Capítulo XIII: Apoyo
La lluvia había amainado de a poco. Ahora solo caían unas cuantas gotas, pero estaba empapada. Al menos el clima cálido de finales de verano y el poco viento no aumentaban el ligero frío que lamía su piel.
Apretó las llaves contra su pecho y suspiró, sin entender nada y recriminándose el haber sido arrastrada hasta esa situación. Esperaba que mencionar que Draken estaba con Emma no causara problemas, pero Manjiro se movía con tal urgencia y desespero, que la inquietud se depositaba al fondo de su estómago de forma incómoda.
No estuvo segura de cuánto tiempo pasó y no quiso revisar el celular para no sentir que los minutos se prolongaban por años.
Para cuando escuchó a lo lejos una sirena, ya había dejado de llover totalmente y los párpados le pesaban. Se cuestionó si Manjiro estaba bien, la angustiaba escuchar el vaivén, los altos y bajos, de la ambulancia, o quizás era la policía. No fue hasta que dos sombras aparecieron corriendo por una callejuela, que reaccionó:
—¡Emma! Hina!
—¡(T/N)! —soltó Emma, las mejillas las tenía rojas, al igual que los ojos.
—¿Has visto una ambulancia? —preguntó Hina con urgencia.
—La escuché. —Asintió, señalando la dirección—. Uhm... ¿Qué pasó?
—ToMan y Moebius se están enfrentando y... —A Emma se le cortó la respiración y agitó la cabeza.
—¿Manjiro está bien? —cuestionó de inmediato.
—Creo que sí. El problema es que Draken y Takemichi... —Hina no quiso continuar, tomando de la mano a Emma para halarla hacia la ambulancia—. Si quieres buscar a Mikey, debe estar en el estacionamiento. El trasero.
—N-no... —negó (T/N), guardándose la llave de la motocicleta en el bolsillo—. ¡Iré con ustedes! Creo que puedo alcanzar la ambulancia más rápido con mis zapatos.
No esperó más y echó a correr por donde había entrado con Manjiro en la moto. Quería despejar su mente de cualquier pensamiento pesimista. Confiaba en que Manjiro estaba bien, era fuerte, no por nada era el líder de ToMan... De repente, recordó el extraño sueño del futuro, de un Manjiro lacónico, pero vivo. Y eso amainó sus inquietudes un poco. Sería mejor concentrarse en encontrar la ambulancia, cuya sirena se escuchaba cada vez más próxima. No recordaba con exactitud qué le dijo al conductor, pero la ambulancia se metió por una estrecha calle, donde, en la lejanía, se divisaba a Emma y Hina haciendo señas.
Ella prefirió regresar donde estaba estacionada la motocicleta de Manjiro y esperarlo, estrujándose los dedos con nervios.
Cualquier sonido del follaje la hacía alzar la cabeza para cerciorarse de que se tratara de Manjiro. Ni siquiera cuando las chispas de los fuegos artificiales se extinguieron, Manjiro apareció y ella prefirió sentarse contra la moto, hecha un ovillo. Cuando estaba pensando seriamente en regresarse a su casa, se percató de un par de pies, heridos por las sandalias, que se pararon justo frente a ella.
—Pensé que ya te habías ido...
—Manjiro... —Alzó la cabeza—. ¿Estás...? ¡¿Qué pasó?! ¿Por qué estás todo lastimado? —Se paró cual resorte, tomando su barbilla para explorar los hematomas que empezaban a formarse en sus mejillas.
—¿Kenchin?
—¡Se fue en la ambulancia! Emma estaba con él y creo que el resto de los chicos también fueron con él. No estoy segura porque los vi pasar a lo lejos y...
—Tengo que ir con él. —Meneó la cabeza, agachándose para soltar la cadena, percatándose de que no tenía la llave en el bolsillo.
—Necesito que respires profundo.
—¡Tengo que ir! ¡¿Cómo puedo quedarme aquí sabiendo que él quizás...?! —soltó aire, trémulo, y apretó la mandíbula cuando ella negó con la cabeza.
—No. Necesito que respires y te tranquilices. En ese estado, ¿cómo pretendes conducir?
—Dame las llaves.
—No. —Cruzó los brazos sobre el pecho, igual de tozuda que él—. Cálmate y hablamos.
Manjiro arrugó el entrecejo, sopesando obligarla a darle las llaves, pero no creía que la intimidación resultara con ella cuando no se las había entregado al inicio. Bufó, exasperado, y se dejó caer al suelo, sentado. Ella lo imitó, aceptando el reto de miradas que él inició. Sus hombros tensos se fueron relajando de a poco, reemplazándolo por un mohín y una respiración más acompasada.
