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Capítulo XLVII: Noche

¡No podía creerlo! 

¿Cómo era posible que Manjiro fuera tan... atlético? Con razón había podido alzarla como si nada en el festival. Y no solo eso, su ropa no dejaba entrever ni un poco todo lo que se guardaba. Tuvo una rápida visión de su abdomen, el ancho de sus hombros y sus brazos tonificados, y quiso gritar porque se sentía como una pervertida, porque se había grabado a fuego su imagen en el cerebro de tal modo que creía que, aún si perdiera la memoria, lo recordaría, ¡se convertiría en el cimiento de toda su maldita personalidad!

—¿En qué tanto piensas? —Manjiro la abrazó por la espalda mientras ella se cepillaba el cabello húmedo, encajando la barbilla en su hombro para verse a través del reflejo del espejo.

Rio cuando ella ahogó un grito y dejó caer el cepillo. Le lanzó una mirada de reproche por el espejo.

—¿En algo sucio?

Su novia se removió, avergonzada, y dijo:

—¡No! Solo estaba pensando en las tareas que tengo que hacer para el colegio. Deberíamos bajar para cenar o ayudar a la señora Matsuda si aún no ha terminado.

Mikey rio entre dientes y repuso:

—Mientras tú te bañabas, yo fui a ayudarla.

—¿Eso quiere decir que comeré algo hecho por ti?

—No. No te dejaré probar mis onigiris.

—¡¿Eh?! ¡¿Por qué?! Tú ya probaste lo que yo cocino.

—Pero eso es porque tú eres decente en la cocina. No quiero que te rompas un diente con mis onigiris porque compacté demasiado el arroz.

Ella se echó a reír cuando vio su puchero y tomó su mano para que fueran al piso de abajo. La señora Matsuda ya estaba colocando todo a la mesa cuando (T/N) pudo identificar sin problema los onigiris redondos y brillantes de su novio y se rio con aún más ganas, a lo que Manjiro la empujó suavemente.

—Le dije que no te importaría comerlos si eran hechos por él, pero creo que sabes cómo Sano puede ser de obstinado —comentó la señora Matsuda.

Manjiro hizo un puchero, desentendiéndose del estamento, y se limitó a sentarse a la mesa en el asiento que la señora había decidido asignarle en la mesa para cuatro personas. Sabía que (T/N) era en extremo respetuosa con sus mayores, pero le gustaba ver cómo se soltaba con la señora Matsuda, cómo bromeaban sin dejar a un lado la calidez con la que se trataban. Extrañaba eso. Con Emma y su abuelo las conversaciones no faltaban, pero a veces sentía que había demasiadas sillas vacías en medio.

—No está tan mal...

—¿Qué? —Manjiro parpadeó, despertando de su trance, tan solo para darse cuenta de que su novia le había robado un onigiri del plato—. ¡No!

—El relleno de atún con mayonesa está 10/10, aunque sí lo compactaste más de lo debido. Al menos ya he comprobado que no moriré de inanición a tu lado.

Mikey acentuó su mohín y entornó los ojos. Se vengaría; aunque no podía difuminar la sensación cálida expandiéndose desde su pecho a cada parte de su cuerpo. Tampoco podía creer el gusto con el que su novia se estaba comiendo sus onigiris, ahora robándoselos del plato sin ningún remordimiento pese a que él la estaba viendo.

Cuando terminaron de comer, los dos adolescentes se ofrecieron a lavar los platos, por iniciativa de (T/N), y la señora Matsuda les deseó buenas noches, lanzándoles una advertencia de dejar la puerta del cuarto abierta y de que pensaran con las cabezas.

—Nunca nos va a dejar en paz. —Su novia fregaba la superficie de una olla con fuerza, intentando menguar la vergüenza.

—Al parecer no. —Mikey rio entre dientes, secando los platos y guardándolos—. Al menos, hoy me dejó dormir en tu habitación.

—En el futón.

—Es un avance. —Se puso de puntitas para guardar un grupo de platos—. ¿O te disgusta que no duerma contigo en la cama?

—¡No seas tonto!

—¿Qué puedo hacer? Es el efecto que tienes en mí.

