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Capitulo 2.

David.

"Tres hermosas reglas que debes de seguir preciosa"

Esas fueron las últimas palabras que cruce con Sellers, la chica nueva del instituto.

Su llegada había sido muy pronunciada semanas atrás, algo que nunca comprendí ya que Samantha era una chica común y corriente.

Ese día al llegar a casa me entere de que había una cena.

Según mi madre porque un nuevo accionista había entrado a la empresa y quería celebrar la gran ayuda que esa persona estaba aportando.

La sorpresa que me lleve fue que ese "alguien" era nada más y nada menos que Rayner Sellers, el padre de Samantha.

Siendo sincero, jamás imagine que esa chica formaría parte de mi circulo familiar.

Esa noche fue la peor de todas mis noches.

Compartir con aquellas personas había sido algo muy bajo de mi parte.

La tensión y la incomodidad que se sentía en el ambiente era terrible.

¡Quería salir de allí!

Pero no me quedo nada más que aguantar la presencia de todas aquellas personas.

***

Estaba en la empresa de mi madre esperándola.

Después de salir de la primera clase pedí un permiso de 2 horas para venir hasta acá.

Llevaba una hora allí y nada que llegaba.

-¿Adónde salió mi madre? - le pregunté a la secretaria quién se encontraba limando sus uñas.

-No lo sé, jóven. Salió y dejó dicho que no se demoraba.

¡Joder! Mamá y sus tardanzas.

-Marca a su numero y avísale que llevo dos malditas horas aquí - espeté molesto y me acerqué a su escritorio.

-Jóven pero...

-Hazlo - ordené.

Ella tomó su celular y justo cuando le iba a marcar, una llamada le entró a su móvil.

-Disculpe, tengo que atender.

Respiré profundo y asentí tomando calma, cuando de pronto...

-¡David, hijo! - exclamó mi madre muy efusiva provocando que me sobresaltara.

-Hasta que por fin te dignas en aparecer, mamá - forcé una sonrisa y me di la vuelta quedando frente a ella - ¿Sabes cuantas horas llevo aquí?

-Me imagino que pocas - se acercó a mi mejilla dejando un beso en ella - vamos a mi oficina, es importante lo que debo decirte.

Subimos el ascensor y nos dirigimos hasta su oficina.

Le abrí la puerta como todo el caballero que soy, y entramos. Me senté en su escritorio de brazos cruzados y miré todos sus movimientos.

La rubia saco su celular y comenzó a revisarlo, minutos después aclare mi garganta atrayendo con eso la atención de ésta.

-¿Podrías dejar ese celular por un momento y decirme eso tan importante que tienes por contarme? - su mirada fue tan fría y fulminante que me provocó gracia verla así- ¿Qué? No me mires así - reí.

-Baja ahora mismo de allí.

-¿De dónde? - cuestioné divertido.

-Por favor David, para algo existen las sillas ¿No?

-Esta bien - baje y me senté en su silla - listo.

-En esa no, en esta - señalo la que estaba en frente.

-Ahí te sentarás tú, ahora te pido que hables de una vez - ella tomó asiento y guardo silencio, en ese momento noté que mi madre estaba nerviosa.

Tomé sus cálidas manos y le sonreí dándole confianza.

-Necesito volver al instituto, mamá - le recordé para que hablara de una vez.

-Bien - suspiró - pedí que vinieras para contarte que esta mañana recibí una llamada de tu padre - espetó rápidamente.

¡Maldición!

Lo que faltaba.

Solté las manos de mamá bruscamente y me levanté.

-¿Y ahora qué rayos quiere ese maldito? - intenté calmarme pero no pude. Un jarrón de vidrio fue quien pago la rabia, haciéndose añicos en el piso.

El odio que sentía por ese señor era tan inmenso que nada más con solo escuchar su nombre me provocaba ir hasta donde se encontraba y matarlo.

-David, te exijo respeto hacia tu padre - se levanto molesta - él podrá ser la peor cosa de éste mundo, pero de igual forma no deja de ser tu padre.

-Te lo he dicho muchas veces, no quiero saber nada de Harrison - caminé hacia la puerta - creí haber escuchado que hablaríamos de cosas importantes, mamá.

