Capítulo LIV: Amigos
Tokio en la madrugada por fin amainaba su actividad. A veces se veía a un par de trabajadores balanceándose por las aceras, unas cuantas patrullas policiacas haciendo sus rondas en los barrios peligrosos, una ambulancia eventual. Cuando se iba más allá, hacia los suburbios y las áreas rurales, podía escuchar el aleteo de las aves nocturnas y el canto de algún insecto que se preparaba para la primavera. El viento frío le golpeaba el rostro, como si quisiera pincharlo, para recordarle que estaba vivo. El motor ronroneaba y el calor que emanaba lo mantenía a gusto.
La mejilla izquierda todavía le palpitaba. Tenía marcados los dedos de su abuelo aún sobre la piel, escociéndole. Sin embargo, eran un recordatorio de lo cobarde que era.
No recordaba que su abuelo alguna vez le hubiera levantado la mano. En ningún momento. No era un abuelo afectuoso, pero tampoco desinteresado. Era un balance perfecto, aunque a veces le costaba hablar con él, pero le gustaba cuando se quedaban en silencio, bebiendo té mientras miraban el horizonte. Imaginaba que en esa ocasión por fin lo había hartado.
Se había negado a su invitación de ir al hospital a ver a su hermana y a su novia. Eso parecía haberlo enfurecido, o decepcionado, aún no estaba seguro, lo suficiente para propinarle una buena cachetada.
Pero no podía culparlo. No estaba seguro de lo que sentía. Solo sabía que lo aterrorizaba encontrarse con alguna de las dos y ser incapaz de verlas a los ojos. Además, cómo podía enfrentar a Emma cuando por su culpa terminaría confinada en una silla, sus oportunidades reduciéndose quién sabía a qué, su futuro mermándose de a poco. Tampoco sabía cómo podría siquiera ver a su novia, después de haber terminado lastimada en un intento de proteger a quien se suponía que él debía proteger. Cómo podía siquiera pensar en lo mucho que la extrañaba cuando se había lastimado por su culpa en tantas ocasiones.
Parpadeó cuando Babbu dejó de andar. Maldijo en voz baja, quizás ella también estaba molesta. Quizás su novia decía la verdad y Babbu y ella eran mejores amigas y en ese momento Babbu se ponía de su lado porque él estaba siendo un idiota. Se quedó varado en el malecón, impregnado con el aroma salino y la gasolina de la moto porque la manguera se había roto.
Miró las pequeñas olas rompiendo en la orilla en un eterno vaivén. Su corazón se estrujó un poco cuando recordó cómo su novia caminaba entre la espuma y gritaba cuando veía algún animal escabulléndose por la arena. Recordó que, cuando Shinichiro murió, llevó a Emma para que vieran el mar juntos, y él se bronceó tanto que Kenchin fingió no conocerlo, haciendo que Emma soltara la primera carcajada desde el fallecimiento de Shinichiro. Recordó que le gustaba tontear con sus amigos allí, se lanzaban agua, se tiraban bolas de arena, y le llenaban los calzoncillos de arena al que se descuidara. Sobre todo, recordaba los besos robados, las caricias furtivas, las manos aunadas pese a que estaban sudando y su novia se detenía cada minuto a preguntarle si no le disgustaba, porque ella podía soportarlo, a pesar de que ponía cara de asco.
También recordó que ahí vio por primera vez a Izana. Izana, un hermano solo en papeles a quien deseaba ayudar porque cada una de las miradas que habían compartido eran un grito de auxilio silencioso, pese a que muy en el fondo lo detestaba. Pero quería hacer lo correcto y extenderle una mano y, como todos los que se involucraban con él, terminó muerto. Su pecho se revolvió, inquieto, al rememorar su cuerpo cayendo en cámara lenta, la sangre rodeándolo, mientras todos se quedaban paralizados, como atrapados en un fotograma.
Eso lo llevaba a pensar inmediatamente en Kisaki, con su cuerpo doblado en ángulos extraños, aún con el brillo de sus ojos extinto escudriñándolo.
Quería gritar hasta que la garganta se le rompiera.
Quería diluirse en pedacitos y que se lo llevara el viento. Quería que Shinichiro —alguien— estuviera allí. Quería volver a hablar con su mamá, volver a creer en sus mentiras piadosas. Quería bromear de nuevo con Baji. Quería haber conocido a Izana lo suficiente para, quizás, ayudarse entre ambos.
Solo quería morirse, con la certeza de que, lejos de la existencia de quienes quería, ellos podrían estar bien.
Ah...
Pero era tan arrogante y egoísta y cobarde y patético y no se atrevía. No al recordar cómo, cuando Kenchin lo abrazaba, lo zarandeaba suavemente, no cuando Emma aún podía sonreírle y regañarlo porque no se deshacía de su manta favorita, no cuando quería hablar más con Takemicchi, con Mitsuya, con todos sus chicos, no cuando aún tenía que disculparse con su abuelo y prometerle que podía enorgullecerlo. Y no podía hacerlo cuando recordaba cómo (T/N) lo miraba, cómo le hablaba, cómo lo tocaba, cómo nunca se había apartado de su lado aun cuando él le había revelado sus partes más oscuras.
Quería sumergirse un poco más en la calidez de quienes amaba, aún a sabiendas de que, a la vuelta de la esquina, seguro que terminaba perdiendo a alguno. Se sentía tan abrumado, tan embotado de unos sentimientos de mierda que no sabía cómo organizar, que, antes de darse cuenta, estaba hecho un ovillo a orillas del mar mientras las lágrimas amargas se le escapaban del cuerpo, se permutaban con el agua y hacían que solo le dieran más ganas de llorar.
Respingó cuando una cobija cayó sobre su cabeza y alguien se desplomó a su lado.
—Idiota, te vas a resfriar con este clima horrible de finales de invierno.
—Kenchin... —Él apartó la mirada, intentando secarse las lágrimas, pero estas no se detenían.
Draken no respondió, dedicándose a ver el horizonte como lo habían hecho muchas veces juntos.
—Vi a Babbu a un lado de la acera después de seguir un rastro de gasolina como por un kilómetro.
—Se le rompió la manguera...
—Qué raro que hayas pasado por alto algo como eso.
—Iba distraído...
—Imagino que sí. —Draken estiró los pies y curvó los labios cuando el agua le hizo cosquillas, ¡cómo estaba de fría!—. ¿Quieres que hablemos?
—¿Eh? —Mikey parpadeó y rio entre dientes—. ¿Es que somos novios?
—Somos más que eso. —Draken apartó la mirada, ruborizado—. ¡Somos los mejores amigos! Socios incomparables e inseparables. En las buenas y en las malas.
Mikey se arrebujó entre la cobija y dijo:
—¿Y de qué quieres que hablemos?
—Pues... Quería comenzar disculpándome.
—¿Por qué? Kenchin no ha hecho nada malo.
—Porque siempre supuse que estarías bien, Mikey. Simplemente lo di por sentado y eso no es lo que los amigos hacen.
—Pues con el tiempo...
—No. No he estado para ti.
—Te aguantas todos mis caprichos más que mi propia novia, así que...
—No es solo eso. —Draken bufó por la comparación—. Es que debí escucharte cuando pasó lo de Shinichiro y debí haberte hablado cuando Baji falleció.
—Pero estuviste a mi lado.
—Viendo cómo te llenabas de emociones que no sabías dónde más verter, acompañándote en tus paseos sin destino porque temía la idea de que tuvieras un accidente.
—Eso realmente no importa. Estuviste ahí y eso es suficiente.
—No es suficiente —atajó—. Dejé que (T/N) se hiciera cargo de todo, de hablar contigo, de confrontarte, ¡de consolarte! ¡Se supone que debíamos buscar una manera de ayudarte juntos, pero yo di por hecho que lo superarías cuando has estado estancado en la misma mierda desde ni siquiera sé cuándo! Y verte así me frustra porque a la mínima te encierras en tus propias emociones y no puedo entenderte, no puedo ayudarte. ¡Y con Emma como está, yo...!
Draken no se percató de que había perdido la calma, el sosiego con el que se suponía que iba a confrontarlo. Tenía los ojos anegados y se los limpió con rabia. Mikey no regresó a verlo, como para darle un momento para recomponerse, a pesar de que él parecía haberse hecho ya a la idea de continuar llorando. Draken creía que lo había dicho todo, o al menos todo lo que su cerebro podía racionalizar en una oración coherente.
—Estaba pensando en que sería bueno si solo desapareciera —musitó Manjiro, apoyando la mejilla en sus rodillas dobladas—, pero cuando estás rodeado de personas como ustedes, se hace un poco difícil no ser egoísta.
Draken sintió como si la sangre se le esfumara del cuerpo, y se culpó por no darse cuenta de las emociones que llenaban la mente de su mejor amigo. Él lo decía como si no fuera nada, pero Draken no podía imaginarse un mundo sin Mikey, era inconcebible.
—¿Te has detenido a pensar en qué sería de Emma y el señor Mansaku, Mikey?
—(T/N)cchi dijo lo mismo. —Rio entre dientes, queriendo restarle importancia al asunto—. Pero me siento muy culpable. Si no se me hubiera ocurrido formar ToMan, si no me hubiera hecho con tantos enemigos, no habría pasado nada, ¿sabes? Kazutora no habría asesinado a mi hermano, mi relación con Baji no se hubiera enrarecido, Baji no habría muerto, mis chicos no hubieran recibido tantas palizas, Izana también estaría vivo y quizás hasta pudiéramos llevarnos bien... Y Emma estaría sana y salva, esperándonos en casa.
—Pero nadie estaría para ayudar a nuestros compañeros cuando los atacaran matones. Quizás no seríamos amigos. La casa Shiba seguiría siendo un infierno. Y, ¿sabes? Creo que sin ToMan, sin todas las circunstancias que los unieron, (T/N) y tú no estarían juntos.
—Ella y yo... —Manjiro apretó los puños—. Claro que sí, sería amiga de Emma e iría a casa y...
—No. Porque te la encontrabas en tus paseos en moto, porque ella primero te conoció como Mikey y no como el hermano de su mejor amiga. Derrumbó todas tus paredes para conocerte, para ponerte en tu lugar y a esa chica la admiro mucho por hacerlo, ¿sabes? La única con ovarios suficientes como para reclamarte algo siempre ha sido ella porque te conoce y conoce tus circunstancias. Así que no digas eso. ToMan es importante para ti y tú eres importante, Mikey. No creas que alguien va a agradecerte por sacrificar tu felicidad. ¡Eres un idiota! ¡Maldita sea!
—Ah, estás llorando —lo molestó, riendo entre dientes mientras secaba sus propias lágrimas—. ¡Maldición, mi abuelo sí que golpea fuerte!
—¿Qué hiciste?
—Es que no sé cómo ir a verlas al hospital...
—... Pues a mí también me dan ganas de darte un golpe. —Lo codeó amistosamente—. Y es solo ir a verlas, Mikey. No te van a reclamar nada. Ambas son buenas chicas.
Mikey hizo un puchero y se frotó la nuca.
—Pero debí protegerlas. Son las dos mujeres que más quiero y cómo...
—Mikey, no eres omnipotente. Si Takemicchi intervino, seguro era porque el futuro era aún peor... —Draken no mencionó nada de su amiga porque se lo había prometido, y no estaba seguro de cómo se tomaría Manjiro la noticia.
—Takemicchi... Cierto que con él también quiero hablar.
—Pero primero debes ir a ver a tu hermana y a tu novia. —Le dio un leve empujón con el hombro—. Sé que es difícil, pero debes afrontar lo que te da miedo para poder seguir adelante, Mikey.
Mikey solo curvó los labios. No estaba tan seguro, pero quería intentarlo. Siguió con la mirada cómo Kenchin se levantó con energía y le extendió la mano con una de sus sonrisas gigantescas. Mikey se dejó propulsar hacia arriba y le tendió la cobija.
—Ahora, arreglemos esa manguera y te voy a dar un poco de gasolina de mi Zephyr.
Los dos se pusieron manos a la obra y dieron con una solución temporal con la cinta aislante que (T/N) había guardado en Babbu. Pronto, encendieron las motocicletas y trazaron la ruta de regreso. Manjiro se sentía un poco más liviano, descubriendo que no había tenido una charla así con Kenchin desde hacía mucho tiempo.
Kenchin le dijo que iría al hospital y Mikey le aseguró que iría luego, después de arreglar a Babbu. Se apeó de la moto frente a su casa y empezó a conducirla a su habitación, cuando se percató de quién estaba sentada en el pequeño descanso en la entrada de la casa.
Continuará...
¡Muchas gracias por leer!
N/A: Yo necesito que Draken y Mikey se sienten a hablar, creo que en su relación ambos dieron por sentado muchas cosas y por eso terminaron como lo hicieron.
Espero que estén teniendo una gran semana.
¡Pórtense bien! >.<
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