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Capítulo 2. (Parte 7/10)

EL DÍA CERO. PARTE 7/10

—¿Cuánto tiempo crees que nos duren estas provisiones?

—No lo sé, pero si dejamos de comer cada hora nos podría durar más de lo pensado.

—Está bien entendí la indirecta.

—No sé si todo lo que se encuentra encima de nosotros soporte mucho, estamos en peligro constante, sería bueno ir a otro lado, pero, por otra parte...

—No podremos llevarnos mucho con nosotros, seríamos un blanco fácil para los animales y los estúpidos cavernícolas de mierda...

—No seas grosero por favor, aparte, quien sabe cuánto tiempo ha estado así este lugar, ya estás harto de cavar y mover piedras, ¿estoy en lo correcto?

—Soy todavía un niño para tu información, obvio que sí.

—Efectivamente, y los niños no deben decir groserías.

—Ajá.

Lo había olvidado o ignorado tal vez, él era un niño todavía y pues sinceramente no podía verlo, estoy ciego recuerden, cuando hablaba con él siempre me imaginaba hablar con mi maestro, debía "ver" por él por ahora, nos quedaríamos aquí por el momento, teníamos tiempo sin ver el exterior, así que para decidir si quedarnos o no, deberíamos encontrar la forma de ver al exterior; duramos mucho tiempo hurgando por todos los edificios, tratando de encontrar cosas que nos sirvieran para excavar o fabricar alguna especie de bomba casera, Raúl no tenía idea de cómo funcionaban ni yo de cómo hacerlas, también aprovechamos para tratar de encontrar algo que nos permitiera tener comunicación con el resto del mundo, pero nada, de que encontramos cosas las encontramos, pero en mal estado: computadoras, televisores, teléfonos celulares; pero todos dañados o totalmente rotos, nada servía, encontramos uno que otro teléfono celular en buen estado y con carga, por fin Raúl tenía algo de luz además del fuego, pero no tenían cobertura, además de que tenían poco "saldo" para poder realizar una llamada o mensaje; encontramos un lugar con diversas cosas que podrían ayudarnos como generadores y un radio, según Raúl era una especie de edificio militar.

No logramos encontrar suficiente combustible para echar a andar los generadores para lograr investigar en televisión si había alguna señal de vida en el mundo, y cuando decidimos robar combustible de los pocos autos que estuvieran intactos fue una pésima idea, solo terminamos bebiendo gasolina a lo idiota, logramos conseguir un poco de combustible pero debió estar mezclada con algo de nuestra saliva, al final todo fue inútil, el corto tiempo que duró el generador Raúl buscó alguna señal en T.V. abierta y nada.

Aun podía haber esperanzas, en los días siguientes encontramos dos cosas de gran utilidad: una radio de baterías en buen estado y una carga de explosivos o granadas. Con todo lo que encontramos armamos una especie de refugio a prueba de derrumbes, antes que nada, teníamos que lograr abrir paso al exterior para conseguir mejor recepción de cualquier señal que estuvieran transmitiendo en el mundo, eso lo aprendimos después de haber desaprovechado el generador con la T. V., le dije a Raúl todo lo que debía hacer para detonar los explosivos, con mucho esfuerzo logramos encontrar una parte que comprobamos que estaría lo suficientemente débil de los cimientos para que se pudiera abrir paso y de la forma más ingeniosa colocamos los explosivos allí al cubrirlos en una especie de pasta pegajosa al usar pegamento, papel y agua sucia. Habíamos hecho algunos intentos, pero la capa de cimientos era muy densa, esta era nuestra última oportunidad, esta vez estaba seguro de que algo iba a caer, solo quedaba una granada para activar los explosivos, Raúl estaba confiado a diferencia de las tres primeras veces, lanzó la granada justo en el lugar que le dije que lo hiciera, confié en él y después solo escuché la explosión seguido de un:

—¡Funcionó! ¡funcionó! ¡si!

Terminando con el grave ruido del movimiento de rocas y el sonido agudo de cuando caen y chocan en el suelo, pensé que lo logramos y sí, dimos en un punto clave para evitar que toda el área de cimientos cayera sobre nosotros pero que se pudiera hacer un hoyo, la avalancha fue constante y muy duradera, hicimos el refugio con ese propósito, al terminar de caer la última piedrita era de Raúl el deber de verificar el resultado.

—¡¿Resultó?! —Pregunté ansioso al aire, y no recibí respuesta al instante. —

—¡Raúl! ¡¿me escuchaste?! ¡¿qué es lo que ves?!

Solo escuché una especie de suspiro muy triste, pensé que no había resultado y él se encontraba llorando.

—Tranquilo, no tienes que llorar si no resultó, ya encontraremos...

—¡No!

Me interrumpió de una forma rápida en un tono muy vigoroso, me confundió ¿estaba triste o no?

—Si, estoy llorando, pero porque no puedo creer lo que veo.

—Pues te recuerdo que soy ciego, ¿qué estás viendo? ¡explícame maldita sea!

—Oye no seas grosero, luego te quejas de que soy grosero ¿de dónde lo habré aprendido? Espera... siempre que me asomaba a ver el exterior, no se apreciaba el día o la noche, pero... lo logramos, llegamos al exterior y esto es hermoso, no es mucha, ¡pero hay luz! ¡está entrando luz desde el exterior!

