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CAPÍTULO 32

Narra Ainhoa

Mark y Gemma nos invitaron a Nate y a mí a ser parte de un momento especial: la ecografía en la finalmente descubrirán el sexo del pingüinito que viene en camino. El tiempo había pasado volando desde que Mark me anunció la noticia del embarazo de Gemma, y me imagino que para Nate el tiempo pasó aún más rápido. Mis sentimientos son una mezcla de emoción y ansiedad, mientras Nate sostiene mi mano nervioso.

La pantalla del ecógrafo proyecta una imagen borrosa, y el latido del corazón del bebé llena la habitación con una melodía tierna. Gemma, en la camilla, sonríe radiante, y Mark está a su lado, acariciando su mano con ternura.

—Este pingüinito no sabe la suerte que tiene de tenerlos como padres —comentó con una sonrisa.

—Esperemos que tengas paciencia, hermanito, porque con Ainhoa, vamos a malcriar y enseñar todas las travesuras que nos quedaron pendientes con nuestros padres —dijo Nate en tono jocoso mientras mira a Mark.

—Esas travesuras ya me las sé, enano —respondió Mark  y Gemma comienza a reír.

—Sabes las que creamos juntos, pero no sabes las que se nos han ocurrido con Ainhoa. —Dice y ambos sonreímos.

Mark nos miró con el ceño fruncido y bromeó: —Bueno, no sé si quiero que le enseñen todas esas travesuras a mi pingüinito.

—No te preocupes, Mark. Las travesuras serán controladas y en su justa medida. —Le aseguro a Mark compartiendo una mirada cómplice con Nate..

La doctora comienza a mover el transductor sobre el abdomen de Gemma, y poco a poco, la imagen se vuelve más clara. La expectación es palpable en la habitación, todos esperando ese momento mágico en el que descubriremos el género del pingüinito.

—¿Están listos para ver a su pingüinito?—Nos pregunta la doctora con una sonrisa cálida.

Mis dedos se entrelazaron con los de Nate mientras nuestras miradas se encuentran, compartiendo la expectación. Ambos hemos estado esperando este momento con ansias, no quiero ni imaginarme como debe de estar Mark.

Gemma y Mark se miran con una sonrisa, y nosotros con Nate también.

La mujer se tomó su tiempo y finalmente declaró: —Es una niña.

La habitación se llenó de risas, abrazos y felicidad. Descubrimos que íbamos a ser los tíos de una niña. La noticia nos inundó de alegría, y Mark no dejaba de sonreír mientras acariciaba con ternura el vientre de Gemma, como si quisiera transmitirle su amor a la futura madre y a la bebé que crecía en su interior. La emoción se mezclaba con un toque de alivio, y todos compartimos la felicidad de este momento único en la vida de Gemma y Mark.

Después de salir de la consulta, nos detenemos en el auto de Mark y él con Gemma se miran con complicidad. Nate y yo nos miramos y luego los miramos.

—Chicos, les tenemos un regalo a ambos. —Dice Gemma sonriendo, mientras Mark abre el maletero y saca una bolsa de papel desde el interior.

—Esto es para ustedes, ábranlo juntos. —Nos entrega el pequeño paquete Mark.

—Qué nervios... —murmura Nate abriendo la pequeña bolsa de regalo.

Saco una camiseta pequeña con un mensaje estampado en ella...

—Tía Ainhoa y Tío Nate, ¿quieren ser los padrinos de esta pingüinita que viene en camino?

—Hermano, ¿esto es en serio? —pregunta Nate emocionado.

—Claro que sí enanos, nuestra hija no podría tener mejores padrinos que ustedes. Nos apoyaron desde el momento en que se enteraron y con Gemma queremos que ustedes dos sean sus padrinos.

—¡Por supuesto que sí! —exclamo, abrazando a Gemma con cariño y emoción. Nate asiente con una sonrisa igual de radiante, y Mark nos abraza con cariño.

*****

Voy conduciendo hasta el departamento de Andrew, quedamos en cenar y estar en su departamento viendo alguna película, en plan muy romántico. Después de aquella noche tan fantástica viendo las estrellas fugaces todo va increíble. Estaciono en el edificio y me dirijo hacia el piso de Andrew, voy a tocar el timbre pero la puerta se abre justo a tiempo, Ashley está de pie en el umbral, y detrás de ella está Andrew luce sorprendido y, a la vez, incómodo. Mi boca se abre en shock, y mi respiración se vuelve irregular mientras mi corazón golpea con fuerza en mi pecho. Un nudo se forma en mi garganta, y mis ojos se llenan de confusión y dolor.

