05
-Esto es mi culpa.
-Papá...
-No debería haberle sugerido que viniera.
-No podías saber que estaba enfermo del corazón. –intenté consolarle con tono suave.
El silencio se instaló en el interior del coche después de que respondiera a mis palabras con un suspiro mezcla de tristeza y cansancio. Sabía que había pasado toda la noche en vela en el hospital, desde donde me había llamado para avisarme de lo que había ocurrido.
Él, Harry y varios hombres más habían ido a rastrear a los lobos. El corazón de Harry no resistió la expedición y sufrió un infarto. Para cuando llegaron al hospital no había nada que se pudiera hacer por él.
Y ahora íbamos de camino a la Reserva para asistir a su funeral. Me alisé una arruga inexistente de mi vestido negro. No me gustaba demasiado ponerme vestidos y ese ya me apretaba la cintura aunque aún no se me notaba el embarazo pero no había nada más adecuado para un funeral en mi armario.
La culpa no era de Charlie pero quizás sí que era mía. Si no hubiera dicho lo de los lobos, si me hubiera callado...
El sonido de los frenos del coche me sacó de mi espiral de remordimientos. Visualicé un pequeño cementerio apenas a unos metros. Habíamos llegado.
Para cuando atravesamos los pocos metros que nos separaban del camposanto, ya había varias personas reunidas. Rostros tristes y voces bajas, como si temieran molestar la paz de ese lugar.
Charlie saludó a la mayoría y yo hice lo mismo aunque sólo unos pocos me resultaban familiares. Saludé a Billy pero no vi a Jacob por ninguna parte.
-Vendrá en un rato, está con Sue y sus hijos. –respondió Billy cuando mi padre preguntó por él.
Tuve que esperar otros veinte minutos para verlo al fin. Todos estábamos ya congregados en torno al agujero donde depositarían el ataúd que varios hombres llevaban. Tal y como había dicho su padre, estaba apoyando a los Clearwater y ni siquiera miró en mi dirección. La esposa de Harry y sus dos hijos, Leah y Seth, estaban abatidos por la pena. Apenas me atreví a mirarlos, la culpabilidad me aguijoneaba el pecho.
El sacerdote inició su sermón. Había algo que me incomodaba. No, incomodar no era la palabra. Era como si sintiera que algo no estaba del todo bien. Como si alguien me estuviera observando.
Alcé la vista justo para mirar delante de mí y mi mirada se encontró con la de Leah. Fue como si algo me golpeara. Mi corazón empezó a latir rápidamente y sentí mis rodillas débiles. Pero lo único en lo que podía centrarme era en esos ojos oscuros. Y en su rostro. Era de tez morena, típica de los nativos, sus rasgos eran afilados, más marcados aún por la pena y por la melena corta que parecía estar cortada de cualquier manera.
Es hermosa, pensé de forma repentina.
Y cuando parpadeó para dar un paso hacia atrás, mientras se tambaleaba y su hermano la sujetaba con cierta confusión, estuve segura de que ella había experimentado lo mismo que yo.
-Bells, ¿estás bien? –me susurró mi padre al ver cómo respiraba de forma agitada.
-Sólo algo mareada. –murmuré, rompiendo por fin el contacto visual con Leah. La cual se dio la vuelta, aún sujeta por su hermano mientras Sam los acompañaba. Todo en silencio, intentando no romper el discurso del sacerdote.
-Vamos, te llevaré al coche. –se apresuró a decir mientras me sujetaba del codo con suavidad, como si temiera que me fuera a desmayar de un momento a otro. Estaba segura que de mi rostro había perdido el poco color que solía tener.
Y con un último vistazo a la espalda de Leah, la cual se alejaba hacia el bosque, nos fuimos del cementerio.
❀❀❀
Me costó casi media hora convencer a Charlie de que estaba bien, de que podía volver a irse para acompañar a los Clearwater y al resto de sus amigos.
Para cuando se fue, ya había anochecido. Me di una ducha y me deshice del vestido, sustituyéndolo por ropa más cómoda. Incluso tumbada en la cama, intentando hojear un libro sin mucho interés, no podía quitarme de la cabeza lo que había ocurrido en el cementerio.
¿Qué había pasado al mirar a Leah? Se sentía como si...como si todos mis sentidos se despertasen de pronto después de estar años dormidos. Era extraño y aún lo sentía, como algo latente bajo mi piel.
-Las hormonas me están volviendo loca por tu culpa, enano. –le murmuré a mi barriga de forma cariñosa. Habría un día en el que respondería a mis palabras con movimientos, estaba deseando que llegara.
Un repentino ruido en la ventana me sobresaltó. Me giré hacia ella con el ceño fruncido. Sólo había oscuridad tras el cristal. Y de repente vi una pequeña piedrecita impactando contra él. Me levanté y caminé confusa hacia la ventana.
Por un instante se me pasó por la cabeza que Victoria había venido a por mí. Pero dudaba que fuese tan educada de golpear mi ventana antes de matarme.
Abría la ventana y me asomé. Lo que vi hizo que alzara ambas cejas con sorpresa.
-¿Jacob? –pregunté, como si mi vista me estuviera engañando y el que era mi amigo hasta hacía apenas unas semanas no estuviera en mi jardín.
-¿Puedo subir?
-¿Subir? ¿Cóm...-mi pregunta murió cuando lo vi escalar sin esfuerzo el árbol que estaba frente a mi casa para saltar hasta mi ventana. Me aparté en el último segundo para que se colara por ella con un movimiento fluido. –Podrías haber llamado a la puerta, Charlie no está.
Eso provocó que sus mejillas se sonrojaran levemente y se rascó la nuca, evidentemente incómodo.
-No había caído en eso. Hace unas horas que no estoy en casa. –confesó y sus ojos recorrieron mi habitación con cierta curiosidad.
Me crucé de brazos con el ceño fruncido ante su aparente naturalidad. Como si no hubiera amenazado a mi bebé. Como si no me hubiera echado de su casa.
-¿Qué haces aquí, Jacob? ¿Vienes a intentar acabar conmigo y con mi bebé? –las palabras salieron mordaces de mi boca pero sabía que si se proponía algo así, había poco que yo pudiera hacer. Aunque una parte de mí sabía que no, que Jake era incapaz de hacerlo.
Alzó ambas manos mientras negaba varias veces con la cabeza.
-No, no. Todo ha cambiado. –de repente una sonrisa irrumpió en su rostro y fue como si volviera a ser el chico de antes. Antes de tanto músculo. Antes de unirse a la banda de Sam. –Estás a salvo, Bells.
Mi ceño se relajó pero me mantuve en una postura a la defensiva.
-¿Qué quieres decir con eso? –espeté.
Su sonrisa vaciló.
-No puedo contártelo. Técnicamente no debo ser yo.
-¡Oh, venga ya! –exclamé y mi grito le hizo sobresaltarse un poco. Resoplé y abrí los brazos en un gesto de desesperación. -¿De qué vas, Jake? ¿Estás metido en las drogas o algo así? Primero me echas de tu vida, me amenazas y ahora dices que todo está bien pero no puedes decirme por qué. ¿Sabes qué? ¡Si no vas a darme respuestas, lárgate de aquí!
-Bells...-dio un paso hacia mí pero se quedó quieto cuando lo fulminé con la mirada. Sus manos seguían alzadas pero esta vez hacia mí y me miraba como el que mira a un animal salvaje que está a punto de atacar. –Te juro que todo tendrá sentido. Ven mañana a la Reserva y tendrás las respuestas a todo.
Apreté los dientes y negué con un gesto seco, aguantando la tentación de dar un pisotón como una niña pequeña.
-Quiero respuestas. Ahora. Aquí.
-No puedo...-su tono se tornó más suplicante. -Por favor, Bella, confía en mí.
Nos mantuvimos la mirada durante unos segundos, en silencio, hasta que acabé cediendo con un asentimiento. Jacob suspiró y noté cómo la tensión desaparecía de sus hombros.
-Nos vemos mañana, Bells. –añadió bastante más animado y, como si temiera que me arrepintiese, volvió a salir por la ventana con rapidez.
Suspiré pasándome una mano por el rostro, la tensión sustituida por la confusión. ¿Es que acaso todo en mi vida estaría rodeado de misterio siempre? Primero Edward, después Jacob y, por supuesto, mi bebé del cual desconocía su verdadera naturaleza. Aunque eso último me importaba poco, era mi hijo, lo amaría fuera como fuera.
Para cuando me asomé a la ventana Jacob ya no estaba bajo ella. Aunque lo distinguía a unos metros, parcialmente oculto entre la arboleda. Había alguien con él.
Entrecerré los ojos para afinar la vista. Era una figura delgada, algo más bajita que Jacob y con melena corta. Leah. Era Leah.
Me incliné de forma casi peligrosa sobre la ventana. Pude ver cómo Leah agitaba las manos de forma brusca y Jacob alzaba las suyas en son de paz, como instantes antes había hecho conmigo. No podía descifrar lo que decían pero estaba claro que estaban discutiendo.
Y, de repente, como si se hubieran dando cuenta de mi presencia, ambos se giraron hacia mi ventana.
Cuando mis ojos encontraron los de Leah, a pesar de que apenas podía distinguirlos por la distancia y la oscuridad, todas esas emociones que sentí en el funeral volvieron a mí.
Cerré la ventana con rapidez, avergonzada de haber sido capturada en pleno espionaje y también confusa por todo lo que estaba sintiendo.
Una vez podía ser casualidad. Dos, no.
Dejé unos segundos hasta que me asomé de nuevo. Ya no había nadie.
Suspiré, apoyando la frente contra el cristal frío.
¿Qué demonios me ocurría con Leah Clearwater?
Me moría de ganas de subir este capítulo aunque el siguiente será mejor aún porque por fin se verán más de cerca🤭🤭
En mi cabeza tiene sentido que la imprimación sea recíproca y, por tanto, ambas personas sientan algo similar en el primer impacto.
¿Qué os ha parecido? Recordar darle amor y comentar, nos leemos!🥰
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