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CAPÍTULO 11

ANDREW

Estoy aparcado justo frente a esos imponentes edificios de la Universidad de Ainhoa. Mi corazón late con una inquietud que me revienta el pecho. Necesito verla, sentir su presencia. Me ronda la idea de llevarla al cine, solo para tenerla para mí. Pero en realidad, cualquier plan sería perfecto si ella está a mi lado. No la he visto desde esa fiesta en su casa, hace una maldita semana. Tampoco he ido a su casa con Roger, así que estoy ansioso por verla de nuevo.

La memoria no puede evitar repetir una y otra vez esa puta escena de esa noche. Mis manos, agarrándola como si fuera lo último que me importara en el mundo, nuestros ojos chocando como si quisieran joderse mutuamente, como si eso fuera lo único que importara. Sonrío, joder, esos labios suyos, mojados y malditamente provocativos, anunciando un beso que, para cabrearme, nunca ocurrió.

Decido encender un cigarrillo, un intento por encontrar calma y despejar mi mente de pensamientos que. Si sigo dándole vueltas a esos labios, no voy a conseguir tranquilizarme. Inhalo profundo, dejando que el humo llene mis pulmones, mientras me fuerzo a pensar en algo más tranquilo.

Dejo que el humo del cigarrillo se disipara en el aire mientras observo, casi como hipnotizado, la escena que se desarrolla frente a mis ojos. Ella sale por las grandes e imponentes puertas de madera, su mochila colgada despreocupadamente sobre un hombro. Mi corazón da un pequeño salto al notar que charla animadamente con uno de los chicos que había visto en su casa durante aquella festividad. Derek, creo que así se llama. Su risa es una melodía que resuena en el aire y su alegría es palpable.

Mantengo mi mirada fija en ella, siguiendo cada uno de sus pasos mientras avanza por el camino empedrado. Mi atención fue capturada por el amigo que la acompaña, quien parece notar mi presencia. Un codazo amistoso y una mirada fugaz fueron suficientes para dirigir la atención de ella hacia mí.

Se despide de su amigo y comienza a avanzar hacia donde estoy, sus ojos clavados en mí mientras me mira descaradamente de arriba a bajo. Cada vez que nos encontramos, me escruta con la mirada, como si pensara que no me he dado cuenta de su indiscreción. Pero la verdad es que no lo disimula en absoluto. Sin embargo, debo admitir que hago exactamente lo mismo con ella. Me encanta observar su belleza y su sencillez, y sobre todo, el hecho de que siempre tenga una sonrisa lista para regalarte; eso es lo que más me gusta de ella, aunque a mí más que sonrisas me regala malas caras y muecas, pero aún así me gusta observarla.

—¿Qué haces aquí? —Me preguntó una vez que llegó a mi lado.

—Vine por ti —respondo despreocupado con mi mano libre en mi bolsillo.

—¿Por qué?, ¿El señor Campbell de nuevo te envío a dejar unos documentos por aquí cerca? —Preguntó con ironía.

—¿Por qué a veces eres tan irónica?— pregunto levantando una ceja.

Ella se encoge de hombros —No lo sé, porque me sale. ¿Te molesta?

—No, me da exactamente igual. Yo no soy quien anda con cara de culo todo el día. —Sonrío.

Sonríe —Deberías comprarte un espejo y así ves tú rostro.

Niego divertido. —No necesito un espejo, sé que soy guapo. —Me acerco levemente a su oído, sin despegarme de mi auto— Y te encanta mirarme.

Traga con dificultad ante mi cercanía, su respiración se acelera. Trata de ocultarlo, toma aire y habla despacio para no tartamudear, la observé divertido con una sonrisa.

—Yo no... te miro. Ade...más, —traga— ¿no es.... un poco egocéntrico llamarte... guapo a ti? —hace una mueca.

—Yo no lo digo. La forma en que me comes con la vista lo dice.

Sonríe falsamente —Deberías ir a revisarte la vista, porque te falla —Se acomoda su mochila en su hombro— ¿me vas a decir que estás haciendo aquí, para poder irme a casa?

—Ya te dije, vine por ti. —respondo mientras bajo mis gafas de sol.

—¿Por qué?

Niego con la cabeza —Andaba cerca y pensé en pasar por ti. —Miento.

Mi respuesta la sorprende y mira hacia sus pies intentando ocultar su sonrisa. Sus mejillas adquirieron un tinte ligeramente rosado, y sus ojos, que antes habían mantenido un atisbo de desafío, ahora muestran una chispa traviesa. Es evidente que mi comentario la ha tomado por sorpresa, y su reacción es la prueba de que he logrado mi cometido. Sus labios se curvan en una sonrisa que lucha por mantener bajo control.

—¿Almorzaste?

Ella niega rápidamente. —No, no alcancé a almorzar.

Sonrío y me echo a un lado para abrir la puerta del copiloto—Ven vamos, te invito a almorzar.

Me mira al rostro y sus ojos brillan con una mezcla de sorpresa y alegría. Algo en su expresión me hace sentir bien, como si hubiera logrado alegrarle el día. Es una reacción genuina.

Duda unos segundos antes de hablar —Está bien, muero de hambre —dio unos pasos hasta la puerta que tengo abierta para ella y se detiene antes de subirse —pero... ¿No debes ir al bufete?

—No, hoy fui en la mañana. Vamos sube —La animo a subirse.

Me mira con una sonrisa y finalmente se sube, cierro la puerta y camino hacia el lado del piloto. Me subo a mi auto y enciendo la música luego de abrochar mi cinturón. El interior de mi auto está inundado con su aroma, un aroma que me está comenzando a gustar.

—Ponte el cinturón. —Le hablo mientras enciendo el motor.

—¿A dónde vamos a ir?

Sin despegar mi mente de la carrera contesto —Vamos a ir a un restaurante que hace las mejores hamburguesas de la ciudad, queda un poco retirado pero créeme. Son las mejores —La miro fugazmente —a mi sobrina le encantan las patatas fritas de ahí.

—¿Tienes una sobrina?

Asiento con una sonrisa, sin dejar de mirar la carretera —Tiene cuatro años y es una dulzura, una vez al mes tenemos un momento tío-sobrina. Salimos juntos y hacemos lo que ella quiera.

Siempre que puedo voy a ver a mi sobrina un ratito, generalmente trato de ir a la casa de mi hermana una vez al mes, en realidad con mi madre y la familia de mi hermana nos juntamos, ahí aprovecho de estar con mi sobrinita, también.

Siento la mirada de Ainhoa en mi perfil y ella habla. —Mi hermano aún no quiere darme un sobrino. —dice riendo.

—¿Vives solo? —preguntó de repente.

—Si, ¿quieres conocer mi departamento? —pregunto en tono seductor.

Las mejillas de Ainhoa se tiñen de rojo y rápidamente comienza a negar. Se ven tan adorable así, me dan ganas de tomar sus mejillas y besarla.

—N-noo... yo, eh no sé...

Su respuesta nerviosa me hace sonreír aún más, pero decido no darle importancia.

Treinta minutos después llegamos hasta el restaurante, es un lugar rústico pero muy bonito, con colores neutros.

Nos sentamos en una de las mesas que están en el fondo del lugar, el camarero nos entrega las cartas.

—Todo lo de aquí es delicioso, pero te recomiendo la hamburguesa grill con las patatas rústicas. —La miro con una sonrisa.

—Está bien, tú eres el que sabe.

El camarero vuelve justo a tiempo a tomar nuestras órdenes.

—Dame dos hamburguesas grill con patatas rústicas y dos refrescos.

—En seguida les traigo su orden.

Quince minutos después el camarero vuelve con nuestros pedidos.

—Gracias. —hablamos ambos.

Mi vista está en ella, le da un mordisco a su hamburguesa y murmura limpiándose los labios con una servilleta.

—Mmmmhhh... que delicia. Esta hamburguesa es maravillosa.

—Tú eres maravillosa. —susurro ininteligible.

—¿Qué? —Pregunta tomando un sorbo de su refresco.

—Que esto es maravilloso. —apunto a la hamburguesa.

—¡Si! —exclamó con una sonrisa. —Nunca había comido una hamburguesa tan deliciosa.

Comenzamos una charla muy animada, en donde me cuenta algunas cosas de ellas y yo le cuento de las mías. No sé si esto se puede considerar como una cita, pero si lo fuera sería una cita diez de diez.

—¿Hablas cuatro idiomas? —Le pregunto sorprendido —Yo hablo solo dos.

Asiente orgullosa dejando su hamburguesa sobre el plato. —contando el inglés, hablo español, italiano, francés. Entiendo algo de portugués.

—Woooh, yo solo hablo inglés y español. El francés lo entiendo un poco.

Toma un sorbo de su refresco, luego de dejar su hamburguesa sobre su plato.

—Dicen que el francés es la lengua del amor. —le sonrió coqueto.

Toma nuevamente un sorbo de su refresco —¿Así?

Asiento —Se le considera como un idioma rico y melódico.

Je me perds volontiers dans ton regard. —Me dice Ainhoa con una sonrisa en sus labios, no sé que dijo, pero sonó muy sexy.

—¿Qué significa?

Sonríe tímida —Qué está es la mejor hamburguesa del mundo. —Dice y le da una mascada a su hamburguesa.

La quedo mirando, pero decido no insistir.

—¿Por qué sabes español? —Pregunto.

—Mis abuelos maternos son chilenos, vivieron por muchos años aquí en Canadá junto con sus hijos, pero hace unos cinco o siete años atrás decidieron volver a sus tierras. —me cuenta —Con mis hermanos viajamos todos los años a pasar unas dos semanas con ellos.

—No conozco Chile, suena a como un condimento picante —comienzo a reír y ella ríe conmigo —¿Y ustedes tienen sus amigos allá?

—Amigos amigos, no tanto nos juntamos nuestros primos que son de la edad de nosotros, y con sus amigos.

Ella comienza a contarme más sobre su vida y su lado de la familia que habla español.

—Y tú, ¿por qué sabes español y no francés? El francés debería ser más fácil aquí lo hablan. —dice con una sonrisa y luego toma un sorbo de su refresco.

—Estaba en una escuela español y por eso hablo español pero cuando me hablan español rápido mi cerebro explota —comienzo a reír con ella —, y el francés siempre me costó, entiendo lo mínimo.

Alors, si tu ne comprends pas le français, je peux te dire à quel point tu me plais et combien j'ai envie de t'embrasser. —Me dice con una sonrisa.

La miro curioso, su voz suena tan sexy en francés. Sus palabras resuenan en mis oídos como una melodía cautivadora, y su sonrisa pícara añade un toque de misterio y atracción. Cada sílaba que pronuncia parece envolverme en un hechizo, despertando emociones que no sabía que existían. Me siento intrigado y a la vez emocionado por lo que sus palabras significan. La chispa en sus ojos y esa sonrisa picante que curva sus labios hicieron que mi corazón latiera con fuerza

—¿Por qué hablas tantos idiomas? —pregunto metiendo una patata a mi boca.

—Mi padre quería que sus hijos aprendieran varios idiomas, además de saber un deporte o aprender algún instrumento musical. —toma un sorbo de su refresco.

La miro curioso, mi padre solo se preocupaba de viajar por el mundo y trabajar. Hice una mueca interna, mis padres se separaron cuando yo tenía doce años. El primer año, con mi hermana, lo veíamos cada dos fines de semana y en cumpleaños y días festivos. El segundo año, solo era un fin de semana al mes, más los cumpleaños y festivos. Después de tres años, solo lo veíamos en cumpleaños y días festivos, y ya no sabemos nada de él desde hace unos seis años aproximadamente.

—¿Todos tus hermanos saben los mismos idiomas y la misma cantidad?

Ella niega con la cabeza. —No, pero todos tienen conocimientos de español y francés. Mark, por su parte, habla inglés, español y francés; mientras que Nate habla inglés, español, francés y entiende lo básico del turco.

—Tu familia es realmente intrigante. ¿Tú qué elegiste, un deporte o un instrumento?

Toma un sorbo de su jugo antes de responder. —Practicaba ballet cuando era pequeña, los instrumentos no son lo mío.

—Eres una persona verdaderamente fascinante, y eso me gusta. —Sonrío.

Ainhoa traga con dificultad, desviando la mirada hacia el exterior. Sus mejillas, que ya habían adquirido un tono ligeramente rosado, ahora muestran una sutil intensificación de ese rubor, como si un fuego incipiente de nerviosismo y emoción hubiera comenzado a arder en su interior.

Después de terminar de comer pido la cuenta y Ainhoa pone su mano sobre mi brazo.

—No puedo dejar que pagues todo.

Miro su mano descansando sobre mi bíceps. La sensación de su tacto cálido en mi piel envía un escalofrío a través de mi cuerpo; mi mirada se desliza lentamente hacia sus ojos—Yo te invité, yo pago. —declaro con firmeza.

Entrecierra los ojos —pero....

La interrumpo después de pasar mi tarjeta por la máquina que me entrega el camarero —Nada de peros bonita , yo invito.

Nos ponemos de pie y caminamos hacia el estacionamiento por mi auto.

—Para la próxima invitó yo.

La miro rápidamente —¿Eso quiere decir que habrá una próxima vez?

Aquí vienen sus nervios, se habían demorado en aparecer.

—Ehh.. bueno.. yo... si tú... q-quie...

—Me encantaría que hubiera otra vez.

Llegamos hasta mi auto y abro la puerta para que suba.

—¿Vamos a pasear por la playa?

—Si, vamos.

Rodeo el auto luego de cerrar la puerta del copiloto y me siento en mi lugar, acomodo todo y comienzo a conducir, entablamos una conversación bastante animada.

Llegamos a una de las playas en Vancouver, donde las olas del océano Pacífico rompen suavemente en la orilla. El sol se esconde detrás de las montañas, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. Es un lugar tranquilo y hermoso para seguir conociéndonos.

Estaciono el auto y bajamos, caminando hacia la arena. Recorrimos la orilla caminando uno al lado del otro, a ratos nuestras manos se rozan levemente.

—¿Siempre viviste en Vancouver? —me preguntó.

—No, nací en Montreal. Viví allí hasta los doce años, y luego mi familia se mudó a Vancouver. Mi padre recibió una oferta laboral mejor, pero implicaba trasladarse aquí —respondo con una sonrisa—. ¿Y tú?

Ainhoa mira el horizonte mientras asiente con la cabeza. —Sí, toda mi vida he vivido aquí en Vancouver. ¿En qué trabajan tus padres?

Siento una incomodidad en pensar en mi padre, ya eran dos veces en el día que por algún motivo lo pensaba y no me gusta pensar en él, ni en la forma en como nos dejó.

—Mi madre, es diseñadora de interiores. Y una muy buena por cierto. Ella me ayudó a decorar mi departamento —digo con una gran sonrisa.

Mi madre es una verdadera heroína, una mujer de fuerza y ​​determinación que enfrentó la vida con dos hijos a cuestas, sin necesidad de depender de ningún hombre. Durante cinco años, se entregó por completo a cuidarnos y velar por nuestro bienestar. Fue un periodo de sacrificio y dedicación absoluta por parte de ella.

En esos momentos difíciles, nuestros abuelos maternos se convirtieron en un pilar fundamental de apoyo cuando el hombre que afirma ser mi padre decidió abandonarnos. Su ausencia no solo dejó un vacío emocional, sino también una carga económica y emocional que mi madre llevó sobre sus hombros con admirable entereza. Con la ayuda de nuestros abuelos, ella pudo terminar su carrera universitaria y ser la gran diseñadora de interiores que es hoy en día.

Cuando llegó el momento en que cumplí la mayoría de edad, tomé una decisión significativa y profundamente simbólica. Opté por eliminar el apellido de mi padre de mi vida y conservar solo el de mi madre. Fue un gesto que no solo honra su lucha y amor incondicional, sino que también representa mi conexión con la familia que realmente estuvo presente cuando más los necesitamos. Mi hermana siguió el mismo camino, fortaleciendo así nuestro lazo familiar y nuestra identidad como personas fuertes y decididas, moldeados por el ejemplo de nuestra madre y el apoyo de nuestros abuelos.

Ainhoa abre la boca para hablar, pero mi celular comienza a sonar, lo miro y es Ashley, hago una mueca y Ainhoa se da cuenta y su cuerpo se tensa.

—Si necesitas contestar hazlo, por mi no hay problema. —dice pegando su mirada al frente.

Su voz suena un poco más apagada y sé que se ha puesto incómoda.

—No importa, puedo llamar después. 

Su sonrisa se iluminó ante mis palabras.

—¿Cuándo irás por mi en tu moto? —preguntó distraída, como si las palabras salieran solas de su boca y no pudiera controlarlas.

La miro con una sonrisa coqueta, sé que ha estado revisando mi Instagram; esa es la única forma en que podría saberlo.

—¿Cómo sabes que tengo moto?, ¿has estado revisando mi Instagram?— pregunto enarcando una ceja.

Comienza a reírse nerviosa y sus mejillas se encienden. —No he.. no. S-solo lo adivine.— Sonríe con superioridad.

Asiento repetidamente, reprimiendo una carcajada. —¡Aaah! solo lo adivinaste. 

Ainhoa parece aún más nerviosa, y comienza a balbucear algunas incoherencias mientras juguetea con un mechón de cabello.

—E-es que.. siempre subes.. emm.. hist....

La miro con una ceja levantada y una sonrisa curiosa. esperando con ansias su confesión, ella se enrolla repetidamente sus mechones en su dedo, muy nerviosa.

Cambia rápidamente el tema, cuando se dio cuenta de lo que está apunto de decir —.... sabes, a veces uno tiene corazoncitos en el estómago, y bueno, eso quiere decir que... que uno... a veces se da cuenta de cosas, como las motos, y no necesariamente porque, umm, estés revisando las redes sociales, que, por cierto, es algo que no hago, así que, no... no me malinterpretes, ¿vale?

Sus palabras salen a trompicones, y su nerviosismo es palpable. Me cuesta entender lo que trata de decir, pero su encanto natural lo compensa.

Levanto una ceja, divertido por su torpeza verbal.

Ainhoa continúa hablando —¡Oh, gracias! Quiero decir, no....

Pero me adelanto y le susurro al oído—Está bien Ainhoa, yo si he revisado tu perfil.

—......¿Qué?....  —Me mira sorprendida.

—¿Qué? 

—Dijiste algo de mi perfil.

Niego divertido —No, solo tú mencionaste que habías estado mirando mi perfil de Instagram.

—Bueno, si va ¿vale? lo he visto una vez. —dice rápidamente.

—Yo también he revisado el tuyo. —Sonrío con gracias.

Entrecierra los ojos y me apunta con el dedo —Hiciste todo eso para que confesara que había visto tu Instagram?

Asiento repetidas veces con una sonrisa y ella se cubre su rostro avergonzada.


Traducciones:

Je me perds volontiers dans ton regard. Con gusto me pierdo en tú mirada.

—Alors, si tu ne comprends pas le français, je peux te dire à quel point tu me plais et combien j'ai envie de t'embrasser.: Entonces, si no entiendes francés, puedo decirte cuánto me gustas y cuántas ganas tengo de besarte.


𓃭

Holaaa!!!

Espero que les este gustando la historia, tanto como a mi me gusta escribirla .

¿Qué les parece el capítulo?

¿Qué les gustaría que suceda en los próximos capítulos?

No olviden dejar su voto o un comentario.

Gracias por leer, un abrazo 🧡


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