Capítulo 34: Marca Permanente
Capítulo dedicado a: tobiogaymer, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
El baño no era el mejor sitio para dejar una marca permanente. Pero para Kita eso era lo de menos, era el lugar más privado que podían encontrar en el hotel, por lo que no tenía el derecho a quejarse. Todo se realizaba en medio de la noche, bajo el manto envolvente alrededor de ambos cuerpos, en el baño público que tomaban las personas que iban a la red de restaurantes y no se quedaban a dormir ahí. En uno de los cubículos, bajo la respiración agitada del Alfa que era un año menor que él, era encerrado en medio de sus garras. El agarre posesivo de Atsumu al tomar entre sus brazos el cuerpo de Kita, la piel descubierta en el sitio exacto donde se veía una anterior marca hecha por el mismo Atsumu y el constante movimiento de la lengua del Alfa por la piel de Beta en esa parte, lamiendo la mordida, como si quisiera reconocerla en medio de sus sentidos nublados, y al verificar que si era suya, pudo sentirse lo suficientemente satisfecho como para prepararse y concentrarse en reforzar la marca.
Miya volvió a acercar su nariz a la parte marcada, olió demasiado cerca, aspirando y poniendo los pelos de punta a Shinsuke sólo con ese simple tacto. El agarre que mantenía el de tercer año en la espalda de Atsumu se hizo más violento, aferrándose a la playera para dormir de éste y teniendo que mirar hacia arriba, apretando sus dientes porque los besos que le estaba dejando en esa parte para dar un fuerte impulso que potenciara la marca y el pesado aroma a mandarinas, lo mareó. A Kita le daba un poco de pena admitir que eso lo descolocaba de su actitud meramente tranquila.
Nuevamente, el de hebras rubias se alejó del menor, sin soltar el agarre que los mantenía unidos pero sí esperando a que los dos se vieran, cara a cara. Atsumu ahí se percató de la pequeña agitación muy difícil de ocultar en el imperturbable capitán. El pequeño rubor atestado en sus pálidas mejillas y sus ojos oscuros temblando en el aire.
Atsumu sólo había visto dos veces a Kita ponerse de esa forma. La primera fue la primera mordida y la segunda era en esa ocasión.
Sus labios temblaron ante esa realidad, y sus ojos observaban el rostro que mostraba demasiadas emociones entre su respiración pausada y la pequeña excitación naciente. Otra vez, al volverlo a ver, Miya sintió que su corazón latía con demasiada fuerza y sus labios temblaban por el pánico infundado dentro de su pecho; también estaba su resolución inconclusa donde la información de Kita ante sus posibles sentimientos en una caminata hacia el gimnasio, lo seguían carcomiendo.
Sí, Kita tenía razón. Estaba enamorado de Kita.
—Kita-san, con respecto a lo que dijiste la otra vez... —Sus palabras no se rompieron a mitad del camino, pero tampoco florecieron de la manera correcta, ante el temblor que atravesaba todo su cuerpo porque el mayor lo miraba, sin titubear. Atsumu debía de dar largos respiros antes de continuar—. Es cierto que tal vez estoy enamorado de ti, y para ser sincero, me sentí aliviado cuando Tobio-kun mordió a Shoyo-kun —aseguró, dando un asentimiento al tratar de ordenar sus propios sentimientos y sólo frunciendo más su ceño cuando un cosquilleo llegó para golpear la poca paz que obtenía—. ¡Si-sin embargo-...! —contó, quedándose mudo cuando sus orbes cafés atraparon el rostro de Shinsuke, quien mostraba una pequeña muestra de curiosidad ante sus acciones.
Shinsuke no parecía del todo enamorado cuando le expresaba sus sentimientos, y eso hacía dudar más a Atsumu. A pesar de todo, la forma de actuar de ambos nunca fue de una pareja, su relación consistía en un trato donde permanecerían juntos hasta que su pareja destinada apareciera (entrando en las posibilidades de que ésta nunca lo hiciera). Por esa razón nunca se habían besado, ni tampoco un acercamiento mayor como hacer cosas pervertidas o abrazos que duraban más de unos segundos; y a pesar de ese trato egoísta, Miya dudó de querer estar en serio con su destinado. Aun así, Kita ni siquiera le recriminó ni lo hizo cumplir el trato.
Atsumu sintió que sus labios volvieron a temblar, y ese pánico estampando su cara lo delataba.
—¿Qué pasa? —La voz de Kita resonó en su interior, y Atsumu tuvo que verse obligado a hablar.
