Capítulo 30: Creo Que Estás Enamorado De Mí
Capítulo dedicado a: ChubieBonnie, vanevanewi y Kagua02, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
—¡Piedra, papel o tijera! —El tenso aire bullicioso de todos eufóricos para saber quién era el desafortunado en hacer el aseo al día siguiente, quedó complemento callado cuando Kageyama Tobio fue el perdedor. El resto del aula no se atrevió a decir ninguna broma y el ambiente tenso se hizo cada vez más intenso.
¿El Alfa dominante estaría molesto? ¿Perdió y ahora se desquitaría con cualquiera que tuviera en frente? Quizás planeaba golpear al pobre chico contra el que perdió. Una opción razonable ya que el pobre joven que ganó dos veces seguidas no se sentía un ganador, se sentía como un animal listo para el matadero.
El rostro de Kageyama no ayudaba, observando sin apartar su mirada de su propia mano hecha un puño al haber sacado una piedra, consternado y decaído. ¡Tal vez esa piedra la terminara usando como una buena arma al encestarla en la cara de alguien! Tal ve-...
—Pfff... —Tsukishima tratando de aguantarse una risa, terminó matando al aula y logró captar la atención de Tobio, con el ceño fruncido. La seria figura del alto chico con lentes demostraba que se divirtió demasiado viendo ese espectáculo, con sus cejas arqueadas hacia abajo, esos potentes ojos tras sus lentes y su mano cubriendo un poco su boca. Hinata a su lado, se aguantaba una risa—. No tenía idea de que el Rey no supiera jugar con habilidad piedra, papel o tijera... —soltó su burla con mucha facilidad, logrando que Kageyama diera un pequeño gruñido de enojo acumulado y Shoyo, por más que quiso, no pudo aguantarlo más, terminando por reír.
—Kageyama, eres pésimo. —Hizo saber Hinata, logrando que el mencionado mostrara completa sorpresa en su cara y el rubor empezara a inundar sus facciones—. ¿Quieres que te enseñe a jugar?
—No podrías, enano, tú perdiste más rápido que el Rey ayer —atacó Tsukishima, recuperando su compostura al dar por fin un largo respiro y moviendo sus pasos hacia la salida del aula. Hinata aguzó su vista ante esa revelación que creyó ya había sido enterrada, y sólo pudo sacar un pequeño chillido molesto de su boca que Kei correspondió al alzar su mano al aire, al despedirse.
El fin de las clases era la hora más querida de la mayoría de los estudiantes, quienes tuvieron la oportunidad de terminar despidiéndose entre ellos al salir del aula. En el sitio después de menos de dos minutos, ya estaba casi completamente vacío, sólo quedando unos pocos alumnos, y los tres encargados del aseo.
—Te esperaré afuera del aula —profundizó su pequeña despedida Hinata, dando una enorme sonrisa de sus labios mientras con su mano libre señalaba la puerta principal del salón. Kageyama, quien estaba frente a él sosteniendo una escoba, no dijo nada al principio.
Kageyama mostró un claro gesto de indecisión en su cara, Shoyo lo notó, al ver los labios temblando en la boca del mayor y sus manos apretando más el palo de la escoba. Hinata estaba seguro de que algo le preocupaba a Tobio, y si eso seguía así, las cosas simplemente empeorarían. Por eso debía de tomar las riendas de la situación lo antes posible, antes de que la marea terminara por subir, y los dos terminaran ahogados en las profundidades de un mar sin salida.
El Beta terminó por asentir, bajando su vista al suelo a la par y tratando de tranquilizar todo el cosquilleo que inundó su cuerpo, estaba temblando, no se notaba a simple vista. Muy dentro de él quería negarse, quería que Shoyo siguiera su camino y no que lo esperara. Sus planes de querer mantenerlo lejos se veían traicionados cuando las situaciones se presentaban en la vida real, algo desconocido lo terminaba empujando, terminaba sintiendo la felicidad golpeando su pecho y antes de siquiera pensar racionalmente, ya estaba aceptando la simple idea de continuar a su lado.
A pesar de haber sido calificado como una persona amable a palabras de Hinata, él se conocía, se conocía demasiado bien, que entendía que eso no podía ser cierto. Era una persona egoísta que miraba su felicidad antes que la de la persona que le gustaba, mantenía a Shoyo a su lado y eso provocaba que los compañeros de aula terminaran huyendo de una gran persona. Como las chicas que sólo un día atrás hablaban con toda confianza con Hinata durante la hora del aseo, el día de hoy Shoyo las había ignorado y ellas salían huyendo de él apenas lo veían.
Terminaría afectando a Hinata si no tomaba las medias adecuadas. Si lo encadenaba a él, Shoyo no podría estar con su verdadera pareja destina, no encontraría la verdadera felicidad, ni tampoco podría hacer más amigos.