A la chica se le escapó una carcajada, sin poder amainar su sonrojo. Lo cierto era que nunca esperó vivir una situación tan cotidiana con Manjiro, no cuando se lo encontró por la noche en ese barrio, ni cuando coincidían tantas veces que parecía antinatural, ni siquiera cuando aceptó que fueran novios. No pensaba que al lado de él se sentiría en la cúspide de la felicidad, que ambos se esforzaran tanto por sacar adelante esa relación.

Al terminar de arreglar la cocina, se cepillaron los dientes y regresaron al cuarto mientras hablaban sobre trivialidades. Mikey se desplomó dramáticamente sobre el futón mientras su novia apagaba la luz y cerraba las cortinas. Pese a eso, la claraboya en el pasillo dejaba entrever la intensa luz plateada de una luna pronta a ser llena, así que podían ver sus siluetas teñidas de un azul tenue.

—Buenas noches, Manjiro. Mañana tenemos que levantarnos temprano para hacer nuestras tareas, así que deberíamos dormir.

—Solo tú... Aunque no quiero distraerte de tus estudios. Siento que tienes un gran futuro por delante. —Manjiro ladeó el cuerpo hacia ella, que lo veía desde la cama—. Buenas noches —pronunció su nombre con cariño y creyó verlo sonreír.

La chica se puso boca arriba y dejó caer los párpados. Le entró un suave estupor que la arrastraba al mundo onírico y cuando creyó que podría dormirse, recordó un par de ojos de amatista y unas delgadas manos rodeando su cuello. Ahogó un grito y se despertó, agitada.

—¡¿Estás bien?! —Manjiro se irguió rápidamente y se arrodilló a su lado, preocupado.

—S-sí... Fue una pesadilla.

Manjiro tomó su mano y la acarició, inquieto. ¿Qué podía hacer? Se sentía tan impotente, incapaz de protegerla y no podía creer que, en ese punto de su vida, después de vanagloriarse de ser el más fuerte, no pudiera hacer nada por ella.

Apretó los labios, nervioso, y afianzó un poco más su mano mientras ella se enderezaba.

—¿Qué quieres que haga por ti?

La chica sintió un nudo en la garganta y se rozó el cuello inconscientemente. Estaba bien. Ya no estaba frente a Izana ni tenía ningún poder sobre ella. Sin embargo, no podía borrar la sensación y, cuando intentó hablar, le temblaron los labios.

—S-solo... Solo abrázame... ¿Puedes?

Manjiro se propulsó con agilidad envidiable sobre la cama y la envolvió con sus brazos. Si era eso, podía hacerlo, quería estar a su lado, aprender a serle útil cuando estaban juntos. La sintió relajarse mientras acomodaba la cabeza contra su pecho, aunque lo golpeó en la barbilla por accidente.

—¿Te dolió?

—Mientras tú estés bien... —Mikey se frotó apenas el sitio de impacto y dijo—: Tú siempre con la cabeza tan dura.

—Estoy aprendiendo del mejor. Por cierto, estoy bien. Solo fue una pesadilla. No quiero que te sientas mal por mi culpa.

—Eres muy tranquila, así que sé que cualquier evento traumático que hayas podido sufrir, está conectado conmigo. Porque yo voy a terminar alejándolos a todos por...

—Yo no me voy a alejar.

—No, pero yo podría hacerlo. Es solo que soy demasiado cobarde y egoísta porque quiero acapararte así sea un segundo más. Aun así, no quiero lastimar a nadie de las personas que quiero.

—No me vas a lastimar, Manjiro.

—¿Sabes? Desde que mamá murió, siempre he notado que algo no está bien conmigo. No sé qué... Es algo que me impulsa a actuar de forma trepidante, a buscar la adrenalina, el peligro, a medirme con alguien más para estar seguro de que soy el más fuerte, de que valgo algo. Entonces, sé que, si me salgo de control, si ese detonante misterioso llegara a estallar, podría lastimarlos a todos.

—Manjiro, desde siempre, los humanos hemos sido seres sociales. Aislarte del mundo no es un opción. Una persona que se aleja de la sociedad puede que, desesperado por la interacción humana, sea muy maleable a estímulos externos. Como que alguien con malas intenciones se acerque a ti solo para manipularte.

Mikey la abrazó un poco más y se acomodó contra las almohadas. Ella se removió hasta acostarse y usarlo de cojín. Sus rostros cerca, teñidos de plateado, susurrando para no interrumpir la atmósfera.

—Estaremos bien. —Le aseguró ella, deslizando los dedos por su costado hasta posar la mano sobre su pecho, sobre el constante bombeo de su corazón.

—Quiero creerte, pero mamá me lo dijo tantas veces... Antes de que la hospitalizaran, se desmayaba, le sangraba la nariz, si apenas la tocaba, le salían unos morados gigantescos, y ella decía que estaba bien; que se sentía bien. Y luego... Iba a visitarla todos los días y, pese a que su condición se deterioraba, no dejaba de repetir lo mismo. Hasta que un día ya nada estuvo bien.

Su novia le acarició la mejilla y Manjiro suspiró despacio. No sabía que necesitaba contarle sobre su madre a alguien, pero sus hombros se destensaron solo un poco, sabiéndose querido, sin prejuicios.

—Por eso tienes que hacerte ver por un médico. No me quedaré tranquilo hasta que me muestres evidencia de que estás bien.

(T/N) rio, pero asintió. Si eso lo ayudaba a que se tranquilizara lo haría. Se acomodó entre sus brazos un poco más, disfrutando de su calidez. Sin embargo, empezó a pensar en su viaje al pasado, en la disonancia entre los tiempos. No le encontraba lógica al tiempo porque no parecía haber un desencadenante que lo definiera, a veces iba por más horas de las que transcurrían en su presente y a veces pasaba como en un suspiro. Pero ese día había sido diferente. Lo cierto era que no quería enfrentarse a Izana, no quería que Manjiro lo hiciera, pero no podía sacar el tema a colación sin ponerse en evidencia. La preocupaba que, si llegara a encontrárselo, no pudiera hacer nada, que la venciera el terror de sus manos cerrándose alrededor de su garganta sin perder el sosiego.

—¿En qué piensas? Estás en mis brazos, así que deberías prestarme más atención.

—¿Eh? —Manjiro la despertó de su ensoñación con un puchero—. No era nada... Solo en las tareas y...

—Haré que te olvides de ellas por hoy.

—¿Y cómo piensas hacer eso? —repuso, curvando una ceja, a la expectativa.

Se le escapó un chillido cuando él hizo que su espalda impactara contra el colchón y, en un rápido movimiento, estuvo a horcajadas sobre ella. Sus miradas se encontraron en la oscuridad y ella se ruborizó, su respiración agitándose porque, desde ese ángulo, Manjiro le pareció el hombre más apuesto del universo. Y no podía creer que estaba frente a ella, con su piel de alabastro acariciada por la luna y los pozos de agujeros negros queriendo devorarla.

—Voy a besarte.

—E-espera —susurró, sus protestas muriendo frente al roce de sus labios.

Mikey hizo amago de apartarse un poco, pero se sorprendió cuando ella lo haló de la camiseta para tener un mejor ángulo y besarlo con más vehemencia. La cadencia de sus labios, el roce tentativo de sus lenguas, sus piernas buscando encajar entre las otras mientras sus manos intentaban ocuparse en algo, la suma de todo ese conjunto los hizo perder, por un instante, el juicio.

(T/N) se percató de que Manjiro no le quitaba los ojos de encima. Observaba cada una de sus expresiones para decidir si continuar o no con sus caricias. Le gustaba que la mirara así, el roce de sus dedos sobre su piel descubierta, la calidez de la palma de su mano contra su abdomen, siguiendo la curvatura de su cintura, sus labios explorando el largo de su cuello, besando sus clavículas, cosquilleándole sobre la piel. Y disfrutaba de sumergir los dedos en su cabello, de halarlo un poco más, de la ligera vibración de su garganta, de acariciar sus pies con los de ella, de deslizar los dedos por los sus costados, perdiéndose en la textura cremosa y en la palidez de su piel.

Quería prolongar ese instante de besos silenciosos y caricias furtivas, de risas nerviosas y susurros inocentes.

En el futuro, se arrepentiría de no haberle robado más besos.

Continuará...

¡Muchas gracias por leer!

N/A: A veces creo que estoy escribiendo a Mikey algo OoC y luego se me pasa, es mi pensamiento intrusivo xD

Para este capítulo, me tenían buscando qué fase lunar había el 12 de febrero de 2006. Al final, no sé si lo puse bien jaja

Espero que cenen algo rico.

¡Recuerden tomar agua! >.<

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