Único
Yeosang observaba desde lo alto, con alas invisibles y un corazón demasiado puro para comprender del todo los deseos humanos.
San caminaba por la vida como si no tuviera miedo a nada, desafiando las normas, deslizándose por los límites con una confianza que bordeaba el peligro.
Desde los cielos, Yeosang había seguido cada uno de sus pasos, cada decisión impulsiva, cada desafío temerario. Y aunque San aún no lo sabía, su destino estaba en peligro. Era su misión encaminarlo, redirigir su vida antes de que fuera demasiado tarde.
Pero había una complicación.
Como ángel, Yeosang no podía ser visto ni oído por San. Las reglas celestiales eran claras. Él podía observar, guiar con suaves susurros o ligeras intervenciones, pero no podía interferir físicamente.
Sin embargo, ante la naturaleza intrépida de San, a los superiores de Yeosang les pareció que esta misión requería un enfoque más directo. Le concedieron un milagro, una oportunidad.
Una semana para manifestarse en la vida de San, visible y tangible, para encaminar su destino antes de que se perdiera para siempre.
Yeosang descendió a la Tierra con una sensación de urgencia y nerviosismo. No era cualquier misión; su corazón, inexplicablemente, se sentía atraído por San, aunque nunca antes había permitido que tales emociones lo afectaran.
Los ángeles no debían sentir de esa manera. Pero el primer momento en que sus ojos se encontraron, cuando Yeosang apareció en una calle desierta bajo la tenue luz del crepúsculo, San quedó fascinado por su presencia.
Día 1: El Encuentro
San caminaba por las calles de la ciudad como cualquier otra noche, buscando emociones, desafiando la calma con su energía desenfrenada. A sus 25 años, había vivido cada día como si fuera el último, sin miedo a las consecuencias. Mientras atravesaba una calle desierta, una sensación extraña lo invadió, como si alguien lo estuviera observando. De repente, frente a él, apareció un joven de cabello oscuro y ojos brillantes, como si la luz misma se reflejara en ellos.
—¿Quién eres tú? —preguntó San, algo desconcertado pero sin miedo.
El chico que se presentó ante él era diferente, eso lo supo al instante. Había algo en su presencia, una paz que contrastaba con la intensidad de la vida de San.
Yeosang, en su nueva forma humana, sonrió. Aún no estaba acostumbrado a la cercanía, pero sentía la urgencia de empezar su misión.
—Mi nombre es Yeosang. Estoy aquí para ayudarte —dijo simplemente, sin revelar más de lo necesario.
San levantó una ceja, intrigado. No solía permitir que la gente se le acercara tan rápido, pero con Yeosang fue diferente.
Había algo en su voz que le inspiraba confianza, y aunque no lo entendía del todo, lo dejó quedarse, fue extraño, sintió una conexión instantánea con aquel extraño de belleza etérea, con ojos que parecían ver directamente a través de su alma.
Día 2: Primeros Cambios
A la mañana siguiente, San y Yeosang se encontraron en el parque. San, como de costumbre, estaba practicando trucos en su motocicleta, desafiando el equilibrio y la gravedad. Yeosang lo observaba desde un banco cercano, intentando comprender por qué los humanos buscaban continuamente poner sus vidas en peligro.
—¿No te cansas de arriesgarte todo el tiempo? —preguntó Yeosang mientras San hacía una pirueta que casi lo hizo caer al suelo.
San se encogió de hombros mientras recuperaba el equilibrio. —Es emocionante, me hace sentir vivo. ¿Nunca has querido sentir eso?
Yeosang bajó la mirada. No podía decirle la verdad, que como ángel, nunca había tenido la oportunidad de experimentar la emoción ni el riesgo. Pero San le hacía cuestionarse, por primera vez, qué significaba realmente vivir.
—Quizás —dijo Yeosang, sonriendo suavemente—, pero no siempre es la mejor manera de vivir.
A lo largo del día, Yeosang comenzó a influir en las decisiones de San, sugiriéndole caminos menos peligrosos, sin hacerlo sentir controlado. San, sin darse cuenta, comenzaba a escucharlo. Algo en la tranquilidad de Yeosang lo calmaba, le daba una nueva perspectiva.
