CAPÍTULO 40
Narra Andrew
Cruzó el umbral del aeropuerto con la ansiedad palpable en cada paso. Mi mente trabaja a toda velocidad, buscando las palabras adecuadas, el gesto que pueda derribar las barreras que se han levantado entre nosotros. Las luces brillantes del lugar destilan una especie de melancolía que se mezcla con mi propia inquietud.
Busco entre la multitud la figura inconfundible de Ainhoa. Finalmente, la encuentro cerca de la puerta de embarque, con la mirada perdida en la distancia. Está con su familia, sus hermanos la abrazan.
Mi mirada se encuentra con la de Samantha y me regala una sonrisa junto con una sutil movimiento de cabeza para que me acerque.
Dudo entre acercarme o no, Ray me da unos golpecitos de apoyo. —No le traje las flores— murmuro nervioso, pasándome mis manos por mi cabello.
Ray sonríe. —Yo me encargaré de las flores, tú encárgate de recuperarla.
Me acerco con cautela, sintiendo el nudo en mi estómago apretarse con cada paso. Samantha les hace señas a su familia para que nos den espacio, alejándose de nosotros.
Tomo aire y carraspeo antes de hablar —Ainhoa....— mi voz sale más ronca de lo que planeé. —Necesitamos hablar.
Ella se gira y me mira con una mezcla de sorpresa y tristeza.
El brillo de sus ojos se apago y yo soy el responsable. Pienso.
—No tenemos nada de qué hablar... Tú... me engañaste. —Habla con voz firme, pero al final su voz se quiebra.
—Solo dame un minuto, por favor. Déjame explicarte todo lo que pasó. —le ruego, sintiendo la urgencia en cada palabra.
Ainhoa mira a todos lados, buscando alguna pista en el aire, y a los segundos que parecieron eternos asiente lentamente. Nos apartamos del bullicio del aeropuerto, encontrando un rincón más tranquilo. La tensión entre nosotros es palpable, como la electricidad antes de una tormenta.
—Ainhoa, yo no te engañe ....
Abre la boca para contradecir pero me apresuro en hablar.
Empiezo a contarle todo lo que sucedió esa noche. Describo cada detalle, cada conversación incómoda con Ashley, la sorpresa y el rechazo que sentí cuando ella me besó.
—Nunca estuve con ella. Después de que te fuiste me fui donde mi hermana y ahí me he refugiado desde esa noche.
Ainhoa escucha en silencio, sus ojos reflejan una mezcla de dolor y arrepentimiento. Cuando termino, el silencio persiste, solo interrumpido por el murmullo distante de la gente.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —susurra finalmente después de unos minutos de silencio que parecieron horas.
Sus ojos buscan los míos , buscando la verdad.
—Lo intenté, Ainhoa, pero tú estabas tan herida y enfadada que no me dejaste explicar. Te busqué, te llamé, pero parecías haber tomado tu decisión. No quería presionarte más. —mi voz se quiebra ligeramente, mostrando la vulnerabilidad que he mantenido oculta.
Ella baja la mirada, perdida en sus propios pensamientos. La distancia entre nosotros parece distante, y la posibilidad de perderla definitivamente me asfixia.
—No sé qué hacer, Andrew. Me duele, y al mismo tiempo, quiero creerte. Pero... —titubea —me voy a Italia. Este era mi sueño antes de conocerte...
La interrumpo. —Es... tu sueño... —hago énfasis en "es" —. Es tu sueño mi amor; y por más que te amo jamás te haría elegir entre tú sueño o yo. —tomo sus manos —Vamos a cumplir todos nuestros sueños.
—Pero no quiero perderte.... yo te creo y lo haz demostrado apestar de todo. Te amo —me dice. —perdóname por no escucharte antes y pensar que —su voz se quiebra— que me habías engañado con ella.
Un suspiro pesado escapa de mis labios, pero una mezcla de alivio y desesperación se apodera de mí. Ainhoa levanta la mirada, y sus ojos se encuentran con los míos.
—Ainhoa, yo también te amo. No me pidas perdón, yo debería discúlpeme por no haber hecho las cosas bien desde el principio. —guardó silencio unos segundos y continuó— Y no, no me perderás. —Mis dedos buscan los suyos, entrelazándolos.
Ella sostiene mi mirada, aún con sus ojos llorosos, fijándose en mi labio que aún le quedan rastros del golpe de Damián.
—¿Fue Damián, verdad? —pregunta acariciando con delicadeza la zona.
Me encojo de hombros, restándole importancia. —Yo hubiera hecho lo mismo.
En ese momento, el sonido de los anuncios del vuelo rompe nuestra burbuja. La rodeo con los brazos sintiendo su cálido aroma a mi alrededor.
—Primer llamado para los pasajeros del vuelo AT-594 con destino a Mila, Italia. Favor de comenzar a abordar por puerta cinco.
Escuchamos decir por los altavoces, Ainhoa me mira con sus ojos llenos de lágrimas.
