CAPÍTULO 37
Narra Andrew
Mis dedos repiquetean con ansias en el volante mientras espero en un interminable semáforo en rojo. Mis emociones fluctúan entre ansiedad y nerviosismo, una montaña rusa de incertidumbre que me tiene al borde del abismo. Jamás imaginé que tendría que atravesar por esto siendo tan joven, y solo puedo pensar en lo que Ainhoa debe estar sintiendo en este mismo instante.
Siento cómo las manos aprietan el volante con una intensidad que refleja mi agitación interna. Cada segundo que transcurre parece una eternidad, y la vía no hace más que aumentar la distancia que me separa de la farmacia. Los semáforos solo logran impacientarme más.
Finalmente, llegó a la farmacia, y los minutos en su interior parecen una eternidad mientras busco la prueba de embarazo. La encuentro y la sostengo con manos temblorosas, observándola durante unos segundos. Ahí está, el pequeño artefacto que podría cambiar mi vida por completo. Mi corazón late desbocado, como un tambor en mis oídos, mientras la contemplo.
El regreso es una carrera contrarreloj. Mis dedos martillean nerviosamente el volante, y la prueba de embarazo yace pesadamente en el asiento del pasajero. La urgencia por llegar a casa, por despejar esta incertidumbre, me consume. Cierro la puerta del auto con un suspiro y avanzo hacia mi departamento.
El camino hasta la puerta de mi departamento parece una eternidad, como si cada paso me alejara de mi departamento. Al llegar a mi puerta la llave tiembla en mis manos mientras trato de abrir la puerta, y cuando finalmente entró, siento una mezcla abrumadora de miedo y nerviosismo a lo que viene.
Subo las escaleras con un nudo en el estómago, la prueba de embarazo en mis manos. Mi mente es un torbellino de preguntas sin respuesta, escenarios que podrían desplegarse, y emociones inquietas que no puedo siquiera comenzar a describir. Pero hay algo que tengo claro: si esta prueba resulta positiva, jamás las o, los podría dejar. No puedo ni siquiera considerar la idea de alejarme de esta vida.
—Volví amor —anuncio con una voz que intenta transmitir calma mientras me adentro en la habitación. Ainhoa permanece en el mismo lugar en el que la dejé, en el suelo. Su rostro refleja miedo y tristeza profunda. —Ainhoa sigue en el piso. No te has movido desde que me fui.
Ella solo niega y recibe la prueba, sus dedos tiemblan al igual que los míos. Salgo del baño dándole privacidad para que haga la prueba. Espero fuera del baño, mis pensamientos están en una carrera desenfrenada. No puedo evitar pensar en todo lo que esto implica. No estamos preparados para ser padres, ni siquiera sé si quiero serlo en este momento. No es que no quiera ser padre en algún momento, sueño con formar mi propia familia y tener hijos, pero no ahora. Estamos disfrutando de nuestra juventud, con planes y sueños que no incluyen pañales, biberones y noches sin dormir. No tengo idea de cómo sería ser un buen padre, y la responsabilidad que eso conlleva me asusta. No quiero defraudarla, pero tampoco la dejaré sola.
Mis ojos siguen fijos en la puerta del baño, esperando a que Ainhoa termine de hacer la prueba. El tiempo parece estirarse y comprimirse al mismo tiempo.
Finalmente, la puerta del baño se abre, y Ainhoa sale con las manos vacías. Sus ojos se encuentran con los míos, y puedo ver el miedo en su mirada. El tiempo se detiene por un instante, y luego, ella rompe el silencio.
—Tenemos que esperar cinco minutos. —Susurra.
Asiento sin decir nada y la abrazó con delicadeza, se que está asustada igual o más que yo. Nos sentamos juntos en el suelo del baño, la acomodo entre mis piernas y la rodeo con mis brazos. Estamos en un silencio horroroso. Cada uno sumido en sus pensamientos y en lo que dirá ese pequeño plástico.
—Andrew, ¿qué piensas? —me preguntó con voz temblorosa, mientras sus ojos buscan los míos.
—Pienso... que si llegara a salir positivo. ¿En donde lo concebimos?
—¿De verdad estás pensando en eso? —su voz tiembla.
La verdad es que no estoy pensando en eso, pero necesito distraer mi mente con algún pensamiento, pero todos me traen a la realidad, todos mis pensamientos son iguales.
