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Capítulo LXIII: Disparo

Cuando Manjiro terminó con ella, quiso regresarse a Japón para exigirle una explicación.

Porque no le creía.

No le creía muchas de las cosas que habían hablado por teléfono.

Se había escudado tras excusas de que era una distracción para ella, que quería lo mejor para ella, que no soportaba la distancia ni los silencios demasiado prolongados entre ambos, con semanas sin saber nada del otro. Le dio una excusa tras otra, pero ella supo que eran mentiras, porque Manjiro era más resiliente y racional. Porque sabía que ese evento tenía que relacionarse, de un modo u otro con el futuro que había visitado.

Pero por mucho que lloró y le pidió volver a hablar, no consiguió que cambiara de opinión. Así que se conformó con continuar hablando con Emma, haciéndolo con frecuencia después de que su padre intercediera por ella con su madre. La única condición era que debía pagar el excedente en la factura del teléfono. A Emma la sorprendió la noticia de su ruptura, tanto como a Hina y a Yuzuha. Por mucho que cavilaron entre las cuatro, tampoco hallaron una respuesta a la repentina decisión de Manjiro.

Además, a (T/N), desde que regresó de Japón, le costaba dormirse. Si bien lo de Izana había sido lo suficientemente traumático como para creer que no había nada que lo superara, haber muerto en su siguiente viaje había colocado la vara más alto y ahora las memorias la perseguían constantemente en sueños. Después de meditarlo por más tiempo del que creía sano, llegó a la conclusión de que su asesino era Sanzu, por su voz, por el color de su piel y por el tenue aroma a lavanda impregnado a su ropa.

Quiso contactarse con Takemichi, pero no era el del futuro, así que solo se balbucearon unas cuantas palabras de cordialidad para después pedirle que le pusiera a Hina al teléfono. Luego, Chifuyu le contó, por un correo, que Takemichi había regresado al futuro y, por el tiempo que ya había pasado, imaginaba que el futuro era bueno. Le contó sobre el futuro porque no tenía con quién más compartirlo, a pesar de que sabía que no podían hacer nada porque Takemichi ya no estaba. Aunque Naoto aún seguía allí.

A cada uno de sus amigos, con los que aún mantenía contacto, les preguntaba cómo veían a Manjiro, pero ninguno mencionaba nada fuera de lo normal. Emma le decía que daba paseos a veces, pero que la cuidaba. Draken estaba asombrado porque las notas de Mikey habían mejorado, apenas, pero rasguñar unos cuantos puntos no estaba tan mal, que, si seguía así, pasaría al siguiente año sin problema. Chifuyu no mantenía contacto con Mikey, pero lo había visto un par de veces con Babbu. Por último, Hina le dijo que a veces lo veía hablando con Takemichi, pero que sentía que no era lo mismo; ella también había intentado hablar con él, pero le pareció que era amable solo por el aprecio que le tenía, aprecio que parecía estar en riesgo si se acercaba de más.

Estaba echada sobre la cama de su habitación. La había movido para que estuviera cerca de la ventana, de modo que pudiera ver el cielo. Extrañaba a Manjiro apoyado a su lado mientras su voz amodorrada adivinaba las formas de las nubes. Extrañaba el poder que sus ojos de abismo tenían sobre ella. La calidez de su piel y las veces en las que tenía los dedos tan fríos que ella se los tomaba para calentarlo. Extrañaba, más de lo que se había imaginado, el ímpetu de sus besos que ponían en evidencia su personalidad caprichosa y exigente, que le arrebataban el aliento y la hacían desear más. Extrañaba su risa, las buenas carcajadas que largaba, las que le sabían dulce porque eran reales. Extrañaba cómo su sola presencia la hacía sentir segura.

Lo extrañaba más de lo que se había imaginado, y la preocupaba en partes iguales. Sin embargo, no podía hacer demasiado, no con su negativa a recibir sus mensajes y llamadas. Además, si bien se había terminado el contrato de su beca, aún tenía que devolver en años todo lo que había aprendido. Eso significaba que debía quedarse allí al menos dos años, impartiendo cursos de japonés para la embajada.

Para cuando se graduara del colegio, era el único momento en el que se le ocurría que podía regresar a Japón para intentar enmendar el futuro. No podía hacer mucho, pero por lo menos conservaría las amistades que había formado allá. Quizás juntos lograrían que Manjiro no cometiera otro error.

Chifuyu a veces se hallaba extrañando al Takemichi del futuro. Le gustaba que fuera más asertivo y que compartían esa confidencialidad. El Takemichi de 2006 no estaba mal, era divertido y un buen chico, pero sentía que debía ganarse su amistad de nuevo porque habían compartido muy poco juntos, y ninguno de esos momentos había sido clave. Sus compañeros le hacían acuerdo de las peleas en las que se habían inmiscuidos, cómo luchaban uno al lado del otro, pero Takemichi solo asentía sin enterarse de nada.

Y eso que el del futuro le había dejado un diario para que se supiera cada detalle.

Otra cosa de la que se había percatado era que Mikey no pasaba demasiado tiempo con ese Takemichi, se aburría pronto y se despedía con una de sus sonrisas tenues. No sentía la camaradería entre ambos que lo había empujado a creer que Takemichi realmente podía cambiar ToMan y proteger el legado de Baji.

Aunque lo apenaba admitir que se había percatado de ello porque (T/N) lo había puntualizado en uno de sus correos. Esa era otra cosa que lo impresionaba: jamás se hubiera imaginado que, a través de un mensaje al correo, pudiera hablar de tantos temas con otra persona. Sus mensajes eran ridículamente largos, pasando de sandeces a temas más serios. Y lo disfrutaba muchísimo. No se le había ocurrido que podía ser amigo de una chica, pero cuando alzaba la mirada de la computadora y veía la foto de ambos mal impresa y un poco borrosa pegada a la pared, no podía evitar sonreír.

Ahora, era la primera vez que quería a golpear a Mikey. No entendía por qué había decidido que terminaran. La noticia los dejó a todos sorprendidos porque habían sido testigos de cómo esos dos se miraban y, no solo eso, sino de los cambios en la actitud de Mikey. Pero tenía aún más ganas de darle una buena cachetada a su mejor amiga porque seguía insistiendo en que le avisara cualquier novedad con Mikey.

Así que a veces se buscaba excusas para ir a los sitios que su exjefe frecuentaba. Se habían cruzado en un par de ocasiones en las que se detuvieron a hablar, pero Mikey no tardó en decirle que estaba ocupado, agitando suavemente la mano. Aparte de eso, Mikey no parecía inmiscuido en ninguna actividad peligrosa.

(T/N) le había contado sobre su viaje al futuro y también le había pedido que le avisara a Takemichi, pero fue demasiado tarde. El correo se había ido al spam y Takemichi regresó al futuro dos días antes de que él se diera cuenta de que tenía un mensaje. Así que, para compensarlo, ahora acosaba a Mikey.

Aunque lo cierto era que le preocupaba el futuro. Primero, porque su mejor amiga había decidido que era una buena idea cortar lazos con todos, se iba a casar con un sujeto que no había sido aprobado por él, y porque ella moría. Segundo, no le gustaba nada eso de trabajar en una empresa de muebles. Tercero, Mikey también se merecía ser feliz; lo admiraba demasiado y era el querido amigo de Baji, así que también quería protegerlo.

Sin embargo, en su rutina no había nada raro. Ese día lo había seguido por el vecindario en el que vivía hasta que se adentró en las calles estrechas de Shibuya. Creyó perderlo en un par de ocasiones, pero no tardaba en encontrarlo cuando Mikey se detenía a leer las indicaciones en un papel.

Lo preocupó perderse por el entresijo de calles estrechas, pero tuvo que detenerse abruptamente cuando, al girar en un recodo, dilucidó la figura de Mikey entrecortada por la luz mortecina de un edificio. Se asomó con discreción, cuidando de que no fueran a sorprenderlo por la espalda.

Chifuyu tuvo que parpadear varias veces para convencerse de no estarse imaginando lo que ocurría frente a él. Apretó los labios y su corazón se desplomó un poco, decepcionado.

Kokonoi le tendía una pistola a Mikey, quien no dudó en agarrarla y probar el ajuste en su mano.

Se le revolvió el estómago porque ToMan no se valía de eso para luchar. Siempre había admirado a Mikey por usar sus puños con una destreza envidiable. Además, todos habían visto lo que ocurrió con Izana y Kakucho, el mal que traía consigo usar armas. Y no se quedaba solo ahí. A Baji también lo habían apuñalado, Pah-chin se había metido en problemas por ello, Takemichi y Draken tenían cicatrices causadas por puñales. Mikey más que nadie debía ser consciente del peso de eso, pero allí estaba, poniéndose en posición.

Chifuyu respingó cuando escuchó el primer disparo. El sonido era atronador, vibraba en sus huesos, lo hacía hiperventilar. Los disparos se sucedieron mientras se escuchaba que algo de vidrio estallaba y se hacía aún más trizas sobre el piso.

Kokonoi silbó y exclamó:

—Eres bastante bueno.

Mikey repuso algo que no escuchó mientras le devolvía el arma. Luego, ambos entraron en el edificio más cercano y Chifuyu supo que debía irse. No quería saber nada más de eso. ToMan era una cosa, pero lo que sea que estuvieran tramando ellos lo superaba. Ni siquiera estaba seguro de cómo le diría eso a su amiga sin que perdiera la cabeza.

Cuando regresó a la calle principal, estaba casi decidido a no decirle nada a (T/N) por su salud mental. Sin embargo, al divisar la librería que solían frecuentar y también la cafetería donde se sentaban a hablar por horas, su convicción flaqueó.

Ella confiaba tanto en él como para darle esa tarea, así que no podía defraudarla. No importaba que la realidad se tornara deplorable.

Continuará...

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Mucho texto xD A veces pienso que los capítulos con poco diálogo son pesados, lo siento. Por otro lado, no saben lo que me gusta escribir desde la perspectiva de Chifuyu.

Tengan un excelente día.

¡Tomen agua! >.<

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