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Almuerzo


La caminata a casa fue lenta, Langa casi iba arrastrando los pies, es extraño, muy extraño que sienta esa necesidad de acercase al chico nuevo. Al principio cuando su vista lo traicionó al contemplarlo de reojo se dijo que era mera curiosidad, después de todo su madre era japonesa y aunque le preparaba platillos típicos de su país y le enseñó el idioma, jamás tuvo la oportunidad de ponerlo en práctica fuera de la casa. Así que tener por compañero a Reki obviamente atrajo su atención por la posibilidad de usar ese segundo idioma y tal vez conocer más cosas de la cultura japonesa.

―Bienvenido cariño ―saludo Nanako desde la cocina apenas escucharlo entrar. ―Tu padre fue a recoger tu tabla, así que espero que no tarde en llegar. Esté torneo va a estar muy reñido y no quiere dejar para último minuto el mantenimiento del equipo.

―Si, gracias mamá ―respondió dirigiéndose a su habitación para comenzar con sus deberes escolares. Aunque más bien estaba buscando una distracción que mantuviera su cabeza ocupada hasta que pudiera hablar con su padre.

Hora y media después la puerta de la casa volvió a abrirse y el saludo afectuoso de sus padres se escuchó. Langa quería salir y robarse a su padre para contarle lo que le estaba perturbando. Aunque en realidad no sabía cómo iba a plantearlo.

Tal vez solo debería olvidarlo y...

Langa dejo salir un grito bastante vergonzoso cuando su cuerpo fue elevado y lanzado sin nada de decoro sobre su cama, justo antes de que Oliver comenzara una pequeña lucha. Langa usaba toda su fuerza para zafarse del agarre porque sabía que si no lo hacía entonces vendrían.

―jajajajajjajaj ―comenzó a carcajearse cuando las manos de su padre atacaron sus flancos. ―Papá... basta... para... para... ―pedía entre jadeos.

―¿Qué, acaso no puedes ganarle a un pobre viejo? ―preguntó Oliver reavivando sus ataques hasta casi ver salir lágrimas de los ojos de su hijo.

Forcejeaban y Oliver sonreía al notar como con cada año su niño se estaba volviendo un hombre, pronto estos juegos se verían invertidos y tendría que admitir su derrota, pero por ahora aún era más fuerte... y con una eficaz tacleada lo aplastó contra la cama para volver a castigarlo con cosquillas.

―Me jajajajaja me rindo jajajaja ―admitió Langa entre jadeos. ―Me rindo.

Y solo así se vio libre de la tortura. Desparramado sobre la cama, respirando con dificultad y con el pecho hinchado de felicidad se le olvidó cualquier otra cosa que no fuera, vengar la afrenta.

―Me agarraste desprevenido, eso es trampa ―se quejó Langa mientras su mano buscaba a tientas la almohada, cuando sus dedos se aferraron a ella entonces soltó el primer golpe.

―Traición ―exclamó Oliver cubriéndose con su antebrazo y soportando los golpes con el fin de llegar a la otra almohada.

―Son peor que niños de parvulario, dejen eso y vengan a la mesa o la comida se enfriara ―regañó Nanako desde la puerta de la habitación. ―Y levanten este tiradero ―resopló antes de dar media vuelta y volver por donde había venido.

Langa y Oliver se quedaron mirando un par de segundos antes de continuar golpeándose, total en los cinco minutos que lograran declarar un ganador la comida no iba a ir a ningún lado.

Después de la cena y de terminar con su tarea, consideró que era buen momento para hablar con su padre, así que se aproximó a la sala en donde Nanako y Oliver veían una película abrazados.

Al mirarlos así, tan felices y enamorados, Langa secretamente deseó llegar a encontrar alguien que lo amara tan intensamente. Sus padres eran, si es que existían, almas gemelas.

―¿Hay algún problema Langa? ―cuestionó Oliver girando levemente la cabeza.

―Yo...

Oliver amaba a su hijo y habiéndolo visto crecer conocía cada uno de sus gestos y manías, por eso cuando Langa bajó la mirada supo que tenía una pregunta importante para la que deseaba privacidad. Con un toque suave Oliver alejó a su esposa, ella le sonrió y se acomodó de nuevo en el hueco tibio que dejó su esposo.

Oliver sonrió amoroso, y apenas llegar junto a Langa pasó su brazo sobre los hombros de su hijo para darle apoyo mientras caminaban rumbo a su habitación.

Langa se aferró a su toque, tenía dieciséis años y cualquiera de sus compañeros de clase encontrarían ridícula la dependencia que mostraba, pero suponía que ellos nunca comprenderían que además de su padre, también era su mejor amigo, el más leal y de quien nunca dudaría.