Miró el inexpresivo gesto del mayor y dio un respiro largo, certero. Algo agitado.
—Aun así, no quiero obligarte a que me quieras tú también —soltó por fin lo que había pensado, con su cara absolutamente roja y toda la vergüenza siendo una creciente bomba de color rojizo que lograría que explotara en su cara. Kita guardó absoluto silencio ante esa revelación, ni siquiera reaccionando cuando los brazos de Atsumu se alejaron de su cuerpo sólo para colocar sus dos manos sobre sus hombros—. Te morderé y seremos pareja, pero nunca te tocaré ni te obligaré a que nos besemos, también buscaré un permiso especial para que se nos permita no tener hijos, ¡creo que podemos ser buenos amigos! —pronunció todo a la brevedad posible, cerrando sus ojos cuando las palabras se escaparon de su boca y el sudor empezó a rodar por su cara, nervioso por la posible contestación que pudiera recibir de su Beta.
La contestación nunca llegó, y en su lugar, el silencio reinó de una forma tan simétrica, que Miya se vio desesperado, teniendo que forzarse a abrir uno de sus ojos para ver la situación actual.
Al abrirlo, pudo ver en medio de la oscuridad del cubículo al chico que era sostenido por los hombros, completamente mudo y con la mirada desviada hacia un punto que no fuera el rostro de Atsumu, el rubor en sus mejillas había aumentado, y el mayor creyó que el joven tenía una expresión descolocada, retraída, avergonzada.
—¿Kita-san? —cuestionó el de segundo año, al ver actuar al chico de esa forma. Pronto, los dos eran dos tomates andantes que se fundían en la oscuridad por el silencio que los engullía. Atsumu Miya ya no sabía qué clase de idea podía sacar de su mente y temer estar en un error: ¿ahora cómo podía interpretar esas acciones?
Kita volvió la vista un poco más tarde, unos segundos después de haber sido llamado por el Alfa. Cuando giró por completo su cabeza, el agarre en sus hombros se hizo un poco más fuerte y Atsumu se acercó lo suficiente como para que sus narices rozaran. El corazón de Kita latió más fuerte.
—Kita-san, ¿cómo puedo interpretar su silencio y sus acciones? —preguntó su acompañante al susodicho, al ver que a pesar de la cercanía y sus respiraciones mezcladas, Kita no hacia el esfuerzo de alejarlo.
El aroma se hizo todavía más fuerte y sus narices rozaron, Atsumu retrocedió un poco ante la sensación de sus pieles al juntarse, y Kita siguió guardando silencio, sólo levantando un poco su rostro, cerrando sus ojos y permitiendo que Atsumu siguiera con lo que planeaba hacer.
Un beso, sutil, pequeño y realmente no duró mucho. El toque en la comisura fue pronunciado y breve, separándose al instante y sólo logrando que Atsumu se sintiera más avergonzado de lo que ya estaba, teniendo que direccionar su mirada al techo, tratando de calmar a su desbocado corazón.
Kita se aferró más a él, apretando más el abrazo.
—Cuando me marques... puedes tratarme como tu pareja —dijo Kita de nuevo, cuando Miya ya estaba a punto de darse un largo viaje al espacio sideral para reclamarse por sus impulsos y su poco control.
La decisión de ambos de querer quedarse con su antigua pareja, fue respetada por el director encargado y los dos funcionarios del gobierno. Antes de que ambos pudieran separarse, se encargaron de realizarle un estudio a Hinata y a Miya de manera individual para ver si no había alguna anormalidad o algo que les impidiera una despedida. Para su suerte, como ya era algo habitual, la vacuna especial que combatía al destino seguía funcionando correctamente en su cuerpo (nunca había ocurrido un desastre tras el rechazo de la verdadera pareja destinada gracias a esa vacuna, pero nunca estaba de más realizar un chequeo).
Con eso, y el correr de los días entre clases, prácticas y uno que otro rato libre donde el Karasuno se divertía, llegó la hora de la partida. Durante la práctica, fue normal que en el Karasuno el punto de enfoque de los buscadores de talento fuera Kageyama, Tsukishima y Nishinoya, por lo que fue casi una felicidad cuando los organizadores les dieron una larga sugerencia para que siguieran mejorando a cada uno y pudieran llegar a ser mejores jugadores.
—¡Nos vemos, Shoyo-kun! —gritó Atsumu con una enorme sonrisa en su cara, al ver al chico formado listo para tomar el autobús. El mencionado levantó la vista, viendo al chico que caminaba junto a todo su equipo en una fila recta para poder llegar a su autobús, justo después de que el de fútbol partiera.
Shoyo miró su silueta, con su enorme sonrisa y su mano agitándose en modo de una despedida temporal, sólo logrando que Osamu, quien estaba detrás de él, chocara con él por lo lento que estaba avanzando Tsumu. Fue cuestión de tiempo para que el mencionado soltara una pequeña sonrisa de sus labios y levantara su mano al aire, despidiéndose.
—¡Nos vemos, Miya-san! —Tras la despedida amable de Hinata, Atsumu pasó su mirar a la persona que se encontraba detrás de ese Omega que olía a naranjas: Kageyama Tobio, quien lo miraba sin decir palabra alguna, con las manos en su pantalón deportivo de descanso. Tobio se quedó paralizado, al ver al chico que un día actuó un poco grosero con él, no sabiendo si debía de apartar la vista o continuar mirándolo. Se sintió inquieto ante los potentes ojos caídos de color café que ese colocador del equipo contrario le mostraba, le era imposible no empezar a sudar, y al percatarse de sus propias acciones, el pánico ya lo estaba inundado: ¿por qué lo miraba? ¿Le iba a reclamar? ¿Le iba a volver a enseñar el dedo de en medio?
—¡Hasta luego, Tobio-kun! —Se despidió, moviendo su mano a una velocidad impresionante y siendo interrumpido en su despedida con alguien con el que casi no habló, cuando Osamu lo hizo avanzar más rápido al colocar sus dos manos en sus hombros desde atrás y lo hacía avanzar más rápido.
Kageyama se quedó congelado por ese extraño actuar del rubio teñido, sólo levantando torpemente una de sus manos. No entendía a Atsumu Miya.
—Bien, el autobús ha sido revisado, pueden subir —habló el entrenador Ukai, junto con el ruido de las puertas del autobús al abrirse. Eso logró regresar la mirada al frente a Kageyama, al ver a la silueta de uno de los adultos encargados de ambos bajando por las escaleras para que los alumnos pudieran empezar a subir. Las primeras fueron Yachi y Kiyoko, y después fueron Tanaka, Noya y Asahi.
—¡El campamento fue divertido! —Hizo saber Hinata a Yamaguchi. El chico que iba formado delante de él terminó por asentir, con una pequeña sonrisa en sus labios y alternando su mirada hacia el frente para no tropezar mientras avanzaban.
—Sí, pude perfeccionar mi saque flotante —aseguró el chico, moviendo un poco su pequeño cabello que sobresalía, similar a una antena, cuando movió su cabeza de arriba a abajo para demostrar su seguridad ante una de sus armas de ataque.
—Yamaguchi, ¿te sentarás conmigo? —La voz de Tsukishima a punto de subir el autobús lo hicieron girar su cabeza para verlo a una velocidad impresionante que incluso el mismo rubio tuvo un pequeño cambio en sus facciones al arquear sus cejas hacia abajo. Los ojos de Yamaguchi brillaban de emoción.
—¡Sí quiero, Tsukki!
—Recuerden estar atentos a sus teléfonos por si son contactados o llamados por la organización —recordó el profesor Takeda desde el interior del autobús, sacando un enorme «sí» de la boca de todos los integrantes del club.
Hinata al subir al autobús y llegar al pequeño pasillo, rápidamente buscó lugares vacíos. Había varios pero terminó por optar por el penúltimo: dos asientos libres. Frente a esos dos asientos vacíos estaban Sugawara y Daichi teniendo una plática silenciosa, y detrás de éstos Tanaka y Yuu, Tanaka miraba su teléfono, empezando a jugar Candy Crush, y Noya se quedó dormido apenas se pudo sentar.
Una extraña sensación de déjà vu lo inundó al recordar una antigua situación familiar, y detrás de él, venía Kageyama, deteniéndose a unos cuantos pasos de distancia. Shoyo terminó por tragar grueso ante ese escalofrío en su cuerpo, y se sentó en los asientos que ya había escogido mentalmente, a él le tocó junto a la ventana.
Kageyama se detuvo antes de sentarse a su lado, quedándose quieto en el pequeño pasillo, mirando directo al menor. Shoyo correspondió la mirada y una sonrisa inundó su cara, antes de arquear sus cejas hacia abajo, empezando a palpar con fuerza en el asiento vacío para que se sentara a su lado.
