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Héroe


El aire se le escapaba de los pulmones como agua entre las manos, su cuerpo a estas alturas se había convertido en una masa agonizante que punzaba dolorosa. Una patada se le encajó justo debajo de las costillas haciéndolo gemir, los ojos los tenía cerrados debido a la hinchazón de los parpados que crecían como asquerosos tomates rojos.

¡Demonios! Debía verse grotesco pensó mientras utilizando lo último de sus fuerzas intentó cubrirse la cara.

Todo esto apestaba, cambiarse no solo de ciudad, sino de país, el no saber el idioma de dicho país, no encontrar trabajo porque no sabe ni escribir bien su nombre en ese horrible lenguaje, no poder comunicarse eficientemente ni comprender las clases, además de sufrir discriminación y ahora golpes por ser un extranjero.

―Vamos chinolo, no que todos los orientales saben artes marciales ―se burlaron sus agresores al tiempo en que movían sus manos en una burda imitación al karate.

Reki no entendía casi nada de lo que decían aparte de la palabra "chinolo" porque es obvio que lo dicen por sus rasgos claramente orientales, y quería gritarles que en primer lugar había una gran diferencia entre chinos, coreanos y japoneses, además deduce que esperan sea tan bueno peleando porque las películas estadounidenses han hecho pensar a todos que son entrenados para ser armas mortales.

―Estúpido Chino ―maldijo otro escupiéndole en la cara, y Reki no necesitaba hablar inglés para saber que lo están insultando.

Su único alivio era sentir como su cuerpo se iba entumeciendo debido a la nieve. Nunca había visto nieve mientras vivía en Okinawa, pero a estas alturas puede decir que ha tenido suficiente de ella para el resto de su vida.

El callejón oscuro en que lo habían arrastrado estaba muy lejos de la avenida principal por lo que no tenía ni la vaga esperanza de que alguien lo socorriera. Quería llorar, estaba tan lejos de casa y de todos aquellos que conocía, no tenía amigos y además de estar asustado por lo que pasaría con él y su familia, también estaba comenzando a darse cuenta que ahí en Canadá no tenían futuro.

Si pudiera volver a su pequeña y paradisiaca isla tropical sería muy feliz, regresar a esos días en que su tabla se deslizaba por el pavimento caliente y la suave briza que subía desde la costa le revoloteaba entre los cabellos. Quería volver a reír mientras escuchaba algún chiste susurrado a medias durante las clases aburridas. Las tardes en el skatepark eran sus favoritas, muy a pesar de siempre terminar con muchos remiendos en sus manos, piernas y cara.

Otro puño se encaja con saña en su espalda, justo debajo del hombro, escucha reír a los maleantes que en su inteligible y fluido inglés parecen estar planeando como terminar con él. Es un pequeño chispazo de auto preservación, lo que hace que Reki suelte una patada certera a la entrepierna del tipo que lo está sujetando. Este lo suelta y Reki corre, cojea de u pie y siente que es lava ardiendo lo que entra por sus pulmones y no aire. No puede ver bien y cada paso que da es prácticamente porque tiene una enorme fuerza de voluntad, porque su cuerpo tiembla con cada movimiento y pide agritos un descanso.

Reki casi puede ver la luz de los autos, solo un poco más y...

Un objeto duro lo golpea justo en el cuello haciendo lo caer, ha hecho lo mejor que ha podido y este es el resultado. Su lamentación es más una disculpa porque su madre va a angustiarse cuando no regrese a esa choza que ahora llama casa. Koyomi primero estará molesta, luego se asustará y llorará, lo que provocará que las gemelas también lo hagan y...

Lo golpean aún más, está casi muerto cuando al fin ellos se cansan y lo dejan ahí tirado a su suerte. Una muerte patética por hipotermia, pensó Reki mientras siente como cada parte de su cuerpo parece pesar toneladas y lo mantienen fijo al suelo sin posibilidad de levantarse y buscar ayuda.