Por eso apenas la puerta se cerró detrás de ellos, miró a Oliver y con aquella franqueza que lo caracterizaba expuso lo que le inquietaba.

―¿Como logras que alguien sea tu amigo?

A Oliver casi le brillaron los ojos, y la sonrisa que se le formó en los labios no tuvo precio. Langa, su pequeño, tímido y antisocial Langa estaba interesado en alguien.

―Puedes empezar teniendo conversaciones cortas, si conoces sus gustos es mejor porque así tendrás un tema de conversación más duradera y significativa.

―Le gusta el snowboard ―afirmó Langa con seguridad.

Oliver suspiró y sonrió condescendiente porque ya lo suponía, si a Langa le agradaba esa persona era porque hacía snowboard. Bueno al menos está lo suficientemente motivado para intentarlo, pensó Oliver.

―Tal vez podrías hacerle una invitación para...

―Ese es el problema ―interrumpió Langa y se dejó caer casi derrotado sobre su cama. ―Ni siquiera puedo invitarlo para comer durante el descanso. Siempre hay alguien que ya está sobre de él mucho antes.

Oliver se rasco la perilla considerando con seriedad la solución. Tenía que darle a Langa un buen consejo, su hijo estaba intentando por primera vez acercarse, entablar una relación.

―Tengo una idea ―exclamó feliz. ―Dices que le gusta el snowboard, ¿verdad? ―Langa asintió. ―¿Qué se relaciona con eso?

―¿Tablas?

―Nieve, y la representación más bonita es un copo. Puedes hacer un copo de nieve con papel y dejarlo casualmente sobre tu escritorio o usarlo como separador de manera vistosa, cuando llame su atención entonces se lo obsequias.

―¿Y eso como me ayudará?

―Porque habrás escrito tu invitación a comer en el reverso ―explicó muy satisfecho, y orgullosamente agregó. ―Así invité a tu madre a una cita, aunque con ella usé una flor de cerezo, ya sabes porque ella es japonesa.

Langa entrecerró los ojos.

―Sí entiendes que esto como mucho está encaminado a una amistad ¿verdad papá?

Oliver se guardó de decirle que eso mismo pensó cuando vio a la linda chica de intercambio un poco desanimada. Él solo quería ser amigable, y ¡Mira a dónde estaba ahora! En lugar de eso respondió.

―Sí, pero que tiene de malo. Un regalo es un regalo, y una invitación es una invitación.

―¡¡Ahhhhh!!! ―se quejó Langa cubriéndose la cara con las manos. ―Eso no resultará, en primer lugar, porque él dibuja maravilloso, su cuaderno está lleno de bocetos increíbles y super realistas. Son impresionantes.

―¡Oh! Un artista ―apuntó Oliver tomando nota de los gustos de su hijo, y recordándose después preguntarle a Reki si le gustaba el arte.

―Y en segunda, ―continuó Langa sin salir de su infantil refugio. ―¿Qué tal si no mira en mi dirección? Siempre esta tan metido en las clases apuntando cada palabra como si olvidar alguna fuera una especie de pecado.

―Y nerd ―Oliver se desinfló ante este último atributo, Reki en definitiva no era un nerd.

―No es un NERD. A un nerd no puede gustarle hacer snowboard ―defendió Langa de inmediato con los ojos fijos en su padre y las mejillas rojas como granadas.

Una reacción que logró que Oliver sonriera pícaramente, porque su instinto de padre le decía que quizás su hijito no estaba ante su primer amigo, sino frente a su primer amor. ¡Oh! lo siento Reki, se disculpó mentalmente Oliver, porque Langa en esos momentos solo iba a tener ojos para esta persona.

―Papá no me mires mientras sonríes así ―se quejó golpeándolo juguetonamente con la almohada.

Pero Oliver no podía hacer nada para quitar ese gesto, su corazón estaba revoloteando en su pecho, esté era un momento memorable, debía atesorarlo y contárselo a Nanako.

―No te preocupes Langa ―dijo al fin Oliver con los ojos brillantes. ―Entre tú y yo no hay nada que no podamos lograr.

Estos días habían estado llenos de primeras veces para Langa, la primera vez que encontró el color rojo atractivo, la primera vez que deseo tener a alguien para el almuerzo, la primera vez que deseaba pasar tiempo con ese alguien fuera de la escuela, y en este momento, la primera vez que sentía que cometió un error al contárselo a su padre.

.

.

Langa estaba ruborizado hasta las orejas, con la cabeza gacha y las manos casi constriñendo las asas de la mochila, permanecía vergonzosamente de pie frente a la entrada principal de la escuela.

―Pshhss Pssshhh ―sisearon a su espalda desde el arbusto más grande.