—Hinata —soltó de improviso, notando como el simple rostro de Shoyo, pero que terminaba siendo lo más bello para Tobio, mostraba sorpresa y duda genuina. Era increíble que su cuerpo todavía temblara, era un idiota, Tobio se creía un idiota—. ¿Puedo hablar contigo esta noche? —cuestionó, dando un vistazo certero y tratando de parecer serio. Su boca narró su pregunta con mucha facilidad, pero su cuerpo estaba reaccionando ajeno a lo ya esperado.
Shoyo dilató sus pupilas al oír esa afirmación, primero parpadeando un par de veces más al querer procesar el lugar exacto donde Kageyama quería tocar. Todo apuntó a que lo encontró demasiado rápido, al ver una vez más que el Beta fruncía su ceño, le volvía a evitar la mirada, sus ojos daban indicios de querer llorar, y el palo de escoba volvía a ser apretado entre sus temblorosas manos. Hinata lo vio, no pudo evitar borrar por una breves segundos su sonrisa, y ante su propio impulso, un reconfortante aroma a naranja expulsó de su cuerpo, queriendo que éste lo detectara para al menos calmar sus nervios.
El aroma esparcido por el aire, rápidamente logró captar la atención de Kageyama, dando una discreta muestra de tranquilidad al aspirar por sus fosas nasales ese aroma tan seguro y cómodo. Hinata se acercó un poco más a él, y cuando estuvieron a unos cinco centímetros de distancia, la delgada mano de Shoyo llegó a parar hasta una de las mejillas de Kageyama, quien al sentir el tacto volvió a levantar la vista, sólo para toparse a Hinata, completamente calmado, dando una tranquila sonrisa bien delineada en la curvatura de sus labios.
La caricia en su mejilla se hizo más pronunciada, la nívea piel era acariciada y se aterrizaba en el estómago de Kageyama, como si las mariposas de su estómago hubieran conocido el voleibol y estuvieran emocionadas jugando un partido dentro de él. Pronto, la otra mano de Hinata volvió a subir hasta su otra mejilla, y de un momento a otro, el Omega ya había acunado el serio y dolido rostro de Tobio, tratando de generarle protección.
—Sí, te estaré esperando —asimiló el de hebras alborotadas, dando una pequeña risotada de su boca y logrando que la claridad volviera a la mente de Kageyama.
Kageyama Tobio se preguntó si era correcto emocionarse por algo como eso a pesar del desenlace que podría traer.
Atsumu salió corriendo apenas la campana del fin de clases terminó, aprovechando el momento en donde Osamu se acercaba al lugar de Suna para darle unas pequeñas palabras antes de salir del aula. Ni siquiera se despidió de ellos, ya los vería en el gimnasio de la práctica vespertina y después en los dormitorios.
Corrió por los pasillos e ignoró los gritos de algunos estudiantes delegados de clase que le pedían que no corriera, y subió por las escaleras a tropezones, resbalando en uno y casi pasando a mejor vida de no ser por su suerte de haberse agarrado del barandal. Al terminar de subir, llegando al tercer piso, el sitio de la institución donde estaban los de tercero, se aseguró de frenar de golpe, avanzó unos pasos en dirección a donde se encontraba el salón de Kita y al estar tranquilo, respiró con pesadez mientras arreglaba su saco escolar y se sacudía el polvo de sus pantalones, todo con la intención de que Kita no se diera cuenta de que había corrido y no fuera regañado.
Para su suerte, cuando llegó, el grupo temporal de su superior apenas estaba saliendo, no pudo evitar dibujar una sonrisa complacida en su cara que acentuó más sus facciones con rapidez y terminó apurando el paso, hasta llegar al aula donde los alumnos mayores ya se retiraban e iban de camino a casa, a alguna parada cercana con sus amigos o a su club respectivo.
Cuando vio salir la figura que era mucho más baja que él, con su gesto inexpresivo de siempre, Atsumu sintió que su corazón se aceleraba con una fuerza sorprendente y sus pies ya se movían solos al caminar frente a él.
Cuando los ojos inexpresivos de Kita chocaron con los suyos, y una pequeña sonrisa inundó su expresión de pocos amigos e impenetrable, Atsumu ya había llegado lo suficientemente cerca a él como para tomarlo de la mano, y al hacerlo, un rubor llegó hasta su cara y apartó la mirada con timidez.
—¿Podemos salir por la puerta trasera? —El agarre de manos no fue correspondido al principio, dejando el silencio a su paso después de que Kita meditó por unos segundos. Miya sentía que todo el aire lo estaba asfixiando, y en cualquier segundo podría salir corriendo: la pregunta que sacó, a lo mejor no fue bien formulada.
—Está bien —notificó su postura, logrando que el agarre de manos ahora fuera mutuo, y esa calidez inundó al rubio teñido, mostrando completa felicidad en su rostro que Kita se sintió un poco apenado por sus reacciones cuando estaban juntos, que terminó por apartar la mirada: el pensamiento de ver a Atsumu como un pequeño zorro que movía la cola por la felicidad era casi un placer culposo.
Atsumu y Kita caminaron por toda la institución, sin soltarse la mano. Atsumu iba unos cuantos pasos frente a Shinsuke, ésa fue la razón por la que el joven Beta de tercer año pudo percatarse de que las orejas ajenas estaban rojas. Una vez más, a unos cuantos pasos de salir de la institución por la puerta que conducía al estacionamiento y que duplicaba la caminata al gimnasio, Kita tuvo que apartar su vista de la silueta del joven y trató de entretenerse viendo los carros y los grandes autobuses que los trajeron cuatro días atrás. Entre sus orbes oscuras, pudo atrapar el autobús del Karasuno: una completamente blanco y no tan grande a comparación de otros. Sin querer, terminó por apretar un poco más el agarre entre sus manos, y se cuestionó si estaría bien lo que diría.
Era la primera vez que Kita se cuestionaba algo por mucho tiempo.
—¿Ya has tomado tu decisión sobre tu pareja destinada? —reveló de su boca su duda, sintiendo como su pecho empezaba a agitarse sólo un poco y los pasos que habían tomado un ritmo uniforme mientras dejaban el estacionamiento y llegaban a una pequeña ladera de la escuela que conducía por un pequeño sendero hacia los espacios recreativos de los clubes deportivos, se destruyeron en cuestión de segundo, porque el más alto y quien iba en frente bajó la velocidad de sus pasos, dejando que Kita alcanzara sus pasos con rapidez.
El impulso de Miya de mentir era grande, casual e incluso pensó que sería lo más sensato, ya que nada podía contra el argumento de cualquier persona estando con su verdadera pareja destinada. Su historia era digna de una película romántica, la premisa presentada era maravillosa y Atsumu estaba consciente de que si se esforzaba, podía acercarse demasiado al chico de hebras naranjas que cada vez que hablaban, parecía colocarle un muro inconsciente donde no se le permitía pasar a ese lugar especial de Shoyo, porque alguien más ya lo había dominado. Los resultados sólo eran pequeños rastros de incomodidad y cortesía disfrazada de realmente ocupar el concepto de «conocerse». Quedaban casi tres días exactos para dar una decisión final, y Atsumu y Hinata no se conocieron en lo absoluto.
No podía mentirle a Shinsuke aunque quisiera, y esa sonrisa boba en sus labios se lo volvía a encarar.
—Sí lo he estado pensando, pero no estoy seguro. Dije que desde un inicio aceptaría quedarme con mi pareja destinada, y creo que una parte dentro de mí sigue manteniendo esa idea —rectificó lo que tiempo atrás dijo. Kita escuchó esas palabras y por fin pudo tener la fuerza necesaria para darle un vistazo, con la curiosidad al límite. Atsumu direccionó el color café en sus ojos que danzaban junto a sus pupilas temerosas de equivocarse en algo al mirar el suelo, y pronto Miya levantó la vista, antes de encarar a su acompañante que siempre le prestaba atención a lo que decía.
Sus ojos por fin se encontraron, y Atsumu tuvo que tomar una larga exhalación, deteniendo su andar a medio camino y Kita copió su acción. Cuando los dos detuvieron sus pasos, Atsumu soltó la mano de Shinsuke y éste no le impidió alejarse. Cuestión de tiempo para que terminaran por quedar frente a frente.
Por un lado, el color rojizo azotando toda la cara de Atsumu, ahora pareciendo alguien que tomó el Sol de más; por el otro, sus dos manos tratando de cubrir lo obvio al colocarlas sobre su rostro que se sentía caliente y ardiendo.
—Pero justo ahora sigo dudando y no he podido dar una respuesta clara, porque me he sentido demasiado feliz a tu lado —protestó en modo de reproche, como si le reclamara, pero a la vez no le culpara de nada.
Kita no pudo evitar dar un pequeño gesto mudo, abriendo su boca en forma de una pequeña «O» y abriendo sus ojos como platos. Más tarde, como si fuera algo contradictorio en sus propias creencias, terminó por delinear una sutil curva hacia arriba y la tranquilidad se posó en su cuerpo, acompañado de un leve color carmín.
—Atsumu... —llamó con lentitud el chico, mientras movía sus pies con lentitud hasta acortar sus distancias; en medio de la cercanía de sus cuerpos, sus esfuerzos por ponerse de puntitas para alcanzar al mayor, Kita pudo ver como Miya apartaba un poco las manos de su cara, sólo soltando un grito de pánico al ver la cercanía de sus rostros. Todavía había diferencias notables y Kita apenas y lograba mirarlo «cara a cara», si Atsumu se inclinaba un poco, terminarían por besarse—, creo que estás enamorado de mí —susurró por fin el chico de hebras grisáceas, no dando vueltas ni rodeos y sólo erizando más los sentidos del joven de segundo año, al sentir como en su pecho eran posadas con suavidad las dos manos de Shinsuke, tirando todas las defensas de Atsumu en un par de minutos.
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