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Capítulo LX: Futuro (VII)

—¿B-buenas tardes? —respondió, poniendo su voz de adulta mientras quería golpearse.

—¿Buenas tardes? —El hombre rio y ella se sorprendió porque no sonaba tan mal, quizás no era tan malo como quería pintarlo—. Cariño, hoy regreso temprano a casa. ¿Tú ya sales de tu consulta?

—¿Eh? ¡S-sí! Yo, uhm... ¿Creo que me perdí?

—¿Cómo te perdiste? ¿Dónde estás? ¿Necesitas que te vaya a buscar? Debes tener cuidado, sabes que de noche las calles se ponen peligrosas y...

A (T/N) la sorprendió lo genuina que sonaba su preocupación, así que le dijo dónde estaba y él le explicó cómo llegar desde allí a su casa. Al parecer, solo debía tomar un bus al otro lado del parque.

—Avísame si ocurre cualquier cosa... ¿En serio no quieres que...?

—No. ¡Estaré bien!

—Confío en ti, no por nada eres cinta negra. —Pareció reírse entre dientes—. Nos vemos más tarde. Prepararé algo rico para cenar y para que celebremos. Aunque mañana tenemos un largo día por delante por la mudanza...

—De acuerdo...

—Uhm, ¿cariño?

—¿S-sí?

—Te amo.

La chica apretó los labios y soltó una risita nerviosa.

—Nos vemos.

Colgó el teléfono, azorada. No parecía una mala persona, pero no sentía correcto inmiscuirse más en la vida amorosa de su versión del futuro. Además, ella quería a Manjiro, no podría decirle esas últimas palabras a alguien más que no fuera él.

Suspiró y se puso en pie, agradeciendo por la comida. Apenas reparó en que se había quedado más tiempo de lo normal, así que dejó el local, avergonzada. Quería continuar leyendo el análisis psicológico de Manjiro, pero, como estaba oscureciendo, prefirió poner rumbo a su casa. Quizás tendría tiempo de hacerlo antes de que regresara a su línea de tiempo original.

La sorprendió descubrir que los vendedores ambulantes de flores y regalos por San Valentín empezaban a recoger sus mercancías. La mayoría de las parejas caminaban dentro del centro comercial y se metían a los restaurantes para comer, apenas encontrándose con alguna por las calles.

Decidió atravesar el parque porque estaba bien iluminado. Además, quería encontrar un sitio seguro pronto para continuar curioseando entre los muchos archivos que tenía esa versión de ella. Le encantaba que fuera tan prolija y que se mantuviera en forma. Seguro que Takeda estaría feliz por seguir sus pasos.

Inhaló el tenue aroma a eucalipto de la parte más frondosa del parque. Al parecer, en doce años, esa sección se llenaría de aún más vida, aunque las copas de los árboles dificultaban la visión de la luna y hasta de los mismos faros de luz. Contra todo pronóstico, le gustaba estar de vuelta en su país, aunque sentía que una parte de ella siempre estaría en Japón.

Se sobresaltó cuando escuchó que una rama se partió a sus espaldas, así que ladeó el rostro tan solo para encontrarse con un hombre empapado en sudor, con los audífonos puestos y que no tardó en pasarla en su trote rítmico.

—¿No es muy tarde para estar corriendo? —musitó, pero respiró profundo para recuperar el sosiego.

Aunque no extrañaba la constante sensación de inseguridad respirándole en la nuca. En serio esperaba que en cualquier momento saliera un ladrón de detrás de un árbol para robarle lo que tenía. Agitó la cabeza, mejor dejaba de pensar en eso. Su mamá siempre decía que no era bueno manifestar cosas pesimistas, así que quiso tomarse el consejo a pecho.

Giró a la derecha en un sendero, trazando un mapa mental de cómo se suponía que lucía el parque, aunque había cambiado mucho en doce años. No se veía a nadie y hacía un buen rato que el corredor la había adelantado.

Por eso, tuvo un momento de dubitación cuando la atravesó un tenue dolor lacerante que subió en intensidad de a poco. Estaba justo en la espalda y sintió que se quedaba sin aire. El dolor hincó más y se llevó una mano al abdomen.

—¿Eh? —susurró al palpar algo duro protruyendo de su cuerpo.

—Tú eras el último cabo suelto.

Era japonés y reconocía la voz de algún lado, pero el dolor se intensificó cuando, con la misma facilidad con la que la habían apuñalado, retiraron el arma de su cuerpo. Sus piernas fallaron cuando vio toda la sangre que empezaba a escapársele del cuerpo.

—¿Quién...? ¡Espera! —Quiso protestar cuando le sacó el celular del bolsillo, sin permitirle ver su rostro.

—Cierra la boca.

Ah... Casi tenía el nombre del dueño de la voz en la lengua, pero si hablaba un poco más, seguro lo lograría. Intentó moverse, pero terminó desplomada en el suelo, apenas siendo capaz de ver los botines y el traje púrpura salpicado de sangre. Ella intentó extender la mano tan solo para que su atacante dejara el celular sobre su palma.

—Listo. Ahora, dulces sueños.

Sin mediar más palabras, se dio media vuelta y empezó a marcharse. La joven se negó a pedirle auxilio, pero, con el celular en la mano, marcó el número de emergencia. La operadora respondió y ella apenas fue capaz de pedirle ayuda e indicarle dónde estaba, la operadora le pidió que se mantuviera en la línea mientras llegaba la ayuda, que hablara con ella, pero (T/N) maldijo cuando el celular se quedó sin batería.

Dolía, le quemaba, pero, paradójicamente, empezaba a tener los dedos ateridos, acalambrados. Intentaba mantener una respiración superficial, hacer presión con sus propias manos a pesar de que no era suficiente. El corazón lo sentía agitado contra su pecho, resonando en sus tímpanos, y quiso echarse a llorar porque no podía creer que moriría. Y si moría en el futuro, ¿qué pasaría en el presente? Si no despertaba más, si no podía hacer algo para cambiar el futuro...

Escuchó unos pasos aproximándose. Corrían y aceleraron aún más al verla. Llamaron su nombre con desespero.

«¡Que irónico!», pensó ella. Quien imaginaría que, en doce años, se encontrarían en su país, que podría sentir sus manos tibias contra la piel, que lo último que quizás vería eran sus orbes de obsidiana.

—Manjiro...

—¡¿Qué?! ¿Quién? El mensaje... —Manjiro apretó los labios y la tomó con cuidado.

—Llamé una ambulancia...

—Bien, puedo cargarte para apresurarnos. Te vas a poner bien, ya verás.

—Manjiro, ¿qué haces aquí?

Se quejó cuando Manjiro la giró con suavidad, buscando un modo para cargarla. Manjiro se quedó muy quieto, con los ojos anegados. Tenía el cabello rubio más largo, sujeto en una cola mientras algunos mechones enmarcaban su rostro. Su piel estaba pálida, pero al menos mejor que la de sus otras versiones del futuro.

—Lo prometimos —susurró él, apartándole el cabello del rostro—. Y necesitaba verte.

—¿En serio lo recordaste? —Ella rio, inclinando la cabeza contra su mano—. San Valentín en doce años... Eres un tonto, pero así te quiero.

Manjiro se la quedó viendo unos segundos y apretó los labios, intentando hacer presión sobre su herida. Asintió y le sonrió:

—Traje fuegos artificiales para que los viéramos. —Acarició sus mejillas, los dedos le temblaban, y su mirada buscaba señales de alguna ambulancia—. Tú... Takemichi me contó cómo viajaba al pasado, así que empecé a sospechar que tú... Pero nunca me respondiste los mensajes que te enviaba y no podía llamarte. No podía... —Manjiro inhaló para recuperar el aplomo—. Tú eres mi (T/N)cchi, ¿verdad? ¿Mi novia del pasado?

—¿Por qué dejaste que me comprometiera con otro hombre, Manjiro? —dijo, las lágrimas deslizándose por sus mejillas finalmente—. ¿Qué nos pasó?

—No lo sé. Apenas pude encontrarte de nuevo por la información que hay de ti en internet. No volviste a hablar con ninguno de nosotros. Alguna vez le enviaste un correo a Emma, pero más nada. —Manjiro agitó la cabeza y la chica pudo percatarse de que tenía un tatuaje en la nuca—. Creo que fue lo mejor para ti. Ahora eres una profesional y seguro te vas a casar con un buen sujeto y...

—¿Qué sentido tiene si no eres tú? —susurró, acosada de repente por una repentina somnolencia.

—Ninguno, por eso toda mi vida he intentado buscar un sitio al cual pertenecer, pero no tiene sentido si no es a tu lado. Oye, cuéntame algo más, quédate conmigo.

La voz de Manjiro nunca le había sonado tan dulce y quiso cerrar los ojos y solo repetir su voz una y otra vez en su fuero interno. Sin embargo, él la agitó suavemente.

—Me sorprende la variedad de pirotecnia de aquí y que no sea ilegal. —Manjiro forzó una sonrisa, a pesar de que empezaría a llorar pronto.

—¿Cómo está Emma?

—¡Se hace cargo del dojo con Kenchin! Creo que están esperando a que Hina se case para anunciar ellos que van a hacerlo. Han sido años difíciles, pero Emma siempre se las arregló para llevarlos bien, aunque sí tuvo sus momentos bajos.

—Uhm... —Pestañeó más largo de los que debía y Manjiro volvió a tocar su mejilla, su piel estaba ardiendo en contraste de la de ella—. ¿Y tú? ¿Qué has hecho? ¿Lograste que ToMan sea una gran pandilla?

—S-sí... ToMan es una gran pandilla. Uno para todos y todos para uno.

—Eres muy malo mintiendo. —Ella rio entre dientes.

—Esa eres tú —repuso él con suavidad.

—¿Y cómo está mi chica?

Manjiro sonrió y el gesto hizo que se le derramaran un par de lágrimas traicioneras. La abrazó contra su cuerpo.

—Babbu tuvo que retirarse, aunque a veces salimos de paseo. Te extraña. Te extrañamos.

—Nunca pude manejarla, al final —dijo con más pesar del que había creído—. Manjiro, debiste dejar las pandillas, como lo hizo tu hermano en su momento. No es bueno para ti.

—No es como si tuviera otra opción —susurró, tomando la mano que ella intentó extender hacia su rostro—. Era esto o que los lastimaran... ¡Mierda!

—No digas malas palabras. —Rio ella entre dientes, sintió un ligero sabor a herrumbre en la boca—. Hace frío.

—Vas a estar bien. ¿Lo escuchas? Parece que viene la ambulancia. Así que quédate conmigo. Aún tenemos mucho por decirnos.

—Al menos esta versión tuya del futuro luce mucho mejor... Lo siento, Manjiro, por no quedarme a tu lado...

—No tienes que disculparte. Siempre tuve la opción de venir a buscarte, pero no... —Llamó su nombre y la agitó suavemente por los hombros, consiguiendo que parpadeara pesadamente—. Yo lo siento por no convertirme en alguien de quien pudieras estar orgullosa.

—Siempre estaré orgullosa... —musitó, sentía la lengua pesada y, a pesar de que Manjiro la sostenía contra su cuerpo, sentía que se congelaba, casi no podía sentir su corazón latiendo en su pecho—. Manjiro... ¿Podrías besarme?

—Las veces que quieras —susurró para inclinarse sobre ella y depositar un beso sobre sus labios con sabor a nostalgia, sintiendo el fantasma de sus palabras—. Yo también te amo.

Manjiro se permitió derramar muchas más lágrimas. Tenía el pantalón manchado de sangre, la chica que amaba estaba entre sus brazos, helada, a pesar de que hacía presión sobre la herida e intentaba que recuperara el calor usando el de él. Por mucho que la agitó, sin importar cuántas veces llamó su nombre, no le respondió.

Y se seguía enfriando.

Y el charco de sangre crecía.

Y escuchaba la ambulancia, más cerca, pero demasiado tarde.

Quería morirse. ¿Qué sentido tenía estar allí cuando nadie lo necesitaba? ¿Qué sentido tenía continuar con esa farsa cuando el trato de no lastimar a nadie se había roto? Le habían prometido no meterse con Emma ni con ninguno de sus amigos si se ponía a la cabeza de una nueva pandilla. Si él tenía que hundirse para cuidar todo lo que le importaba, podía hacerlo con gusto, podía vivir una felicidad artificial si se proyectaba en la felicidad de sus seres queridos. Sin embargo, no había modo en el que tuviera sentido vivir si la perdía, si los dulces recuerdos juntos se trastocaban por el cuerpo yermo que tenía entre los brazos.

Los paramédicos llegaron y, entre tres, lograron alejarlo de la joven. Hablaron entre ellos, revisaron sus heridas y negaron con la cabeza, confirmando lo que él ya sabía, pero que parecía cristalizarse frente él con la afirmación ajena.

Tan solo debería morirse.

Sí, quizás debería buscar un método rápido y efectivo. Podría lanzarse de un edificio alto o dispararse. Podría dispararse frente a todos los desgraciados de Bonten.

O quizás...

No entendía lo que le decían los paramédicos, pero no le importaba. Porque de repente había encontrado la esperanza más cerca de lo que esperaba.

Si hablaba con Takemicchi, quizás podría viajar en el tiempo y arreglar esa tragedia.

¡Sí! Era una buena opción. Si ella había viajado tantas veces al futuro para intentar salvar al Manjiro del 2005, él también podría intentarlo.

Tenía que funcionar. Si los dioses por fin se habían cansado de jugar con él, debían al menos indemnizarlo en ese último intento desesperado.

Continuará...

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Ay, Drake, sí se murió en serio xD Ok no. Una de las cosas más feas que me ha pasado es sentir cómo una persona se va enfriando y palideciendo hasta que pierden el pulso...

Por cierto, estaba viendo de nuevo la primera temporada y no recordaba que Draken se nos había ido después de que lo apuñalaron jaja Pero lograron reanimarlo, aunque el RCP estuvo mal hecho xD Ese es uno de mis capítulos favoritos porque vemos un poco de quién es realmente Mikey; de hecho, creo que ahí fue cuando se convirtió en uno de mis personajes favoritos.

Tengan un gran día.

¡No olviden lavar sus manos! >.<

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