Mono hace, mono imita
Advertencia: si eres menor de edad o no tienes el estómago fuerte o eres de esas personas impresionables y que se ofenden fácil, no continúes leyendo. Quedaste advertido/a.
DESTINO FINAL 6: EL FIN DEL BIG BANG
Capítulo 11: Mono hace, mono imita
Penny estaba en la sala de operaciones y Sheldon acompañaba a Leonard en caso de presentarse cualquier eventualidad.
―Debo retornar al laboratorio ―se excusaba Amy―, debo apagar las máquinas de centrifugación y demás.
―Duerme un poco Amy ―le aconsejaba Sheldon―, tuviste que cargar a Penny, y aunque rubia como Bernadette, no es de la misma constitución pequeña.
―Descuida Sheldon, luego del laboratorio iré a dormir a mi departamento, me preparare unos calmantes, aunque estos a veces me producen insomnio.
―Entonces mira los DVD que te regalé, seguro que con ellos te relajarás.
―...Así lo hare Sheldon, tú sigue acompañando a Leonard ―dijo Amy y fue hacia su auto. Al entrar en su auto, la guantera del vehículo se abrió por accidente y los DVD de terror cayeron al asiento de al lado.
―Estúpidas películas ―se quejaba Amy mientras abría la ventana del coche y arrojaba los DVD a un tacho de basura.
El coche partía y sobre el cesto de la basura los DVD yacían. La portada de uno de los films rezaba: "lo torturaron en nombre de la ciencia, ahora Shakma viene a vengarse".
Amy llegó a la universidad y vio como los focos empezaban a parpadear, sin darle importancia al asunto, fue primero a la oficina del rector para excusarse acerca de su tardanza con su trabajo.
En el laboratorio, las luces parpadeaban furiosas y las jaulas de los monos que tenían cerrojo eléctrico se abrieron.
Los monos saltaban furiosos por todas partes y uno de ellos aterrizó sobre la consola de la mesa de vivisecciones. Los controles que estaban configurados para la retención de monos, pasó a configurarse en modo retención de simios adultos.
Amy entraba rauda al laboratorio y fue de prisa a apagar la máquina de centrifugados.
―Demonios, los reactivos ya deben estar arruinados. Toda una semana de trabajo tiradas al tacho de la basura como esos estúpidos DVD... quisiera estar muerta.
Un viento casi imperceptible cerró la puerta del laboratorio.
Amy intentó abrir la puerta de cerrojo eléctrico, pero esta no se abría. A continuación, intentó llamar a mantenimiento por su celular pero no había señal en ese momento.
Un ruido hizo que la mujer se diera vuelta pero no divisó nada. Luego otro ruido como de respiración llamó la atención de Amy y ella fue hacia la mesa de vivisecciones.
La mala visión de Amy reparó en las jaulas vacías de los simios sujetos a experimentación médica y su corazón dio un brinco de miedo.
La científica escaneó toda el área con la mirada pero no localizó a los monos, cuando en eso, una sustancia pegajosa como saliva caía sobre una de sus mejillas. Amy miró al techo y en ese momento los monos chillando como posesos cayeron sobre ella.
Chillando, intentaba quitarse a los monos de encima y en eso al tropezar, cayó de espaldas sobre la mesa de vivisecciones.
La mesa se activó y seguros de metal rodearon sus tobillos, rodillas, cadera, muñecas, codos, hombros, cuello y frente, inmovilizándola.
―¡No, auxilio, ayúdenme! ―gritaba Amy, pero nadie la escuchaba porque el laboratorio estaba insonorizado―. ¡Nadie me escucha, socorro!
Los monos estaban furiosos contra la mujer porque esta los había golpeado antes de caer en la mesa, saltaron sobre ella y le arrancaron toda la ropa.
―¡Ayúdenme! ―gritaba Amy mientras que con sus uñas rasguñaba la superficie de la mesa.
Un par de monos fue a cada lado de la mesa y uno por uno se comieron sus dedos. No se los arrancaron, sino que se los metían a la boca y luego jalaban hacia atrás, dejando las falanges limpias. Lo mismo sucedía con los dedos de sus pies.
Los seguros de metal estaban tan ajustados que impidieron que Amy se desangrara.
―¡Ayúdenme, ayúdenme!
Uno de los monos agarró los parpados de ambos ojos de la mujer y se los arrancó con una facilidad pasmosa.
―¡Waaaa!
Otros monos le mordían en varias partes y algunos con bisturís en las manos, le cortaban aquí y allá, sin acertar ninguna arteria vital.
―¡Basta, basta, malditos monos!
Un mandril de rostro horrible se subió a la mesa y miró a Amy directo a los ojos.
―¡Tú no, tú no! ―gritaba la doctora al reconocer a su anterior sujeto de experimentación.
El mandril agarró fuerte cada uno de los senos y los arrancó con facilidad.
―¡Ghyyyayaaaaa!
Sin poder evitarlo, Amy miraba como el mandril que se comía poco a poco sus senos, tenía una expresión casi inteligente que denotaba un placer malvado.
Amy sufría un paro cardiaco, pero la mesa aplicó descargas de emergencia que impidieron que muriese. En cuanto a la pérdida de sangre y el riesgo de morir por shock hipovolémico, el altavoz de la consola de la mesa daba la alarma: "sujeto de vivisección en riesgo, utilizar cauterizadores"
Los monos no entendían las palabras de la máquina, pero habían visto que ante la pérdida de sangre, la mujer usaba el cauterizador.
No había intención de salvar a Amy, repetían un proceso que habían visto antes, movidos por la curiosidad los monos agarraron los instrumentos médicos parecidos a pistolas que sujetaban varas de soldadura.
―¡Ghyaayyayyaa!
Aplicados los cauterizadores sobre las heridas sin anestesia, producían un dolor insoportable, pero detuvieron el sangrado.
Otros monos tomaron más cauterizadores y jugando con ellos, quemaban toda la planta de los pies de Amy.
―¡Ghyayayyayyh!, ¡ghyayayyayyh!, ¡ghyayayyayyh!, ¡ghyayayyayyh!
Es sabido que algunos sujetos pueden caminar descalzos por el suelo si se entrenan de esta manera desde pequeños. De no ser este el caso, la planta de los pies con sus conexiones nerviosas representa uno de los lugares más sensibles al dolor.
Las horas seguían pasando y la máquina junto a los cauterizadores, impedían que Amy muriese.
Ya era un nuevo día y ambas piernas de Amy desde el muslo estaban quemadas. Sólo había un lugar más hacia arriba con el que jugar.
―¡Ggyhhuyuyuyguh! ―intentaba gritar la mujer pero la espuma que salía de su boca hizo que sólo produjese un ruido gutural.
Así se perdía la virginidad de Amy, pero el rasgado del himen no produjo sangrado debido al efecto de los cauterizadores.
Un nuevo paro cardiaco y una nueva descarga trajeron otra vez a Amy a la vida.
Pasadas más horas los monos tuvieron hambre y empezaron a comerse a Amy, la cual gracias a un espejo puesto en el techo veía como los monos se cebaban poco a poco con ella.
CONTINUARÁ...
Notas finales del autor: por si no lo notaron, el trabajo de Amy es hacer experimentos médicos con animales.
Lo de los monos devorando los dedos y dejando las falanges descubiertas es algo que vi en la realidad y le sucedió a un tipo. ¡Mamas, no dejen a sus hijos aproximarse a la jaula de los monos! Esos cabritos se ven tiernos pero si te agarran...
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