y otras veces con ser la sobreviviente de un apocalipsis, por no mencionar sueños incluso más raros. Sé que es bastante sencillo diferenciar la realidad de los sueños, pero en el momento en que quise mover un dedo o abrir la boca para decir algo y no tuve éxito no supe diferenciar si estaba durmiendo o si estaba despierta. Escuchaba el goteo de algún líquido desconocido cayendo y una máquina extraña soltar ruidos aún más extraños en mi oído pero eso era todo; poco después escuché pasos acercándose a donde yo estaba y una puerta abriéndose.
—¿Cómo está? —esa era la voz de mi madre, pude reconocerla de inmediato, luego un montón de recuerdos dispersos acudieron a mi mente sin necesidad de accionar algún interruptor. Nuestra discusión, las fotos, el auto, la oscuridad; lo recordé todo y ahora sabía perfectamente dónde estaba y porqué mi madre preguntaba aquello.
Estaba en un hospital, el goteo era probablemente el suero pegado a mi brazo y la máquina extraña debe ser el Monitor Holter, ese horrible aparatado que mide mis latidos las 24 horas del día, quise gritar pero me fue imposible.
Declan, respira, respira y no entres en pánico.
—Delicada, Señora McDonald —habló una mujer y yo sentí un escalofrío recorrerme, eso definitivamente no me va a ayudar para nada a calmarme—. Perdió mucha sangre y tiene dos costillas rotas —siguió hablando ella, ¿dos costillas rotas? Mierda, eso debe doler, pero por alguna razón no siento dolor en lo absoluto—. La tenemos sedada, no queremos que se despierte y pierda más sangre de la que ya perdió —okey, eso tiene más sentido.
—¿Qué podemos hacer? —escuché preguntar a papá.
—Necesita una transfusión de sangre urgente lo antes posible o podemos perderla —habló la mujer con voz mesura, sentí que mi corazón dio un vuelco. No quiero morir, tengo muchas cosas que hacer y que experimentar todavía.
—Hágala, dígame dónde me pongo y sáqueme toda la sangre que necesite, pero sálvela —volvió a hablar mi madre con la voz entrecortada.
—Ese es el problema Señora McDonald, su hija tiene un tipo de sangre muy escaso, AB-, es casi imposible de conseguir. Nos tomamos la molestia de ver su historial médico y ni ustedes ni su hijo mayor pueden donarle.
Eli, Eli, mí Eli. Cuánto lo extraño en ese momento, me encantaría poder despertar y pedirle una disculpa, al menos si me perdona me iré un poco más liviana si llego a morir en esta habitación.
—¿Cómo está? —escuché la voz de mi hermano entrando abruptamente por la puerta de la que supongo y es mi habitación.
Sentí una punzada, y seguido de eso un horrible dolor removerme, mis costillas ¡joder! Siento que van a matarme, quise pasarme una mano por la zona afectada pero no podía moverme; luego el dolor se volvió mucho más agudo y finalmente sentí mi corazón acelerarse a niveles que creí imposibles de alcanzar, mi cuerpo se sacudió violentamente y el dolor se hizo insoportable.
—¡Declan! —Escuché que gritó mi madre con la voz ahogada por el pánico—. ¿Qué está pasándole Señorita? ¿Qué es eso? ¿Por qué se sacude de esa forma?
—Llamen a un doctor, urgente, está teniendo un infarto —exclamó la mujer asustada, luego escuché varios pasos salir de la habitación y regresar nuevamente a donde estaba. Poco después sentí una aguja penetrar en mi brazo derecho seguido por un dolor en el pecho que nunca había experimentado en toda mi vida, y si creía que todo el dolor era horrible antes de eso, ahora ya no pude soportarlo enserio, apreté los ojos y finalmente ya no escuché nada más.
...oOo...
Una chica de flequillo y cabello castaño caminaba por toda la sala de espera mientras sus padres intercambiaban palabras con un par de enfermeras, estaba agotada pero no iba a demostrarlo. El viaje de diez horas sentada en la parte trasera de la camioneta de sus padres había sido una tortura para ella y su cuerpo le estaba pasando factura pero ella no cedía al cansancio, no iba a dormirse, no hasta saber que su amiga estaba bien.
La video llamada había puesto con los nervios de punta a todos en la familia Sayers, así que lo primero que pasó por la mente de la madre de la joven fue empacar las pocas cosas que habían llevado y salir disparados hacia California, sin importar el dejar nuevamente sola a su madre enferma. Debían regresar a buscar respuestas y a pesar de que el viaje relámpago fue una misión suicida consiguieron llegar en tiempo récord; tuvieron que intercambiar lugares en la arriesgada conducción entre padres e hija para que uno condujera mientras los otros dormían un poco. Tomaron varias tazas de café sacado de un termo y pasaron dos veces por una gasolinera pero finalmente habían conseguido llegar a California.
Iban camino a la casa de los McDonald, pero a mitad de camino la joven recibió una llamada de Elías donde le comunicaron del accidente y en el hospital que estaban, así que hubo un pequeño giro en el trayecto y finalmente llegaron al hospital donde ahora los progenitores de ella estaban buscando averiguar el estado de salud de la chica hospitalizada.