Ashley me mira con una sonrisa que destila malicia, mientras Andrew intenta explicar la situación. Mi mente se debate entre la incredulidad y el temor. Las palabras de Ashley me llegan como un eco distante.

—Ainhoa, volviste... —dice Ashley con una sonrisa maliciosa.

—Ainhoa, amor. Por el amor que le tienes a tu familia. Por favor no malinterpretes las cosas. Te juro por mi sobrina que no es lo que tu crees.

La ira y la confusión se apodera de mi, y siento que me cuesta respirar.

—¿Qué no malinterprete? —Trago el nudo que cada vez se hace más grande y murmuro con el ceño fruncido, incapaz de procesar la escena frente a mí.

—Ainhoa, amor, por favor no malinterpretes las cosas. —Andrew repitió, esta vez con más urgencia.

Ashley, sin embargo, parece disfrutar de la tormenta que ha desatado. Su sonrisa es la personificación de la maldad.

—Deja que crea lo que realmente pasó. Para qué le vas a mentir. Créeme que ni se acordó de ti cuando estuviste fuera de Canadá, lo pasamos tan bien juntos.

Mi respiración se vuelve errática y la ira crece en mi interior, miró a Andrew y luego a Ashley. 

—No mientas.

—No miento, Ainhoa. Pregúntale. —Ashley se gira hacia Andrew, quien sigue en silencio.

—Eso no es cierto, no estuve con ella cuando no estuviste. —me mira esperando a que le crea y luego su vista se dirige a Ashley. —Ashley lárgate de mi casa. —La echa furioso.

Ashley ignora a Andrew.

Saco fuerzas y no me dejo intimidar. —Escúchame bien... Deja de entrometerte en mi relación.

—¿Como tú lo hiciste con la mía?, ¿Ahora sientes lo que yo sentí cuando tú te metiste en mi relación? Acéptalo. Andrew estuvo conmigo varias veces cuando estuviste fuera.

Mi fuerza se fue desvaneciendo con sus palabras.

—No te creo, deja de mentir.

—Abre los ojos Ainhoa, él no es para ti.

—¿Y para ti sí? —Le respondo con sarcasmo y desprecio.

—Si. Andrew estará mejor conmigo que contigo. Yo soy una mujer y tú eres...

No me dejaré intimidar por sus palabras, se que conmigo es feliz, y me lo ha demostrado millones de veces, no la dejo terminar. No voy a permitir que sus palabras me hagan dudar.

Espero no equivocarme....

Un pensamiento fugaz atravesó mi mente al mismo tiempo en que dejo salir las dos primeras palabras.

—La novia de Andrew. Y te guste o no aceptarlo, él está conmigo ahora. Hagas lo que hagas o inventes lo que inventes, no lograrás separarnos.

Terminé de hablar con el corazón latiendo muy rápido.

—Ashley, lárgate de mi casa. —La voz de Andrew se vuelve un rugido, y esta vez sus palabras fueron acompañadas de la furia que ha estado conteniendo.

Ella pasa junto a mí con aires de superioridad y una sonrisa burlona en su rostro. Andrew me toma del brazo y me jala hacia el interior de su departamento,

Cierra la puerta y me toma de ambas mejillas para que lo mire —Amor, te juro que no es lo que crees. Ella vino hasta aquí porque, según ella, se le quedó una chaqueta cuando vino a buscar todas sus cosas. Subió a buscarla, estuvo como dos minutos y bajó diciendo que no la había encontrado. Fue en ese momento que tú llegaste, mi amor. Por favor creeme.

Las palabras de Andrew suenan apresuradas, como si mientras más rápido hablará, más rápido entendería lo sucedido. Mis ojos lo miran con escepticismo.

Sin pronunciar ninguna palabra, mi mente comienza a procesar sus palabras. Por más que intente convencerme de que las palabras de Ashley no deberían sembrar dudas en mi mente, lo cierto es que ya lo había logrado. Sin embargo, estoy al tanto de las artimañas de Ashley, y esto simplemente podria ser otro de sus malintencionados intentos.

Ashley parece no tener descanso, persiste en su empeño de buscar a Andrew, inundándolo con mensajes, fotos, y recuerdos de los momentos compartidos en el pasado. Es agotador, esa tenacidad para separarnos me atormenta. Estoy al tanto de que mientras estuve fuera de Canadá, Ashley siguió buscando a Andrew, incluso en algunas ocasiones buscó la forma en que sus encuentros sean solo coincidencias. Todo lo sé gracias a Damián, aunque Andrew parecía no prestarle atención y solo la ignoraba. Lo que en el fondo agradezco. ¿Es que no tiene límites? ¿Hasta cuándo seguirá entrometiéndose en nuestra relación? No sé cuánto más podré soportar esta situación.

—Creo que deberías mudarte de ciudad y de país. —Intenté decirlo con un toque de humor, pero la tensión en el aire era palpable.

—¿Me crees? —pregunta esperanzado.

—Digamos que, por ahora, no ha logrado que pierda mi paciencia del todo —comento, con una sonrisa forzada y un nudo en mi garganta que no puedo evitar.

Andrew me mira triste.

—Confía en mí. Tú eres todo para mi.

Respiro profundamente, y sonrió a medias.

—No dejemos que Ashley y sus estupideces arruinen nuestra tarde. Compré tu helado favorito —Me dice ladeando la cabeza y sonriendome. Muerdo mi labio inferior. —Veremos la película que tu quieras, hasta las aburridas de romance. —Acaricia mi mejilla.

Asiento lentamente, Andrew me abraza con fuerza, e inhalo su aroma.

—Amor, regalame una de tus sonrisas que tanto me gustan. —susurró, rozando su nariz en mi cuello, provocándome cosquillas.

—Primero, el helado; después, la sonrisa —respondí con un tono juguetón tratando de terminar con la tensión.

Suelta el aire con resignación y besa mi mejilla.

—Está bien.  Te serviré helado.

Lo sigo hasta la cocina y le pregunto. —¿Aquí o en la habitación?

Andrew me miró con una sonrisa coqueta mientras saca el bote de helado de la nevera. —Prefiero la habitación; es más cómodo en la cama que en el sofá.

—Me invitaste a ver una película, y eso es lo que haremos.

—Le quitas la diversión a todo,tiii Campbell.  —bromeó.

Sonrió. —Pero tienes razón, la cama es más cómoda.

Me doy media vuelta y comienzo a caminar hacia las escaleras seguidas de Andrew.

—Me gusta como piensas, porque así puedo hacerte cambiar de opinión, mientras ves la película y comes tu helado. —murmuró, con una mirada traviesa.

—Ya veremos— respondí con coquetería.

Llegamos hasta su habitación y me siento sobre la cama.

—¿Qué película veremos? —preguntó Andrew, acomodándose a mi lado.

—Sigamos con Peaky Blinders —dije mientras me pongo de pie—. Puedes buscarla, yo iré al baño

—Vale. —asintió.

Camino hacia el baño de la habitación y al abrir la puerta me encuentro con un brazier sobre el lavabo y un labial. Suspiro pesadamente.

—¡Andrew! —Lo llamo.

—¿Qué pasa? —preguntó mientras se levanta.

—A esto vino, a dejar su asquerosa ropa en el baño, y provocar que discutamos por implantar dudas sobre nuestra relación. —Suspiro—. No vino por su chaqueta. —comenté.

—Lo tiraré a la basura —respondió Andrew con determinación.

Asiento con la cabeza. A esto vino, a implantar dudas. ¿Cuándo nos dejará en paz? Miro detenidamente el baño de pie sobre el umbral de la puerta. Los brazos de Andrew me rodean por la cintura.

—Lo siento amor, fui un idiota en dejarla subir sola. No se me pasó por la mente que iba a hacer esto.

Suspiré y me separé de Andrew, caminando hacia la cama con determinación. —Vamos a ver la serie —anuncié, decidida a dejar de lado, al menos por un rato, las inquietudes que han surgido.

Decidimos poner a un lado las inquietudes momentáneamente y centrarnos en disfrutar de nuestro tiempo juntos. La serie Peaky Blinders nos envuelve en su intrigante trama, y trato de olvidar los juegos de Ashley y las dudas que ha intentado sembrar en nuestra relación.

Andrew y yo nos recostamos en la cama, acurrucados, sumergidos en el oscuro mundo de los Shelby y su vida en Birmingham. La tensión y el suspenso de la serie nos mantienen pegados a la pantalla, y de vez en cuando, intercambiamos miradas cómplices.

El tiempo pasa volando, y cuando llega el final del episodio, nos damos cuenta de que la noche ha caído y el hambre se hace presente. Sin decir una palabra, Andrew se levanta de la cama y sale de la habitación. Pocos minutos después, regresó con dos tazones de más helado y dos cucharas, y se acomoda a mi lado.

—Helado para la cena, ¿qué más se puede pedir? —comenté con una sonrisa mientras aceptaba la cuchara que me ofrecía. —Es una cena perfecta para mí —agregué, tomando una deliciosa cucharada de helado.

Andrew sonrió y respondió con ternura: —Para mí, con que tú sigas aquí, para mí es perfecto.

*****

—¡Aaaaaaaaah! —despierto alarmada —¡Mi alarma no sonó! ¡Llegaré tarde a clases! —grito en pánico.

En el momento en que saltó de mi cama, escucho un grito similar de Nate desde su habitación.

—¡Aaaaaaaah! ¡Me quedé dormido! —exclamó Nate.

Salimos corriendo de nuestras habitaciones y nos encontramos en el pasillo, ambos en estado de alarma, antes de llegar a la puerta del baño, empujándonos mutuamente en un intento por ser el primero en entrar.

—Nate —lo empujé—, yo llegué primero.

—Nada de eso, enana, yo llegué primero y debo entrar. —Él me devuelve el empujón y se apresura a abrir la puerta del baño antes que yo.

—¡Naaaate! —Golpeó la puerta—. ¡Por favor! Ocupa el baño de abajo, estoy muy atrasada.

—No alcanzo..., enana. Tú ve.

—¡Naaateeeee! Por favor, no me queda tiempo.

—Si dejaras de golpear la puerta y bajaras de una vez, podrías alcanzarlo perfectamente.

Hago una mueca de frustración. —¡Agggg, te odio! ¡IDIOTA! —Grito mientras bajo corriendo las escaleras.

Desciendo a toda prisa, tratando de no perder más tiempo del que ya había perdido. Mi mente se llena de preocupación por llegar tarde mientras recorro la casa, cruzando los dedos para que el baño de abajo esté desocupado, para mi mala suerte ese baño está siendo utilizado por mi otro odio hermano. Nate, por su parte, sigue ocupando el baño de arriba, sin hacer caso a mi urgencia.

Subo las escaleras y comienzo a golpear la puerta con impaciencia.

—¡Vamos, Nate! ¡Date prisa! ¡Estoy a punto de llegar tarde a clases!

La puerta del baño finalmente se abre, y Nate sale de manera deliberadamente lenta, como si disfrutara de mi desesperación. Lo miro con furia, pero él solo sonríe juguetón.

Lo empujó fuera del baño, sin ocultar mi frustración. —Date prisa, idiota, tú también llegas tarde.

La sonrisa juguetona de Nate se desvaneció, reemplazada por una expresión de pánico, y sale corriendo hacia su habitación.

Rápidamente, tomo mi turno en el baño, sabiendo que cada minuto cuenta. Mientras me apresuro a prepararme, el reloj avanza incesantemente.

Finalmente, logró arreglarme y salgo a toda prisa de mi casa. Al salir de mi casa veo a Andrew apoyado en su auto, mirando su reloj.

—¿Qué haces aquí? —pregunto con una sonrisa acercándome a él.

—Es tu primer día y me imagine que se te haría tarde. Además, sé que no te gusta conducir cuando estás apurada, así que aquí estoy. Tu chófer de Uber personal. —dijo mientras me daba un beso en la mejilla. —Vamos, no te quedes parada ahí... ¡Sube, que llegas tarde! —añadió abriendo la puerta del copiloto con una sonrisa.

𓃭

Holaaa!!!

Espero que les siga gustando la historia, tanto como a mi me gusta escribirla.

¿Qué les parece el capítulo?

Tu apoyo es esencial para mi, así que no olvides comentar y votar 😊

Les cuento que quedan pocos capítulos para esta novela llegue a su fin 😞

Gracias por leer, un abrazo  🧡

Actualizaciones: Lunes - Jueves.

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