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Capítulo XV: Kazutora

Una miríada de dudas parecía siempre estar rondando su cabeza, incapaz de exteriorizarlas con Emma porque sabía que lo que estaba pensando no tenía mucho sentido. Tampoco podía decírselo a Manjiro porque, a pesar de que su fuero interno le aseguraba que le creería, pensaba que se lo tomaría mal. Así que solo se guardaba las palabras, anudándolas cuidadosamente para cuando llegara el momento de hablar.

Miraba el cielo, sentada en unos de los bancos desvencijados del parque, con el lápiz y el papel sobre sus rodillas, un pequeño suspiro escapándose de sus labios. Para colmo, a eso del dibujo y la pintura no terminaba de agarrarle el gustillo, a pesar de que la presidenta del club decía que, para ser una principiante, estaba bastante bien. Supuso que ahí morirían sus intentos de dibujar a Manjiro como a una de sus chicas francesas. Se rio por el pensamiento, nerviosa al imaginarse a Mikey sin camiseta. Mejor dejaba eso de lado, y se conformaba con una cámara. Quizás allí podría inmortalizar la imagen de Manjiro con mucha más nitidez.

Respingó cuando unas manos se apoyaron en sus hombros, atajándola por la espalda. No supo cómo, pero, en un instante, tuvo el rostro de Mikey invertido frente a ella.

—No volviste a notar mi presencia. —Sonrió con malicia al percatarse del juego de colores que se desplegaba en su rostro, pasando de la palidez, a la ira, a un arrebol incomprensible.

(T/N) se llevaría a la tumba que había pensado en la escena del beso entre Spiderman y Mary Jane de la película. Procuró recolectar su temple removiéndose de su agarre, sin querer, dándole un frentazo en la barbilla.

—Auch. Tienes la cabeza bastante dura.

—¡Eso debería decírtelo yo a ti! —reclamó, sobándose el sitio de impacto—. ¿Te lastimé?

—Nop. —Curvó los labios, sereno—. Estos últimos días te he notado pensativa —saltó por encima del banco—, ¿es por un chico?

—El hecho de que asumas que se trata de un chico me ofende —replicó, hundiéndole el codo en las costillas, hallando frustrante que ni siquiera se inmutara—. Aunque sí se trata de un chico...

—Así que no puedes ofenderte. —Agitó la cabeza, sonriendo—. Pero, por lo general, te preocupas por tus estudios; ¿acaso se trata de alguien que te gusta?

—Se trata de ti, idiota. —Volvió a darle un codazo y, en esta ocasión, notó algún cambio en su expresión.

—Oh... Fuertes declaraciones, (T/N)cchi... Yo... ¿Me siento halagado?

—¡¿Qué demonios estás pensando?! —chilló, enrojeciendo ante el malentendido, porque si tuviera planeado confesarse, no lo haría de ese modo. Y tampoco era como si le gustara Manjiro románticamente. Por supuesto que no, solo era natural desear que su primer amigo de Japón no terminara volviéndose alguna clase de pandillero psicópata.

Manjiro rio por lo escandalizado que lucía su rostro, sus oscuras pupilas captando ciertos esbozos de real preocupación en las de ella. Sin pensarlo demasiado, acunó su mano para, como lo había hecho en el hospital, jugar con sus articulaciones.

—¿Y qué te preocupa de mí? Estoy bastante bien. No he ido al doctor en muchos años, pero puedo decir con certeza que no me siento mal.

—... —La joven desvió la mirada de sus dedos siendo doblados, su corazón acelerándose al percatarse de lo que estaba a punto de decir—. Manjiro, ¿matarías a alguien?

La pregunta rodó por su lengua, sin marcha atrás, exponiendo gran parte del arrepentimiento que había especulado que tenía el Draken del futuro. Alguien como Mikey, que se balanceaba entre las lindes de la moral, podía llegar a cualquiera de ambos extremos, y considerando el primer futuro al que había ido, supuso que un asesinato era suficiente para marcarlo irremediablemente.

—¿Por qué preguntas eso? —Sus dedos dejaron de moverse, descansándolos en la palma de su mano, la calidez que irradiaban cosquilleándole en la piel.

—La respuesta es fácil: sí o no.

Manjiro entornó los ojos, perdiendo su expresión afable para mirarla del modo al que miraría a la ToMan en un anuncio: con seguridad arrolladora, aplastante. No apartó la mirada cuando asintió:

—Sí. Sería capaz de matar a alguien, aunque no es algo que... —Miró sus manos, apenas rozándose y luego de nuevo a ella—. He estado pensándolo.

—¿Hay alguien...?

—¿Y tú? ¿Matarías?

—No estoy segura.

—¿No era una respuesta de sí o no? —repuso con una sonrisa divertida, a pesar de que su tono no amainaba en seriedad.

—... Sí. —Terminó por inclinar la cabeza—. Si es por alguien importante, probablemente lo haría.

El corazón de Mikey se aceleró, sin sentido, cuando cayó en cuenta de cómo lo observaba, de cómo había pronunciado cada palabra con convicción, como si quisiera decirle algo entre líneas, y porque, aparte de sus amigos y familia, nadie le había hablado con tal franqueza. Una sonrisa satisfecha embotó su expresión y volvió a jugar con sus dedos.

—Pero preferiría no hacerlo —agregó ella—. Ni que tú lo hagas. Definitivamente, no quiero que tú lo hagas.

—Cualquiera pensaría que me estás leyendo la mente —bromeó, pero a ella le asustó que hablara en serio.

—Hay... Hay algo más, Manjiro.

—¿Te preocupa algo más? —Alzó las cejas.

—Uhm... —dudó, pero Manjiro la observaba con atención y había reunido el valor para hablar, así que prefirió no echarse para atrás—. Conoces... Hay... Bueno... ¿Quién es Kazutora?

Manjiro saltó como si toda ella quemara. Empezó a caminar de arriba abajo, perturbado. No quería escuchar ese nombre, menos de sus labios, y tampoco cuando los últimos días había estado comiéndose la cabeza porque pronto saldría libre. Sabía que todos, comenzando por Draken, querían discutirlo con él, siendo Baji el único capaz de sacar a colación el tema sin mucho éxito, porque Manjiro aplacó sus palabras bajo el rugido del motor de su motocicleta. No quería hablar de Kazutora porque sentía que el veneno que había plantado ese día terminaría por intoxicarlo y haría algo de lo que podría arrepentirse. Porque sí. Quería matarlo. Quería destrozarlo y verter en él toda la frustración que estrujaba su pecho desde que Shinichiro murió. Creía que sería, de algún modo, liberador, pero una parte de él intuía que terminaría por romperse si lo hacía. Era estúpido, complicado, y paradójico.

—Lo siento —susurró ella por su turbación.

—No. No te disculpes —espetó—. ¿Quién te lo dijo?

(T/N) apretó los labios, porque cómo iba a decirle que había sido una versión homicida de Draken del futuro. Y con cabeza de huevo, para colmo.

—¿Fue Mitsuya? Suena a algo que haría él, pero...

—No fue nadie, Manjiro.

—¿Tuviste una revelación divina, entonces? —bufó, sarcástico.

—Está bien si no quieres hablar de él.

—No, no quiero. —Arrugó el entrecejo, sentándose a su lado de nuevo, y separó las piernas lo suficiente como para que su rodilla impactara con la de ella, enfurruñado—. Pero tampoco quiero que vayas por ahí preguntándole a alguien más al respecto. Kenchin no dirá nada, y tampoco el resto de los chicos, pero no sé si Baji... Y ni se te ocurra mencionárselo a Emma.

—Por eso te pregunto a ti directamente —repuso—. Es algo que tiene que ver contigo y quiero saberlo directamente de ti. Si le pregunto a alguien más, será como hacerlo a un espectador, a alguien que no siente lo que tú estás sintiendo. Y si no quieres hablar al respecto, lo respetaré... Aunque voy a insistirte hasta que me lo cuentes.

Manjiro suspiró suavemente, desplomándose hasta acomodarse contra su hombro, sin importarle los primeros segundos de rigidez que sufrió su amiga. Cruzó los brazos contra su pecho.

—¿Ya no intentas con las acuarelas?

—¿Eh? —Ella parpadeó, confundida por el cambio de tema—. Creo que voy a dejar el club. La pintura no es lo mío.

—A mí me gusta.

—Sí, bueno, no puedo confiar en tu sentido de la estética.

—No me gusta mentir —se defendió, sonriendo cuando ella intentó contener su risa.

Tal y como lo había pensado la primera vez que se vieron, su sonrisa iluminaba sus facciones y la hacía lucir más bonita. Le encantaría hacerla reír siempre, pero estaba consciente de que alguien como él no podía mantener esa promesa eternamente.

Se quedaron en silencio un instante, Manjiro extendió el brazo por encima de ella, notando de nuevo cómo estaba rígida, hasta poder tomar el lápiz y jugar con él entre los dedos. Curvó los labios cuando su amiga apoyó solo un poco la mejilla de su coronilla.

—Kazutora... Kazutora era uno de mis mejores amigos. Y, luego, asesinó a mi hermano.

Se sobresaltó, pero procuró mantener la calma cuando Manjiro empezó a relatarle los sucesos. Los narraba con frialdad, como si fuera un evento externo a él, y eso le encogió el corazón. Cuando Manjiro terminó de hablar, ahorrándose los oscuros pensamientos que lo atosigaban, sintió la palma de su mano, un poco fría y callosa, contra la mejilla.

—Te hice llorar. Lo lamento.

—No, no. —Intentó apartarse para secarse el par de lágrimas que la habían traicionado, pero Mikey tenía su agarre firme—. Es solo que... No sé cómo decirlo —susurró, siendo un amasijo de palabras en distintos idiomas en su cabeza.

—No tienes que decirlo —musitó, acariciando sus mejillas sonrosadas—. Puedo saberlo con solo mirarte a los ojos.

(T/N) no supo si se trataba de la cercanía, de su historia, o de cómo la miraba tan profundamente, como si explorara su alma, pero sintió su corazón bombear sangre como si acabara de correr una maratón. Manjiro delineaba la curvatura de su nariz y deslizaba el pulgar por la comisura de sus labios, sus ojos siguiendo cada movimiento como si estuviera en un trance, disfrutando del sonrojo que provocaba su tacto. Sin darse cuenta, acortaban la distancia muy lentamente con un incierto destino. Con los ojos de Manjiro tan próximos, cuando era capaz de distinguir su pupila con las vetas que aclaraban el color de sus irises. Se convenció de que era como dos agujeros negros, atrayente de forma inexorable, buscando engullirla hasta los confines de su esencia.

Sin embargo, cuando podía sentir su respiración bailando sobre su piel, Manjiro deslizó la mano en un movimiento fluido y tomó distancia. Unos segundos después, Draken emergió por un sendero tupido de arbustos sin podar con una expresión agitada.

—¡Te estaba buscando! —reclamó—. ¡Ni siquiera Emma supo decirme dónde estabas y no contestas el maldito celular!

—Creo que lo dejé en la casa...

—Entonces, ¡¿para qué tienes uno?! —bufó, furibundo, pero ablandó su gesto cuando se percató de (T/N), con la cabeza agachada, su cabello arreglándoselas para ocultarla tras una cortina de pelo—. Estás rojas hasta las orejas, ¿te sientes mal?

—A-ah... —pronunció estúpidamente, su cerebro seguía en cortocircuito, pero agitó la cabeza—. ¡Estoy bien! Es solo que está haciendo mucho calor.

—A pesar de que ya estamos en otoño —refutó Manjiro solo para molestarla un poco.

Estaba muy consciente de lo que había estado a punto de hacer, pero, más que eso, se sintió bien poder conversar con ella sobre su hermano. Después de todo, narrar esa historia había sido como, por fin, comprender que Shinichiro no regresaría. De algún modo, se sentía un poco más en paz consigo mismo.

Rio cuando ella le clavó el codo, nada discreta, y Draken curvó una ceja pronunciadamente, sumando varios acontecimientos hasta hacerse suposiciones que no cuestionaría.

—¿Y para qué me necesitabas? —cuestionó Mikey.

—Pues Mitsuya y Baji estaban discutiendo, así que pensé que quizás deberíamos intervenir. —Draken dejó de hablar unos segundos y dijo—: Deberíamos hablar sobre él, Mikey.

(T/N) y Manjiro compartieron una breve mirada y el último asintió, poniéndose en pie para luego estirarse como un gato. A Draken lo sorprendió que estuviera de buen humor y dispuesto a hablar al respecto cuando en días anteriores les lanzó una mirada arranca cabezas.

—¡Draken! —llamó la chica antes de que se marcharan luego de unas escuetas despedidas—. Nunca te rapes.

—¿Qué? —dijo, confundido.

—Te lo digo por tu bien.

—Es cierto. No te quedaría —confirmó Mikey con una sonrisa socarrona.

—¿No pienso raparme nada! —Draken intentó patear sus piernas, pero Mikey lo esquivó con gracia—. ¡Ve con cuidado!

La chica agitó una vez más la mano, tomando la libreta y el lápiz con gesto resignado. Draken hundió las manos en los bolsillos de su pantalón, lanzándole miradas suspicaces a Mikey por la ligera curva que se posaba en sus labios.

—¿La besaste?

—No. —Manjiro lo vio de soslayo.

—Pues pareciera que sí. Estaba rojísima.

—No es mi novia. No puedo besarla.

—Eso dices ahora.

—Además —lo ignoró—, es una buena amiga. Y no quiero arruinar eso... Y, a pesar de que me gusta, no sé si la vea de esa forma.

—Bueno, pero ¿por qué estás tan contento? Todo arroja a que sí pasó algo entre ustedes dos —insistió, escéptico, porque sabía que a veces Manjiro pensaba demasiado las cosas y no se dejaba llevar por su corazón.

—Le conté sobre mi hermano, Kazutora y Baji.

Draken separó los labios para reponer algo, pero se limitó a asentir. Ladeó el rostro hacia el parque que pronto se perdería en la lontananza. En silencio, le agradeció por haberlo escuchado.

Continuará...

¡Muchas gracias por leer!

N/A: He pensando varias veces en borrar la última parte de este capítulo, pero lo releo y se me pasan xD Es que siento que besarse sería demasiado pronto en su relación y al mismo tiempo no... Es complicado todo lo que pasa por mi cabeza jaja

Espero leernos pronto.

¡Cuídense mucho! >.<

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