—Tengo sueño —habló la hija menor de la familia con los ojos entrecerrados desde uno de los asientos de la sala de espera. Tuvieron que llevarla al hospital con ellos, no pensaron en posibles lugares donde dejarla, todo había pasado demasiado rápido—. Tatum ¿por qué estamos aquí? —preguntó la pequeña restregándose los ojitos con frenesí.
La chica miró a su hermana menor con pena y luego caminó hasta ella y la levantó en volandas. Aún a sus siete años era realmente liviana para sorpresa de todos, pero los médicos no se explicaban su condición y sólo decían que iba a ser una mujer de reducida estatura. Le pasó una mano por el cabello con cariño.
—Ya te lo dije Ir, Declan tuvo un accidente y por eso estamos aquí —habló con suavidad—. Nos necesita, ya sabes lo que nos dice mamá, cuando alguien nos necesita debemos acudir a su rescate.
La pequeña niña asintió con la cabeza y luego cerró los ojos un poco, justo en ese momento la pareja de padres caminó hasta donde estaban sus hijas con los ceños fruncidos.
—No hija, no nos quieren dar razones por no ser parientes directos de la paciente, y más cuando su familia no nos ha anunciado —habló la mujer soltando un suspiro, su padre venía tras ella con una de sus manos protectoramente puesta sobre un costado de la cadera de la mujer—. Llámalos otra vez Tyrell —pidió mirando a su marido—. En algún momento deben responder.
El hombre asintió soltando de su agarre a su esposa, tomó el teléfono y empezó a teclear un número mientras la chica le pasaba a su madre a la niña ahora dormida sobre sus brazos. Antes de que pudieran contestar escucharon gritos provenientes del pasillo y todos agudizaron el oído al escuchar la voz de Alma.
—No lo entiende, es mi hija la que está allá dentro, no nos pueden dejar así —gritó con desespero mientras dos enfermeras trataban de sostenerla para que no regresara a la habitación sin permiso.
—Lo sentimos mucho Señora McDonald, pero debe tener paciencia y esperar a que hagamos nuestro trabajo. A menos que sea usted la persona que vaya a donarle la sangre que necesita no podemos hacer nada —habló una mujer enfermera con tono serio.
—Esto es una arbitrariedad —siguió diciendo la mujer pero las dos mujeres sólo se dieron la vuelta y los dejaron. La mujer se volvió con dirección a su marido y se asió de su cuello con desespero mientras él reaccionaba envolviéndola con sus brazos.
Eli apretaba los puños con dirección a la enfermera dándoles la espalda a la familia que estaba presenciando la escena sin moverse. La Señora Aimee fue la primera que caminó hasta el joven seguido por su esposo y su hija y luego esta última le puso una mano sobre el hombro, el chico se volvió sobresaltado con expresión furiosa antes de ver a la joven y su familia y ceder la tensión de su expresión.
—Tatum...
—Aimee —habló la otra mujer interrumpiendo a su hijo para luego soltarse del agarre de su esposo y mirar a la mujer y a su familia sin poder disimular su expresión de sorpresa al verlos—. ¿Qué hacen aquí? —Preguntó abriendo mucho los ojos—, creí que vendrían en un par de días más.
—Eli nos contactó y nos comentó la situación, naturalmente venimos corriendo —habló soltando un bostezo antes de acercarse a la mujer pelinegra y darle dos besos—. ¿Cómo está?
—Tuvo un infarto —habló la mujer con la voz ahogada—. Necesita una transfusión con urgencia, pero su sangre es casi imposible de conseguir —las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas—. Si no proceden pronto, mi hija —la voz se le cortó con dolor contenido— puede morir.
—AB- ¿verdad? —preguntó la Señora Sayers en un susurro acongojado.
La mujer asintió frenéticamente antes de decir:
—¿Cómo lo supiste? —preguntó sin cambiar su tono de voz afectado.
—Lo imaginé —susurró tomando una enorme bocanada de aire—. Yo, yo puedo ayudarla, soy AB- como ella.
—Aimee, no, estás muy delicada por el viaje —habló su marido poniéndole una mano en el hombro—. Yo también soy AB- déjame que lo haga por ti —pidió.
—Quiero hacerlo yo cariño, estaré bien —la mujer negó con la cabeza rechazando la oferta, le extendió a la niña dormida a su marido y él la recibió apretando un poco los labios antes de asentir, luego ella caminó hasta la mujer pelinegra quién los miraba con expresión atónita y aturdida, le puso una mano en el hombro y le sonrió de manera conciliadora—. Estará bien, yo me encargaré de que sea así.
La mujer asintió secándose las lágrimas y luego ambas se dirigieron a la habitación que acababa de abandonar, el resto de las personas tomaron asiento en la sala de espera y se dispusieron a esperar noticias pacientemente.
Lo que no sabían era que aparte de la transfusión iba a ser necesaria otra clase de exámenes.
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