CAPÍTULO 19
Narra Ainhoa
Necesito que Andrew entienda de una vez por todas que no seré la segunda opción. Sé que ya se lo he dicho en ocasiones anteriores, y reconozco que yo también he contribuido a esta confusión, pues cada vez que estoy cerca de él, despierta en mí sensaciones asombrosas, como si fuese una adictiva y maldita droga.
—Ainhoa....
Esa manera en que pronuncia mi nombre, con un tono tan seductor como si saboreara cada sílaba, solo complica las cosas. Tengo que liberarme de este triángulo amoroso, de esta encrucijada que no me llevará a ningún destino. Salvo quizás a un corazón roto.
—Ainhoa, por favor, escúchame...
—No, Andrew, necesitas entender que no puedes seguir coqueteándome así, porque esto...
Andrew me interrumpe —Maldita sea, Ainhoa, ¿podrías por un momento dejar de hablar? Tengo algo importante que decirte.
Guardo silencio y lo miro, asintiendo con la cabeza para que continúe.
—Lo que intento decir es que Ashley y yo...
Escuchar su nombre me da colera. ¿Acaso va a contarme que se van a casar?
No, no quiero oírlo. Aunque solo llevo poco más de un mes conociéndolo, imagino lo doloroso que sería descubrir que está comprometido, y yo no tengo cabida en esa ecuación. Pero si realmente está a punto de casarse, ¿por qué no está con ella celebrando su éxito de hoy en lugar de estar aquí conmigo? ¿Por qué sigue coqueteándome?
—.... ¿me escuchaste?
No escuche nada, al final ¿si se van a casa o qué?
Hago una mueca y Andrew junta las cejas mirándome con una expresión extraña.
—Te deseo lo mejor y felicidades.
—¿Felicidades?— preguntó confuso.
—Si, por tu matrimonio.
—¿Qué? ¿Quién se va a casar? — pregunta, evidentemente confundido.
¿Eh?
—¿T...ú....?
Él estalla en carcajadas y lo miro sin comprender qué tiene de gracioso. ¿No acaba de decir eso? ¿Por qué siempre tengo que hacer el ridículo frente a él? Qué vergüenza. Oculto mi rostro entre las manos, deseando que la tierra se abra y me trague, lanzándome hasta Saturno para no tener que enfrentar esto nunca más.
Andrew aparta mis manos de mi rostro y sus labios encuentran los míos en un beso sorpresivo. Me siento confundida, perdida. Mis labios reaccionan por instinto, correspondiendo al beso sin siquiera entender lo que está sucediendo.
Finalmente se separa lo suficiente como para hablar y me mira a los ojos.
—No sé qué escuchaste o si estás teniendo problemas para entender mis palabras, pero en ningún momento te dije que me voy a casar.
Habla con calma, demasiada calma, y abro los ojos sorprendida. Había entendido todo mal. Supongo que mi capacidad de comprensión está fallando.
—...Terminé con Ashley, eso fue lo que te dije.
Siento que mi corazón comienza a latir con fuerza, una mezcla de alivio y felicidad. ¿Habrá puesto fin a su relación por mí? Mi pecho se hincha, mi respiración se vuelve irregular y me siento como una tonta feliz.
Pero también que haya terminado no quiere decir que fue porque ahora quiere estar conmigo, uno termina por varias razón y ni siempre es para estar con la otra persona.
—¡Oh, Dios mío! —exclamo, llevando mis manos a mi boca en un gesto involuntario de incredulidad—. Andrew, lo siento que vergüenza.
Él sigue sonriendo, divertido por mi reacción, y coloca una mano suavemente en mi mejilla.
—No te preocupes, Ainhoa. Supongo que mis palabras no fueron lo suficientemente claras. —dice con ironía.
Mis mejillas arden, y aparto suavemente su mano de mi rostro, tratando de recomponerme y de ocultar mi vergüenza.
—Realmente siento mucho haber pensado que... —comienzo a decir, pero Andrew pone un dedo en mis labios, interrumpiéndome.
—No tienes que disculparte, Ainhoa. De alguna manera, esto me hizo darme cuenta de que necesito saber que estas en esta realidad o que tu cerebro está presente, antes de contarte cosas importantes —vuelve a decir con ironía.
Pongo los ojos en blanco y le doy un manotazo en su brazo. —No es chistoso —me cruzo de brazos, tratando de mantener una fachada de indignación para ocultar lo nerviosa y avergonzada que me siento.
Andrew se ríe a carcajadas ante mi respuesta, lo que solo aumenta mi sensación de haber hecho el ridículo.
—Lo siento, Ainhoa. No quise burlarme. Solo me pareció que tu reacción fue adorable e... inesperada.
—Vaya, gracias por el cumplido —respondo con sarcasmo, rodando los ojos de nuevo.
Él toma mi mano, su risa menguando mientras me mira con ternura.
—Aclarado el mal entendido y asegurándome que estas en esta realidad —puse los ojos en blanco —.... ¿Puedo besarte?
No me dio tiempo de responder porque acerco sus labios a los míos y me beso, sentí un suave cosquilleo en el estómago que se expande lentamente por todo mi cuerpo, como una chispa que prende cada uno de mis sentidos. La calidez de sus labios contra los míos novia una oleada de sensaciones.
El latido de mi corazón resuena en mis oídos. Me siento como si estuviera flotando en una burbuja de sensaciones que no quiero que se rompa.
Nuestro beso se vuelve más lento y profundo, su lengua pide permiso para entrar, encontrándose con la mía en un baile tímido y apasionado. Siento la ligera presión de su mano en mi mejilla. Cada contacto de sus labios contra los míos es una caricia que enciende mi piel, haciendo que un escalofrío recorra mi espalda.
Antes de separarnos atrapa entre sus dientes mi labio inferior, dándole un ligero tirón y la sensación juguetona hacen que mi respiración se acelere y un suspiro apenas audible escapa de mis labios.
—Eso fue inesperado —murmuro, con un tono entre risueño y un poco aturdido.
Él ríe suavemente, su mano aún en mi mejilla, acariciándola con ternura. —A veces, las mejores cosas en la vida lo son.
*****
—Ainhoa, cariño, ¿me pasas la sal? —pidió mi padre.
Me encuentro en una especie de nube, el día había sido prácticamente perfecto, a excepción del momento en que mi mente se desconectó y empecé a construir una realidad alterna en la que él se casaba. ¡Qué tonta soy! Siempre me pongo en ridículo frente a él.
—Hija, te estoy hablando.
Miré a mi padre con una expresión de confusión.
—¿Eh?
Roger me observó de forma extraña, como si fuera un extraterrestre o algo así. Esperen... ¿el señor Roger Campbell, es decir, mi padre, está cocinando?
—¿Estás cocinando? ¿En qué universo paralelo me encuentro? ¿Por qué cocinas, Roger? —pregunté con un toque de ironía y diversión.
Mi padre empezó a reír. —¿Acaso está mal que cocine para mi familia?
Fruncí el ceño. —¿Dónde está Miranda?
—Ainhoa, ¿puedes pasarme la sal? Además, Miranda pidió la tarde libre. Tenía algunos asuntos que resolver.
Le entregué la sal. —Esto no es típico de ti, papá. Parece que te han cambiado. —volví a hablar, esta vez en tono juguetón.
Siguió riendo mientras troza la carne y saltea las verduras.
—¿En qué puedo ayudarte? —pregunté acercándome.
—Aquí tienes —me entregó la espátula con la que estaba salteando las verduras—. Termina de saltear las verduras mientras corto las papas.
Tomé la cuchara de madera y comencé a hacer lo que me había pedido. —¿Vas a contarme por qué estás cocinando?
Sonrió. —Sí, ganamos el juicio y decidí invitar a cenar a mis colegas, junto con ustedes.
—¿Tus colegas? —pregunté deteniendo el proceso de saltear las verduras.
Eso significa que Andrew vendrá a cenar esta noche, después de lo que ocurrió durante la tarde, mi corazón comenzó a latir con fuerza al recordar nuestro beso. Cada vez que cierro los ojos, las sensaciones del momento se apoderan de mí, como si estuviera reviviendo cada instante con una intensidad sorprendente.
La suave presión de sus labios sobre los míos, el sutil roce de su mano en mi mejilla, la forma en que el tiempo pareció detenerse mientras nos sumergíamos en ese beso cargado de emociones reprimidas. Fue un instante mágico que, a pesar de su fugacidad, dejó una marca profunda en mi ser.
Después de ayudar a mi padre, subo a mi habitación para darme una ducha y eliminar el olor a comida de mi cabello. Registro mi armario en busca del conjunto adecuado para la cena, un body azul y un pantalón blanco con zapatillas blancas es el atuendo adecuado. Reúno mis pertenencias antes de dirigirme al baño para tomar una ducha. Mientras espero a que el agua alcance la temperatura adecuada, mi mente se inunda de preguntas sobre lo que sucederá ahora en adelante. Andrew está soltero, pero eso no garantiza que podamos estar juntos y disfrutar de este nuevo escenario.
Me enjuago la cara y me sumerjo en una ducha reconfortante, permitiendo que el agua caliente disipe mis pensamientos. En este punto, mi atracción por Andrew es innegable, y cada día que pasa se vuelve más difícil estar cerca de él, más aún después de lo que ha sucedido hoy. Envuelvo mi cuerpo en una toalla y comencé a vestirme con la ropa escogida.
Salgo del baño completamente arreglada y bajo las escaleras escuchando las risas y conversaciones de mi padre, acompañado de Thomas y Rachael.
—Andrew formará parte de nuestro bufete—. Dice mi padre.
Cada escalón que bajaba era una alabanza a Andrew. Thomas también habla de lo buen estudiante que es.
—Lo hubieras visto en el estrado, fue todo un abogado de primera, ni nerviosismo le escuche en su voz. —Dice Rachael.
Una sonrisa involuntaria se forma un mis labios. Termino de bajar las escaleras y camino hacia la sala para saludar a los invitados. Antes de cruzar el umbral tome aire y justo antes de entrar a la sala, suena el timbre. Camino directo hacia la puerta y la abro, encontrándome con unos ojos café que me miran con una sonrisa cálida.
—Hola —saluda y me toma por la cintura acercándome a su cuerpo y me da un suave beso en mis labios.
Mi corazón comenzó a latir con una intensidad que parecía resonar en toda la habitación.
Escucho unos pasos acercarse a nosotros y me alejo rápidamente de Andrew, me giro hacia la sala para ver quien viene, pero no viene nadie.
—Hola—, respondí con una sonrisa nerviosa, sintiendo la familiar sensación de rubor trepar por mis mejillas. —Pasa, están en la sala.
Andrew asintió con agradecimiento y entró a la casa. La fragancia de su colonia flota en el aire, una mezcla de notas amaderadas y cítricas que resultan tan cautivadoras como su presencia. Mientras él camina a la sala de estar, no pude evitar no bajar mi vista y quedarme viendo su culo.
«Es que tiene un culo que esta para nalguearlo».
Sí señores, hablo la pervertida de mi subconsciente.
Mi padre está sentado en uno de los sofás, conversando animadamente con los invitado. Al ver a Andrew, su rostro se iluminó con una sonrisa amigable.
—¡Andrew, muchacho! ¡Qué alegría que estes aquí! —exclamó mi padre, extendiendo su mano para darle un apretón firme.
Efectivamente mi padre ama a Andrew.
—Si no es nuestro próximo abogado del bufete— Exclamo Rachael.
—Profesor Brown —Saludo Andrew.
—Andrew, aquí llámame Thomas, creo que estamos en familia. —Dice con una mirada que alterna entre Andrew y yo.
Sentí mis mejillas sonrojarse mientras Thomas desvía el tema y Andrew se sienta al su lado.
Como abogados que son comenzaron a hablar sobre casos, leyes y cosas aburridas que a mí no me importan. Mark aun no llega con Gemma y Nate está en su habitación. Para ser sincera no entiendo su conversación y me están aburriendo, me levanto bajo la mirada de Andrew y camino hacia la cocina.
—¿En qué te ayudo? —Pregunto a mi madre.
—Podrías llevar el vino, es lo único que falta en la mesa —me responde mientras toma las copas.
Deposito el vino en la mesa. Todos comienzan a sentarse y voy hasta el mío. Curiosamente, lo ubican a mi lado.
Si.
Al lado del Dios griego, digo Andrew Miller.
Se sentó a mi lado y me regalo una sonrisa tierna.
—¿Vino? —ofrece mi padre.
Nate con una sonrisa estiro su copa para que le sirvieran vino.
—Eres menor aún para beber alcohol. A los dieciocho ya puedes beber. —dice mientras le sirve vino a mi madre.
Mark y yo nos miramos y comenzamos a reír.
—¿Tú no tomas vino? —interroga Andrew con una pizca de diversión, su mano reposando casualmente en mi pierna mientras se inclina ligeramente hacia mí.
Una extraña sensación de cosquilleo recorre mi piel ante su cercanía —No, no suelo hacerlo.
—¿Solo te lanzas a los chupitos, entonces?
—Solo en ocasiones especiales, en fiestas y eso es todo. —mis palabras fluyen mientras nuestro diálogo sigue una danza cautivadora.
Nuestros ojos se encuentran en un juego de miradas que parece llenar la sala de un encanto singular.
Andrew inclina ligeramente la cabeza, y habla en un tono seductor y bajo. —Tal vez debería animarte a probar un sorbo de este vino. Podría ser una experiencia interesante.
Un cosquilleo recorre mi piel ante sus palabras, como si su voz estuviera trazado un camino de electricidad que conecta todos mis sentidos. —Si je pouvais boire le vin de tes lèvres, je boirais tout le vin que tu m'offres. —respondo bajo, para nosotros, con una sonrisa juguetona, dejando que la complicidad entre nosotros crezca como una llamarada.
La cercanía de Andrew me inquieta, no me deja pensar con claridad y últimamente suelo hablar sin pensar antes. La sala está llena de murmullos y conversaciones sobre el juicio de hoy, pero él y yo parecemos atrapados en nuestra propia burbuja de entendimiento.
Me fije en Thomas quien nos mira de una forma muy curiosa, tiene una sonrisa en sus labios como si le gustara lo que ve. Siento mis mejillas encenderse bajo la atenta mirada Thomas.
—Me gusta cuando hablas en francés —dice Andrew coqueto.
—Ainhoa, ¿cómo te ha ido en los estudios? —Pregunta Thomas.
Sonrió apartando la vista de Andrew, antes que todos en la mesa se den cuenta de nuestra conversación.
—Bien, mi primer año ya está por terminar y me ha ido bastante bien.
—Y nosotros que pensábamos que seguirías con el legado de Roger y te quedarías a cargo del bufete —Comenta Rachel.
—Aún está a tiempo... —Añade Thomas, bebiendo un sorbo de su copa.
Suelto una carcajada —Las leyes no son lo mío. Los abogados son un poco aburridos.
Andrew me mira con ceja elevada.
—No todos... —Añade mi madre.
—Mamá, no crees que viene muy de cerca eso de que no todos los abogados son aburridos —Añade Nate.
Todos ríen.
Llevo mi vaso a mi boca para tomar un sorbo de agua —Aún esta Nate, puede seguir el legado de los Campbell.
Nate suelta una carcajada —No lo sueñen, quiero ser ingeniero en sonido.
—Un odontólogo, una arquitecta y un ingeniero en sonido.. Espero que alguno de mis nietos sea Abogado y continue con mi legado —dice mi padre en tono de broma.
—El único que está cerca de darte nietos por el momento es Mark. Es el único que tiene novia. —Dice Rachael.
—Próximamente no seré el único —Añade Mark y todos me miran.
Tomo un sorbo de mi agua para relajarme y Andrew apoya su mano en mi muslo, aumentando mi frecuencia respiratoria.
—No tengo ni busco novio, así que no me miren.
Todos miran a Nate.
—Tampoco busco novia.
La conversación cambio de rumbo hablando sobre el trabajo de mamá y sus residentes.
—Son unos torpes, yo no era tan torpe a su edad.
—Mamá tú a esa edad eras perfecta y sigues siéndolo. —Dice Nate con una sonrisa.
Mi mamá es una mujer muy guapa, a sus 52 años, irradia belleza y elegancia. Con una estatura de un metro setenta, destaca por su presencia imponente. Sus ojos verdes son como dos joyas brillantes que reflejan su inteligencia y vitalidad. Su cabello castaño oscuro le cae en ondas suaves y sedosas, enmarcando delicadamente su rostro. Posee rasgos chilenos muy hermosos, que aportan un encanto único a su apariencia. La mezcla de sus raíces canadienses y chilenas se refleja en su mirada y en su forma de ser, creando una combinación fascinante que la hace aún más especial.
Tiene completamente enamorado a mi padre, su inteligencia es lo que más le atrae a mi padre, según él, pero yo creo que es por las curvas que se gasta mi madre.
Mi padre tampoco se queda atrás, es ver a Henry Cavill, con eso digo todo. No necesita más descripción. Bueno mi padre es más guapo.
Traducción:
—Si je pouvais boire le vin de tes lèvres, je boirais tout le vin que tu m'offres: Si pudiera beber el vino de tus labios, bebería todo el vino que me ofreces.
𓃭
Les dejo esto por aquí 👇🏻 para que le den una oportunidad 🫶🏻
𓃭
Holaaa!!! ✨
Espero que les este gustando la historia, tanto como a mi me gusta escribirla.
¿Qué les parece el capítulo?
No olviden dejar su voto o un comentario.
Gracias por leer, un abrazo 🧡
Actualizaciones: Lunes y Jueves.
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