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Capítulo 36: La Caída Del Rey

Capítulo dedicado a: Akane_Akiko16, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Kageyama, una mañana al llegar a clases, se encontró con una pequeña nota en su escritorio, era una hoja de papel doblada a la mitad, que apenas el Beta miró, le fue imposible no ponerse alerta, ansioso, como si entrara en un repentino ataque de pánico al no saber qué era. Antes de tomarla, miró por todos lados a una velocidad impresionante, queriendo encontrar con eso una respuesta, pero sólo se encontró con varios alumnos ignorando su mirada, desviando la dirección de sus ojos cada vez que Tobio pasaba sus ojos por esa dirección.

Al no obtener respuesta o pista alguna, se atrevió a levantar la hoja, y con los nervios a flor de piel encerrándose en sus mejillas ligeramente pintadas de carmín y una mueca torcida en su rostro, lo terminó por abrir: «lo sentimos», era lo único que estaba escrito ahí.

Kageyama se alteró demasiado cuando recibió ese mensaje, y lo meditó durante todas las clases del primer período, con sus compañeros de aula tensos ante la respuesta que podrían recibir por parte de su Rey. Sí, esperaban que no respondiera violento ante su pequeña disculpa anónima por hablar mal de él frente a Hinata sobre sus sentimientos y su forma de actuar.

Cuando la campana sonó, la acidez que flotaba en el aula, volvió a reinar en ese descanso, después de que la maestra les indicara a todos que podían tomar su descanso, y unos minutos después, la alegre silueta de Shoyo se asomó en el umbral de la puerta.

—¡Kage-...! —Kento, desde su lugar trató de llamar al mayor, lo intentó desde varios días atrás desde que lo conoció. Tal y como las otras ocasiones, el azabache terminaba siendo callado por alguno de sus compañeros del aula: esa vez, una chica le tapó la boca. Nadie podía acercarse a su Rey.

—¡Kageyama! —saludó Hinata, esa vez no traía nada en las manos, por lo que sus dos brazos estaban levantados al aire, llamándolo. El susodicho apenas cruzó miradas con su pequeña figura esbelta, una sonrisa se escapó de su boca, toda mal hecha y trazada como un zigzag. En menos de un segundo, éste se ponía de pie, y de entre su mochila sacaba dos bentos—. No traje bento como me pediste —cantó con euforia el chico, dando una sonrisa radiante en su cara que sólo provocó que toda el aula fuera modificada; de nuevo, la imagen de un Rey aburrido, altanero, que miraba a las personas como a sus súbditos y a su pareja como su proveedor de alimentos y cocinero, desaparecía, sin dejar rastro, ante la imagen del chico entregando con timidez el bento al maravillado Shoyo que lo recibía entre sus manos.

«Lo sentimos», profesó la mayoría del aula, llorando mentalmente porque en algún momento creyeron que Kageyama estaba usando a Hinata. Era cierto que buscaron disculparse con Hinata de forma directa, lo hicieron a unos cuantos metros de distancia porque lo habían visto enojado y no era para nada bonito, sólo recibieron un asentimiento de su parte y un: «deberían de disculparse con Kageyama en lugar de pedirme disculpas a mí», y por eso le mandaron una carta.

—¿E-estás feliz? —dijo el chico de mayor estatura y ojos de color azul, dando un vistazo expectante al sonriente Omega que estaba parado frente a él. Shoyo amplió más su sonrisa que paseaba por su rostro y asintió, con un pequeño color rojizo empezando a llenarse en su cara.

—¡Sí, estoy muy feliz! —afirmó, dando un movimiento veloz con su cabeza en señal afirmativa. Tobio se cegó ante esa acción, y con la mirada de su aula como testigo, pudieron ver como explotaba más en rojo y sus brazos rozaban el pequeño cuerpo del Omega y lo apegaba contra su cuerpo. Hinata dio una pequeña carcajada ante las acciones de Tobio y terminó por pasar la única mano que no sostenía su bento, sobre la ancha espalda de su pareja.

Kageyama Tobio, el Rey del Aula, el hombre aterrador al que no podían evitar temer y respetar, un Alfa dominante que terminaba reduciéndose en un chico dócil y enamorado que permitía entrelazar sus manos con las de un Omega de color naranja que lo conducía a la azotea.

—¿Sabes? Natsu decidió que quería ir a un acuario, iré con ella el fin de semana... —Los cuerpos de ambos avanzando se perdieron con su voz y esa última afirmación, arrancando todo el ambiente acaramelado que crearon los dos.

Kento volvió a observar la acción, dando un bufido disconforme tras haber sido tomado desprevenido una vez más. El Omega no se pudo acercar al Alfa.

—¡Formen equipos de dos! ¡Se pasarán la pelota de voleibol para calentar! —inició la profesora encargada de los deportes durante la clase. Esa pequeña afirmación inofensiva bastó para que el cerebro de Kageyama empezara a gritar con demasiada fuerza, en busca de una señal de ayuda...

¡No tenía amigos en su salón! Siempre que tocaban actividades en pareja, terminaba completamente solo y le tocaba realizar las actividades con la profesora. Esa vez debía de cambiar el resultado.

Como si su propia vida dependiera de eso, se aferró a la suerte de que esa clase tocaría su deporte favorito, y trató de buscar un compañero o una compañera. Cuando sus ojos rasgados notaron la pequeña figura de una Omega, ésta se ruborizó y apartó la mirada, rechazando la oferta de trabajar con él sin decir palabra alguna. Tobio pensó que debía de intentarlo con alguien más.

Cuando sus ojos chocaron con otro chico Beta, éste dio un largo silbido en sus labios y apartó la vista, fingiendo no darse cuenta. Acto seguido, salió corriendo hacia el primer chico que encontró, queriendo hacer equipo con cualquiera menos con el Rey.

Kageyama sintió que el aire se escapaba de sus pulmones, ¡una vez más! Otra actividad en la que lo más seguro la tendría que realizar con ayuda de la profesora.

—¡Kageyama-kun! —La voz de Kento llamándolo lo congeló a sus espaldas y lo asustó, no acostumbrado a que la hablaran, menos en el horario escolar. Cuando giró sobre sus espaldas, pudo ver al sonriente chico transferido, moviendo su mano hacia arriba con una aire eufórico y en modo de invitación para que ambos pudieran trabajar juntos durante esa actividad—. Eres del equipo de voleibol, ¿no? ¡Será divertido! —La imprudencia de Kento dejó todo el aire animado del aula en una zanja donde todo dependía de las reacciones del Rey. El Rey que justo en ese instante miraba con sorpresa a Kento, como si no se creyera que alguien le pidiera que fueran pareja.

El salón entero no podía evitar pensar que Kento era un grandísimo idiota, que trataba de cavar su propia tumba y lo estaba logrando. Tal parecía que lo estaba logrando, cuando las facciones de Tobio se afilaron y terminó por aceptar el desafío, dando un asentimiento seguro en su rostro antes de evadirle la mirada.

Por fuera parecía un antipático serio, pero por dentro, Tobio no podía evitar gritar de la emoción, pensando en que le contaría a Hinata lo que le estaba pasando durante la práctica.

—Bien —respondió el Beta que olía a chocolate y que de igual forma últimamente olía demasiado a naranja tras ser marcado con el aroma de su pareja.

—¡Que alguien lance y el otro recibirá! —La instrucción fue mas precisa y el comienzo de la actividad inició. Kageyama en definitiva debía de aprovechar esa clase al máximo, ya que en la próxima tomarían otro deporte en definitiva.

—¡Aquí voy! —advirtió el azabache al de hebras negras que ya se había alejado un poco de él, preparándose para recibir.

—¡Bien, aquí esperaré! —llamó sonriente el chico Omega con olor a uva, enseñando sus dientes y poniendo sus manos de una forma no muy buena para la recepción, con posible error ya que sólo tenía sus propias manos entrelazadas entre sí. Tobio lo notó, pero no dijo nada.

Tobio tomó la decisión de que primero miraría cómo lo hacía y después hablarle. En su lugar, se decidió a lanzar la pelota sin un salto, porque por el reducido espacio, sería un problema que golpeara algo más, que rompiera un vidrio o que lastimara a un compañero. Por eso, con su cálculo perfecto y su meditación digna de alabanza, se preparó para sacar, lanzando el balón al aire y golpeando con su mano.

Simultáneamente a eso, el balón llegó a gran velocidad hacia donde estaba Kento, y ante un claro gesto de desespero de no saber que hacer con él, el chico terminó por tomar medidas extremas: el precioso deporte llamado fútbol, le otorgó la idea de retroceder hasta donde el balón perdía altura, entonces, cuando ya casi caía contra el suelo, Kento se carcajeó con orgullo y pateó el balón con potencia. ¿El resultado? Pasó rozando el rostro de Tobio antes de golpear en seco contra la pared, a una velocidad impresionante.

Kageyama se consternó, creyendo que lo que había hecho Kento era un crimen. Su gesto aterrado e irritado ante las acciones del chico nuevo, fueron demasiado expresivas, que lograron poner lo pelos de punta a sus compañeros que estaban atentos a sus acciones.

El ruido no fue muy fuerte, pero todos los compañeros quedaron congelados, atrapados en ese círculo vicioso donde posiblemente terminarían por perder, asustados: ¡Kento era un idiota! Nadie se atrevió a soltar palabra alguna, sólo Kento se pintó de un honesto color rojizo y levantó su puño al aire, emocionado. Kageyama tuvo un temblor en su ceja y frunció su ceño, frustrado.

«Rezo por ti, Kento», soltó sus plegarias al Cielo una chica Omega, juntando sus dos manos y dando una larga oración que quería que fuera atrapada por alguna deidad suprema.

—¿Qué demonios fue eso? —exclamó Kageyama, completamente agitado y mirando amenazante al Omega que se dedicaba a atrapar entre sus ojos negros la figura alta del Alfa de la clase. Pero aun así, ni siquiera dio indicios de querer expresar algo con palabras o de tener miedo a las reacciones de Kageyama, en su lugar, colocó sus dos brazos en su cintura y empezó a reír con un tono demasiado alto, orgulloso de sí mismo—. ¿Por qué hiciste eso? —insistió el azabache de ojos azules.

«¡Pobre Kento, se ha resignado a su muerte! Por eso ríe como desquiciado», completó mentalmente un chico de cabellos rubios y ojos cafés, tapándose su boca con dramatismo y soltando de sus manos el balón de voleibol por consiguiente, rebotando de lleno contra el piso y llenando de sonido el ambiente donde Kento se carcajeó abiertamente.

—La verdad, es que... —relató con orgullo el chico nuevo, colocando uno de sus dedos sobre su cachete y lo rascó con nerviosismo, apartando la vista y mirando a una de las esquinas del gimnasio antes de continuar. Como si nunca hubiera existido su ataque de risa—. ¡No sé jugar voleibol, pero sí fútbol! ¡Así que lo pateé! —razonó, mirando al chico de hebras lacias y le dedicó una sonrisa al mismo tiempo que levantaba su pulgar. Tobio tronó su lengua ante esa estúpida explicación que tenía sentido después de ver sus acciones tan repentinas y sus manos entrelazadas tratando de recibir el balón de forma pésima.

—¡Si no sabías recibir, me hubieras dicho! —comentó, mientras se acercaba a paso rápido y con grandes zancadas hasta él, que llenaron el enorme salón de un sonido que iba contra la naturaleza maligna de un Alfa malvado que sólo era bueno con su pareja. La canción que tocaban los pasos de Tobio eran de una sinfonía donde Kento llevaba pase directo a su ceremonia funeraria.

Y aun así, Kento ni se inmutó, con su enorme sonrisa plasmada en su cara, vio como el chico se colocaba a un lado de él, completamente recto y dando un breve vistazo al techo. Fue cuestión de tiempo antes de que el mayor pasara una de sus manos sobre su barbilla y acentuara más su rostro perdido. Sobró decir, que el aula se quedó sin palabras, viendo los resultados demasiado extraños que ahora se profesaban ante sus ojos y ellos tenían la dicha de ver (tal vez).

¿Por qué Kageyama se detenía? ¿Estaba pensando quizás en las diversas formas de tortura conocidas para hacer sufrir a Kento? ¿No lo va apalear a golpes para enseñarle su lugar?