Langa solo inclinó más la cabeza. Esto estaba mal, muy mal.

―¿Aún no lo ves? ―preguntó Oliver asomando la cabeza muy discretamente por entre la maleza.

―No ―respondió escuetamente Langa muriéndose de la pena.

Esto no estaba dentro de sus planes. ¡Con un demonio! No estaba ni siquiera dentro de los límites de su imaginación. Era surrealista y algo sacado de un comic. Una cosa estaba clara, no volvería a prestarle a su padre sus historietas sin importar lo aburrido que diga estar.

―Tal vez llegamos muy temprano ―consideró Oliver desde su escondite.

―Sí, tal vez ―aceptó Langa, pero no pensaba decirle que lo hizo al propósito para que sus compañeros no vieran a su padre esconderse sospechosamente en los jardines de la entrada de la escuela.

―Recuerda, camina seguro, lo saludas casualmente y le preguntas si piensa apuntarse para el próximo torneo. Si dice qué sí entonces puedes decirle que tú también y hablar de la competencia y concursantes, si dice que no, le haces saber que tu participarás. No hay pierde, o lo impresionas o consigues al menos iniciar una buena conversación ―concluye elevando las cejas sugerentemente.

―Papá ―se queja Langa pasando de rojo a guinda.

―Se que estas nervioso, así que por eso estoy aquí, si veo que alguien intenta interrumpirlos puedo...

―No, no puedes, que tal si piensan que eres un maleante. Peor aún, que tal si él piensa que eres una amenaza ―dice mientras en su cabeza comienza a imaginarse el escenario.

―Entonces haces lo que todo hombre debe hacer. Te paras al frente y lo proteges. Te amará. Bien pensado Langa.

―PAPÁ ―casi grita Langa.

―Ahí vienen muchos, Langa, Langa ¿cuál es? ―preguntó Oliver olvidando que debe permanecer escondido dejando que toda su cabeza y parte del cuerpo asome sobre el arbusto.

―Papá ―regaña Langa girándose para quedar de frente al matorral y ocultar con su cuerpo a su padre mientras sus manos presionan a Oliver para que se quede escondido. Lo cual no ayuda en nada a su imagen estudiantil, pues muchos lo miran con extrañeza, y no era para menos, desde ese ángulo seguramente debe verse muy mal, ¿esto no podría empeorar o sí?

―¿Los aseos del primer piso te quedaron lejos Langa? ―se burló uno de sus compañeros de salón. ―¿O viste las plantas muy secas y decidiste regarlas?

Oliver que tenía las manos de su hijo presionando sobre su cabeza no lograba ver nada que no fuera pantalones y zapatos, además de sentir el leve temblor de sus manos.

Langa forzó una risa incomoda y no respondió nada.

―Él está aquí ―gimió Oliver al comprender el nerviosismo y falta de agresividad para devolver la burla, e intentó moverse para mirar, para su mala suerte su vista estaba completamente cubierta por el cuerpo de su hijo. ―Horrible mocoso ―insultó Oliver al graciosito, porque ahora Langa estaría aún más cohibido y menos dispuesto a arriesgarse a hablar con el chico de su interés.

―Te vemos en el salón, y no olvides lavarte las manos ―remato el otro muchacho, y solo hasta que casi todos los estudiantes desaparecieron de la entrada Langa soltó a su padre.

―Debiste darle un buen golpe a ese cretino ―fue lo primero que dijo apenas salir de los arbustos.

―Pero tú has dicho que la violencia...

―Se lo que dije, aun así... se merecía un buen puñetazo.

Langa le sonrió a su padre, no estaba molesto, jamás podría.

―¿Él se río? ―preguntó con voz chiquita Oliver. Estaba arrepentido de haber insistido en acompañar a su hijo, su desbordante deseo de ver a la persona que hizo nacer en Langa interés, lo tenía casi loco.

Langa inclinó la cabeza a un lado sin comprender del todo la pregunta.

―¿Qué si él se rió del cruel chiste a tu persona? ―expresó más claramente Oliver.

Langa lo pensó un par de segundos y luego negó.

―Genial, eso es genial ―festejó Oliver sujetando a su hijo por los hombros. ―Langa, significa que le agradas o al menos que no es un estúpido como ese otro. Así que no te rindas. Ve directamente al salón y pídele que coma contigo ―concluyó girando a su hijo y dándole un empujón rumbo a la escuela. ―Tú puedes.

Langa internamente se lamentaba no haber heredado la abrazadora confianza de su padre.

A paso más rápido de lo habitual porque ya era tarde, Langa deshizo el camino hasta su aula, como siempre todos los alumnos hablaban entre ellos y uno que otro intentaba conseguir las respuestas de la tarea.