—Ya estoy tranquilo, ¿contenta?
—Sí. Qué testarudo eres... Toma. —Le lanzó las llaves—. No me iba a subir a ninguna moto contigo así.
—¿Vas a venir?
—Es obvio. No te voy a dejar solo.
—Ah... —mencionó, bajando la cabeza, avergonzado de repente—. Kenchin va a estar bien, ¿verdad?
—No te lo puedo asegurar, pero quiero confiar que sí.
Manjiro asintió y esperó a que ella se subiera tras él. Ella le dio indicaciones para llegar al hospital, uno que una vez había visto en uno de sus paseos en bicicleta y cuyo letrero había visto escrito en la ambulancia. Se bajaron en total silencio luego de estacionarse, aunque Manjiro permaneció cerca de ella durante todo el trayecto, dejando que fuera ella quien preguntara a la enfermera sobre el paradero de Kenchin, quien estaba en cirugía. Les dio indicaciones de cómo llegar a la sala de espera fuera del área de quirófanos.
Fueron al ascensor para llegar al quinto piso. (T/N) notó que Manjiro volvía a perder la compostura, a pesar de que estaba respirando profundamente. Estiró la mano hasta tomar los dos últimos dedos de la de él, sobresaltándolo.
—Estarás bien.
—¿Eh? —farfulló, pero no pudo cuestionarle más porque tuvieron que bajarse y ella soltó su mano.
Se escuchaba un alboroto por todo el pasillo y Manjiro apresuró el paso hasta aparecer por la esquina.
—Hagan silencio. Estamos en un hospital. —No vio a nadie y tomó asiento—. Solo nos queda esperar.
Ante la aparente calma de Mikey, todos bajaron los ánimos y lo imitaron, dándole la razón. Emma se sentó a su lado, siendo consolada por Hina, mientras que (T/N) lo hizo al otro lado. Casi brincó cuando él tomó su mano para jugar con las articulaciones de sus dedos inconscientemente. Sintió las miradas de Takemichi y Mitsuya sobre ella, haciéndola sonrojar.
Algunos murmuraban desde sus asientos de vez en cuando, pero se mantuvieron en silencio la mayor parte del tiempo, sumidos en un ambiente aplastante de expectación. No fue hasta que se apagó la luz del quirófano y salió un doctor para darles noticias sobre los resultados, que regresaron a la vida.
Manjiro soltó su mano muy suavemente, levantándose para irse, aprovechando la distracción que generaba la algarabía. (T/N) prefirió seguirlo que quedarse a consolar a Emma porque Hina ya lo estaba haciendo. Sin embargo, no lo alcanzó en el ascensor y él parecía demasiado ensimismado como para detener las puertas cerrándose. Iba a bajar por las escaleras, pero se encontró con un carrito de procedimientos apostado en una puerta. Al principio dubitativa, y luego más segura, tomó un rollo de esparadrapo y varias gasas, aparte de solución salina. Bajó las escaleras, saltándose los últimos peldaños, siguiendo la estela de un Manjiro que parecía más fantasmagórico que vivo.
Se detuvo tras el edificio y ella mantuvo la distancia para recobrar el aliento, apenas escuchando cómo Mikey se desplomaba en el suelo, presionándose los ojos con las palmas de las manos. No le importó que quizás quisiera estar solo y avanzó hacia él hasta arrodillarse frente a él.
—Manjiro.
—Lo siento. —Se frotó los ojos y agregó—: ¿Pasa algo?
—Cuando estés conmigo, puedes ser débil —dijo, tomando una de sus manos magulladas—. Si quieres llorar, hazlo. Si no quieres hacerlo, está bien. Pero no es bueno guardar tus sentimientos.
—... —Mikey metió aire y todo dentro de él tembló—. Tenía miedo. Tengo miedo.
—Está bien.
—Pensé que Kenchin ya no estaría conmigo. —Se le anegaron los ojos—. Y no quiero volver a quedarme solo. No podría soportarlo. Mi corazón se rompería...
(T/N) se mordió el labio inferior, anonadada por ver cómo alguien como Manjiro se desmoronaba frente a ella. Sin pensarlo, pasó ambos brazos por sus hombros, sintiéndolo estremecerse entre ellos hasta aferrarse a su camiseta y estrujar la tela. Hundió la cabeza en su pecho, embargado por espasmos y silenciosos sollozos. Le contó sus miedos, su temor a lo efímera que era la vida, a que su hermano hubiera muerto un día sin más, a que Kenchin hubiera estado a punto de hacer lo mismo, a que un día se despertara y no fuera nadie porque nadie lo recordaría, a simplemente desaparecer y quedarse solo.
Al cabo de un rato, Mikey fue quien se separó primero, ladeando el rostro para limpiárselo con disimulo. (T/N) fingió no verlo y dijo:
—¿Estás mejor?
Manjiro asintió vagamente y ella curvó los labios:
—Entonces, deja que te cure esas heridas.
Manjiro no recordaba la última vez que lloró. Quizás fue en su cuarto, luego de consolar a Emma hasta que se quedó dormida, a solas y en la oscuridad la noche en la que su hermano murió. Ciertamente, no le gustaba que alguien lo viera en un estado tan débil, pero allí estaba, frente a (T/N)cchi, quien solo había esperado a que se desahogara y ahora atendía a cada una de las magulladuras de su cuerpo con más seguridad de la que hubiera esperado, aunque eso no quitaba que las manos le temblaban como maracas.
Tan cerca como estaban, al punto que si echaba la cabeza para delante sus narices se rozarían, apreció las imperfecciones de su piel y sus rasgos, como si eso diera fe de que era real porque para él no había nada perfecto y que fuera real. Se fijó especialmente en sus ojos, parecidos a los de Emma, pero totalmente diferentes. Con cierto aire cándido y amable y, muy, muy en el fondo, vio trazas de preocupación.
—Gracias —musitó cuando ella terminó de cruzar una gasa doblada por la mitad sobre un rasguño en su cuello—. Y lo siento.
—No tienes por qué disculparte. —Negó, tomando sus manos para frotarlas con solución salina y borrar los rastros de sangre bajo las uñas—. Aunque eso no implica que condone eso de que se estén peleando como unos brutos.
—Tenemos nuestros motivos.
—Lo entiendo, pero no lo comparto. Y no sigamos hablando de eso porque harás que me duela la cabeza.
—De acuerdo. —Mikey le regaló un conato de sonrisa mientras la miraba a los ojos de forma honesta—. Pero lamento haberte dejado sola. Pudo haberte pasado algo... Todos conocen a mi chica. —Su interlocutora curvó una ceja y Manjiro se apresuró a explicar—. Mi moto. Si te veían cuidándola, quizás podían atacarte. No pensé en ello. Fui estúpido.
—Me sé defender —repuso ella, procesando eso de llamar a un objeto "su chica"—. Y, mejor que eso, sé correr.
—No me lo creo. Te quedaste paralizada cuando nos encontramos por primera vez.
—Fue la impresión, nada más. Ahora ya sé a qué atenerme.
—Me alegra que te hayas quedado petrificada en esa ocasión.
—... Tienes razón. —Le sonrió—. Aunque la sensación de casi orinarme en los pantalones no me es muy grata.
Mikey soltó una risa nasal y, sin darse cuenta, su mano abandonó la calidez que acunaba las de ella y la extendió para tomar uno de los mechones de su cabello. Ella siguió el movimiento con la mirada y resopló:
—Debo tenerlo horrible después de que se me mojara y se secara con este clima.
Manjiro agitó la cabeza de un lado al otro. Una tenue brisa se elevó y se arremolinó entre ambos, alzando una ola caliente que lo recorrió de pies a cabeza, cerca de tener una epifanía. Bajo el rumor de las últimas cigarras que se escucharían en el verano, sus ojos se encontraron con diferentes sensaciones y Manjiro le sonrió con una dulzura sin precedentes.
—Iba a decir que es muy bonito.
(T/N) parpadeó, sonrojándose como si el comentario del chico fuera capaz de encender un interruptor en sus mejillas. Quiso reírse para restarle importancia, pero no se atrevió a hacerlo cuando lo decía de ese modo, viéndola con una franqueza que la dejaba sin aliento.
Separó los labios para reponer algo medianamente coherente o astuto, lo que fuera, pero el sonido de la grava los hizo ladear los rostros en dirección al ruido. De detrás de la pared emergió Takemichi, quizás más rojo de lo que la chica lo había estado hacía unos segundos.
—Yo... Uhm...
—¡Takemicchi! —dijo Manjiro, ignorante del ambiente incómodo—. ¿Pasó algo?
—No... No... —Rio, nervioso, aunque la chica notó que no era la misma forma con la que lo había hecho cuando la buscó a la salida del colegio—. Los chicos, sí, los chicos estaban preguntando por ti.
—Es cierto que me fui sin decirles nada —cayó en cuenta y se encogió de hombros—. Diles que iré a dejar a (T/N)cchi a su casa y luego regresaré por Emma para irnos a casa, y ellos deberían hacer lo mismo.
—¡N-no es necesario, Man...!
—No voy a dejar que te vayas sola —exclamó con severidad.
—Bueno, gracias, supongo... —masculló, siguiéndolo de mala gana cuando Mikey puso camino al estacionamiento—. Takemichi, dile a Emma que me fui con Manjiro —pidió cuando se cruzó frente a ella.
—Sí, no te preocupes. Uhm... Gracias por cuidar de Mikey.
—No es nada —negó con una risa apenada, aunque el brillo divertido en los ojos de Takemichi revelaba que le causaba gracia que ambos hubieran reiterado los mismo—. Más bien, gracias a ti por evitar una desgracia mayor al actuar a tiempo. Pensé que eras más atolondrado.
—¡¿Eh?! —se quejó, pero se armó con una sonrisa—. Llega a casa a salvo.
—¡Tú también! ¡Y no dejes a Hina sola! —Ella le dio una palmada en el brazo descubierto, alejando de inmediato la mano cuando saltaron chispas de entre ambos—. ¡Que fea electricidad estática! Tendré cuidado de no tocarte —bromeó, trotando cuando Mikey le gritó que se apurara.
De camino a casa, mientras se sostenía de la camiseta de Mikey y escuchaba que le contaba una leyenda urbana que la disuadiría de salir por las noches por al menos un mes, le empezó a doler la cabeza un poco. No fue hasta que se bajó de la moto que el dolor ya se había asentado desde sus sienes hasta la región occipital, aprisionándole la cabeza como una corona.
—¿Estás bien?
—Sí. Solo me duele la cabeza —le restó importancia—. Seguro que es la falta de sueño.
—Eres como una bebé.
—No estoy acostumbrada a desvelarme por cuidar una moto mientras el dueño se involucra en actividades ilí...
—¡(T/N)! —La señora Matsuda apareció por la puerta, preocupada—. Leí tu mensaje, pero no llegabas y...
—Buenas noches, señora —saludó Mikey adoptando una pose más respetuosa.
—¿Supongo que la trajiste tú? —Pasó su mirada de la vendas en su cuerpo a la motocicleta.
—Sí —respondió la joven—. Pasaron algunas cosas de camino a la librería y tuvimos que ir a ayudar a unos amigos. No pasó nada grave.
—Dices eso, pero... —La señora volvió a repasar a Mikey y suspiró—: ¿Seguro que estás bien, jovencito? ¿Quieres pasar?
—No es necesario. —Esgrimió una sonrisa—. Tengo que ir a casa o mi abuelo me matará.
—Va-vaya... —Acunó su mejilla, pensativa y asintió—. Si necesitas ayuda, no dudes en acudir aquí. Gracias por traerla sana y salva.
—No hay de qué. Buena noche. —Se dio media vuelta hacia su motocicleta para marcharse.
Sin embargo, cruzó el jardín cuando escuchó la puerta cerrarse y esperó que se encendiera la luz de alguna de las dos habitaciones para que dibujara la silueta de su amiga. Sin más, lanzó una piedrecilla a la ventana, consiguiendo al instante que la chica se asomara con intriga.
—¡¿Qué rayos, Manjiro?!
Mikey solo sonrió y alzó la mano para despedirse una vez más, incapaz de decirle que quería verla una última vez por esa noche. Cuando sus miradas se cruzaron y se fijó una vez más en cómo tenía que acomodarse el cabello detrás de las orejas para que no terminara en su rostro, sintió el corazón acelerarse mientras se acercaba cada vez más a esa intrigante epifanía.
Continuará...
¡Muchas gracias por leer!
N/A: Prometí esto ayer, pero estaba haciendo un curso de reanimación y llegué a mi casa con todo el cuerpo adolorido. Además, entre ver HxH y SnK, se me ha ido el tiempo en un suspiro.
En el anime me dio tanta pena ver cómo Mikey se fue solito a un lado del hospital a llorar. Carga con una responsabilidad con la que no sabe lidiar y pareciera que nadie se da cuenta de que es solo es un niño jugando a ser adulto...
En fin, mejor paro. Nos leemos el siguiente fin de semana. Voy a ver si empiezo a usar la muy útil función de programar las actualizaciones >.<
¡Tengan una excelente semana! >.<
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