Nosotros con un hijo, pero debo mantener de alguna u otra forma la calma, necesito estar o al menos aparentar tranquilidad por ambos y ser ese apoyo y contención que en estos momentos necesita.
—¿En qué quieres que piense, Ainhoa? —respondo aparentando calma. —No puedo evitar sentir miedo, pero uno de los dos debe mantener la calma, ¿no crees?
—Fue la noche de la discoteca. No sé si fue en el baño o aquí en el departamento. —me responde rápidamente y mi mente viaja a aquella noche en el baño de la discoteca y luego aquí en mi departamento.
Esa si que fue una noche muy intensa, y la volvería a repetir con ella.
—Esa noche... podríamos repetirla. —Le digo con un beso en la mejilla.
—¡Andrew! —Exclama—¡No puedes decir eso en un momento como este!
Una risa se me escapa tratando de aligerar la tensión del lugar. —Jajaja... la noche fue buena..... muy buena —susurro juguetón.
—¿Y si el resultado es positivo? ¿Qué haremos entonces? —pregunta, su voz tiembla por el miedo. —Tengo solo veinte años, no quiero arruinar mi juventud debido a un descuido que podríamos haber evitado. ¡Andrew, no estoy preparada para ser madre! —sus ojos se llenan de lágrimas y me parte el corazón — ¡Tengo VEINTE años! —exclama desesperada. —He arruinado todo. —cubre su rostro con las manos.
—Ainhoa, por favor, no digas eso. —pido quitando sus manos delicadamente de su rostro —Si el resultado es positivo, enfrentaremos esto como adultos responsables que somos. Estaré a tu lado. No arruinarás tu juventud.
—¿Adultos responsables? No somos adultos responsables. Tengo VEINTE años, y tú VEINTITRÉS. ¿Cómo vamos a criar a un hijo cuando ni siquiera he terminado la universidad? ¿Te das cuenta? —tiene razón, somos jóvenes para ser padres y fue un descuido que podríamos haber evitado —. No podré seguir estudiando.
Tomó sus manos con cariño y la miró directamente a los ojos. No permitiré que deje la universidad, ella puede hacer todo lo que se proponga con o sin un hijo y se lo trato de dejar en claro y que siempre tendrá mi apoyo. Y todo lo que se nos venga ahora y en el futuro lo enfrentaremos juntos, porque somos una pareja. Ella es mi vida y haré todo lo que esté a mi alcance para que cumpla todas su metas.
Sus lágrimas caen por sus mejillas y me regala una sonrisa sincera que se mezcla con sus lágrimas, con mis pulgares limpios debajo de sus ojos con delicadeza, y la vuelvo a envolver en mis brazos sintiendo como se tranquiliza y se relaja dentro de lo que es posible. Le doy un beso tierno en los labios.
—¿Te imaginas una mini-Ainhoa correteando por estos pasillos?
Mis palabras salen por sí solas, mientras me imagino a una mini-Ainhoa recorrer estos pasillos.
—O un mini-Andrew, con ese tono de piel que vuelve locas a todas.
Si, esto contemplando la posibilidad de que si sea padre, es un cincuenta por ciento de probabilidad. Y muy en el fondo de mi le gusta la idea de pensar en tener a mini-nosotros por el lugar.
—Y tus hermosos ojos. —Añado y con un impulso involuntario apoyo mi mano con delicadeza sobre su vientre.
Si llegase a estar embarazada, sería aún más hermosa. Ainhoa se tensa al sentir mi mano en su vientre, y su rostro se vuelve a invadir en una mezcla de temor y nerviosismo.
El sonido de su celular interrumpe momento; y Ainhoa con manos temblorosas toma la prueba y con un suspiro me la entrega.
—Lo miras tú, Andrew —murmuró con voz temblorosa.
¿Yo?, ¿por qué? No tengo ni idea de cómo interpretar estas cosas. No quiero ser testigo de la prueba en absoluto. Estoy a punto de negarme, pero cuando la veo tan vulnerable, con las manos temblorosas y los ojos llenos de incertidumbre, me siento incapaz de rechazarla. Finalmente, tomó la prueba, la observó por un momento, y luego la miró directamente a los ojos.
¿Una línea? ¿Eso es bueno o malo? ¿Significa que está embarazada? Debería haber leído las instrucciones. Maldita sea, debería haber leído las instrucciones antes. No puede ser tan difícil, ¿verdad? Intento recordar las clases de educación sexual de la secundaria o cualquier película que haya visto donde muestren una prueba de embarazo.
—¿Dos rayitas son negativas y una rayita es positiva? —balbuceo, mi nerviosismo se desborda, y mi mirada se posa en ella, buscando respuestas.
Veo como se tensa y sus rostro refleja miedo, desesperación.
Mierda... Esto no es bueno, una línea es positiva. Su silencio y su forma de actuar ante mi pregunta me están desesperando.
¿Está o no está embarazada?
—Dime, Ainhoa, ¿dos rayitas significa que no estás embarazada y una que sí lo estás? —hablo desesperado.
—Una rayita es negativo y dos... dos es positivo —responde con una voz temblorosa, como si cada palabra le costará un esfuerzo titánico.
Escuchar esas palabras... "Una rayita es negativa". Eso es lo único que mi mente procesa. Suelto el aire que había contenido con fuerza, un suspiro de alivio se escapa de mis labios, liberando toda la tensión acumulada en ese momento. Nuestra mirada se encuentra, y una sonrisa de alivio inunda mi rostros.
—No estás embarazada, amor.
*****
Nos encontramos en esa sala de espera, con sus paredes impasibles y luces fluorescentes que destellan una frialdad que contrasta con la tensión en el aire. Ainhoa y yo, ambos con miradas cargadas de ansiedad, esperamos respuestas que podrían alterar por completo nuestra realidad.
Ainhoa está sentada intranquila a mi lado, pero su mirada se pierde en la distancia. Sus manos juegan nerviosas entre sí, un gesto que revela la ansiedad que la consume, tomo entre mis manos sus manos para tratar de ayudar a que se relaje, aunque se que es un poco difícil.
—Amor, tranquila ¿sí? —le pido entrelazando nuestros dedos. —Sea lo que sea estaré aquí para apoyarte.
Me mira con una media sonrisa. —Gracias —murmura por lo bajo.
Nos quedamos en silencio nuevamente y la rodeé con mis brazos para que se sienta más acompañada. La ansiedad me carcome por dentro, porque sé que entre nosotros flota la incertidumbre de un posible embarazo.
Conocemos las estadísticas, somos conscientes de los falsos positivos y de nuestros momentos de imprudencia, cuando el deseo y la calentura nos llevó a ignorar las precauciones.
—¿Entrarás conmigo?
—Claro amor, si así lo deseas. —beso si frente.
Asiente levemente —Si, me serias de mucho apoyo en ese momento.
La espera se extiende como una eternidad. El tic-tac del reloj en la pared marca el paso del tiempo de forma implacable, mientras cada segundo nos sumerge más en la incertidumbre. Ainhoa apenas puede mantener la compostura, y yo, por más que intentó infundir calma, siento que mi corazón late al ritmo de la incertidumbre.
—Ainhoa Campbell.... —Llama el doctor y nos miramos antes de levantarnos.
—Hola, doctor— titubea Ainhoa. —¿Puede entrar conmigo verdad? —me apunta.
—Por su puesto. Adelante.
Entramos a la consulta. El espacio parece encogerse a medida que nos adentramos en el reino de posibilidades y temores. El aroma a desinfectante flota en el aire, mezclado con la tensión que se palpa en cada rincón. El médico, con su expresión imperturbable, nos indica que tomemos asiento.
El médico, con una seriedad que se cierne en su rostro, dirige su atención hacia Ainhoa. La mira fijamente. Ainhoa comienza a contarle todo de una manera muy detallada, el doctor la escucha atentamente tomando notas y haciendo distintos tipos de preguntas.
—Ainhoa, cuénteme, ¿ha experimentado cambios en su ciclo menstrual recientemente?
Ella asiente, un indicio de preocupación destellando en sus ojos. —Sí, he notado irregularidades en los últimos meses.
—¿Ha tenido algún cambio en su dieta o en su nivel de actividad física?
—No, nada significativo. Mi rutina ha sido la misma.
El médico toma notas mientras continúa indagando. —¿Ha experimentado cambios en su apetito o en sus hábitos de sueño?
—Mi apetito ha aumentado, y me siento más cansada de lo habitual.
Sus respuestas dan pie a un cúmulo de posibilidades que flotan en el aire cargado de incertidumbre. El médico, manteniendo la calma, procede con meticulosidad.
—¿Ha sentido náuseas o mareos en algún momento?
Ainhoa asiente, suspirando. —Sí, últimamente especialmente por las mañanas.
La expresión del médico se vuelve reflexiva, y decide profundizar. —¿Ha experimentado cambios emocionales notorios, como irritabilidad o cambios repentinos en el estado de ánimo?
—Sí, he estado más irritable y sensible últimamente. —Ainhoa me mira de reojos— Pequeñas cosas me afectan de manera desproporcionada.
El médico toma un momento para procesar la información antes de formular la siguiente pregunta. —Ainhoa, ¿ha tenido relaciones sexuales sin protección recientemente?
Sus mejillas adquieren un tinte leve, pero asiente con sinceridad. —Sí.
El médico asiente comprensivamente. —Entiendo. Ahora, quiero que sepa que estos síntomas pueden tener diversas causas. Estamos en el proceso de descartar posibilidades. Podrían estar relacionados con cambios hormonales, estrés o incluso un desequilibrio nutricional.
Ainhoa escucha atentamente, aunque la inquietud aún se refleja en su rostro. —¿Qué más podría ser?
El médico sopesa sus palabras cuidadosamente antes de continuar. —Me gustaría realizar algunas pruebas adicionales para descartar ciertas condiciones médicas. Podría ser prudente explorar el estado de sus hormonas y realizar un análisis de sangre para evaluar su salud general.
A medida que el médico habla sobre las pruebas y el proceso de diagnóstico, la habitación se llena de una atmósfera densa de anticipación y posibilidades. Ainhoa y yo, sumidos en la incertidumbre, nos aferramos a la esperanza de encontrar respuestas.
El médico se pone de pie, indicando que es hora de dar el siguiente paso en este puzzle médico. Ainhoa y yo asentimos, dispuestos a abrazar cualquier posibilidad que nos acerque a una explicación.
—Primero, realizaremos un análisis hormonal para evaluar cualquier desequilibrio que pueda estar causando estos síntomas. También, un análisis de sangre nos dará una visión más amplia de su salud general.
Ainhoa asiente, apretando ligeramente mi mano, buscando apoyo en la incertidumbre que se avecina.
El médico continúa explicando el procedimiento con un tono calmado, a pesar de la complejidad del rompecabezas médico que enfrentamos. Cada palabra, cada detalle técnico, nos adentra más en la búsqueda de respuestas.
—Después de los resultados, podremos descartar algunas posibles causas y dirigirnos hacia un diagnóstico más preciso. Ainhoa, entiendo que esto puede ser abrumador, pero estoy aquí para guiarlos a través de este proceso.
Mientras salimos de la consulta, Ainhoa se aferra a la esperanza de que estas pruebas arrojarán luz sobre su situación. El corredor del hospital parece más largo de lo habitual, como si estuviera extendiéndose hacia un futuro incierto.
Los días transcurren en una mezcla de espera ansiosa y la rutina diaria. Cada llamada del médico es recibida con un latido acelerado del corazón, esperando que cada análisis nos conduzca al esclarecimiento que tanto anhelamos.
Finalmente, la espera culmina con una reunión en la misma sala donde empezó esta odisea médica. El médico, con expresión seria, sostiene los resultados en sus manos.
—Ainhoa, Andrew, hemos revisado todos los análisis detenidamente. Los resultados no indican un embarazo, pero hemos identificado un desequilibrio hormonal significativo.
Ainhoa exhala, una mezcla de alivio y desconcierto dibujada en su rostro. La explicación es un paso adelante, pero aún quedan interrogantes.
—Este desequilibrio hormonal podría explicar los síntomas que han experimentado. Es tratable, y con el tiempo, deberíamos ver mejoras notables.
El médico se adentra en los detalles del tratamiento, mientras nosotros escuchamos atentamente el procedimiento a seguir.
𓃭
Holaaa!!! ✨
Espero que les siga gustando la historia, tanto como a mi me gusta escribirla .
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Solo quedan poquitos capítulos para esta novela llegue a su fin 😞
Gracias por leer, un abrazo 🧡
Actualizaciones: Lunes - Jueves.
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