―Ey, chico, chico... necesitas ayuda ―escucha una voz, el sujeto parado al final del callejón es alto y por la sombra que proyecta también fuerte. ―Escucha voy a llevarte al hospital, ¿tienes teléfono?

Reki abre los ojos tanto como se lo permiten los enormes balones que ahora son sus parpados, y lo primero que ve son unos hermosos ojos azules, tan azules como el cielo de su añorado Okinawa.

―Nombre, necesito saber tu nombre ―pide mientras corre con Reki en brazos.

Reki quiere decirle que se detenga o vaya más despacio porque le duele absolutamente todo, en cambio y movido por su gratitud responde a la única pregunta que reconoce.

―Kyan Reki ―dice a medio susurro, solo para darse cuenta que lo ha dicho mal, en América siempre se pronuncia primero el nombre y luego el apellido, pero lamentablemente ya no tiene fuerzas para corregirlo.

La próxima vez que abre los ojos Reki se encuentra en una cama de hospital, junto a él se encuentra su madre y sus hermanas, todas ellas lo miran con tanto amor que Reki no puede evitar llorar pensado en todo el dolor que debió causarles verlo en ese estado.

―Lo siento ―es lo primero que dice avergonzado de darles más problemas cuando de por si ya todos tienen mucho en sus platos.

Masae sonríe acariciándole los cabellos mientras lo abraza como cuando era niño. Reki se sujeta a ella y llora tan desconsolado, en parte por el dolor que todo su cuerpo siente y en otra porque no ha podido ayudar en nada hasta ahora.

―Mi pequeño valiente ―dice ella respirando lento para calmarlo. ―Todo va a estar bien.

Reki corre con suerte, porque no tiene más que moretones y un esguince en la muñeca. Al segundo día es dado de alta y en lo primero que piensa es en agradecer a quien lo socorrió.

Su madre le informa donde trabaja el hombre que lo salvó, y que esa es la única información que dejó antes de retirarse, como parte de la declaración para el acta que se levantó debido a que Reki es menor de edad y debían investigar el caso de violencia, pues Vancouver era conocida como una de las ciudades más seguras de Canadá, así que un caso como este era una rareza.

Con el brazo enyesado Reki apenas sentirse mejor se dio a la tarea de buscar a su héroe. Y el sólo pensamiento de esa palabra le hizo ruborizar. Él no era una damisela en peligro, sin embargo había sido educado para agradecer y devolver el favor, por eso no paró hasta encontrar Big Kicker, una tienda de artículos de snowboard que además tenía el servicio de instructores o guías para un viaje seguro.

Reki asomo la cabeza sin llegar a distinguir a nadie que encajara con los pocos recuerdos que él tenía, pero no podía rendirse, si su héroe dijo que trabajaba ahí entonces debía ser paciente y esperar, porque un héroe no miente y...

―Espero que no estés aquí para aprender snowboard, ―dijeron a su espalda y a Reki casi le da aun ataque. ―Porque con ese brazo no te recomiendo ...

Y entonces Reki sintió que el mundo volvía a brillar, frente a él tenía a un hombre alto y fuerte de barba y cabello rubio cenizo, de rasgos suaves y mirada amable y cálida como el cielo de Okinawa.

Reki se llevó las manos a la boca para acallar el grito que casi se le escapó y no sería nada decoroso. Luego volviendo a sentirse un niño de parvulario se inclinó respetuosamente mientras entre tartamudeos agradecía en japonés.

Reki sintió la sangre agolparse en sus mejillas pues obviamente el hombre no iba a comprender nada, por sus rasgos era nativo de aquel país. Volvió a intentarlo.

―Thank youu forn helging ―tartamudeo Reki en su inglés roto mientras se pateaba mentalmente por estar haciendo el ridículo. Rayos, seguro y el hombre frente a él ya estaba arrepintiéndose de haber salvado a un chiquillo tan tonto.

―Vaya, supongo que llevas muy poco en Canadá si tu inglés es tan pobre ―dijo en japonés.

Reki levantó la mirada sintiendo como toda la cara se le calentaba de la vergüenza.

―Yo no quise decirlo así ―se apresuró a corregir el hombre elevando las manos frente a él, para luego rascarse la nuca igual de nervioso y avergonzado que Reki por haber dicho algo indebido. ―Mi japonés tampoco es tan fluido y aun confundo algunas palabras, y yo...

A Reki le pareció la cosa más tierna del mundo, ver a ese hombre poderoso intimidado por lo que pudiera pensar de él.

―Mi nombre es Oliver.

―Yo soy...

―Reki, aún recuerdo tu nombre ―confirmó adornando sus palabras con una sonrisa.

Y esa sola confirmación hizo que el corazón de Reki palpitara como si tuviera atrapado en el pecho un nido de avispas. Su héroe era maravilloso, aun mejor de lo que esperaba.

―Solo vine a agradecerle y ofrecerme para ayudarlo con cualquier cosa que necesite, estaré encantado de poder ser útil.

Oliver se mordió el labio, este niño era tan lindo, que no encontraba la razón del porque lo había encontrado todo golpeado en ese callejón. La policía lo ameritaba a la discriminación racial, pero la verdad él no podía comprenderlo, su esposa era japonesa y a sus ojos era la mujer más hermosa de todo el mundo.

Y ahora tenía frente a él a este otro japonés, un niño adorable.

―¿Cuantos años tienes Reki? ―preguntó Oliver colocando la mano sobre el hombro del chico para empujarlo dentro de la tienda.

―A cabo de cumplir dieciséis ―respondió dando un jadeo al entrar y posar sus ojos en las tablas de snowboard.

―¿A qué escuela estas asistiendo? ―continúo con su interrogatorio sin perder de vista el brillo en la mirada de Reki.

―Por ahora no voy a ninguna. No tendría caso de todos modos, no puedo hablar ni entender casi nada de inglés.

―Comprendo, pero eventualmente tendrás que asistir si quieres encontrar empleo.

Y la sola mención de un trabajo entristeció a Reki. Lo que hizo pensar a Oliver que quizás no era exactamente la barrera del lenguaje lo que evitaba que fuera a la escuela.

―Creo que dijiste que estabas dispuesto a hacerme un favor.

Reki de inmediato se animó elevando sus preciosos ojos ámbar, Oliver sonrió ante eso, casi podía ver una colita de zorro agitándose con emoción. Adorable.

―Mi amiga Anna, la dueña de Big Kicker, esta buscando a un chico fuerte, enérgico y sobre todo de confianza que la ayude con el turno de la mañana. La paga no será mucho al principio, pero cuando los clientes te conozcan y si das un buen servicio las propinas lo compensarán.

Reki no sabía que decir, su héroe lo estaba haciendo otra vez, lo estaba salvando otra vez.

―Gracias ―musitó Reki limpiándose una traicionera lágrima.

―Nada de gracias ―dijo Oliver inclinándose levemente para mirar directamente al muchacho. ―Vas a pagarme.

―Si claro, haré lo que quiera ―afirmó rápidamente Reki.

―Estamos a unos meses de que comience el nuevo siclo escolar, así que vas a practicar conmigo y Anna inglés para cuando comience la escuela, tendrás que inscribirte. ¿Estás de acuerdo?

Reki estaba anonadado, este hombre no podía ser real, nadie podía ser tan maravilloso, pensó y antes de darse cuenta estaba abrazando a Oliver. Su cabeza apenas le llegaba al pecho y tal vez debía verse ridículo aferrado de esa manera, pero es que la alegría no le cabía en el pecho.

―Gracias. My hero...

―¡Oh! nunca me llamaron de esa manera.

―Lo dije en voz alta ―se avergonzó Reki un segundo antes de sentir los poderosos brazos de Oliver envolverlo y el estruendo de su risa resonando en su pecho.

―Sí, lo dijiste. Pero está bien, puedo ser tu héroe siempre y cuando no te enamores de mi ―bromeó Oliver sin saber que ya era demasiado tarde para eso. Reki estaba indudablemente enamorado.

Continuará...

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