Respiró profundo, fijo la vista en el último pupitre de la esquina, el que estaba junto a la ventana y caminó decidido. El cabello rojo de Reki cubría toda su vista porque el chico estaba inclinado sobre su libreta.

―Traduce ―exigió Reki colocando su cuaderno frente a la mirada toda desconcertada de Langa.

Correlacionar preceptos con el fin de encontrar puntos de semejanza entre los siguientes movimientos... leyó Langa, pero estaba fuera de sus posibilidades dar una traducción literal de eso, así que se limitó a decir algo mucho más sencillo.

―Encuentra similitudes entre estos ―y señaló los nombres de los movimientos.

―Rayos ―remilgó Reki. ―Me dejas ver tus respuestas ―pidió con tono sumiso mientras apretaba el lápiz entre sus manos. Sus bonitos ojos ámbar tenían un toque de súplica que le partió el corazón a Langa. Reki de verdad debía estar se esforzando por comprender no solo temas de estudio muy diferentes, sino palabras complicadas en un idioma que apenas hablaba.

Langa rápidamente sacó su cuaderno, lo abrió en la página correcta y se lo tendió a Reki.

―Gracias amigo ―dijo copiando a las carreras las respuestas, las cuales internamente Langa rezaba que estuvieran bien, porque la verdad esa fue una de las tareas que hizo antes de hablar con su padre y que por lo tanto resolvió con la cabeza en las nubes.

Las respuestas de la tarea fueron incorrectas.

―Lo siento ―se disculpó Langa una vez la clase terminó.

Y lo decía muy en serió ya que el profesor escogió por mala suerte, precisamente a Reki para dar las respuestas.

―Olvídalo, en primer lugar, fue mi culpa por no haberla hecho ―dijo regalándole una dulce sonrisa. ―Y eres al único que puedo pedirle que me traduzca ―aceptó rascándose con el dedo índice la mejilla. ―Quizás si pasáramos más tiempo juntos podrías enseñarme un par de palabras ―sugirió Reki sintiendo como las mejillas se le pintaban de rosa.

La profesora de la siguiente clase pidiendo silencio le negó a Langa la oportunidad de responder. Las horas siguientes pareció que los maestros se pusieron de acuerdo, pues entraba uno y salía otro impidiéndole a los alumnos hablar entre sí. Al menos hasta la hora del almuerzo. Langa una vez más tomó valor y se giró hacia Reki.

―Reki, entonces, ¿Qué será hoy? ―preguntaron tres chicos aproximándose al pelirrojo.

Langa lamentó haber perdido su oportunidad.

―Lo siento, pero Langa y yo vamos a comer fuera hoy ―se disculpó Reki.

―¿En serio? ―dijo dudoso uno de ellos mirando a Langa.

―Pero él nunca come con nadie ―agregó otro, como si hubiera escuchado decir a Reki un mal chiste.

―Pues a partir de hoy, eso cambió ―respondió Langa sujetando la mano de Reki para sacarlo de ahí y tirar de él hacia las escaleras que suben a la azotea.

Normalmente era un lugar vetado para los alumnos, pero Langa había encontrado un hueco por el que fácilmente podía salir y entrar, y lo usaba solo cuando se sentía demasiado abrumado por sus compañeros de clase.

―Langa ―nombró Reki con la cara roja hasta las orejas. ―Podrías soltarme ―pidió, y solo hasta entonces Langa noto que aun sujetaba la mano de Reki con fuerza. ―Yo... no quiero incomodarte, lamento haber dicho eso y forzarte a pasar el almuer...

―¿Y por qué piensas que estoy siendo forzado? ―cuestionó Langa un poco molesto de la conclusión a la que llegó Reki.

―Pues porque siempre comes solo, y cuando te pedí pasar tiempo juntos, tu... ―a estas alturas la cabeza de Reki parecía olla exprés. Hasta vapor desprendía.

―Ah, eso... ―se apenó Langa. ―En realidad, iba a pedirte que comieras conmigo desde antes, pero no soy bueno hablando con la gente y tampoco tomando la iniciativa. Y cuando intentaba preguntar siempre había alguien que ya te lo había pedido ―ahora era el turno de Langa para enrojecer hasta la punta de los pies.

―Oh...

―Sí. Oh.

Ambos estaban ahí, frente al boquete que daba a la azotea sin mirarse, con sus respectivos almuerzos en sus manos, pero sin saber cómo continuar.

―Entonces... podemos comenzar a comer juntos, si estas bien con eso ―ofreció Reki sin mirar a Langa directamente.

Langa solo asintió a la propuesta porque los sonidos estaban más allá de sus posibilidades.

―Vamos fuera ―invitó Langa y se limitó a salir sintiendo la presencia de Reki seguirle.

Continuará... 

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