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Capítulo 29: A Través De Una Persona Terrible

Capítulo dedicado a: sweetiekitty1, vanevanewi, y pamenicol123, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Hinata entendió que todo se volvía a repetir, Kageyama sin un gran esfuerzo, logró la fácil tarea de crear una reputación en base a ideas erróneas en la escuela invitada, todo ante los ojos de Hinata, que captaban cada una de las acciones, a partir del tercer día en que llegaron como invitados al campamento deportivo.

—Nos veremos en las prácticas, Shoyo-kun —aseguró Atsumu mientras tomaba su mochila y se la colgaba en el hombro, ante la atenta mirada del mencionado porque, al parecer, su verdadera pareja destinada, regresaría a su grado.

—¡Sí, espero verte ahí! —respondió por amabilidad Hinata, dando una sonrisa radiante y sólo moviendo su mano en modo de una despedida simple.

Miya era una persona agradable y algo impulsiva, pero que lograba no ser del todo una molestia para Hinata que él fuera su Alfa verdadero. El pequeño juicio creado alrededor de él, sólo tenía una estructura mal hecha porque no se trataban realmente como pareja, ni tampoco como amigos. No eran desconocidos, pero tampoco eran amantes. Tal vez, la descripción certera en la que podía entrar su relación, sería sin duda: dos personas que se llevaban bien, pero no eran amigos. De esas personas que cuando se ven, se saludan amablemente y se despiden con cortesía, pero no pasarían el rato juntos como lo harían los amigos.

Atsumu salió con una enorme sonrisa en su cara, como si hubiera logrado algo fabuloso, y ante la atenta mirada de algunos compañeros de aula, terminaron duramente decepcionados porque ni un beso de despedida se dieron.

Las almas gemelas, parejas destinadas y el destino eran un factor de suma importancia en el mundo. Por supuesto que se esperaría que todas las expectativas recayeran sobre ambos al ser de los pocos afortunados que lograban conocerla en la juventud (la única etapa donde se permitían los cambios de pareja). Shoyo no se acostumbraba a la atenta mirada que recibía de sus nuevos compañeros con cada movimiento que hacía, y cuando el día anterior le logró dirigirle la palabra a Atsumu al no entender una ecuación matemática, casi no pudo entender la explicación porque podía sentir sobre su nuca las miradas discretas que les dirigían de vez en cuando. Tenían al destino en una gran estima, y lamentablemente, la falsa idea de que los Alfas debían ser respetados y temidos, a pesar de que en la actualidad, los tres segundos géneros tenían igualdad de derechos.

Todo se reducía a dos cajas sobre el escritorio como situación actual.

—Kageyama-san, ¿puedes llevar estos libros a la sala de profesores? —El profesor encargado llamó al joven que estaba en su lugar sin hacer ruido alguno. Shoyo y Tsukishima detectaron como apenas su apellido fue expresado, toda el aula que se inundaba de barullos y pláticas discretas antes del inicio de la primera clase. El azabache mencionado al principio arqueó una de sus cejas, con cierta duda ante la repentina petición del amable profesor que estaba a unos cuantos años de jubilarse.

Como era de esperarse, muchos estudiantes empezaron a temblar, presos del pánico, quizás esperando una situación violenta donde Kageyama enloqueciera de la rabia y comenzara a lanzar por todos lados las sillas y los pupitres, golpeando a los estudiantes en modo de rebelión contra el profesor: ¡no!

—Está bien —concordó con la inocente petición, haciendo para atrás un poco su silla para ponerse de pie. Los alumnos se tensaron, cuando el sonido de los pasos del Alfa por el pasillo retumbaba en los oídos de los desafortunados. El habitual bullicio de un aula llena de adolescentes, se ahogó para dejar pasar al Rey que dominaría la escuela durante ese período.

—Aquí tienes —comentó el profesor cuando Tobio llegó hasta el frente, cargando la caja con un esfuerzo sobrehumano antes de que cayera en los brazos de Kageyama—. Te lo agradezco mucho, joven... —agradeció el mayor, sólo logrando que las mejillas del azabache de ojos azules se tiñeran de rojo y terminara por asentir ante la gratitud del profesor de Filosofía.

