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Capítulo XXVIII: Futuro (III)

Advertencia: No sé qué advertencia poner xD A partir de aquí se profundiza un poco más en la salud mental de Mikey con su depresión crónica, hay menciones de suicidio en casi todo su espectro, y creo que nada más; no es en todos los capítulos. Lo siento, no soy buena con esto de los trigger warnings :')

Se removía sobre el colchón, sus piernas enredándose entre las frazadas y el sudor perlando su piel. Abrió los párpados de forma abrupta y se encontró con un techo que no era el suyo. Tenía la respiración agitada y tuvo que parpadear varias veces para superar la sensación de sus extremidades pesando como toneladas de plomo.

—¿Qué demonios...?

Se irguió sobre una cama de colores neutros y apagados, rodeada de paredes color crema con el mobiliario siguiendo la misma onda estética. Tardó unos segundos más en reparar en que estaba en una habitación de un hotel. Casi le dio un infarto cuando el teléfono de la habitación sonó y lo dejó estar porque no sabía dónde rayos estaba ella ni qué hacer y le estaba entrando un ataque de fobia social como no experimentaba desde la primaria.

Debía estar en el futuro.

Lo dedujo por la pantalla plana del televisor y los focos extraños sobre su cabeza.

Suspiró y se frotó los ojos para espabilar. Las veces anteriores había encontrado pronto su celular con útiles y convenientes notas sobre lo que hacer a continuación, pero ahora, por mucho que rebuscaba en las mesitas de noche, no lo encontraba. Para colmo, su cuerpo se sentía pesado y tenía una migraña terrible.

Recorrió la habitación de arriba abajo, pero no encontró nada. Así que decidió darse una ducha porque olía raro. Se colocó el primer jean que encontró por suerte en una maleta repleta de accesorios que odiaba cada vez más a medida que los sacaba. ¿Qué rayos había pasado con ella para tener tantas prendas incómodas y no morir usándolas?

Respingó cuando tocaron la puerta.

—Señorita, vine para avisarle que el servicio de cáterin para el desayuno termina en media hora.

—¡Gracias! —chilló ella, azorada, y corrió a abrir la puerta para encontrarse con el rostro anonadado del botones—. ¿Sabe dónde hay una farmacia?

—Debe tener migraña después del estado en el que llegó anoche... —musitó, pretendiendo que ella no lo escuchara.

—¿Disculpe?

—¡En el hall hay una! —se apresuró a decir, alarmado—. Tenga una buena mañana.

La joven apretó los labios y tomó una cartera en la cual, oh sorpresa, tampoco estaba su identificación, y la tarjeta de la habitación. Pregunto dónde servían los desayunos y se dirigió al restaurante con premura. El estómago lo sentía como un vórtice vacío capaz de alimentarse de los demás órganos, así que no dudó demasiado en pedirse varias de las opciones del menú.

La chica que estaba sirviendo la comida la miró como si no se diera cuenta de su edad y de la cantidad de carbohidratos que había elegido, pero no le importó. Moría de hambre. Todo tenía buena pinta. Y no entendía qué rayos hacía en un hotel tan elegante con sus techos abovedados, las paredes acristaladas y las esculturas de formas que imaginaba que serían muy avant-garde en el futuro, pero que a ella no terminaban de convencerla.

Comió despacio, notando cómo el café americano difuminaba la jaqueca. Quizás no tendría que ir a la farmacia. Sin embargo, empezó a cuestionarse qué había hecho que tuviera una nueva misión del futuro y también por qué rayos se había embriagado la noche anterior.

Cuando terminó de comer, se quedó contemplando las noticias unos segundos al ver un nombre que se le hacía conocido: Chifuyu Matsuno. Al parecer, su cuerpo había sido encontrado hacía poco.

Sintió que el corazón se le empozaba en los pies, abrumada por la noticia. Luego, se tuvo que pasar la manga del suéter por el rostro al reconocer más nombres recabados de las noticias de los últimos meses. Se le encogió aún más el corazón al descubrir el nombre de Tachibana Hinata.

¿Qué clase de futuro era ese?

¿Cómo era posible que los amigos que empezaba a formar en su adolescencia estuvieran muertos doce años después?

Por primera vez, se preguntó cómo podría prevenir ese futuro. No solo por Manjiro, sino por todos sus amigos.

Dejó el hotel después de pedir indicaciones para llegar a un cibercafé, aunque la recepcionista le lanzó una mirada como si al fin hubiera perdido la cabeza. Necesitaba investigar qué rayos pasaba en ese futuro y maldecía no tener el incómodo celular de pantalla ultrasensible a la mano.

Se adentró entre la multitud, agradeciendo estar en una zona de la ciudad que conocía, pero tuvo la extraña sensación de que alguien la estaba observando. Pese a todas las veces que ladeó la cabeza para intentar atrapar a su persecutor, no vio a nadie y empezó a creer que era quizás producto del dolor de cabeza, apenas pellizcándola al fondo de la cabeza.

Sin embargo, ahogó un grito cuando una mano se cerró alrededor de su muñeca.

—Sabía que no me equivocaba. ¡Eres tú!

Ella se giró para ver de quién se trataba, la voz sonándole familiar, tal vez más grave. Se encontró con un chico más alto que curvaba los labios apenas. Se percató de las ojeras bajo sus ojos que intentaba disimular con maquillaje. Luego, se fijó en el tono peculiar de cabello y su lengua se adelantó a su cerebro.

—¿Mitsuya?

—Me alegra que te acuerdes de mí —dijo él con una nota de alivio—. Como ahora eres tan famosa...

—¿Famosa?

Ella curvó una ceja y Mitsuya sonrió suavemente, quizás creyendo que estaba siendo modesta.

—Te he visto en artículos científicos sobre neurociencias y creo que ayer diste una conferencia en el hotel.

—Oh.

Mitsuya rio entre dientes y la dejó ir, invitándola a continuar caminando.

—Pareciera que no hubieras cambiado nada desde la primera vez que estuviste en Japón.

—¿Qué te diré? —comentó ella, nerviosa—. ¿Tú estás bien? Te ves cansado.

—No es nada. Solo... Creo que me he vuelto un poco paranoico.

(T/N) alzó la mirada, pero Mitsuya tenía la vista clavada al frente. Lucía más maduro, aunque, como la mayoría de los amigos de Manjiro, aún de adolescente se veía mayor, pero había una dureza en sus pupilas que la sorprendía. Continuaron caminando por unos cuantos metros en los que la chica se percató de que habían pasado el cibercafé, pero intuía que él quería decirle algo más, solo necesitaba tiempo para hacerlo. Así que se mantuvo a su lado, sin rumbo, hasta que Mitsuya carraspeó y habló a los pocos segundos:

—Siempre creí que eras buena para Mikey, ¿sabes? Junto con Draken lograban persuadirlo hasta en los temas que se mostraba más obstinado. Además, con tan solo ver cómo te miraba y la forma en la que se dirigía a ti, todos sabíamos lo importante que eras... —Mitsuya alzó la mirada al cielo encapotado—. Por supuesto, las cosas cambiaron después de todo lo que ocurrió.

—¿Lo que ocurrió?

—Con Tenjiku. Estuviste ahí cuando pasó todo.

Mitsuya alzó las cejas, incrédulo porque no recordaba algo que parecía importante.

—Yo creo que Manjiro es un buen chico... ¡Era! Quiero decir...

Mitsuya rio entre dientes y la observó, divertido.

—Es como si no hubieras cambiado nada. Han pasado muchas cosas y, con todo lo que ha ocurrido, sé que soy el siguiente.

—¿El siguiente?

—Ah, pensé que lo habías deducido. Después de todo, continúas en contacto con Mikey.

—¿Qué cosa?

Mitsuya alzó la mirada unos instantes y palideció. Pero luego regresó la vista a ella y le sonrió de forma reconfortante.

—A ti no creo que... No, a ti jamás te pondría un dedo encima para lastimarte —susurró para después suspirar—: Antes de que todo acabe, quisiera hablar con mis hermanas. No sé si te has percatado, pero Mikey te ha estado siguiendo.

—¿Qué?

—Está en Tokio y solo era cuestión de tiempo para que lo hiciera.

A (T/N) se le desbocó el corazón. ¿Cómo sería el Manjiro de esa línea temporal? ¿Su mirada habría cambiado? ¿Habría podido ser feliz como siempre ella había querido para él? ¿Seguiría obsequiándole sus sonrisas infantiles mientras se negaba a comer el omurice si no era con banderita?

—Espero que nos volvamos a ver. —Mitsuya tocó su hombro de forma amistosa y se escabulló entre el grueso de las personas.

(T/N) se abrió paso hacia una pared y se detuvo allí para otear sus alrededores. Quizás podría encontrarlo ella a él. Sorprenderlo.

Sin embargo, sus pupilas se fijaron en una figura ataviada de negro. Caminaba hacia ella despacio, como si pudiera relentecer el tiempo. El corazón le dio un vuelco cuando sus ojos se encontraron, más impenetrables que nunca, aún más nostálgicos que la vez en la que le habló de su hermano.

Manjiro se detuvo, sus piernas parecieron flaquear, hizo amago de dar media vuelta, pero ella lo tomó del brazo con la respiración agitada después de las largas zancadas que había dado para alcanzarlo. Él la miró con sorpresa, sus cejas arqueándose mientras en sus labios se formaba una tenue sonrisa.

—Estás diferente —dijo él—. Ayer pensé que ibas a matarme. Y si eras tú, lo hubiera permitido.

—Yo no... —Intentó protestar ella, pero se interrumpió cuando Manjiro depositó un celular en sus manos.

—Ayer perdiste tanto la cabeza, que lo olvidaste.

—Gra-gracias...

El celular era el mismo aparato de pantalla táctil y se lo guardó en el bolsillo del pantalón, ademán que Manjiro siguió con los ojos con fijeza. Luego, le echó un largo vistazo a su atuendo.

—En definitiva, hoy estás diferente, comparada con ayer en el bar.

—Ayer creo que bebí mucho y no recuerdo...

—Es mejor así. —Manjiro tiró suavemente de su brazo para que siguieran caminando.

—¿Viste las noticias?

Manjiro ladeó la cabeza ante su pregunta y asintió apenas. Sus labios se separaron y volvieron a unirse en una línea tensa. Guardó silencio y ella también, fijándose un poco más en su complexión delgada y en la dureza de sus ojos lánguidos.

—Mitsuya dijo que había ocurrido algo y...

—¿Cuándo?

—Hace años. Cuando íbamos en la preparatoria. Pero, Manjiro, mis memorias...

Ella respingó cuando Manjiro que caminaba apenas medio paso por delante de ella ladeó la cabeza para mirarla con una mezcla de extrañeza y esperanza, para luego regresar a su tranquilidad artificial.

—Y eso es nuevo. Ayer me trataste como "Sano", lo cual, admito, me lastimó más que la última vez que me llamaste "Mikey".

—Lo siento.

—No te preocupes. Y cuando éramos jóvenes ocurrieron muchas cosas. No sabría decirte con certeza a qué se refería él.

—Está bien. —Entendió que quería eludir el tema y se lo permitió, porque había soltado su mano y su apariencia etérea parecía capaz de difuminarse en el grueso de la multitud—. ¿Pero tú estás bien?

Manjiro volvió a verla con incredulidad hasta que una sonrisa se formó en sus labios.

—Tan bien como se puede estar en mi situación.

—¿Y eso es...? —Ella extendió la mano hasta tomar la de él, notando que su cuerpo se tensaba hasta relajarse de a poco.

—No deberías preocuparte por mí. —La haló hacia un estrecho callejón entre dos restaurantes—. En serio me desconciertas, (T/N).

Ella lo miró con estupefacción porque no había añadido el "cchi" al final. Pero al fin se miraban el uno al otro, repasando sus facciones. Ella descubrió que el cabello oscuro le quedaba bien, que era posible que alguien como Manjiro, con su apariencia tallada en mármol, pudiera ser aún más hermoso. Aunque no le gustaba lo velados que parecían sus ojos; a este Manjiro no podía leerlo con la misma facilidad.

—¿Qué demonios es eso?

—¿Qué? —Él curvó una ceja y se sorprendió cuando ella lo tomó de la barbilla para que le mostrara el cuello.

—¿Por qué te tatuaste? ¿En qué estabas pensando? ¿Acaso querías estar a la moda como Draken o Mitsuya? ¿Siquiera te lo hiciste en un lugar seguro? ¿Con todos los registros sanitarios? ¡Es que no me lo puedo creer! ¡Por todos los cielos! ¡Es que tú no tienes remedio!

Mikey dejó escapar una carcajada suave y la observó, divertido, al fondo de sus pupilas depositándose vestigios de la luz a la que ella estaba acostumbrada.

—¡Es que eres demasiado linda! —Él se cubrió el rostro—. Es como si no hubieras cambiado nada y yo...

Ella respingó al percatarse de la forma en la que la vio, con una intensidad que le estrujó el estómago y le robó el aliento en una sensación totalmente nueva. Se encogió un poco cuando Manjiro hundió sus dedos entre su cabello, como si estuviera comprobando su sedosidad.

—Manjiro —susurró, temiendo romper la atmósfera que empezaba a formarse entre ambos, pese a que se sentía abrumada porque no sabía a dónde llegarían—. ¿Por qué siempre nos separamos?

La joven reculó inconscientemente hacia la pared mientras él ganaba territorio, incapaz de despegar sus dedos de la piel de su rostro. Ella sintió las piernas flaquearle por lo cerca que estaban.

—¿Siempre? No lo sé. —Él le sonrió, aunque parecía curioso por su elección de palabras—. Pero después de que E...

Lo vio pasar saliva con dificultad y agitó la cabeza. Luego, posó sus ojos sobre los de ella por interminables segundos hasta que dijo:

—¿Quién eres tú?

—¿Eh?

—No me odias. No me temes. No me repudias. No te asqueo. No quieres lastimarnos. Así que no comprendo el cambio de opinión de la noche a la mañana. No entiendo cómo es que hoy me miras de esta forma mientras que ayer...

—Yo no puedo mirarte de otra forma, Manjiro.

—Tú... —Rio entre dientes—. Siempre, cuando éramos jóvenes, me desarmabas con esa forma de mirarme. Era una mezcla de compasión y cariño y de que me pondrías en mi lugar si me descarrilaba... Aunque eso último nunca lo cumpliste. Me hubiera gustado que te enfadaras un poco más conmigo... Y también que me hubieras respondido todas las veces que te dije "te quiero".

—¡Siempre me haces preocupar! ¡Claro que me molesto! Y en cuanto a lo otro, yo sí te... S-sí te quiero, es solo que...

Manjiro le sonrió otro poco más y susurró:

—Tú eres mi perdición y mi salvación.

(T/N) dejó caer los párpados cuando Manjiro cerró la distancia entre ambos. Sus labios se posaron sobre los de ella con suavidad, en un encaje perfecto. Una de sus manos la haló por la cintura para acercarla más a su cuerpo y ella emitió un protesta que murió cuando sus labios volvieron a sellarse.

La joven no sabía qué hacer porque la situación le parecía absurda, surreal. Era su primer beso y se lo estaba dando un Manjiro del futuro que parecía morirse un poco más cada vez que reparaba en la fractura que había entre ambos en el futuro. Era un beso que le pedía ayuda, que le susurraba lo mucho que la echaba de menos, que, contra todo pronóstico, la quería.

Manjiro se separó y la observó con intriga.

—¿Después de la última vez que estuvimos juntos no saliste con nadie más? ¿Ya no recuerdas cómo besar?

—¡¿Q-qué dices?! ¡Es mi primera...!

—¿Quieres que te enseñe de nuevo?

El corazón de la chica dio un vuelco al escuchar el tono grave de su voz. Sintió que la respiración se le volvió artificial y que perdería la cabeza si Manjiro le volvía a sonreír de ese modo tan... sugerente.

—¿Que te enseñe todo?

—¿Todo? —preguntó, su mente trabajando a mil por hora para comprender el significado de cada una de sus palabras, de la forma en la que la contemplaba.

—En serio, no recuerdo que eras así de linda.

(T/N) se aferró a su camiseta cuando él volvió a besarla con más vehemencia, con un tono de desespero que le arrebataba el aire y la ahogaba. No podía seguir su ímpetu y no quería separarse, pese a que, muy en el fondo, creía que lo que hacía era incorrecto.

—¿No quieres separar los labios un poco para mí?

La chica se puso de todos los colores y consiguió aterrizar un poco de raciocinio en su cabeza para empujarlo suavemente.

—Espera...

—¿Qué pasa?

—E-espera —pidió, cubriéndose el rostro cuando notó su intención de besarle las mejillas y el cuello y quién sabía qué más si no reaccionaba.

—No deberías ser así de tímida conmigo. He visto todo de ti y tú todo de mí. Aunque entiendo si no quieres...

La chica se puso roja y más cuando entendió a qué se refería con «la última vez que estuvieron juntos». Manjiro se separó, escrutándola. Ella se dio cuenta de cómo su mirada cambió, cómo se tiñó de un matiz más condescendiente.

—En serio, ¿quién eres?

—Manjiro... Me creerías si...

—¿Si?

—¿Si te digo que soy del pasado?

—¿Qué? —Manjiro se cruzó de brazos, serio—. No juegues conmigo.

Sin embargo, Manjiro la volvió a repasar con la mirada y se fijó en su rostro arrebolado y en su respiración agitada.

—Chifuyu dijo... —musitó para sí, casi como si estuviera a punto de tener un epifanía—. Entonces, tú... Digamos que te creo, eso quiere decir que besé a una niña de, no sé, ¿quince años?

—Bueno... Mejor no pensemos en eso.

Manjiro se cubrió el rostro y dijo:

—No me digas, en el pasado aún no me besas, ¿verdad? Lo hiciste después de Año Nuevo, así que probablemente... ¡Mierda!

—¡No pienses tanto en ello! ¡Y no digas malas palabras!

—¡Pero si te gusta que te hable su...!

Manjiro se mordió la lengua justo a tiempo mientras (T/N) lo observaba con una puerilidad exasperante. Carraspeó y enderezó la espalda.

—Pero, en serio, Manjiro, ¿qué nos pasó? No quiero que lo nuestro se acabe.

—Solo es algo destinado a pasar, y es lo mejor para ti. Tú y yo no fuimos hechos para estar juntos, a pesar de que, si no eres tú, no puedo amar a nadie más.

Manjiro curvó los labios cuando ella se sonrojó, pero siguió observándolo con franqueza.

—Somos una tragedia, de esas que te gustaba ver, ¿lo recuerdas?

—¡Eso no es cierto! En serio puedo intentar solucionarlo.

—Aún no termino de creerme eso que me dices, así que no quiero darme falsas esperanzas. Y no quiero que soluciones nada. No necesito ayuda de nadie. Estoy bien.

—¡¿Estás bien?! ¿Es que no te has visto en el espejo?

—Para nosotros, es mejor seguir caminos separados. No quiero lastimarte.

—No seas ridículo.

—Tú no lo seas. No puedo creer que en serio se me esté pasando todo esto por la cabeza. —Manjiro suspiró y se alejó un paso—. ¿Has hablado con Takemicchi?

—¿Qué? ¡No! Ni siquiera se me había ocurrido hablar con él. ¿Por qué?

Manjiro ladeó el rostro, pensativo, y luego agitó la cabeza.

—No es nada. Ten una buena vida.

—¡Espera, Manjiro!

Sin embargo, el hombre se alejó por el callejón hacia la luz del atardecer. No regresó a verla pese a todas las veces que llamó su nombre, suplicándole que se quedara. No pudo ir tras él porque sentía como si con cada paso sus piernas pesaran más. Se hundía y sus alrededores se distorsionaban. Y Manjiro se alejaba sin regresar a mirarla. Tokio se desplomaba y se perdía en el suelo como si un vórtice estuviera absorbiendo todas las estructuras.

Se hundió en el pavimento y todo se volvió oscuridad.

Continuará...

¡Muchas gracias por leer!

N/A: En su momento, explicaré los cambios en la relación de nuestra protagonista con Mikey en las diferentes líneas temporales. En esta, solo adelanto que ambos se enredaron en una relación tóxica en la que el propósito de ella era lastimarlo valiéndose de su amor, sin darse cuenta de que se destruía a sí misma.

Y, confesión del día, una de las razones por las que retomé esta historia era porque tenía unas ganas tremendas de escribir este capítulo xD El capítulo de moralidad cuestionable, ok no jaja

En fin, tengan una linda semana.

¡Nos leemos! >.<

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