—No quiero irme. —murmura en un susurro apenas audible, y siento el peso de sus palabras resonar en mi pecho.
Trago el nudo que se forma en mi garganta, tratando de mantener la firmeza en mi voz. —Esta es una oportunidad increíble para que cumplas tus sueños, y estoy feliz y orgulloso de lo que vas a lograr.
Este no será un adiós definitivo. Durante todo el trayecto al aeropuerto, las palabras de mi hermana resonaron en mi mente, y estoy decidido, más claro que nunca, con mi decisión.
Cierro los ojos por un instante, intentando grabar cada detalle: el roce de su mano en la mía, su aroma que embriaga mis sentidos, el sonido de su voz que se mezcla con el eco de los altavoces, su dulce sonrisa.
Ainhoa se aferra a mí, como si ese abrazo pudiera detener el tiempo, como si nuestros corazones pudieran desafiar la lógica de la distancia. Pero el llamado del vuelo persiste, un recordatorio implacable de que el reloj no espera a nadie.
—Segundo llamado para los pasajeros del vuelo AT-594.
Los segundos se estiran como si fueran horas. La miro a los ojos, buscando fuerza en su mirada, y encuentro una determinación similar reflejada en sus lágrimas. Le doy un beso en la frente, un gesto que me encanta hacer con ella.
—Te amo, Andrew. —susurra sobre mis labios.
—Yo también te amo, Ainhoa. Ahora debes abordar ese avión, y pronto iré contigo.
—¿Qué? —Pregunta y se dibuja una sonrisa tímida en su rostro.
—Te prometo que no pasarán muchos meses antes de que esté allí contigo en Italia. Haré lo que sea necesario para estar a tu lado, para construir nuestro futuro juntos. Esta distancia no será permanente, es solo una pequeña piedrita en nuestro camino. —Mi voz lleva consigo la firmeza de mis intenciones.
Ainhoa se queda en silencio por un momento, absorbiendo mis palabras. Sus ojos brillan reflejando la mezcla de emoción y esperanza que comparto con ella.
—¿De verdad lo harás? —pregunta, y su rostro se ilumina con una sonrisa.
—Lo juro. —respondo, sellando mi promesa con un tierno pero apasionado beso.
Ainhoa se separa y asiente con una sonrisa, mientras la rodeó entre mis brazos.
—Pero no sabes hablar italiano. —dice con una sonrisa.
—Aprenderé, y sé hablar inglés, francés y algo de español... ¿De algo debe de servir, o no? —pregunto con una sonrisa.
—¿Y tu trabajo?
—Última llamada para los pasajeros del vuelo AT-594.
—Buscaré otro allá.
Nos quedamos allí, en ese abrazo, compartiendo un momento de complicidad y determinación. Aunque la incertidumbre del futuro y los desafíos que nos esperan son palpables, también lo es la convicción de que estamos dispuestos a enfrentarlos juntos.
El anuncio del último llamado para el vuelo de Ainhoa interrumpe nuestro momento, y nos separamos lentamente. Su mirada refleja un destello de esperanza que, a pesar de la distancia, nos mantendrá conectados.
—Te esperaré, Andrew Miller. —dice con una determinación que me llena de admiración.
—Y yo te iré a buscar, Ainhoa Campbell. Nuestro futuro nos pertenece, y no estoy dispuesto a dejarte ir tan fácilmente.
Ainhoa sonríe con un brillo de gratitud en sus ojos. Se acerca, y en ese momento, el mundo a nuestro alrededor desaparece. La despedida se convierte en un beso cargado de promesas, un lazo tangible que une nuestros corazones a pesar de la distancia que se avecina.
El beso es suave pero apasionado, un intercambio de amor que parece detener el tiempo. Cierro los ojos, sintiendo el roce de sus labios como un susurro de esperanza en medio de la incertidumbre. El sabor a despedida se mezcla con la dulzura de lo compartido, creando un recuerdo imborrable en el lienzo de nuestras almas.
Cuando nos separamos, nuestras frentes se apoyan, y puedo sentir su respiración entrelazarse con la mía. Nos miramos con la intensidad de quienes comprenden que este momento es solo un capítulo en nuestra historia, no el final.
—Te amo, Andrew. —susurra, sus ojos buscando los míos.
—Y yo a ti, mi amor. Nos vemos pronto.
—Nos vemos pronto. —susurra con una sonrisa que ilumina su rostro, soltandose de mi abrazo.
—Pronto. —respondo, con la esperanza tatuada en cada palabra.
Ainhoa se aleja hacia la puerta de embarque, pero el sabor de ese beso persiste en mis labios. Observó su figura desvanecerse entre la multitud, llevando consigo una parte de mi corazón, pero dejándome con la promesa de un reencuentro que pintará nuestras vidas con la magia de un amor que trasciende kilómetros.
Regreso al departamento con la imagen de su sonrisa grabada en mi mente y el sabor de su beso en mis labios. La espera puede ser difícil, pero sé que cada día que pasa nos acerca más al momento en que nuestras vidas se vuelvan a entrelazar.
Días, semanas y meses transcurren, pero la llama de nuestro amor persiste. Las llamadas, los mensajes y las videollamadas se convierten en los hilos que tejen nuestro vínculo a través de la distancia.
En nuestras conversaciones, compartimos los detalles de nuestras vidas, las experiencias que vivimos cada uno por separado. Ainhoa me narra sus descubrimientos en Italia, las maravillas culturales y los desafíos que ha experimentado estudiar en el extranjero. Yo, por mi parte, le cuento sobre mis días aquí, mi trabajo en el bufete, mi búsqueda de trabajo en Milán y sobre todo las clases de Italiano que estoy tomando.
Las noches para ella y los días para mi o viceversa, se vuelven un momento sagrado, cuando nos sumergimos en las pantallas, la cercanía que tanto anhelamos. En cada llamada, la imagen de su rostro ilumina mi pantalla. Mientras ella me ayuda con el italiano, descubrimos un nuevo nivel de conexión. Las risas compartidas al intentar pronunciar palabras complicadas se convierten en pequeñas victorias que celebramos juntos. Cada esfuerzo por comprender su cultura y su entorno se convierte en un gesto de amor y compromiso.
El tiempo se convierte en nuestro cómplice silencioso. Ainhoa y yo sabemos que cada día se acerca el momento en que la distancia dejará de ser un obstáculo y nuestras vidas se sincronizarán nuevamente. Nuestros corazones laten en un compás compartido, como dos melodías que se entrelazan aunque estén separadas por océanos.
Nos imaginamos el reencuentro una y otra vez, visualizando cada detalle: el abrazo que hemos esperado meses, el roce de sus labios que solo conozco a través de la memoria de aquel último beso de despedida.
Después de seis meses finalmente, llega el día. El aeropuerto se convierte en el escenario de nuestra reunión. La ansiedad se apodera de mí mientras atravieso el control de seguridad internacional.
Y allí está ella, Ainhoa, esperándome en el área de llegadas, con una sonrisa que refleja tanta emoción como la mía. Por un momento, me detengo a observarla, sin que ella aún perciba mi presencia, absorbido por la nostalgia y la alegría de volver a verla.
Cuando finalmente se gira y sus ojos encuentran los míos, su rostro se ilumina de una manera indescriptible. Sin pensarlo, dejo caer mis maletas y me dirijo hacia ella. Ainhoa corre hacia mí y antes de que pudiera asimilarlo, estoy rodeándola con mis brazos, girando en un abrazo que parece fundirnos en un mismo lugar, mientras ella enreda sus piernas alrededor de mi cintura.
—Benvenuto... amore mio — susurró con sus ojos llorosos, sobre mis labios. Sus palabras cargadas de la dulzura italiana que tanto adora.—. Non sai quanto mi sei mancato —continua, su voz resonando en mi oído con la intimidad de alguien que extrañó cada parte de mi ser.
—Io anche ho sentito la tua mancanza, amore mio —respondo, sintiendo la palpable realidad de su presencia. La espera y la distancia quedan atrás, ahora solo estamos nosotros dos, envueltos en el abrazo que ha sido la fuerza impulsora de mi retorno.
El tiempo se desvanece mientras permanecemos inmersos en ese abrazo, como si el mundo exterior no existiera. Ainhoa se aparta lo suficiente para mirarme a los ojos, y en ese intercambio silencioso, ambos compartimos la certeza de que este momentos es de esos que hacen dices; "La espera valió la pena"
—Andrew, sei qui,— susurró, sus ojos destellando con una mezcla de alegría y alivio. Cada sílaba de su dulce voz resuena en el aire, convirtiéndose en un eco de la conexión que compartimos.
—Sì, sono qui,— respondo, acariciando su mejilla con la yema de mis dedos, como si confirmara su presencia a través del tacto. Siento la calidez de su piel, la realidad tangible de tenerla de nuevo a mi lado.
~ FIN ~
Traducciones:
—Benvenuto... amore mio. Bienvenido... amor mio
—Non sai quanto mi sei mancato. No sabes cuanto te extrañe
—Io anche ho sentito la tua mancanza, amore mio. Yo también te extrañe mi amor.
𓃭
Holaaa!!! ✨
Hemos llegado hasta el fin de esta historia🥺.
Siento un poco de nostalgia al terminar esta historia, que espero de todo corazón que les haya encantado, y disfrutado.
Cuéntenme
¿Qué les pareció el final y la historia en general?☺️
Tu apoyo siempre fue esencial y especial para mi, y leí todos sus comentarios😊
Gracias a cada uno de ustedes por ser parte de "Destinos Cruzados" por leer y dar siempre su apoyo.
Un abrazo a cada uno de ustedes🧡
Durante la tarde les subiere el epílogo.
Nos vemos 😉
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