Tras eso, el profesor de mayor edad miró al salón restante, y todo el mundo temió porque era obvio que se necesitaba a otra persona que fuera con Tobio, ya que sobraba una caja en el escritorio. ¡No! ¿Por qué? ¿Kageyama no podía dar doble vuelta? ¿O quizás podía utilizar su fuerza de Alfa y cargar las dos cajas a la vez? ¿Sí? ¡Sí!

Lástima, ante la atenta mirada de todos, el profesor encargado chocó con un chico Alfa que se sentaba hasta el frente de la fila de en medio: el pobre chico no pudo evitar dilatar sus pupilas y paralizarse, sudando por mero impulso.

—¿Lo puedes acompañar, Matsuoka-san? —cuestionó con duda, logrando que el chico de cortos cabellos lacios de color negro y potentes ojos que rozaban el rojo se paralizara.

—Yo... yo... no... —El chico trató de articular palabra, mirando por unos breves segundos a la persona que debía de acompañar, y ante sus ojos rojizos, lo único que atrapó fue la falsa ilusión de ver a Kageyama con una sonrisa sádica en su boca y unos ojos vacíos, que le indicaban en silencio algo interpretativo como: «eres un Alfa, ¿no? ¡Te venceré!», ¡sí era un Alfa, pero no uno dominante! Matsuoka lloró mentalmente, sólo demostrando fuera de sí a sus ojos a punto de soltar las lágrimas que retenía su débil orgullo—. M-me duele el estómago... —excusó todo con un hilo de voz que realmente se llevó la preocupación del profesor, al sonar demasiado creíble ante la deplorable apariencia que mostraba.

Hinata no pudo evitar apretar sus dientes, y Tsukishima se esforzó lo suficiente para no moverse y ser notado por su ahora maestro, ya que no tenia mucha fuerza en los brazos, y aunque podía cargarlas, sería una molestia y le dolerían durante todo el día.

—Deberías de ir a la enfermería, Matsuoka-san —aconsejó el maestro, logrando que el mencionado asintiera, con un claro gesto de alivio y teniendo a la suerte de su lado, pudo ponerse de pie, con una mano en su estómago por su fingida enfermedad. Tras eso, el profesor volvió a examinar a los alumnos, ahora llegando a parar a otra chica Alfa que sobresalía en el atletismo de primer grado. Como Hinata lo esperó, la bella mujer dominante de ojos azules y largos cabellos castaños empezó a temblar, ella era la elegida—. Amaya-san...

—¡Yo acompañaré a Matsuoka-kun a la enfermería! —contó sus planes la chica, poniéndose de golpe de su lugar que casi tiró su silla, y tras una reverencia, caminó hasta su compañero de clase que, con suerte, sólo habían cruzado palabras una vez en su vida.

Kageyama, ante el evidente rechazo, sólo pudo bajar la vista en dirección a la caja cerrada. Shoyo notó cada una de sus acciones, viendo otra vez a una persona solitaria que era dejada de lado. Tobio no se veía demasiado afectado, a pesar de que entendía ese rechazo, su vista hacia abajo sólo demostraba una resignación que ya había entendido desde tiempo atrás.

Hinata sintió como sus propios ojos se empapaban de lágrimas, ante la evidente forma de pensar de Kageyama: era demasiado triste que alguien creyera que estar solo era normal, que te apartaran era normal, que te temieran fuera normal.

No podía dejar las cosas de esa forma, ¡decidido!, se esforzaría todavía más. Hinata sorbió sus mocos por mero impulso, arrugó su ceño, se tragó sus lágrimas, y su mano levantada al aire llamó la atención del profesor.

—¡Yo lo ayudaré a llevar las cajas! —contó con seguridad el joven Omega, poniéndose de pie e ignorando por completo las miradas de pena que muchos de sus nuevos compañeros le dirigieron. Le tenían lástima.

«Basta», rogó Hinata, deseando que alguien pensara en los sentimientos de Kageyama.

—¿Estarás bien? Las cajas son algo pesadas —advirtió Kageyama, con una preocupación sincera bien ocultada. Shoyo sonrió cuando estuvo demasiado cerca de él que parecía un gesto arrogante si no se llegaba a tomar en serio.

—¡Por supuesto que puedo! —asimiló, dando una radiante sonrisa al aire que Kageyama creyó cegarse al estar demasiado cerca del Sol—. Cargaré contigo lo que sea —cantó con sutileza.

Recibiendo en brazos la caja por parte del profesor, Hinata sintió como si sus pequeños brazos terminaran por romperse y el aire escapó de sus pulmones. Sólo pudo avanzar unos cuantos pasos fuera del aula así, antes de que le pasará toda la carga a Tobio, quien pudo tenerla entre sus dos brazos sin mucho esfuerzo.

Shoyo se quedó con la boca abierta y aceptó la derrota mentalmente, ¡Kageyama sí era aterrador de otras formas!

Kageyama se percató de que las personas brillantes inevitablemente terminaban por atraer la atención de otras personas. Hinata era una de esas personas brillantes que lograban ganarse tu simpatía con una facilidad que podía resultar algo aterradora. Desde el primer día, tenía algunos chicos rondando a su alrededor, con amables palabras, saludos por la mañana y pequeñas conversaciones entre periodos de cinco minutos entre una clase y la otra.

Un Omega brillante como el Sol. Kageyama entendía a la perfección por qué la gente se acercaba a él.

—¡Piedra, papel o tijera! —Shoyo exclamó con una sonrisa, compitiendo contra otro chico Omega durante el final de las clases. Por supuesto, la sonrisa de Shoyo terminó por deshacerse de su boca al encontrarse siendo el perdedor.

—Contamos contigo, Hinata-kun —saludó otra chica Alfa perdedora, aplaudiendo con sus dos manos. La otra chica Omega que estaba a su lado asintió. Hinata quiso llorar al terminar siendo el blanco del desorden.

La tradición de ese salón del Nekoma para el aseo del aula diario era que los constituyentes de cierta fila, debían de jugar piedra, papel o tijera, y los tres principales perdedores serían los encargados del aseo.

Hinata quedó derrotado en los tres intentos que tuvo de ganar, teniendo un ataque de pánico ante su propia impaciencia, a punto de llorar de la rabia porque llegaría algo tarde al entrenamiento por quedarse a hacer aseo, pero era algo inevitable.

—Puedes adelantarte, Kageyama —pidió Hinata, cuando el joven mencionado le siguió el paso en silencio hasta el pequeño casillero donde se encontraban las escobas. Kageyama había entendido que el único tiempo en el que Shoyo no era rodeado de personas por su personalidad radiante, era cuando él estaba cerca. Las chicas que les tocaba realizar el aseo, no se atrevían a acercarse a recoger sus cosas de limpieza mientras Hinata estuviera frente al casillero... con Tobio a su lado.

Ser una mala persona, también terminaba afectando a las personas más cercanas de su pequeño círculo. Eso no era bueno. En algún punto, si eso seguía así, Hinata tal vez terminaría sin amigos...

La pequeña y delgada mano de Shoyo acariciando sus cabellos lo hicieron devolverlo al mundo exterior, otra vez esa caricia que el Omega le daba en su cabeza para felicitarlo o consolarlo. Se preguntó si Hinata se dio cuenta de sus preocupaciones una vez más, porque ese aroma a naranja que lo tranquilizaba, volvía a inundarlo hasta convertirse en su pequeño campo de protección que alejaba todo su terror.

—No llegues tarde a la práctica, prometo verte ahí pronto —configuró sus palabras Hinata, para que Tobio las entendiera de una mejor forma entre la bruma que lo envolvía y ahora se dispersaba. Kageyama levantó la mirada, topándose en primera plana con el sonriente gesto amable de Hinata, esa curva que recorría sus delgados labios de un extremo a otro, tan maravilloso, tan cálido. Sus pupilas no pudieron evitar dilatarse y temblaron en medio de ese espacio blanco, sus labios también temblaron ante la idea de querer sonreír con torpeza, pero se frenaron inconscientemente, sólo quedando un enorme rubor en sus mejillas y ante lo anhelante que estaba por la felicidad que Hinata podría encontrar, terminó asintiendo.

Al salir del aula tras esa extraña despedida, al cerrar la puerta tras de sí, pudo oír todavía la risa de las féminas que acompañaban a Shoyo. Delgadas paredes que podían oír todo, y él no pudo decir lo que quiso.

Sin decir otra palabra, sus pasos comenzaron a caminar al lado contrario de la salida principal que llegaba al gimnasio de voleibol, recordando vagamente que había visto una máquina expendedora cercana.

Se vio abrumado que no pudo decir de formar certera que planeaba esperarlo hasta que Shoyo saliera de su pequeño encargo. Las monedas haciendo sonoro ruido al caer, dos botones apretados al mismo tiempo con una violencia que logró que un transeúnte que pasaba por el pasillo casi solitario diera un brinco, y la sorpresa de tener la suerte de que dos cajas de cartón llenas de leche cayeran contra el suelo, lograron que Tobio no pudiera evitar dibujar una sonrisa torpe y mal hecha de sus labios.

Abrió una y la otra decidió ofrecérsela a Hinata cuando terminara su turno de limpiar el aula, y a pasos tranquilos, volvió a caminar hasta el aula donde les tocaba estudiar como alumnos de intercambio, y se recargó contra la pared del mismo.

Las paredes delgadas lograban que las conversaciones se oyeran si te pegabas demasiado a ellas. Kageyama volvió a entenderlo aun cuando la puerta estuviera cerrada, al oír la pequeña carcajada de la chica Omega.

—Oye, Hinata, ¿tu pareja asignada es Kageyama-san? —Esa pregunta entró por sus oídos, al mismo tiempo que el chirrido de los pupitres siendo arrastrados por los suelos.

—Sí... —Hinata respondió la pregunta al instante, y Tobio no pudo evitar bajar su mirada al suelo, tratando de concentrarse en sorber la leche lo más rápido que pudo, tratando de eliminar lo caliente que se sentía su cara.

—Hinata, ¿Kageyama-san te tiene amenazado o algo así? —Ahora fue la chica Alfa quien soltó esas palabras, logrando que Tobio casi se ahogara a mitad de su trago, teniendo que soltar un diminuto ataque de tos ante su propia sorpresa.

—¿De qué hablas? —Hinata mostraba en su tono de voz cierta pena acumulada, como si esperara una respuesta de improviso mal marcada.

—¡Parecía enojado cuando encontraste a Atsumu-san! También cuando te sacó del aula, mostró un gesto aterrador —consultó la voz femenina, logrando que Tobio sintiera como su corazón se agitaba, y su pequeña caja de cartón que todavía contenía leche, fuera ligeramente apretada.

Kageyama sabía que no había amenazado a Hinata. También sabía que Hinata era de esas personas que aclaraban las cosas demasiado rápido. Pero aún así...

—Si él te llegó a amenazar para que no te separes de él, puedes decirnos —aludió otra vez más la plática otra chica. Kageyama dio un sorbo más rápido a su leche, terminándose todo el contenido en el acto. Tobio entendió qué era lo que seguía a continuación—. Siempre parece que tratas de estar a su lado porque te obligan, por lo que si algo te preocupa, Hinata, tratáremos de ayudarte y podemos decirle a los profesores. Ellos se encargarán de que el aterrador Kageyama-san no se te pueda volver a acercar...

Todas esas deducciones eran incorrectas, pero Kageyama sabía la razón del por qué eran interpretadas de esa forma. Una mala persona junto a una buena persona, si las dos personas seguían juntas, la persona buena se quedaría sin amigos, y se quedaría completamente sola. Eso no estaba bien.

El color gris que fue absorbido por el naranja, empezaba a huir.

Con ese pensamiento en mente, frunció su ceño ante sus ideas egoístas, y retomó su camino solitario hacia el gimnasio.

Quizás pensando en que no sería tan mala idea que Hinata se quedara con Miya.

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