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Capítulo XXIV: Iglesia

Manjiro detuvo la moto en el estacionamiento y esperó a que (T/N) se bajara. Las campanas resonaban mientras las personas enfilaban hacia la iglesia.

Mikey había llevado a su novia a la iglesia porque se lo había prometido, pero se había mantenido en un mutismo reflexivo. La situación con Black Dragon lo preocupaba, debía tomar una decisión que no derramara sangre, pero que tampoco mancillara el honor de ToMan. Miró a su novia, que a su vez observaba la iglesia con una expresión de estar caminando hacia la horca.

Ay, Señor, dame paciencia —musitó en español y luego ladeó el rostro hacia Manjiro—. Creo que voy a confiar de nuevo en ti para que me tomes una foto.

—Lo haré bien —curvó los labios apenas—, pero si no querías venir, no hay nadie que te obligue.

—Oh, es que tú no conoces a mi mamá.

—Pero espero conocerla —dijo, alzando una ceja de forma sugerente.

—No seas tonto. —Le dio un empujoncito, sonrojándose.

Manjiro aprovechó el acortamiento de la distancia para tomarla de la mano y llevarla por el sendero flanqueado por altos pinos hacia la iglesia. La escuchó hablar de lo que había pasado la semana anterior en el dojo. Estaba tan absorta en la conversación, que apenas reparó en el sujeto enorme con el que chocó en la entrada de la iglesia.

—Lo siento. —Ella inclinó la cabeza.

La chica se asombró al percatarse de lo alto que era y de su expresión dura. Intentó retroceder un paso por la estupefacción, pero Manjiro no se lo permitió. Y se sorprendió cuando Manjiro la escudó con su cuerpo cuando el otro hombre giró el torso con toda la intención de empujarla. Se lanzaron una mirada inquisitiva por encima del hombro y, antes de que cualquiera decidiera tomar cartas en el asunto, (T/N) lo haló para que entraran de una vez por todas.

—Estoy bien, Manjiro.

—Bien, pero ese sujeto es un idiota.

—Ya, pero no debes rebajarte a su nivel.

Manjiro hizo un puchero, pero asintió. Le echó un último vistazo al chico, pareciéndole conocido.

—Por cierto, ¿tienes planes para navidad? —preguntó Manjiro, repantigándose en uno de los bancos del final.

—No...

Manjiro se percató de su semblante nostálgico y apretó sus dedos con afecto.

—En mi casa hacíamos un montón de cosas y me abruma que ahora no... Quiero decir, la señora Matsuda está aquí, pero...

—No es lo mismo. —Asintió él, percatándose de cómo las personas se volteaban a verlos para luego cuchichear entre ellos. Le dieron ganas de sacarles el dedo a todos y ponerlos en su lugar, pero sabía que su novia le reclamaría.

Al cabo de unos minutos, todos se callaron para atender a la misa. Y apenas en las palabras de bienvenida, Mikey apoyó la cabeza del hombro de su novia y se quedó dormido, tan solo escuchando un leve murmullo de fondo. Se medio despertó cuando su novia lo apartó con cuidado para ponerse de pie.

—¿Por qué tienes que pagar?

—Es la limosna —replicó ella, sonriendo por su rostro amodorrado—. Se da para cubrir los gastos de la iglesia. Y se supone que los excedentes los donan.

—Se supone. Porque vi una furgoneta gigantesca aparcada atrás cuando llegamos y te aseguro que eso no es un gasto necesario.

Ella rio entre dientes y se encogió de hombros, tarareando la melodía que cantaba el coro.

—Nunca te había escuchado cantar —puntualizó él, su expresión ablandándose con cariño—. Suenas bien.

Disfrutó de cómo ella se atoró con una acceso de risas nerviosas, enrojeciendo de a poco.

—N-no lo hago bien. Solo que estas canciones religiosas son pegajosas y...

—¿Sabes? Solo tienes que decir gracias. No tienes por qué minimizar cualquier halago que yo te haga. A ti, no voy a mentirte.

(T/N) lo miró, sorprendida, hasta esbozar una leve sonrisa y menear la cabeza, avergonzada. Le gustaba cómo Manjiro siempre la miraba a los ojos, cómo era directo y no ocultaba su corazón como había descubierto que los japoneses hacían. Y empezaba a adorar que la tratara como a su igual, con una estima que nunca había esperado de alguien de su misma edad.

—Gracias, Manjiro.

—Gracias a ti por soportarme.

Ella puso los ojos en blanco, pero tomó su mano para acunarla entre las de ella y escuchar el resto de la misa.

—Creo que es hora de regresar a dormir...

Manjiro se acurrucó a su lado y volvió a sumirse en un sueño profundo hasta el final de la misa cuando ella lo agitó suavemente del hombro. Se estiró como un gato, sin importarle las miradas recriminatorias de las señoras que empezaban a salir.

—Me sorprende lo hipócritas que son —bufó Manjiro, tirando de la mano de la chica para que se pararan y se fueran—. Predican la palabra de un supuesto Dios benevolente y no pueden ser más intolerantes que...

—¡Manjiro! —clamó ella en voz bajita, notando cómo no había modulado su tono.

—Estos jóvenes de ahora... —musitó un anciano al pasar por su lado.

—Que me escuche este montón de viejos decrépitos no me importa. Me importa la forma en la que te...

—Está bien —intentó apaciguar ella mientras emprendían el camino hacia el estacionamiento.

—¡No está bien! ¿Por qué eres siempre tan...?

—¿Tan qué, Manjiro? —enfrentó ella, notando que el mal humor de su novio desde la mañana empezaba a explotar ahora.

—Siempre eres demasiado pasiva, cautelosa, innecesariamente cordial —enumeró él con una expresión impasible.

—Y tú eres todo lo contrario —dijo ella, manteniendo la compostura a pesar de que su pecho se agitaba—. Eres beligerante bajo toda tu fachada tranquila. ¿Y sabes qué? Pese a que me pone nerviosa, es una de las muchas cosas que me gusta de ti.

Manjiro parpadeó, estupefacto, y agachó la cabeza, azorado.

—Lo siento. No debí hablarte así.

—Sí, bueno, tu tono no me gustó, pero es bueno saber que eso de mí te disgusta.

—No me disgusta —se apresuró a añadir—. No dije eso... Aunque es cierto que me irritas cuando mides así tus palabras. Pero la tranquilidad y la responsabilidad con la que tratas todo me gusta. En serio, lo siento. Aunque mantengo mi postura de que deberías molestarte más con esos malditos ancianos.

—Pues no me deja indiferente, pero es preferible no meterse con ellos. No te dejarán en paz por un buen rato si les haces caso.

(T/N) miró a Babbu y detuvo a Manjiro antes de que sacara la llave de su bolsillo.

—¿Quieres que caminemos un rato?

Manjiro asintió, nervioso porque tenía mucho tiempo que no hablaba así con alguien, que no estaba a punto de explotar, de dejar que sus emociones tomaran la batuta de sus acciones. Sin embargo, halló consuelo en la calidez de su piel resguardada por su mano.

Se desviaron de la ruta principal para tomar un estrecho sendero que se adentraba en un bosque. Disfrutaron de los minutos de silencio interrumpido por el trinar de las aves y de sus pasos sobre la brizna.

—Pero ¿qué te tienes molesto, Manjiro? Te noto distraído desde la mañana.

—Uhm... —Manjiro se estiró e hizo una mueca.

—Está bien si no quieres decírmelo, pero me imagino que debe ser algo de ToMan, ¿no?

—Sí. Los Black Dragon se metieron en nuestro territorio diciendo que el hermano del jefe está con nosotros... Están buscando la mínima excusa para empezar una guerra con nosotros. No puedo quedarme quieto cuando mis chicos corren peligro, pero no quiero pelear.

Manjiro se llevó la mano al pecho donde guardaba un amuleto con la foto de los fundadores de ToMan. (T/N) se mantuvo en silencio unos minutos hasta que dijo:

—¿Y no puedes hablar con el jefe?

—Es un tipo inflexible. Y a mí eso de dialogar no se me da muy bien.

—Ya me he dado cuenta.

Manjiro rio entre dientes y se detuvo.

—¡Olvidé tomarte la foto!

—¡Cierto! Pero no importa. Mamá se conformará con que le diga qué evangelio leyeron. Ahora, regresando al tema, ¿son tipos peligrosos?

—No. Al menos no para mí, soy el más fuerte de toda esta zona.

—Claro, don modestia...

—Es en serio. —Hizo un puchero—. Pero no quiero pensar en eso cuando estoy contigo. Por cierto, no te lo dije porque la misa había empezado, pero no me respondiste la pregunta sobre tus planes para navidad.

—Ah, pues no tengo nada planeado. Iba a decirle a la señora Matsuda que preparáramos pavo, si conseguíamos, o un pollo horneado. Aunque creo que ella va a reunirse con sus amigas del vecindario. ¿Por qué? ¿Vas a invitarme a una cita?

Manjiro curvó los labios y tiró de su mano para que estuvieran un poco más cerca. (T/N) contuvo la respiración al notar que él estaba viendo sus labios para luego concentrarse en sus ojos.

—Entonces, celebra navidad conmigo y mi familia.

—¿Ustedes...?

—Por Emma, principalmente. Suelen estar los chicos del dojo y pensé que quizás te gustaría.

—¡Eso estaría genial!

—Bien, entonces, apártame ese día.

—¡Dalo por hecho! Me has alegrado el día. Ahora esperaré con ansias Navidad.

—Yo también. Quiero ver qué me regalarás.

Manjiro curvó una ceja al notar cómo ella detenía sus movimientos, tomada por sorpresa, luego, sonrió de forma traviesa.

—Te voy a dar un cupón para que le pongas gasolina a tu chica.

Manjiro parpadeó y no tuvo tiempo de reaccionar cuando ella se alejó un par de pasos. No tardó en darle alcance y entrecerró los ojos.

—Pesará en tu consciencia que ese es el primer regalo que le das a tu novio.

—Qué dramático eres. —Se carcajeó—. Lo pensaré muy bien para sorprenderte.

—Bien, al menos tendré la certeza de que estoy en tus pensamientos.

La chica se sonrojó, pero dijo:

—Tú también debes pensar en algo para mí.

Esta vez fue turno de Manjiro para detenerse, anonadado.

—¿Eh? Nunca le he regalado nada a una chica.

—¿Y Emma?

—Es mi hermana, y por lo general se conforma con acapararme todo el día.

—Pues creo que me conoces bien como para dar con algo que me pueda gustar.

Manjiro apretó los labios, pero asintió, sus ojos ardiendo con convicción. (T/N) le sonrió y se acercó a él para depositar un beso en su mejilla.

—Aunque yo también sería feliz con tenerte solo para mí.

A Mikey se le quedó el aliento atrapado entre los labios. Y nunca, jamás en su vida, creyó que podía enrojecer tanto, al punto que desvió la mirada ante la expresión de sorpresa de su novia.

Pese a que era una sensación ajena, quiso ahogarse en ella, en la calidez que se derramaba en su pecho e iluminaba, poco a poco, sus matices más oscuros.

Continuará...

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Hay algunas costumbres durante las misas que me exasperan. Y tengo muchísimos años que no voy después de que dijeron que los que no madrugaban a la misa era porque el demonio los tentó y un sinfín de cosas más xDD

Este será el único cameo de Taiju, ok no, aún no estoy segura. Quizás salga de repente en lo que estoy escribiendo. Por cierto, amé ver la escena animada de Hina y Takemichi en el último capítulo del anime >.< Hina es best girlfriend jaja

En fin, nos leemos el siguiente fin de semana.

Tengan un lindo día.

¡Pórtense bien! >.<

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