Día 3: Confianza Creciente
Con el tercer día, la relación entre ambos comenzó a afianzarse. San invitó a Yeosang a su lugar favorito, un mirador oculto en lo alto de una colina desde donde se veía toda la ciudad. Se sentaron juntos en silencio, viendo las luces parpadear en la distancia. Por primera vez en mucho tiempo, San no sentía la necesidad de llenar el silencio con palabras o bromas.
—Hay algo en ti que me resulta familiar, como si te conociera desde antes —confesó San, rompiendo finalmente el silencio.
Yeosang, quien aún se debatía internamente sobre lo que podía y no podía revelar, solo sonrió. Sabía que su tiempo en la Tierra era limitado, pero esos momentos con San lo hacían dudar de su propósito inicial.
—A veces, las almas están destinadas a encontrarse, incluso si no saben por qué —respondió Yeosang, permitiéndose un momento de vulnerabilidad.
San lo miró fijamente, sintiendo algo indescriptible florecer en su interior. Nunca había conectado así con nadie, y no entendía por qué con Yeosang era diferente.
Y para el ángel, el nuevo sentimiento no era del todo diferente. El ángel sentía cómo cada sonrisa de San, cada pequeño gesto, despertaba en él sentimientos que nunca había conocido.
Día 4: La Primera Confesión
Esa tarde, San llevó a Yeosang a uno de los bares clandestinos donde solía ir con sus amigos. El ambiente vibraba con la energía frenética de la música y las risas desinhibidas, pero San se encontró prestando más atención a Yeosang que a cualquier otra cosa.
Mientras conversaban en un rincón más tranquilo, San no pudo contener más lo que sentía.
—No sé cómo explicarlo, pero hay algo en ti que me hace querer estar cerca. No eres como los demás —confesó San, sintiendo su corazón latir con fuerza — Al principio, pensé que eras de esos fanáticos religiosos que quieren reclutar a la gente para unir a una secta y debo confesar que eso me recordó a mi abuela, es tan dulce y atenta, recuerdo que dejaba entrar a cualquier desconocido a casa para ofrecerle algo de comida y escuchar sus palabras.
Yeosang lo miró, sabiendo que este momento llegaría eventualmente. Sabía que San estaba enamorándose de él, y lo que era aún más desconcertante, él también sentía lo mismo.
—San, yo... —Yeosang dudó. La misión, las reglas del cielo, todo se desmoronaba dentro de él—.Hay cosas que no puedes entender sobre mí.
San tomó suavemente la mano de Yeosang, sorprendiéndolo por la calidez de su tacto. —No necesito entenderlo todo. Solo quiero que sepas que no me importa de dónde vengas o quién seas. Solo quiero que estés aquí.
Día 5: La Duda
Con la llegada del quinto día, Yeosang comenzó a sentir el peso del tiempo. Solo le quedaban dos días antes de tener que regresar al cielo. La duda lo consumía. ¿Podía realmente cumplir su misión y dejar a San atrás? ¿Sería capaz de sacrificar sus sentimientos por el bien mayor?
Mientras caminaban por las calles vacías esa noche, San notó que algo inquietaba a Yeosang.
—¿Qué pasa? —preguntó, preocupado.
Yeosang lo miró, sus ojos reflejando la batalla interna que estaba librando. —No sé si podré quedarme, San. Hay cosas que no puedes imaginar, responsabilidades que no puedo ignorar.
San lo miró con seriedad, sin saber lo que realmente significaban sus palabras, pero sintiendo la desesperación en ellas. —No me importa lo que sea. Encontraremos una forma.
Yeosang quería creerle, pero sabía que la decisión no estaba solo en sus manos.
Día 6: El Amor en su Máxima Expresión
El sexto día fue el más difícil. San, sin saber la verdad, decidió llevar a Yeosang al lugar donde todo en su vida había cambiado, el acantilado al borde de la ciudad, donde solía saltar al agua cuando quería sentir la adrenalina al máximo. Era peligroso, y siempre había estado solo cuando lo hacía. Esta vez, quería que Yeosang lo acompañara.
—Aquí es donde siempre me siento vivo, donde todo tiene sentido —dijo San mientras se sentaban al borde, observando las olas romper contra las rocas.
Yeosang se estremeció ante la idea de que San se hubiera puesto tantas veces en peligro, y de repente, todo tuvo sentido. No estaba solo ahí para encaminar el destino de San. Estaba allí porque estaba destinado a amarlo, a salvarlo no solo de su vida desenfrenada, sino de sí mismo.
Esa noche, mientras las estrellas brillaban sobre ellos, San tomó la mano de Yeosang y lo miró a los ojos con una intensidad que lo hizo sentir más humano que nunca.
—Te amo, Yeosang —confesó San con una honestidad que lo desarmó por completo—. No me importa lo que seas o de dónde vengas. Solo sé que quiero que te quedes.
Yeosang sintió que su corazón, aquel órgano que no debería ser afectado por el amor humano, latía con fuerza. Las reglas celestiales, las obligaciones, todo parecía desvanecerse frente a la magnitud de lo que estaba sintiendo.
—San, yo también te amo —susurró finalmente, dejando caer la barrera que había mantenido entre ambos.
Yeosang sintió cómo el peso de la verdad lo aplastaba. Su tiempo estaba por acabarse, y sabía que debía regresar al cielo una vez que su misión estuviera completa. Pero más que eso, sabía que San se estaba enamorando de él, y lo más desgarrador era que él sentía lo mismo. Sin embargo, no podía romper las reglas celestiales.
—San... hay algo que debes saber —murmuró, con la voz temblorosa—.No soy de este mundo. No pertenezco aquí.
San lo miró con el corazón apretado. —Ya te dije que eso no me importa. Te quiero aquí, conmigo.
Yeosang sintió las lágrimas arder en sus ojos, un fenómeno que nunca había experimentado como ángel. Su misión estaba destinada a terminar, pero algo en su corazón le decía que quizás había más en juego de lo que imaginaba.
Día 7: La Decisión
El séptimo día llegó, el último de su tiempo en la Tierra, y la encrucijada se presentó ante él. Regresar al cielo, cumplir su deber y olvidar a San, o desafiar las reglas divinas y quedarse en la Tierra, abandonando su inmortalidad por amor.
Aquella noche, Yeosang se arrodilló, mirando al cielo, esperando una señal. En sus sueños, Dios le habló, su voz cálida y serena.
—Yeosang, tu misión ha sido cumplida —dijo la voz celestial—. Lo que no sabías era que encaminar el destino de San no solo significaba salvarlo a él, sino también descubrir tu propio destino. Has encontrado el amor, y ese es el verdadero propósito que te encomendé.
Yeosang despertó con una paz que nunca antes había sentido. Se giró y vio a San a su lado, durmiendo profundamente. La elección estaba hecha. No necesitaba el cielo si podía tener a San. Su amor era puro, y ahora sabía que no había error en elegirlo.
Cuando San despertó, encontró a Yeosang a su lado, con la misma ternura en sus ojos, pero algo era diferente.
—¿Te quedarás conmigo? —preguntó San, temeroso de la respuesta.
Yeosang tomó su mano y la sostuvo entre las suyas, sintiendo la calidez de la piel humana, un recordatorio de su nueva vida.
—Siempre —respondió Yeosang, sabiendo que había encontrado su verdadero hogar.
Ambos se quedaron así, bajo las estrellas, sabiendo que no importaba lo que el destino les trajera, su amor estaba bendecido desde lo más alto.
"Entre el cielo y la tierra, San y Yeosang descubrieron que el amor no tenía fronteras, solo elecciones; y en esa elección encontraron su eternidad."
Destino Celestial
09/09/2024
Personajes
San
Un joven intrépido y rebelde que vive al límite, sin miedo a las consecuencias. Bajo su exterior desafiante, es vulnerable y está buscando un propósito que aún no ha encontrado.
Yeosang
Un ángel sereno y compasivo, enviado para guiar a San. Aunque inicialmente centrado en su misión, pronto se ve atrapado en una lucha interna al descubrir sentimientos humanos profundos, especialmente el amor.
Canción
Ateez - Star1117
Muchas gracias por llegar hasta aquí, es la primera vez que me animo a escribir sobre este Ship de Ateez que amo con todo el corazón, al igual que al grupo🥺❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro