Capítulo 33: Gruñidos De Alfa, Beta Tranquilo
Capítulo dedicado a: Nuchi_A, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Cuando el amanecer llegó al día siguiente, y Nishinoya fue el primero en despertarse con una enorme sonrisa, y ante sus vagos intentos de querer despertar a Tanaka y a Sugawara (fallando en el intento), su única forma de poder hacerse escuchar fue caminar hasta donde se encontraba la enorme cortina que daba hacia el único balcón de su habitación, y la abrió de par en par, dejando pasar la luz a la oscura habitación y permitiendo que los jóvenes desafortunados más cercanos a la ventana, gritaran con desgarro y pereza. Tsukishima fue uno de los desafortunados, teniendo un enorme ceño fruncido por la frustración inminente de ese maldito hábito que tomó Nishinoya de despertarlos sin considerar el pánico.
—¡Hora de despertarse! —gritó Noya, y volviendo a dar la impresión a todos de que no era necesario poner despertadores para poder llegar a tiempo a la escuela. Yuu ya tenía esa función incluida.
Kei giró su cabeza hacia el lado que no le pegaba directamente la luz por la ventana del balcón, topándose en primera plana con su pareja en su propio futón durmiendo plácidamente abrazado a su almohada y escurriendo un pequeño hilo de saliva de su boca.
Corrección: todos se despertaban con el despertador humano Nishinoya Yuu; todos, excepto Yamaguchi. Tsukishima arrugó un poco su nariz, enderezando su cuerpo y tentando a un lado de su futón para atrapar sus gafas de color negro, se las terminó colocando, dando un bostezo largo e ignorando la única etapa del día donde Sugawara actuaba como un inmaduro, llorando y aferrándose a su futón mientras el líbero de Karasuno tomaba uno de sus pies y jalaba de él para que se pusiera de pie.
Kei se quitó sus cobijas, y entre bostezos largos, se preparó para tomar su uniforme que estaba bien acomodado dentro de su mochila, y al tenerlo entre sus manos, tomó la decisión de irse a cambiar directamente al baño. Él siempre hacía eso, sabía que todos los ahí presentes eran hombres, pero francamente no le gustaba enseñar su cuerpo desnudo a alguien y apenas lo hacía por obligación durante las horas de baño en conjunto diarias. Al ya tener todo preparado, y con sus cabellos rubios un poco más desaliñados, llegó a parar frente al pequeño futón donde dormía su Omega. El chico seguía durmiendo, se aferraba más contra el cojín y murmuraba cosas sin sentido alguno y una que otra vez, el apodo de Tsukishima.
El rubio con lentes se agachó a su altura, y al estar en esa posición, pudo tomarse la libertad de fruncir su ceño y estirar su brazo hasta tocar el hombro de Yamaguchi. Lo sacudió y con un toque más tranquilo y menos ácido de lo normal, trató de despertarlo.
—Yamaguchi, despierta —llamó, logrando que el mencionado soltara un quejido que se mezcló con un ronquido y terminara por abrir uno de sus ojos, completamente perdido. Lo primero que encontró, fue el gesto serio de Tsukishima, y él no pudo hacer más que parpadear, tratando de acoplar su mirada contra la enorme habitación acumulada de luz y las carcajadas de Yuu, los lloriqueos de Suga por no querer despertarse y a Daichi tomando las riendas de la situación para que dejaran de molestar a Koushi—. Iré a cambiarme al baño —advirtió, enseñando como en una de sus manos, tenía colgando toda la ropa que usaría a continuación.
Tadashi ante esa afirmación enderezó su cuerpo, aun adormilado pasó la manga de su playera calientita que la noche anterior usó para dormir sobre la parte que estaba llena de baba, y sus evidentes cabellos alborotados producto de apenas despertarse le dieron una imagen extrañamente tierna al rubio más alto, teniendo que apartar un poco la vista.
—Tsukki, iré contigo —contó sus planes el chico, levantando sus dos brazos al aire antes de dar un último bostezo que despediría a su somnolencia.
—Ustedes dos, ¿estaban dormidos abrazados? —La carcajada de Tanaka a medio camino fue como un sensor que se activó dentro de alguna parte de Tsukishima, y ante la extraña pasividad que mostró esa mañana, se destruyó cuando sus ojos con un toque amarillento cayeron sobre la pequeña pareja de Beta y Omega. Hinata a duras penas enderezaba un poco su cuerpo, después de haberse alejado del cariñoso abrazo protector de Kageyama en el que durmió toda la noche y ambos llegaban a esa pequeña parte del día donde debían dar explicaciones.
El chisme llamaba a Kei. Era su naturaleza.
Tobio seguía adormilado, tenía un ojo abierto y el otro apenas y podía abrirse. Hinata, muy al contrario, ya acostumbrado a ser despertado de golpe por su hermana menor, sentado sobre el pequeño futón que había ocupado para dormir con Tobio apenas regresaron del exterior tras pasar al baño, sus mejillas ardían de un intenso color carmesí y una sonrisa tonta inundaba sus labios, y por supuesto, no ayudaba que jugara con dos de sus dedos al chocar entre ellos.
—Es que ayer nos mostramos lo mucho que nos queremos —soltó de sus labios con simpleza Hinata, apartando la vista y sacando de su boca esa sonrisa todavía más grande, como si fuera la persona más feliz del mundo.
Tsukishima no pudo evitar mantener su gesto serio, pero dentro de su mente se estaba riendo, al ver la cara de Tanaka al recibir esa respuesta de un enamorado idiota que le contaba a su amigo su evidente felicidad, pero de una forma en la que podía interpretarse de forma errónea. Ver a Sawamura endurecer sus facciones y a Sugawara riendo mientras se abrazaba a su almohada, todavía recostado, lo hacía más chistoso.
—Si lo dices de esa forma, se puede malinterpretar —soltó de su boca Tanaka, logrando que Shoyo dilatara sus pupilas y el evidente rubor en su cara se multiplicara, y Kageyama tuviera un escalofrío grande al sentir que Daichi estaba sobre él.
—Kageyama, Hinata... —pronunció sus dos nombres el Capitán, y los dos mencionados tuvieron un pequeño sobresalto, girando su cabeza hacia la dirección del serio moreno de cortos cabellos negros.
—¡N-no llegamos tan lejos! —Se excusó Tobio entre el pánico que se acumuló en su cuerpo en modo de un escalofrío. Hinata movió su cabeza con rapidez y Daichi sólo aguzó más sus oídos.
—¿Eso qué significa?
—Ni siquiera saben lo que están diciendo —murmuró Tsukishima, con una sonrisa burlona que claramente mostraba que disfrutaba lo que veía.
Todo el Inarizaki se quedaba completamente congelado, cuando Kita mientras daba las sugerencias al equipo después de haber jugado el primer partido del día contra Karasuno, tenía a Atsumu prácticamente invadiendo su espacio personal. Ninguno de los jugadores se atrevió a decir algo, al ver como Atsumu parecía desesperado, esparciendo su aroma alrededor de todo su cuerpo.
Osamu y Suna sabían que era algo normal eso, ya que Atsumu había empezado a actuar raro desde la noche anterior, cuando grito e informó con dramatismo haber sentido una opresión en el pecho, y su última unión que lo encadenaba a Shoyo, terminaba por romperse al ser rechazado. Los Alfas y Omegas que eran rechazados dos veces por su pareja original y todavía no habían marcado a su pareja o sido marcados por la misma, tendían a actuar extrañamente acaramelados y posesivos con la pareja que se les había asignado de manera artificial, como un instinto primitivo producto del miedo de que también se lo terminaran arrebatando.
Se veía a Kita sostener su pequeño tablero con algunas sugerencias escritas que daba el equipo para mejorar sus movimientos, y detrás de él, estaba completamente quieto Atsumu, rodeando con sus dos brazos la cintura de Kita y recargando su mentón sobre la cabeza del que era mucho más bajo a él en cuanto a estatura.
—Necesitamos mejorar y perfeccionar más estos defectos y sé que podremos abrirnos caminos contra el Nohebi —asimiló, mirando hacia el lado paralelo del gimnasio donde se encontraba de pie le Nohebi, haciendo calentamiento, listo para entrar en juego. En su campo de visión, sólo estaba la imagen de los dos capitanes del Nekoma y el Nohebi peleándose para ver quién hacía sentadillas mejor ejecutadas y a una velocidad considerable. Muy raros a vista de Kita, ya que recordó haberlos visto muy cariñosos cuando no había mucha gente. El agarre entre los brazos se hizo más pronunciado y Atsumu soltó una pequeña sonrisa, orgulloso del fácil liderazgo que tenía Shinsuke.
Todo el equipo estaba de acuerdo en que Shinsuke tenía bien marcadas sus responsabilidades, que no se daban indicios de incomodidad o hartazgo al tener a Atsumu sobre él, y aun así, se dedicaba a ignorarlo y a seguir hablando como si nada. Todavía quedaba un día y una cuantas horas antes de que la ceremonia de marca se desarrollara por el gobierno. Atsumu tendría que estar de empalagoso y Kita lo soportaría como lo estaba haciendo.
Aran y Osamu de verdad no entendían cómo Kita lo había aguantado, desde la mañana, cuando éste despertó, Atsumu literalmente amaneció abrazándolo. Al llegar al instituto le costó mucho trabajo a Osamu, Suna y Aran separar al gemelo rubio de su capitán para que cada quien pudiera tomar sus clases. Ni hablar durante el receso, donde Atsumu salió como una bala del aula para correr hasta donde estaba Kita.
Hoy, en ese día, descubrieron que respetaban a Shinsuke más de lo que antes lo hacían.
—Eso es todo. —La orden final de Kita tras dar un pequeño discurso que le correspondía como Capitán, fue suficiente para que se abriera el pequeño período de descanso donde el pequeño grupo se deshacía, y se sentaba en las orillas del gimnasio para descansar mientras tomaban agua, otros salían a tomar aire fresco y unos más eran llamados por los buscadores de talentos que los nutrían con algunos consejos. Kita y Suna habían sido llamados una sola vez, Aran dos y los gemelos Miya eran tratados como un dúo porque sus mayores errores era cuando se distraían o entraban en ligero conflicto durante el partido.
Esa vez, de nuevo, un entrenador llamó a Aran y al parecer, Hinata también fue llamado ante un ataque de nerviosismo que lo invadió por un comentario que oyó de uno de los entrenadores donde resaltaban sus defectos y virtudes casi a la par, durante un partido.
Cuando Aran se alejó, Osamu por fin pudo mirar a Atsumu, quien apretaba más contra su cuerpo a Kita y ahora recargaba su mejilla en la parte donde antes estaba su mentón. Se notaba satisfecho, era mucho más silencioso y esa sonrisa en su cara era hasta divertida de ver, Osamu creía que ese Atsumu no estaba tan mal, y Kita simplemente lo dejaba ser. Pero, a pesar de lo positivo que podía sacar Osamu de su hermano gemelo, no dejaba de creer que ¡daba pena! Hasta era extraño verlo actuar tan empalagoso cerca de su Beta, cuando durante todo el rato que estuvieron separados en la hora de clases se comportaba como siempre, rodeado de gente, participando en clase e incluso tuvo una competición con él sobre quien podía terminar de escribir una nota en inglés más rápido... pero ahora, ahora, sólo era Atsumu, pero no siendo Atsumu.
—¿No te abruma, Kita-san? —continuó con una plática creada a partir de la situación Osamu, llamando rápidamente la mirada de Atsumu sobre él, no muy feliz por esa pregunta tan mentirosa y el serio e inexpresivo gesto de Kita.
—Es cierto, todo el olor a mandarinas está sobre tu cuerpo, Kita-san —aseguró Suna, ya que aunque antes eso no era muy raro, realmente con ese día, el aroma impecable y apenas visible de vainilla que tenía Kita se despareció por completo.
—Sé que no es su culpa que realmente él esté así —aseguró Kita, sin dar ni una vuelta al asunto—. Además, no es violento ni tampoco me ha hecho nada que no quiera —afirmó, haciendo unas pequeñas señas con sus manos para que lo soltara. Miya casi al instante lo hizo, sólo que realmente no hubo mucho espacio de diferencia.
Sí, Atsumu se estaba portando como un sumiso, un dócil frente a Kita, pero con Osamu u otras personas no era muy diferente a como era habitualmente. Sin embargo, muy a lo ventajoso que eso podía parecer, y ante su forma de actuar, terminaba siendo opacada cuando algo se refería a Kageyama Tobio. Con Kageyama Tobio, Atsumu actuaba hostil, porque él fue la persona quien le arrebató a su Omega, y sus instintos le alertaban que él también podía quitarle a su Beta. Aunque antes de esa extraña ceguera, las pocas veces que se hablaron Tsumu y Tobio se trataron con un extraño respeto, ahora Atsumu no podía ver que Kageyama pasara incluso a unos metros de distancia cerca de Shinsuke, sin siquiera cruzar palabras con él, porque en definitiva se le escapaba su primitivo lado animal y empezaba a gruñir.
La primera vez que eso ocurrió, fue cuando se encontraron esa tarde en el gimnasio. El rubio teñido tuvo que ser pateado por Osamu para que dejara de portarse como un salvaje. Suna tenía la evidencia guardada en algún lado de su galería y con un poco de su espacio en la memoria de su teléfono: nunca olvidaría como Tobio se mostró desorientado ante la actitud repentina de Atsumu por estar a un metro de distancia de Shinsuke, y la magnífica patada bien dada en la espalda. Gracias, Kita, Kageyama, Atsumu, Osamu, qué espectáculo tan magnífico.
También con que sólo cruzaran miradas por unos breves segundos, Atsumu se volvía pasivo-agresivo y le terminaba enseñando el dedo de en medio cuando Kita no miraba, y cuando el número uno volteaba para ver que era lo que hacía, esa seña desaparecía por arte de magia al pasar su mano atrás de su espalda y su sonrisa radiante destilaba felicidad fingida.
Sí, Shinsuke no dejaría que eso siguiera así, a pesar de que nunca recibió una contestación certera de parte de Atsumu cuando le expresó lo que le parecía su forma de actuar.
—¡Las tiendas de 24 horas de Tokyo son diferentes a las de Miyagi! —comentó Shoyo con la ilusión bien plasmada en su cara, observando con una enorme sonrisa las estanterías llenas de dulces. Sugawara a su lado se limitaba a asentir, agradeciendo que al menos el grupo que le había tocado para ir a comprar dulces para una tarde de películas ya que salieron temprano de la práctica al ser sábado. Pero, al no tener mucho permiso de andar rondando el hotel como si fuera su casa, al final, habían llegado a la mejor decisión de pasar toda una tarde viendo películas.
—¡Noya-san, toma eso! —berreó con impaciencia Tanaka, señalando en un grito en una estantería lo que parecía ser unas galletas deliciosas sabor chocolate. El mencionado lo tomó sin protestar, y ante una evidente sonrisa triunfal, enseñó sus blancos dientes.
—¡Listo, Ryuu! ¡Misión cumplida!
—¡Bien hecho! —felicitó Tanaka, alzando su pulgar hacia arriba y con una sonrisa, logró hacer sonrojar a Noya. Después de eso, Tanaka miró a Kageyama, que ya había sido tomado como su recolector estrella por su eficiencia—. ¡Kageyama, encuentra algo dulce y frío, como un helado! —clamó su búsqueda, logrando que el chico diera un rápido asentimiento y girara sobre sus talones, empezando a buscar entre los pasillos los largos refrigeradores donde se guardaban los productos helados.
Sobraba decir que Sugawara había sido mandado con Kageyama, Hinata, Tanaka y Nishinoya para ser el moderador entre el desastre que podían hacer, y aunque era impresionante lo mucho que Daichi confiaba ciegamente en Suga como para dejarlo con los más ruidosos, también era cierto que Sugawara en algún punto llegaba a ser quien alentaba el desorden. Y en esa ocasión, estaba demasiado enfocado viendo los llaveros para mochilas para compartir e individuales en un pasillo junto a Hinata, sin importarle que tanto ruido estuvieran haciendo los tres chicos que jugaban a ser soldados entrenados recolectando dulces, o al tembloroso empleado que creía que tenía a tres peligrosos delincuentes que esperaban el momento para asaltar.
—Hay unos muy lindos —soltó Koushi, siendo él el único que era suave y amable con Hinata al colocar su mano sobre las alborotadas hebras naranjas y dándole unas cuantas caricias.
Todas muy lindas, eran de un material suave y se veían de buena marca: sapos, hongos, cangrejos, paletas, perros, ¡había de todo!
—Llevaré uno a mi hermana —comunicó, ampliando más su sonrisa y tomando uno que parecía ser un Sol y una Luna. Su sonrisa era enorme, y Sugawara lo observaba con demasiada seguridad—. De seguro le gustará utilizarlo en conjunto con Nat-chan —declaró, tomándolo y teniendo un pequeño brillo al imaginarse la reacción alegre de su hermana. Koushi parpadeó y terminó por sonreír, antes de apartarle la vista por primera vez, y observar hacia lo que hacían los chicos, los dos iban riendo con una gran felicidad en sus labios y Kageyama, con su típica cara seria, estaban pagando todos los dulces, mientras el pobre y arrinconado empleado, atendía a los delincuentes con el terror de que sacaran un arma.
Koushi sabía que no había de qué preocuparse, los tres podían ser aterradores pero nunca llegarían al punto de ponerse se violentos en una tienda.
—¡Vabo-chan! —gritó con felicidad Hinata, al encontrar una hilera pequeña dedicada a la mascota del voleibol japonés. Sus ojos brillaban de la emoción y rápido tomó uno entre sus manos, deleitándose con él—. ¡Vabo-chan es tan lindo! No venden de éstos allá en Miyagi...
—Vabo-chan es más popular en Tokyo —destacó Suga, acercándose para ver mejor el llavero individual y viendo lo bien hecho que estaba por el peluche y el buen detalle de los brazos y ojos redondos.
Hinata amplió su sonrisa, dejando que un diminuto rubor inundara su cara ante de tomar otro idéntico.
—Me llevaré ambos —contestó Hinata ante la duda que se presentó en la cara de Sugawara, su corazón latió demasiado rápido y su cara roja lo delató demasiado pronto, más de lo esperado y Sugawara sólo pudo dibujar una sonrisa de sus labios al entender esa opción.
Tras terminar de pagar y salir de la tienda ambos, Nishinoya, Tanaka y Kageyama ya los estaban esperando. Shoyo se congeló al ver el serio rostro de Kageyama y no pudo evitar esconder detrás de su espalda los llaveros, sólo calmando a su agitado corazón cuando sintió una palmada en su espalda por parte de su superior más amable y verlo actuar con tanta maestría al acercarse rápidamente a Nishinoya y Tanaka.
—¡Bien, bien, regresemos al hotel! ¡Vamos a la estación! —sugirió el de hebras grises, enrollando a los dos chicos de segundo en un medio abrazo, y los hacia caminar hacia la estación que los llevaría al hotel, sin permitirles voltear.
Kageyama y Hinata se quedaron completamente quietos ante la obvia forma de actuar sospechosa del joven de mayor de edad, y Shoyo sólo pudo creer que realmente se había visto más sospechosa su forma de actuar. Su corazón latió con demasiada fuerza, y en menos de un segundo, su cara ya estaba hecho un tomate.
—Deberíamos de seguirlos también —habló Kageyama, al verlo actuar tan extraño, señalando con su dedo la dirección en la que caminaban sus tres compañeros. Pero antes de que pudiera avanzar siquiera, Hinata lo tomó del brazo, deteniendo su andar y obligándolo a mirarlo, lo terminó por hacerlo ceder.
Hinata completamente quieto, con su uniforme de descanso del club de voleibol, con tres llaveros guardados en su bolsillo y uno en la mano que no detenía el andar de Tobio.
—¿Hinata? —preguntó Kageyama, al ver al chico bajar su mirada al suelo, apretar más el agarre a su brazo y mostrarse tímido. Pronto, sólo fue cuestión de tiempo, para que Kageyama también entrara en pánico, al no entender qué quería Hinata: ¿por qué estaba avergonzado y por qué lo tomaba de esa forma? ¿Qué quería? ¿Quería un beso? ¿Eso era?
Pronto, esa simple idea lo hizo mirar hacia arriba, con la pena empezando a acumularse de color rojo en sus cachetes y tras dar un respiro, se atrevió a alejar el agarre que mantenía Shoyo con su brazo y en su lugar, rodeó los hombros del menor con el mismo brazo y se inclinó, tratando de tocar los labios del menor. Al mismo tiempo, Hinata cerró sus ojos con fuerza y empezó a tomar fuerzas para hablar.
—¡Vabo-chan! —gritó Shoyo, abriendo sus ojos de golpe y topándose con la cara demasiado cerca de él y Tobio se quedó congelado, creyendo que había cometido un error.
Detuvo su movimiento a medio camino, apretando por impulso el agarre que mantenía con Hinata y el rozar de sus narices ante la cercanía.
—¿Vabo-chan? —repitió Kageyama, perdido. Hinata sonrió, dando un gesto alegre algo apenado y tímido antes de mostrar el pequeño llavero de Vabo-chan.
—Te compré un llavero de Vabo-chan —aseguró, incentivando al chico a que lo tomara con la única mano que no lo estaba abrazando. El brillo en la cara de Tobio al ver a ese personaje, hizo saber a Shoyo que había dado en el blanco—. También me compré uno igual al tuyo, aunque no es necesario que lo uses... si no quieres. —Rubor golpeando su cara y tratando de evadirle la mirada, Tobio terminó sonriendo con esa curiosa curva chueca y un abrazo bien propinado en el pequeño cuerpo de Shoyo por los brazos de Kageyama, fue la respuesta obtenida ante el regalo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro