5- Entre Besos y Lágrimas
Mi mente no podía procesar lo ocurrido, pero un impulso desconocido movió mis piernas hacia una de las dos direcciones.
Corrí a toda velocidad sin despedirme de mis amigas, corrí en la dirección que él había tomado, pero no pude alcanzarlo. Cuando me detuve a tomar un poco de aire noté que estaba en una vieja plaza de juegos infantiles rodeada de arena.
—¿Será acaso que me perseguías para corresponder a mis sentimientos? — dijo sentándose en un columpio que estaba justo enfrente de mi.
—Ni en tus sueños más profundos — respondí incorporándome mientras pensaba por qué lo había seguido.
—Eres mala Milena, me sigues hasta acá corriendo ¿y no quieres que me haga ilusiones? — sonrió hamacándose.
—Solo quiero saber qué le dijiste a Noah.
—Así que el príncipe encantador se llama Noah… ¿No quieres saber mi nombre? — su mirada curiosa no perdía la picardía, como la de un niño a punto de realizar una travesura.
—No contestaste lo que te pregunté.
—Mi nombre es Ian — saltó del columpio cayendo muy cerca de mi, logrando que cayera sobre mi trasero — No te contesto porque es cosa de hombres — dijo acercándose, tanto que podía sentir sus respiración de una forma entrecortada, que me producía escalofríos.
—¿Hombres? — lo desafié irónicamente, evidentemente en el peor de los momentos.
—Si HOMBRES — y se abalanzó sobre mi; quedé recostada en la arena, con su cuerpo sobre el mío, generándome un calor reconfortante.
Sus ojos que no dejaban de mirarme eran aún más bellos de lo que recordaba
—Solo le dije que no perdería ante él— en ese momento por reflejo cerré los ojos y sentí sus labios sobre los míos.
Era un beso agresivo como su personalidad, un beso de esos que llaman apasionados, no pude soportarlo y me dejé arrasar por sus emociones.
Cuando abrí mis ojos, vi que me miraba sorprendido, no entendía qué estaba pasando hasta que noté que las lágrimas brotaban sin cesar.
Reaccioné como siempre lo hacía, tomé mis cosas, sequé mis lágrimas y corrí lo más fuerte que pude, corrí sin mirar atrás, no quería ver esa expresión tan triste en su rostro, no quería; así que corrí y corrí hasta llegar a mi trabajo.
—¿Estas bien Milena? — preguntó preocupado mi jefe al darse cuenta de que llegaba prácticamente agitada.
—No se preocupe, solo vine corriendo porque pensé que llegaba tarde, eso es todo — contesté guardando mis cosas en el locker, esperando que no hiciera más preguntas.
La noche se hizo larga, y la soledad a la salida del trabajo nunca antes se había hecho tan presente.
Mi cama, era en lo único que pensaba. Recostarme en ella y olvidarme del mundo, poder desaparecer en sus brazos.
Quería evitar llorar, pero todo esfuerzo era inútil, no dejé de llorar en todo el camino.
No quería pasar por la plaza, no quería saber si seguía ahí con esa tristeza en la mirada. La verdad es que no entendía nada de lo que estaba pasando.
Tomé el camino más largo, tardaría el doble de tiempo en llegar, pero de esa manera me sentí más tranquila, aunque todo desapareció cuando lo vi sentado en la puerta de mi casa.
Intenté desaparecer el nudo que se volvía a formar en mi garganta. Con mucho esfuerzo lo esquivé, y dejándolo a un lado abrí la puerta.
—Milena, yo…
—Por favor — dije interrumpiéndolo — No quiero hablar — y cerré la puerta dejándolo afuera con sus palabras.
A penas la cerré, mis piernas se desvanecieron quedando en el suelo y mi espalda apoyada en la puerta. Cerré los ojos y pude escuchar cómo con sus puños golpeó la puerta, supuse que apoyó la frente en ella, debido a que pude sentir un leve murmuro. Y luego sus pasos me indicaron que se marchaba.
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