Mi sorpresa fue notoria, me imagino la escena que se desarrolló entre la oscuridad de nuestra cueva en contraste con la hermosa luz del exterior, tanto que hizo llorar a Raúl, volver a ver la luz del día, ya lo habíamos platicado, que no se apreciara el día y la noche significaba que la tierra estaba cubierta de una densa capa de polvo, ceniza combinado con azufre, tal vez por los volcanes o lo que haya pasado, y fue difícil explicárselo a Raúl, todavía no entendía algunos conceptos avanzados de geografía y ciencias, ni yo tampoco era un experto, pero que se escapara luz, por más poca que fuera, significaba que ya todo estaba mejorando en la superficie, creo o creía.

Raúl me explicó que se apreciaba lo que parecía el cielo, estaba totalmente nublado, pero no tanto como las anteriores veces que lo vio y que el agujero que se logró hacer tenía el tamaño de un campo de beisbol profesional; estaba nublado pero no tanto, un nublado claro, con una densidad que dejaba que se filtrara un poco de luz, incluso se oía y a veces se escapaban hacia donde estábamos nosotros una que otra corriente de aire y éstas no eran para nada calientes, eran frías, frescas, y así, después de todo lo que habíamos vivido, nos encontrábamos debajo del débil pero presente as de luz, sintiendo el aire correr en nuestros rostros después de tanto tiempo, así nomas, nuestras esperanzas no habían llegado tan alto en mucho tiempo, en ese momento para mí se elevaron hasta el cielo, no sabía exactamente a qué distancia en el fondo nos encontrábamos con respecto a la de la superficie pero el valor de esa distancia fue lo que creció mi esperanza, nuestras esperanzas, de poder recuperar nuestras vidas.

Con un alto grado de felicidad después de mucho tiempo, habíamos planeado quedarnos en ese sitio, organizamos toda la comida para que nos durara el mejor tiempo posible, ya teníamos por fin referencias del tiempo, la luz del exterior y los teléfonos celulares, no sabíamos la fecha exacta pero ya podíamos saber exactamente el tiempo que transcurría. Nuestra rutina diaria era hacer ejercicio y rutinas de artes marciales ocho horas, después le enseñaba conceptos de algunas materias a Raúl como matemáticas, química y cosas por el estilo, y el resto del día lo usábamos para hacer cualquier cosa pero cada quien por su lado.

Era primordial el tiempo de uno mismo para la sana convivencia, todo por el hecho desde que descubrí a Raúl cuando empezaba a masturbarse en cualquier lado, literalmente no vi qué estaba haciendo pero su reacción al enterarse cuando lo sorprendí lo delató, fue gracioso explicarle a un preadolescente sobre lo normal que es la masturbación, sobre todo a su edad, unos diez o doce años que él tenía, no recuerdo bien, le dije que aún teniendo veinte años solía hacerlo constantemente después de un último rechazo amoroso antes de que empezara la Tercera Guerra Mundial, obvio Raúl no se sintió cómodo con la plática que tuvimos, pero gracias a lo desarrollados de mis sentidos del oído y tacto sé que suele esconderse y masturbarse con algunas revistas que encontró, me imagino de que tratarán esas revistas para ocultarlas de mí inclusive porque nunca sabría lo que contienen, estoy ciego les recuerdo de nuevo, y a pesar de ello sé con confianza que no llegará al extremo de hacerlo frente a mí sabe que estoy ciego pero que sabre lo que está haciendo.

En fin, en nuestros tiempos a solas yo solía buscar piezas y combustible para echar a andar los generadores, reparar los televisores o algo útil para obtener un medio de comunicación, pero era inútil, podría tener mis demás sentimos desarrollados al mil por ciento pero sin la vista no podía arreglar nada, lo intenté, un viejo radio era una posible solución y Raúl fue quien lo arregló siendo mis ojos, con algunas piezas de otros aparatos logramos hacer funcionar esa vieja radio, conseguimos todas las baterías que pudimos, de todos los modelos, no les miento si les digo que llené varias cubetas de puras baterías, debíamos obtener alguna información de lo que pasó o estaba pasando en el mundo, y el día llegó.

Conseguimos que la vieja radio obtuviera una señal nítida, improvisé con cables, varas de madera, cinta, papel de aluminio y pegamento una antena lo suficientemente alta para que obtuviera alguna señal del exterior, y todo funcionó, estática pero era una señal más esperanzadora que el maldito pitido seco, desde ese momento cambió nuestra rutina diaria, tomábamos turnos de cuatro horas cada quien para buscar alguna señal en la radio, desde la frecuencia modulada hasta la amplitud moderada subiendo de uno en uno en las frecuencias para tratar de encontrar alguna señal externa.

Duramos días, aburridos, escuchando ruidos, pitidos, estática, Raúl no perdía las esperanzas y yo al notar su determinación tampoco me di por vencido aunque quería hacerlo, al fin y al cabo no teníamos nada que perder, ni el tiempo ya que estábamos confinados en un espacio limitado sin nada qué hacer. Hasta que...

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