Reí con sarcasmo.

-Regresa aquí - ordenó, más no le obedecí.

-Es triste saber que a pesar de toda la mierda que nos hizo, aún sigues enamorada de él - me detuve frente a la puerta y tome el pomo para abrirla - él nunca me quiso mamá, muchas veces me lo dijo y tu nunca me creíste.

Abrí de ésta y la cerré de golpe sin esperar respuesta de mi madre.

Al salir de ese lugar sentí como mi corazón se hacía pedazos.

El habernos abandonado mi padre cuando más lo necesitamos fué algo que jamás pude superar.

Mamá siempre estuvo ahí para mí, dando todo de ella para sacarme adelante y sacar a la empresa que años atrás, casi perdió.

Su amor incondicional es algo jamás sabría como pagárselo.

A pesar de que ella fue madre y padre a la vez, siempre quise saber que se sentía tener un padre.

Un padre que fuera conmigo a los partidos de fútbol, que me diera consejos en mi etapa de adolescencia, que me guiara por el camino correcto. Siempre quise que fuera él, y no el estúpido de Richard, mi padrastro, quién solo estaba con mamá por su dinero.

Subí al auto y comencé a conducir.

Muchos sentimientos invadían mi alma.

Odio, envidia, traición, rencor y dolor.

No sabía exactamente a donde ir.

No quería regresar al colegio, pero tampoco quería ir a casa.

Conducía sin rumbo alguno a toda velocidad.

Me odiaba, odiaba mi puta vida.

De pronto, entre tantos pensamientos que pasaban por mi mente recordé un lugar al que siempre iba cuando me sentía solo.

Noté que estaba un poco cerca y fui hasta allí, al llegar apague el auto y apoyé mi cabeza contra el volante.

No había rastro de ninguna persona, como siempre. Ver la tranquilidad del lugar me relajaba mucho.

Baje del auto y camine hasta una piedra en la cual me senté.

Al frente de mis ojos se encontraba un lago, muy hermoso por cierto. Y más allá de ese lago había un bosque.

Siempre que venía aquí tenía la curiosidad de ir hasta ese lugar, pero lamentando el caso no había posibilidad de pasar.

Sonreí débilmente. Aún no podía creer cuanto amaba este lugar.

-Es hermoso, ¿Cierto? - una dulce voz hizo que me sobresaltara.

Hoy por lo visto a todo el mundo le había dado por asustarme con sus malditas presencias.

Me gire rápidamente y ví de quién se trataba.

-Tranquilo jóven, no te haré daño.

Era una señora de edad muy avanzada.

-¿Quién es usted? - enarqué una ceja.

-Soy Margareth - colocó la canasta que traía consigo sobre la piedra - Te he visto muchas veces por aquí, jovencito. ¿Qué haces tanto en este lugar? - cuestionó.

-Disculpe lo grosero pero no tengo porque darle explicaciones - tome mis pertenencias y comencé alejarme.

-¡Espera! - escuche sus pasos acercarse.

Hice caso omiso a su llamado.

-¡Hey! Necesito de tu ayuda - gritó.

Un golpe hizo que me detuviera.

Voltee y su mirada hablaba por si sola.

Corrí hacia ella y la ayude a levantarse.

-Muchas gracias - dijo al estar de pie - no quise molestarte, si quieres seguir aquí, hazlo. Creo que ya es hora de irme a casa.

Asentí.

-Espero volverte a ver.

Al decir eso, siguió su camino y yo regrese a mi auto.

Agarre mi celular y por primera vez en todas las veces que he venido aquí, pude notar que este lugar no contaba con señal.

Maldije en mis adentros y subí.

El camino a casa se me hizo súper largo.

Tan largo que por un momento pensé que me había equivocado de camino y estaba perdido.

30 minutos después había llegado.

Estacioné mi auto y me dirigí a la entrada de la casa.

Cuando iba a colocar la llave en la cerradura de la puerta, ésta se abrió y frente de mí se encontraba Mary, la ama de casa.

-David cariño, hoy has llegado muy temprano - dijo y se abrió paso permitiéndome entrar.

Guardé silencio y pase por su lado.

-¿Te sientes bien? ¿Quieres que te lleve algo a tu recamara?

-Sí, me siento jodidamente bien, y tranquila no quiero nada - respondí molesto.

Subí las escaleras corriendo y entre a mi habitación, dejé mi mochila en el sofá y me tiré en la cama.

Revisé mi celular y habían muchas llamadas y mensajes de parte de Erick y Madison.

Les deje un mensaje por el grupo de WhattsAp avisándoles que todo estaba bien y apague mi teléfono para no recibir absolutamente ningún mensaje de nadie.

Y si existía alguien llamado "nadie" tampoco.

Cerré mis ojos y nuevamente esos pensamientos perturbadores llegaron a mi mente.

"David Harrison - rió - perdón, me equivoqué. Olvidaba que tú no eres un Harrison".

"No eres mi hijo, anda y pídele dinero a tu mamá".

"¡Joder! ¿No entiendes que no te quiero ver jamás en mi vida?".

Esas y otras muchas palabras fueron las que Daniel Harrison me decía, palabras que siempre retumbaban en mi mente.

Quizás por esa razón me convertí en la persona que hoy en día soy.

Un maldito ser humano que no tenía sentimientos.

Negué dos veces e intenté poner mi mente en blanco. Dos suaves golpes sonaron desde la puerta.

-No quiero ver a nadie, Mary - grité.

-Disculpe jóven, pero su madre acaba de llegar y esta pidiendo hablar con usted - su voz se escuchaba triste y con miedo.

Mary era mi nana, desde muy pequeño cuido de mí.

El afecto que sentía hacia su persona era grande, siempre la consideré como mi segunda mamá, y pocas eran las veces que le trataba de esta forma.

A ella le dolía que la tratara así.

-En un momento bajo.

Escuche sus pasos alejarse por el pasillo y me levante.

Me cambié y baje.

Mamá se encontraba sentada en el living con una rubia.

Esa rubia que me comenzaba a estorbar cada vez más.

-¿Qué hace ella aquí? - cuestioné de pronto.

Mi madre sonrió.

-Samantha se quedara hoy en nuestra casa, a sus padres se les presento un viaje de negocios y no encontraban con quién dejar a su pequeña - explicó.

Mamá parpadeo varias veces con una sonrisa.

-Ahora resulta que eres niñera - dije sarcásticamente y la rubia bajo la mirada - buen trabajo el que te has conseguido, mamá - reí.

-David - se levanto apenada - es mejor que dejes las burlas para otro día - amenazo con su dedo índice.

-¿Podrías decirme de una maldita vez que quieres hablar conmigo? - me cruce de brazos.

-David Harrison - se acerco y me dio una bofetada - te lo he dicho muchas veces, cuida ese vocabulario. No eres cualquier persona, eres un Harrison y debes siempre honrar tu apellido.

Apreté con fuerzas mis puños y la mire directamente a los ojos.

-Sabes que no me gusta avergonzarte frente a las personas, pero me molesta demasiado que tu me avergüences con tu forma de hablar. Si pedí que bajaras fue para decirte que ésta niña se quedará con nosotros, para que supieras que alguien más estaría en casa.

-Pensé que ibas a cumplir con tu promesa de no avergonzarme de esta manera - una lágrima corrió por su mejilla - ¡Felicidades! Has hecho bien - sonreí - y si fuese sabido que me llamabas para esto, créeme que no hubiese bajado. No me interesa para nada la vida de ésta chica.

Le dirigí una mirada de odio a Samantha y salí de casa.

Mire la hora en mi reloj y eran cerca de las 10 de la noche.

Comencé a correr por las solitarias avenidas.

La lluvia se hizo presente pero no le di importancia.

Odiaba mi existencia.

Odiaba profundamente el haber nacido.

Maldita sea el día en que Samantha Sellers llego a mi vida.

***

Holaa

Espero que estén bien.

Aquí su segundo cap.

Agradezco a todas aquellas personas que me apoyan para que siga con este proyecto, en especial quiero agradecerle a una amiga SilvannyMontilla

Agradezco también a EditorialMaLG por el hermoso trabajo que hicieron. Ame demasiado la portada 💕

Nos leemos pronto ❤

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