De pronto, todo el aire tenso que se estrelló a su alrededor, salió de Tobio, al dar un extraño sonido con sus labios que quiso asemejar a un silbido mal hecho y sus dedos tornándose dieron en el blanco de lo que debía de hacer.

—Escucha, para recibir, ¡debes de hacer lo que yo hago! —ordenó Kageyama, inclinando su cuerpo, abriendo un poco sus piernas y colocando con sus manos la forma correcta en la que se debía de recibir el balón. Tobio suspiró, al sentir todas las miradas sobre él y se enfocó en mirar a Kento, viendo como el Omega le estaba prestando toda su atención—. ¡Tienes que hacer «floop»! ¡Luego «zaz», y cuando se acerque el balón haces «ghoosh»! —declaró, finalizando con él recibiendo una pelota imaginaria. Kento abrió sus ojos con potencia ante esa explicación tan detallada de la peor forma posible.

El salón no pudo evitar tensarse demasiado, no podía ser: ¿el Alfa, el Rey de la Cancha, buscaba ayudar a alguien? Peor aun, ¿con señas demasiado infantiles? ¡¿Eso era posible?!

El pequeño derrocamiento del Rey iniciaba con ese chico azabache...

—¡Ya veo! —exclamó con emoción Kento, logrando que un pequeño brillo llegara a los oídos de Tobio, creyendo que su explicación sirvió.

—¿E-en serio?

—Sí —afirmó el Omega de cabellos negros que era unos cuantos centímetro más bajo que él, antes de dar un asentimiento—. ¡No entiendo nada!

Kageyama se volvió amigo de Kento, y con un amigo a la vista del salón de clases, su imagen cambió eventualmente.

—¿Irán a un arcade? —preguntó Hinata con una gran sonrisa, mientras el amigo de su pareja ensanchaba más su sonrisa y asentía con rapidez. Tobio no podía ocultar su enorme sonrisa en su rostro, con sus facciones torcidas y dando un aspecto aterrador que sólo se concentraba en la calidez que estaba sintiendo en ese mismo momento.

Tobio apretó un poco más el agarre que mantenía con Shoyo, con sus dedos entrelazados entre sí. Kento se burló abiertamente de Tobio, haciendo un puchero de sus labios antes de hacer un pequeño sonido burlón.

—¡Yo invité a Kageyama a un arcade, y hoy por fin decidimos salir! —murmuró el otro azabache, ensanchando más su sonrisa cuando la mirada de Kageyama y Hinata se mostró con diminutas facciones curiosas. El Beta que olía a chocolate y naranjas, no pudo evitar dilatar sus pupilas y sentir un escalofrío recorriendo todo su cuerpo, al ver que esa mirada divertida y burlona que le profesaba Kento, en definitiva no daba un buen augurio—. Nos decidimos a que fuera después de las prácticas porque no se las quiso saltar, pero, ¿el Rey es demasiado caballeroso como para no permitir que su pareja se vaya solo a casa? —enfatizó más la cadena de acciones que estaban teniendo, logrando que el mencionado, como ya lo esperaba, cerrara sus ojos por unos breves segundos, al sentirse mareado y expuesto.

—¡Só-sólo lo acompañaré a la estación de autobús! —habló Tobio con una seguridad demasiado grande, abriendo los ojos de nuevo pero no bajando todo el color rojizo que estaba estampado en su cara. Fue testigo de cómo Kento no se aguantaba más y terminaba en una carcajada sonora que inundó el ambiente tranquilo de esa noche, y por el rabillo del ojo, para colmo, pude ver en el rostro del más bajo una curva inundando su boca demasiado grande, feliz por esas palabras. Tobio no pudo evitar sentir una sacudida en su pecho—. ¡Es peligroso que camine solo por la noche!

—¡Kageyama es muy atento! —rectificó Shoyo de repente, riendo entre esa afirmación y Kento no tardó en asentir.

—¡Sí, sí! ¡Todo un romántico!

Kageyama no aguantó más...

—¡Ya dejen de hablar de eso! —pidió Tobio, absolutamente rojo y con las ganas de terminar hundiéndose en una larga zanja donde con claridad, fue enterrado vivo por los Omegas hiperactivos. Estaba rodeado de dos inquietos, ¿eso era bueno o malo?

El resto del camino para llegar a la estación de autobús que tomaba Shoyo, fue relativamente normal (si es que acaso se le podía llamar «normal» a que Hinata vez en cuando gritaba y Kento le seguía los gritos en temas triviales, teniendo a Kageyama en medio de ellos, literalmente). Llegaron a la pequeña estación que tenía una larga hilera de bancas para que la gente pudiera sentarse, y las lamparas de la estación iluminando la conversación ruidosa que siguió detrás de ellos, donde Tobio de vez en cuando intervenía porque Shoyo le dirigía la palabra o Kento le hacía preguntas estúpidas. Tras quince minutos de espera, el sonido del autobús llegó a la respectiva estación, las puertas se abrieron y cuatro hombres adultos bajaron de ahí, y sólo otra chica del Karasuno subió en esa parada. Hinata debía de subir también.

—¡Nos vemos! —Se despidió Kento de Hinata, alzando su mano al aire con un tono amigable. El menor correspondió el gesto, junto con un asentimiento y su radiante sonrisa.

Tras eso, Kento tomó sus distancias, al entender que esos momentos eran cuando las parejas se ponían un poco empalagosas. Caminó unos cuantos pasos, llegando hasta el final de la estación, y al ya estar lo suficientemente lejos como para que no se vea como un tercero, sacó su celular y al buscar entre el chat, trató de iniciar una charla en línea con su Alfa asignado que se encontraba en otra prefectura.

Por su parte, Hinata se mantuvo en frente de Tobio, y el mayor aprovechó para colocar sus dos manos sobre sus hombros. Sabían que debían de despedirse rápido o el autobús se iría.

—Ve con cuidado a casa... —susurró el de cabellos negros al chico, dejando que las mariposas voleibolistas que tenía en su estómago volvieran a jugar dentro de su cuerpo. Hinata asintió ante esa petición, sonriendo con suavidad y estirando una de sus delgadas manos hasta quedar sobre los cabellos de Tobio, como siempre, les dio una caricia certera mientras esa sonrisa brillante alumbraba toda la estación. Tobio se sintió feliz, llenado de una hermosa sensación donde su rostro se llenaba de una larga mueca que buscaba asomarse en forma de una sonrisa.

La diferencia de las anteriores, era que esa curvatura tan fácil de expresar pero que con claridad no era un don de Kageyama fue mucho más marcada, mejor delineada, como si esa pequeña expresión se volviera parte de su rutina. Hinata no pudo pasar por alto esa acción, creyendo que una inexplicable felicidad lo embriagaba y lo envolvía entre el color azul brillante.

—Tú también, ten cuidado al regresar, Kageyama —aclaró Shoyo, dando un certero carraspeo en su boca y se puso de puntitas lo más que pudo para darle un pequeño beso en los labios.

Tobio ni siquiera pudo reaccionar ni tampoco tuvo tiempo de corresponder, sólo sintiendo como la parte que había sido besada por Shoyo se llenaba de un cosquilleo inexplicable y todo el color rojizo llegaba a su cara. Se quedó completamente estático en su lugar, sintiendo como el color rojizo se adueñaba de sus orejas, frente e incluso parte de su nuca. Un tomate andante estaba hecho, mientras su pareja se alejaba de él y corría lo más rápido que podía para poder llegar al autobús.

Ante la vista de Kageyama y viendo como el de cabellos alborotados apenas subía un escalón, pudo ver como claramente éste volteaba un poco su cuerpo para verlo, para seguir con otra sonrisa que enseñaba su dientes y una de sus manos se movía en modo de despedida.

—¡Ve a divertirte! —apoyó en un grito el Omega, antes de terminar por subir por completo al transporte y las puertas se cerraban tras él.

Al mismo tiempo en que él buscaba un lugar vacío y con el autobús en movimiento, pudo ver la alta figura atractiva de Kageyama acercándose a su amigo. Kento movió sus labios y luego se carcajeó tras decirle algo que Shoyo no alcanzó a comprender. Hinata extendió más su sonrisa al ver esas acciones.

Kageyama hizo un amigo.

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