Capítulo LIII: Pronóstico
Escuchaba la máquina de signos vitales y sentía la mano derecha helada. Había un tenue aroma aséptico, alienante. El colchón era firme, incómodo y las frazadas estaban almidonadas.
Recordó que se había desmayado en los brazos de Manjiro, así que debía estar en el hospital. Apenas en ese momento fue consciente de que tenía el brazo escayolado y dolía.
El pitido de sus signos vitales fue interrumpido por cómo pasaban las hojas de un libro. Fue ahí que pudo abrir los ojos, fijándose en la pálida luz mortecina que iluminaba la habitación.
La señora Matsuda estaba sentada en una silla, leyendo un libro. Se veía bien, con su expresión serena y el cabello veteado en plateado. Le había prometido regresar sana y salva y le había fallado.
¿Emma estaría bien? Manjiro... Seguro se sentía culpable. Debía ir a verlo, pero se moría de sed.
No supo qué sonido emitió, pero la señora Matsuda alzó la cabeza tan rápido que temió que se hubiera lastimado la columna cervical.
—¡Ay, (T/N), al fin despiertas! Voy a ir a avisarle a la enfermera.
La chica quiso pedirle que no, que prefería que la pusiera al tanto de lo que había ocurrido, pero lo más racional era avisarles a los profesionales para que se hicieran cargo. Así que cuando el médico y una enfermera, ambos jóvenes, fueron a examinarla y hacerle preguntas, colaboró tanto como pudo. Le explicaron brevemente que se había fracturado el antebrazo y que la mantendrían en observación un par de días más para cerciorarse de que no tuviera ninguna complicación.
El brazo le dolía, aunque no mucho. Era la primera vez que se fracturaba algo y no quería volver a tener la oportunidad. Además, tener el brazo inmovilizado era extraño.
Cuando el personal de salud abandonó la habitación, la señora Matsuda se volvió a sentar a su lado. La observó unos segundos y dijo:
—Querida, me tenías muy preocupada.
—Lo siento... Yo le dije que...
—No, no. Ese chico, Hanagaki, nos contó parte de lo que había ocurrido y comprendo por qué hiciste lo que hiciste. Aunque sí deberías tener más cuidado.
La chica apretó los labios y se irguió un poco, resintiendo el tenue dolor en el brazo.
—¿Qué paso con Emma?
—Está en otra habitación —dijo la señora Matsuda y desvió la mirada—. Está tan bien como podría estarlo en su estado. Su cirugía se alargó por varias horas...
—Pero está viva...
—Sí, está con nosotros.
—Qué alivio —susurró la chica, bajando la mirada a su mano derecha para moverla.
—Tachibana se pasó hace unas horas para visitarte, al igual que ese jovencito... ¡Ah! Matsuno, dijo que se llamaba.
—Uhm... ¿Cuánto tiempo estuve dormida?
—Unos dos días. Aunque despertabas de a ratos, esta es la primera vez que estás lúcida.
Entonces, el conflicto con Tenjiku debería haber terminado. Takemichi debió haberle puesto un fin. Y con Emma sana y salva... El futuro seguro había cambiado. Quería llorar de alivio, pero no le gustaba adelantarse a los hechos. Preferiría si Takemichi estrechara su mano o le avisara que el futuro había cambiado.
—Manjiro...
La señora Matsuda torció el gesto y suspiró despacio. Le dio unas palmaditas en la pierna y agitó la cabeza.
—No he sabido nada de él. Aunque Matsuno dijo que estaba bien.
(T/N) apretó los labios y asintió. Estaba bien, seguro estaba ocupado con los últimos detalles entre el conflicto de ToMan y Tenjiku. Sin embargo, lo conocía tan bien como para dilucidar que seguro se estaba ahogando en la culpa.
—Señora Matsuda, ¿le puedo pedir un favor?
—Claro, dime, querida. Haré todo lo que esté en mis manos para ayudarte.
—Uhm... Sé que es difícil, ¿pero podría, por favor, no decirle nada a mis padres? Si se enteran, no sé qué tal se lo vayan a tomar y...
La señora soltó una interjección y se llevó la mano a los labios.
—Lo que pasa es que ya les avisé. Por mucho que pudiera molestarme con mi propio hijo por alguna imprudencia, no me perdonaría por no estar pendiente de él en un momento tan crítico como un accidente. Lo siento, pero aún si me lo hubieras pedido antes, no podría...
—Está bien. Solo quería intentarlo. Mamá seguro se enojará mucho y... —La chica apretó los labios.
No quería pensar demasiado hasta los extremos a los que podrían llegar sus padres. Se había involucrado con muchas personas que no verían con buenos ojos, a pesar de que ella sabía que eran buenos, que no podría conseguirse unos mejores amigos que ellos. Perderían la cabeza si se enteraban de que se había enamorado del jefe de una pandilla juvenil, irreverente, infantil y descuidado, pero que la quería tanto que era capaz de confiar ciegamente en ella. Siendo sincera consigo misma, había hecho en Japón muchas cosas que sus padres hubieran condenado. Había ido en contra de sus enseñanzas y de todo lo que consideraban bueno y correcto. Dios, ni siquiera se sorprendería si viajaban a Japón para regresarla a su país y enclaustrarla en un convento.
(T/N) se las ingenió para convencer a su tutora temporal de que se fuera a dormir a su casa. Ella se quedó acostada sobre la cama, viendo los puntos negros del techo en paneles en la habitación privada que sus padres pagaron. Le habían retirado la vía —ni siquiera sabía que se podía sangrar tanto por un huequito y le dio un buen susto al pobre pasante que habían enviado para hacerlo— y también le habían permitido cenar la sopa más insípida que había probado en su vida. Hasta se había podido bañar, con cuidado de no mojarse el brazo.
Suspiró.
Takeda se llevaría una decepción cuando se enterara de su accidente y de que no podría dar el examen. Siendo sincera, hasta ella misma estaba decepcionada porque en serio disfrutaba de las artes marciales, de estar en control de su propio cuerpo. Le gustaba poder compartir eso con Manjiro.
Cuando alguien pasó apagando la luz de la habitación, la joven esperó a que la actividad de afuera disminuyera. Pasada la medianoche, las luces estaban atenuadas y ella se levantó con cuidado. Se arregló la sencilla bata de hospital y se cercioró de que su brazo estuviera bien sujeto en el cabestrillo. Abrió la puerta y revisó que no hubiera nadie. La sorprendió lo calmada y metódica que se sentía, convencida de que lo peor que le podía pasar era que alguna enfermera la descubriera y la regañara.
Salió de la habitación y recorrió el pasillo, deteniéndose frente a un mapa de evacuación para buscar cómo ir al piso de neurocirugía, donde la señora Matsuda le había dicho que estaba Emma. Siguió la ruta y subió por el ascensor, intranquila por el aire helado que corría, las luces titilantes y la atmósfera tétrica. Se escabulló por una puerta colateral al servicio de neurocirugía y se encontró con la sala acristalada de residentes donde no había nadie. Sin miedo al éxito, entró en la sala con sus múltiples mesas alineadas y repasó con la mirada todas las hojas desperdigadas hasta encontrar una que parecía una lista. No tardó en encontrar el nombre de Emma ni en deducir su número de cama.
Con el mismo cuidado, regresó sobre sus pasos y se internó entre los pasillos de impoluto blanco. Al menos estaba en el área de hospitalización y no en la UCI. Había leído algo de su cuadro clínico, pero lo cierto era que no había entendido nada por la combinación de kanjis que jamás había visto.
La cama de Emma era la veintidós, así que calculó en qué sala podría estar y asomó la cabeza. La sala estaba ocupada por seis pacientes y la perturbó un poco que varios giraron la cabeza en su dirección cuando abrió la puerta para asomarse. Había hasta la cama veintiuno, así que continuó a la siguiente habitación.
Se sorprendió que fuera un cuarto privado, pero entró cuando vio a Emma tendida sobre una camilla de lado. El monitor de signos vitales repicaba constantemente y una bomba vibraba con suavidad. Se acercó un par de pasos y se sentó en la única silla que estaba en la habitación.
Emma estaba viva, respiraba ella sola y no lucía adolorida. Eso significaba que se las había ingeniado para salvarla y verla allí hizo que un peso sobre sus hombros se levantara. Iba a irse después de un par de minutos, cuando la escuchó murmurar su nombre. Quizás estaba hablando dormida, pero detuvo sus pasos cuando ella dijo:
—Me alegra que estés bien.
—Emma... —susurró, dándose media vuelta, sin percatarse de que tenía los ojos anegados—. Tú también estás bien.
Emma curvó los labios cuando su amiga se arrodilló frente a la cama. Le acarició el cabello desordenado con cariño.
—Me pondré mejor —repuso Emma con la voz entrecortada—. Me pregunto qué habría pasado si tú no nos hubieras advertido. No sabes lo genial que te viste, por un momento pareciste un príncipe azul e hiciste que me enamorara.
—¿Qué dices? —hipó (T/N), limpiándose las mejillas con vergüenza—. Y no pensemos en eso, ¡sino en todo el futuro que tenemos por delante!
—Sí... —Emma apretó los labios y los ojos se le llenaron de lágrimas—. En serio, gracias. Estaba tan asustada. Todo ocurrió tan rápido.
—Tú hubieras hecho lo mismo, Emma... Pero no pensemos eso y...
—Los doctores dijeron que no volvería a caminar —musitó Emma, su voz rompiéndose, las lágrimas deslizándose por sus mejillas—. Dijeron que mi columna se fracturó y que los huesos dañaron mi médula, pero no pude entender casi nada y...
(T/N) tomó su mano y no pudo evitar llorar con Emma. ¿Acaso Takemichi y ella se habían equivocado? ¿Quizás por intentar cambiar el futuro, habían empeorado el destino de Emma? Emma le dio un apretón a su mano y procuró sonreírle.
—Pero tú lo dijiste: estaremos bien. Mi abuelo no me dejará sola, así que podré salir adelante de algún modo.
—Aun así, no es justo...
Emma acarició su cabello porque la entendía. A ella le pasaba lo mismo, le parecía que era una situación injusta. Sin embargo, había soñado con un mundo sin ella en él, en la tristeza de su hermano y de sus amigos, en no poder decirle a Draken que lo quería, en no poder despedirse de su abuelo. Así que eso era mejor, pese a todo, pese a que la aterrorizaba el futuro.
—¿Te escapaste de tu habitación? —susurró Emma, divertida—. Deberías regresar, no tardan en venirme a colocar más medicación.
—Sí. Quería verte —repuso, avergonzada—. Aunque la verdad es que me da un poco de miedo regresar. Siento que se me va a aparecer un fantasma.
Emma rio despacito.
—Es preferible un fantasma a las enfermeras de este piso. ¡Ellas sí que dan miedo!
—Emma, vendré a verte de nuevo, ¿sí? ¡Cuídate mucho!
—Bueno... —Emma se rio mientras se le escapada un hipido—. Te aseguro que de aquí no podré moverme.
(T/N) le lanzó una mirada seria, pero su rostro se ablandó cuando Emma no borró la sonrisa de sus labios. Se despidió con la mano una última vez y regresó a su piso con el mismo sigilo anterior. Por suerte, no se encontró con nadie en el camino y pudo refugiarse bajo las sábanas de su cama. Pese a que su mente no dejaba de darle vueltas a la situación con Emma, en algún punto de la madrugada se quedó dormida.
Cuando se despertó de nuevo, sin sentirse descansada y con dolor en la espalda, fue porque prendieron la luz de la habitación y una enfermera fue a correr las cortinas y a decirle que tenía que tomarse su medicación.
Al cabo de unos minutos en lo que se dedicó a encontrar patrones en los puntitos del techo, los doctores pasaron la visita, le hicieron preguntas, la examinaron rápidamente y se fueron con la promesa de que sería dada de alta pronto. Le llevaron el desayuno: una tostada integral con un huevo hervido, ensalada de frutas y un jugo de avena que prefirió no tocar. Quizás alguien iría a visitarla, pero ya era media mañana y ella seguía buscando patrones en el techo mientras movía las piernas en un intento de mantenerse activa.
Cuando por fin abrieron la puerta, se encontró con la mirada de la señora Matsuda que, contrario a su usual amabilidad, portaba una expresión contrariada. La joven iba a saludarla, pero las palabras murieron en su boca al percatarse de la persona que iba tras ella. Su corazón se desplomó un poquito para encharcarse en sus pies y quitarle todo color del rostro.
—¡Mamá...!
Continuará...
¡Muchas gracias por leer!
N/A: Lo siento. Emma no podía salvarse y ya, así que esto fue lo que salió. Pensé en mucho escenarios que sirvieran de consecuencia al ataque de Tenjiku, pero creo que esto fue lo mejor que se me ocurrió.
A partir de aquí todo empieza a irse cuesta abajo xD
¡Tengan un excelente día! >.<
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