—¡Vamos, Kageyama, vamos! —llamó con su ruidoso tono de voz impaciente que sólo permitió que el mencionado frunciera su ceño y sus dientes dieran un chirrido de irritación.
Pero no huyó, se terminó sentando a su lado.
Después de que el autobús del equipo de voleibol del Nohebi saliera del estacionamiento, y el de Karasuno de fútbol, fue que el de voleibol por fin pudo abandonar las instalaciones de la preparatoria Nekoma y el rumbo de camino a casa se hacía pronunciado por las calles desconocidas de Tokyo. El poco bullicio que chocaba adentro del enorme vehículo porque la mayoría de los integrantes ya se habían quedado dormido, despareció; los pocos que seguían despiertos mantenían su tono de voz demasiado bajo. El autobús pudo llegar a la carretera que marcaba el trayecto hacia Miyagi sin ningún problema.
Hinata mostró con orgullo los llaveros del Sol y la Luna que le había comprado a su hermana menor y su amiga a Tobio con una gran sonrisa, quien sólo pudo asentir al no entender mucho ese tipo de apegos que tenían los amigos de querer compartir ciertas cosas.
—Le mandaré una foto, sé que le gustará —aseguró el más bajo, dando una sonrisa divertida mientras se enfocaba en mostrar con una mano los dos llaveros y con el otro sacaba su teléfono.
El flash de la cámara se disparó y Tobio vio como Hinata volvía a guardar en la mochila que traía en sus piernas los llaveros y mandaba la foto al correo de su madre junto con un mensaje. Tobio aprovechó para observar como de uno de los cierres de la misma colgaba el llavero del pequeño Vabo-chan. Apartó la mirada y miró ahora su mochila que cargaba en sus piernas, topándose con el llavero del mismo diseño que usaba Hinata. Sin querer, un rubor pobló sus mejillas, y ante la mirada de Hinata que apenas le volvía a prestar atención a Kageyama tras haber mandos el mensaje, pudo ver como otra sonrisa torcida delineaba sus facciones.
Hinata se quedó mudo al principio: esa torpe línea inexperta dibujando y dando color a su serio perfil atractivo. Sus pupilas temblaron ante el gesto perdido de Kageyama donde enfocaba su mirar en su llavero de Vabo-chan.
Shoyo tuvo que apartar un poco su observación, mirando hacia algún otro punto del autobús, tratando de calmar el latido de su corazón y su leve aroma a naranja empezando a soltarse con levedad en el pequeño espacio que ambos compartían. Su cara se sentía caliente y el latir de su corazón se sintió como una asfixia muy satisfactoria (¿eso existía?)
—Kageyama —pronunció su apellido con levedad el más bajo, logrando sacar de su punto de enfoque al mencionado, dando un vistazo directo para encontrarse con el rostro ruborizado de Hinata que lo miraba. Cuando los dos cruzaron miradas, el menor enrojeció con más fuerza pero no apartó su mirar, sólo acercándose un poco más a Kageyama. Kageyama abrió sus ojos con un poco de sorpresa plasmada en su cara y se sintió perdido al no entender qué era lo que quería Hinata.
—¿Q-qué?
—Quiero dormir, ¿m-me puedes abrazar? —mintió, sólo usando esa vaga excusa para que Kageyama lo abrazara.
Cómo se lo esperó Shoyo, el color tenue azotando los cachetes del armador se hizo más potente y sus delgados labios se abrieron un poco ante la pregunta de Hinata. No pudo decir una palabra certera, sólo pudo dar un asentimiento tímido entre su nueva forma de tratar a Hinata, y cuando el Omega dibujó una sonrisa en sus labios por la respuesta, su tembloroso brazo se extendió hasta pasar por los hombros de Shoyo. Un medio abrazo, por la posición en la que ambos estaban, pero al número 10 no pareció molestarle, pegándose todavía más al cuerpo de Kageyama antes de recargarse, escondiendo su rostro demasiado cerca del cuello de Tobio y pasando una de sus manos por el abdomen del mayor para reforzar el agarre que mantenían.
Kageyama se tensó al inicio ante tanta cercanía, aflojando un poco el agarre de su medio abrazo y recobrando su seguridad después de un rato.
Pronto, la mentira de Hinata se volvió una realidad, cayendo dormido en los brazos de Tobio ante la comodidad que obtuvo con su cercanía y Kageyama terminó siendo arrullado por el apacible aroma de su Omega.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro