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Capítulo 25: Esa Persona...

Capítulo dedicado a: Kagehina_Canon, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

—¡Dormiré con Nii-chan! —El permiso otorgado de sus padres y del mismo Hinata, sólo lograron que Tobio tuviera un pequeño y apenas visible temblor en su ceja izquierda. Para colmo, pudo notar como la pequeña niña de hebras naranjas le dedicaba un gesto de burla, de triunfo, como si de verdad hubiera logrado algo realmente impresionante.

Kageyama no pudo entender ese tipo de miradas, pero por alguna extraña razón se sintió atacado por un infante. La pequeña niña se revolvía en la alegría y la euforia de haber ganado ese encuentro tan bien batallado, sosteniendo entre sus pequeños brazos dos almohadas bien rellenas de algodón, y el intruso sostenía una gruesa cobija de color azul. Shoyo terminó de alistar el futón y Natsu no pudo evitar inflar su pecho con orgullo.

«Sí, Kageyama-kun, ¡yo dormiré con Nii-chan y solo en el futón!», esa exclamación orgullosa la llevó a dar una carcajada mental por sentirse la ganadora. ¡Kageyama no podía hacer nada a oscuras porque ella estaría en el cuarto! ¡Ya no podría robarle besos a su querido hermano!

—Hinata, ¿tú dormirás en tu cama? —preguntó Tobio de improviso, ahora siendo él quien se acomodaba de rodillas sobre el suelo y dejaba la cobija sobre el pequeño colchón alisado plegable que había colocado Shoyo. Natsu se revolvió de alegría mentalmente una vez más, y no contó para nada con el interrogante gesto de Shoyo algo ofendido que le dirigió a Tobio, era algo que llevaría la batuta de ahora en adelante.

—¿Quieres que duerma en mi cama? —soltó de improviso y con un tono de voz algo suave, sin buscar alterarse a pesar de que sus rasgados ojos cafés no le apartaban la vista al mayor. Por supuesto, ante ese comportamiento, el azabache no pudo hacer más que tragar grueso, como si una parte interior dentro de él le avisara que ese pequeño Omega buscaba algo más. Algo más que no alcanzaba a entender ante algo tan primerizo que no abarcaba con sabiduría, porque nunca antes había estado enamorado de alguien más.

—Pensé que dormirías con mini-Hinata. —Se limitó a responder el armador con completa facilidad, desdoblando por último una de las esquinas de la cobija antes de que la pequeña cama ya estuviera tendida y lista para ser usada.

Después de esa afirmación, Shoyo se quedó en absoluto silencio, no dijo nada y tampoco mostró sus emociones. Era una persona sería que rara vez lograba llegar a ser, con sus labios rectos sin mostrar sonrisa alguna, ojos cafés fijos en algún punto perdido y un pequeño rubor de culpa inundó su rostro. Natsu tragó grueso al ver a su hermano mayor actuar así, teniendo que aceptar que la sensación picosa y amarga en su boca no podría desaparecer a menos que lograra volver a tomar las riendas de la situación una vez más.

Decidido, iba a ganar.

—¡Nii-chan! —llamó de improviso, con su pequeña voz infantil que captó la atención del susodicho en un instante. Acto seguido y sin muchas vueltas, pronto ya tenía la vista curiosa de su hermano sobre su pequeña persona, y ella no pudo hacer más que ampliar una pequeña sonrisa inocente en sus labios y apretar contra su pecho las almohadas que utilizaría Tobio para dormir. Todo lo que le preocupaba, se desvanecía con ese color café apacible y esa pequeña sonrisa reconfortante en el rostro de su hermano mayor, la persona que últimamente no le prestaba demasiada atención por estar concentrado en Tobio. Hinata Shoyo se había enamorado de Kageyama Tobio, y ya no existía un punto de retorno, por más que lo quisiera—. No hemos pasado mucho tiempo juntos y la próxima semana sé que te irás por unas semanas a Tokyo para tu campamento de voleibol y como estudiante de intercambio temporal por asuntos deportivos que no entiendo, pero mamá dice que es algo demasiado importante —comentó, bajando la vista al suelo para que sus pupilas temblorosas no la delataran. Sus manos, sin quererlo, terminaron por apretar con más fuerza el agarre que mantenía sobre las blancas almohadas—. Así que me gustaría estar más cerca de ti... como antes. —Encaró su preocupación actual, escupiendo de su boca la última afirmación antes de darle un breve vistazo a Kageyama, como un modo de guiar sus pensamientos. Kageyama al sentirse expuesto no pudo evitar parpadear, completamente fuera de lugar.

Shoyo volvió a guardar silencio por un breve lapso de tiempo, el suficiente tiempo como para que un aire de incomodidad llenara la habitación, siendo sigiloso en cada una de las acciones ajenas, Hinata se puso de pie con tranquilidad de su lugar, antes de decidirse a caminar directo hasta su hermana. Llegó hasta ella, sólo dejando que unos cuantos centímetros de separación lo detonaran en esa pequeña muestra de hermandad que había sido dejada de lado.

Shoyo amplió su sonrisa, brilló demasiado que Natsu y Tobio tuvieron que entrecerrar sus ojos para no quedarse ciegos por presenciar al Sol directamente. Suficiente para que el pequeño Omega que contaba con un reconfortante olor a naranjas a su alrededor se tirara de cuclillas al suelo, estirando su mano ante la posición más adecuada para hablar con la niña, y le acarició sus pequeñas hebras naranjas con un cariño extremo.

—Me quedaré contigo hasta que te duermas —contó sus planes a su hermana menor Shoyo, revelando un pequeño tono más amable que el que usualmente utilizaba con sus compañeros de clase y del club de voleibol. Natsu dilató sus pupilas ante la afirmación de su hermano, y en sus redondos ojos la sorpresa genuina que combinaba con la emoción, la hicieron dar un asentimiento con entusiasmo—. Y cuando regrese de mi campamento, iremos al lugar que quieras, ¿está bien?

—¡Está bien! —repitió las dos últimas palabras la niña, con la emoción a flote y sacudiendo su cabeza de arriba a abajo con entusiasmo. El menor aceptó su respuesta, sacando más ese gesto tan adorable a vista de Tobio y su radiante personalidad volvió a hacer cuestionar todo, porque, al parecer, estaban frente a un Sol.

Kageyama terminaría siendo la sombra si se acercaba más.

Natsu había aceptado las condiciones de su hermano, más sin embargo, no era alguien tonta. Por las palabras bien elegidas de su hermano, podía apostar lo que fuera que sólo iba a estar recostado a su lado hasta que se durmiera, para luego escabullirse de ahí e ir directo a los brazos de Tobio, en busca de calor, y de seguro, ¡más besos!

Pero, por supuesto, ella no se dejaría vencer. Para ser honesta, había aprendido a ser fuerte, que iba a lograr cualquier meta que se propusiera, ¡y justo en ese instante una nueva había nacido con el fin de querer detener más encuentros románticos! Fingiría que no podría dormir durante toda la noche y así su hermano mayor nunca podría alejarse de Kageyama.

¡Era el plan perfecto!

¡Nada podía salir mal! Ya llevaba practicando durante mucho tiempo a quedarse despierta a altas horas de la noche y podía soportar una hora más después de que se le pasará su horario habitual.

¡No dormir sería pan comido!

¡No dormiría!

Natsu se quedó dormida cinco minutos después de que fue arropada por su hermano y éste se quedó a su lado.

Entre las luces apagadas, Kageyama en un futón a parte, y el rostro diminuto e infantil de la pequeña Natsu, Hinata se escabulló de su cama, tomando lo mejor que podía su silencio entre sus propias manos, tapó a su pequeña hermana menor, y se metió entre las cobijas del futón del adormilado Tobio que trataba de conciliar el sueño.

El susto que se llevó el mayor cuando sintió a alguien acostarse a su lado, y al abrir los ojos, lo primero con lo que se topó fue el rostro demasiado cerca de Hinata que lo miraba con un pequeño rastro de curiosidad que se iba haciendo cada vez más grande conforme la situación avanzara. Kageyama de verdad creyó por unos breves instantes que tocaba el Cielo, ¿qué mierda? ¿Lo quería matar del susto?

—¡Idiota, me asustaste! —declaró en un grito que salió más bien como un susurro ahogado en el Beta, con sus cejas arqueadas hacia abajo y su mirada agudizada por el pánico quebradizo que había terminado por encestar en su corazón. Hinata rio con nerviosismo ante ese reclamo, pero muy en el fondo de su pecho, no le prestó demasiada atención.

—Sólo me he acostado contigo, tonto, no tiene nada de malo —aludió en un pequeño tono de voz algo ofendido. No sólo la forma en la que hablaba lo delataba, también su cara hecha un desastre por el color rojizo, y sus mejillas infladas con cierto pánico acumulado, hicieron saber a Tobio, que Shoyo esperaba algo entre su actitud cuidadosa de taparse lo mejor que podía en las cobijas.

—Pensé que te quedarías dormido con tu hermana —dijo Kageyama, resignándose a los hechos y enseñando lo mucho que le seguía pareciendo extraño, la nueva forma en la que ambos se trataban. Shoyo se sorprendió ante las palabras ajenas, sintiéndose un pequeño niño que había sido delatado a media travesura, lo máximo que pudo hacer fue tratar de evadir la mirada, con sus orbes color café llenos de temblores, y su corazón adolescente danzando sobre una sinfonía donde tenía altas posibilidades de que se le escapara de su pecho.

—Quería dormir contigo desde un principio —aclaró el menor, en un mohín y dejando desprender de su cuerpo un aroma algo abatido y agitado entre la dulce naranja. Tobio prestó atención a su afirmación, y tuvo un temblor de irritación en su ceja derecha, entendiendo que no dormir bien esa noche sería el punto principal de enfoque porque Hinata estaba actuando más raro de lo que ya lo hacía siempre, con unos silbidos directos de su boca, como si con ese ritmo marcado pudiera deshacerse de su responsabilidad en esa ecuación—. Así que no te quejes y vamos a dormir —describió la última parte de sus planes que en definitiva era difícil de contraatacar, y se hundió más en las cobijas donde el aroma a chocolates y toda la esencia de su Beta lo acariciaba y tranquilizaba.

—Sólo no hagas muchos movimientos que quiero dormir —advirtió su única condición de improviso, no rechazando que él se durmiera a su lado, pero que de verdad tenía que dormirse: no quería pláticas tontas, risas de su voz muy bonita, movimientos bruscos o tonterías de parte de Shoyo.

El de menor estatura tuvo un brillo particular en sus ojos, al ver que sí se podía quedar en el futón con él, y la alegría inmaculada de sus acciones, lo llevaron a impulsos soeces y algo atrevidos, hasta el punto de arrastrarse más entre el cálido lugar que había encontrado, para acercarse más a Kageyama. Y sí, tal y como se esperaba, el acercamiento fue demasiado evidente, demasiado cerca, sin buscar ser sutil con las acciones. El vértigo golpeó con demasiada intensidad el delgado y bien formado cuerpo del número nueve de Karasuno, al sentir que todas las barreras a su alrededor habían sido destruidas cuando sus narices rozaron. Él sólo pudo dar un respingo y alejar un poco su cara de esa cercanía tan cálida al retroceder tras arrastrar su cuerpo en seco.

Shoyo rio apenado al verlo realizar esa acción, quizás riñendo mentalmente a sus propias formas de actuar que lo tenían emocionado y algo cegado. Pero no podía evitarlo: esa pequeña sensación en la que él estaba recostado en un futón y Kageyama estaba en su cuarto, era similar a la primera noche que pasó, con una mordida permanente de su pareja destinada por el gobierno, de alguien como Kageyama y que esa marca demostraba su unión eterna, esa unión que lo reclamaba como el Omega del Beta, de Tobio Kageyama.

Las cosas habían cambiado demasiado durante todo ese tiempo. Recordó que al estar solo al dormir y demasiado cerca del suelo, sin duda podía ver y hacerse ideas terroríficas de lo que se encontraba debajo de la cama, pero eso justo en ese instante sólo quedaba como un recuerdo insípido, una prueba insuficiente de lo paranormal y que ya no asustaba por que lo único que lograban captar sus ojos entre las luces apagadas de su habitación, la respiración tranquila de su hermana Natsu y la fragilidad de Tobio, eran esos rasgados ojos azules.

Hinata había encontrado algo importante para él con Kageyama, y ya no había vuelta atrás.

Por eso, las acciones consiguientes ya no fueron tan extrañas a la hora de ejecutarse ante el agitado corazón enamorado de Kageyama, al ver al chico Sol actuar con una infantil caracterización que fue presentado sólo ante sus ojos, sólo para él: Shoyo se hundió entre las cobijas, dejando al descubierto sólo sus ojos rasgados porque sus labios y nariz habían sido ocultados entre la calentita cobija que lo mantenía a salvo. Ahí fue cuando todo explotó, y un escalofrío recorrió la columna vertebral ajena, porque Shoyo ni siquiera titubeó para apegarse más a él, recargando su rostro en su pecho y su mano se paseaba por su cintura al abrazarlo. Kageyama se quedó congelado, creyó que explotaría ante el tacto, abrió su boca de par en par y la voz se le escapó, no podía formularla con facilidad.

—¿Q-qué...? ¿Q-qué-...? —Sus tartamudeos sólo quedaron ahí, sin poder expresarse mejor pero le hubiera gustado. Todo le daba vueltas y se creía en el Cielo, y para colmo Hinata se aferró con más fuerza a él tras esa acción que desencadenó unas cuantas preguntas incompletas.

—Mi corazón ha estado latiendo muy rápido cuando estoy cerca tuyo —declaró al fin Hinata, tomando responsabilidad de sus propios actos que lograban descolocar al mayor. Era una suerte que Tobio no pudiera verlo ruborizado, porque si no, no podría avanzar con normalidad en su declaración y petición. Todo ardía dentro de él—. Así que, ¿pu-puedes abrazarme? Quiero dormir así. —Sacó a flote sus verdaderos sentimientos, teniendo un palpitar molesto en su pecho que le daba la impresión de que algún día se saldría de su pecho, ¿Kageyama no podía sentirlo? ¿Los latidos de su corazón?

Sus pensamientos fueron interrumpidos, cuando sintió que una de las grandes manos de Kageyama llegaron a parar sobre sus hebras, y les dio una extraña caricia inexperta, como si quisiera replicar las caricias que a veces Hinata le daba en la cabeza para calmarlo. Pronto, esas caricias fueron disminuyendo hacia abajo, paseando su mano de sus hebras hasta una de sus mejillas que ardían en la vergüenza, donde trató de acariciarlo con ternura, mostrarle sus sentimientos; luego, llegaron por su cuerpo, donde entre su pijama pudo ir acariciando su espalda, empezando frotando su mano en círculos y trataba de apegarlo más contra su cuerpo.

Ya no había vuelta atrás.

—No quiero que vayan a hacer un desastre, recuerden que seremos invitados en una escuela, un gimnasio y un lugar de residencia diferente —soltó de pronto Daichi, cuando el autobús se detuvo después de algunas horas de viaje: habían llegado a la Escuela Preparatoria de Tokyo, Nekoma.

Japón en la actualidad no sólo buscaba mantener la natalidad estable, si no que también buscaba apoyar a las nuevas generaciones al incentivarlos en actividades deportivas: ésa era la razón por la que habían llegado a ese campamento que buscaba cazar talentos de los equipos de las prefecturas que no llegaron a las nacionales. Uno nunca podría saber si un armador prodigio se encontraría por ahí, un as que anotara más puntos que otro, un digno capitán que liderara al equipo sin temer al futuro, o un líbero magnífico que sabía recibir a la perfección un saque asesino. Fuera del voleibol podría existir un nadador prodigio, una estrella de fútbol o alguien que encestara muchos puntos en baloncesto.

Sí, un campamento soñado para los amantes jóvenes deportistas, el Karasuno no era la excepción. Tanaka, Nishinoya y Hinata eran lo más agitados, apenas el profesor encargado les autorizó que podían bajar en orden. El pequeño trío bajó primero que los demás, pero no fue en orden. Entre tropezones, carcajadas y empujones, con un Ukai congelado porque la primera advertencia de su capitán y la petición de su profesor, la habían ignorado gradualmente. Daichi, por supuesto que no se sintió para nada complacido con el resultado final, teniendo un temblor en su ceja por la irritación de no ser tomado en cuenta.

—¡Lo primero que les dicen es que no corran! —gritó Ukai después de verlos bastante emocionados. Kageyama, que iba bajando los escalones en el momento del grito, no pudo evitar dar un pequeño salto del susto que se llevó por el timbre demasiado alto, y Kei se burló con una pequeña carcajada que logró hacer que Tobio frunciera su ceño todavía más.

—¡Tokyo! ¡Tokyo! ¡Estamos en el campamento especial de Tokyo! —cantaron el pequeño trío de personas alegres, mientras Tanaka se encargaba de rodear con sus dos brazos a Hinata y Noya y los hacia moverse a un mismo ritmo, empezando por la derecha y terminando por la izquierda. Yuu dilató sus pupilas por un breve par de segundos, y el rubor turbó sus facciones y tratando de ignorarlas sólo cantó más fuerte—. ¡Tokyo!

Varios alumnos invitados del equipo de fútbol masculino Inarizaki y el de voleibol de Nohebi no tardaron en dedicarle unas cuantas miradas extrañas, también algunos propios alumnos del Nekoma que pasaban por el estacionamiento los miraron raro.

—¿Son de la escuela Karasuno, Kuroo? —Un chico de cabellos que llegaban un poco más arriba de sus hombros y teñidos de un rubio claro observó la situación, mientras pasaba con su pareja por el estacionamiento para llegar a la institución después de haber entrado por la puerta trasera debido a que se les hizo tarde.

—Sí, se ven interesantes —soltó de improviso Kuroo, al ver los seis autobuses que habían llegado a parar, dos para cada escuela invitada: fútbol y voleibol. Kenma levantó la vista, dándole un vistazo a «su Alfa» asignado: su voz sonaba interesada en el Karasuno, pero realmente sus pupilas buscaban entre las personas de la otra escuela de Tokyo invitada, tratando de encontrar a alguien.

Kuroo era tan obvio. Ese chico de Nohebi lo tenía al pendiente.

—Realmente no te ves interesado —contempló al mayor, sin dibujar una verdadera sonrisa y sólo encarando con obviedad el color dorado de sus pupilas. Kuroo por fin le dedicó una mirada a Kenma, que no mostraba sus verdaderos sentimientos incluso en una situación como ésa—. Tus ojos realmente seguían al Nohebi —habló, delatando las verdaderas acciones ajenas. El azabache mayor dilató sus pupilas y sintió que todo su cuerpo temblaba, y Kenma sabía que tenía razón, porque si realmente le estuviera prestando atención al Karasuno, con su extraño humor, se hubiera reído cuando el que daba las pintas de ser el capitán, tocó los hombros del chico rapado y al de hebras naranjas. Los tres se congelaron al instante antes de callar de forma definitiva.

Kuroo, después de haberlo atrapado durante sus segundos en que quiso ser discreto, sólo pudo dar un respiro.

—Me has atrapado...

—No hay razón para que te pongas inestable a estas alturas —aludió el chico más bajo con un alzada de hombros antes de adelantar el paso. Kuroo se quedó congelado. Y Kenma sólo pensó que estaba unido a Kuroo sólo porque él era un Omega, y el mayor un Alfa.

A un Omega podía no gustarle nadie, y a un Alfa le podía gustar otro Alfa.

Pero claro, ese sistema nunca los tenía en cuenta.

En ese sistema estúpido al que estaban encadenados, donde sólo unos cuantos alcanzaban la felicidad, Kenma había logrado descubrir una pequeña apertura para poder respirar entre tanta asfixia: los engaños realmente eran muy normales en ese mundo, Kenma fingía no darse cuenta, y Kuroo no era para nada discreto. A ninguno de los dos les importaba realmente, pero se apreciaban lo suficiente como para considerarse algo similar a unos hermanos de diferente sangre.

—Bien, ya saben en qué aula les tocará a cada uno durante estas semanas de intercambio, sean buenos, no causen problemas y pongan atención en clases. —Eso último, Daichi se los dirigió más a los cuatro chicos más problemáticos en ese aspecto. Nishinoya se escondió detrás de Asahi por mero impulso, Tanaka se quedó helado, y Hinata tomó de la mano a Tobio y Ryu para no desfallecer por el regaño pasivo-agresivo de Sawamura—. ¿Entendieron?

—¡Sí, señor! —respondieron todos al unísono.

Shoyo pudo tragar grueso, y un escalofrío lo recorrió, tratando de sacarse todo el pánico acumulado de su pecho. Pudo respirar tranquilo cuando la vista de Sugawara cayó sobre él y le sonrió, y Daichi por fin les apartó la vista, ahora para regañar y advertir a Tsukishima sobre su personalidad ácida. Shoyo tomó aire, reteniéndolo y dejándolo escapar. En el proceso, un extraño olor a mandarina inundó sus fosas nasales y su pecho empezó a latir demasiado rápido, su cuerpo se llenó de temblores y un rubor inundó su cara, ¿qué era esa sensación?

Por unos instantes creyó que el piso se le movía, pareciéndole extraño ver a Daichi tambalearse y liderar en medio de un temblor para indicarles a todos que avanzaran, mientras la lejana voz del profesor Takeda los animaba en su primer día en una escuela diferente y el primer día de campamento.

Shoyo tenía la mirada perdida y su corazón se le estaba escapando de su pecho por lo agitado que se encontraba. Kageyama no tardó en notar su extraño comportamiento, al igual que Tadashi.

—¿Te sientes bien, Hinata? —Yamaguchi escupió de sus labios sin temor alguno esa pregunta, logrando que el chico aterrizara de su nube espesa de confusión, llegando a parar al rostro lleno de pecas del amable chico, y después, el gesto levemente preocupado en Kageyama que sólo era demostrado en sus cejas levemente arqueadas hacia abajo.

—¿Quieres ir a la enfermería? —acreditó los hechos Tobio, él ya yéndose al extremo, hasta el punto de tocar con una de sus manos una de las calientes mejillas de su Omega con preocupación.

Shoyo no rechazó el tacto, y en su lugar, inclinó un poco más su rostro para que Tobio le siguiera dando mimos.

—Sí, estoy bien, sólo me sentí extraño. —Se limitó a decir, después de darse cuenta de que ya había llamado la atención de todo el Karasuno.

—¿Seguro que te sientes bien? —Sugawara ahora era el más preocupado. Shoyo, muy al contrario, terminó por asentir con rapidez, para mostrar que realmente se sentía en óptimas condiciones.

No se sentía mal, sólo tenía una extraña molestia en su cuerpo, pero fue detenida casi de golpe al sentir como Kageyama buscaba adueñarse de su mano para demostrarle su apoyo a su manera. Otra vez, ese cosquilleo que el mayor le generaba, con esa extrañamente bonita cara que siempre tenía forma de «nadie se me acerque», y la confianza llegaba a su cuerpo una vez más, se forzaba a aceptar a esa persona con impulsos que no conocía, y cuando menos se había dado cuenta ya se había acercado demasiado a él, tratando de rechazar el olor a mandarina desconocido y poder llenarse de ese satisfactorio olor a chocolate.

El Karasuno siguió su camino, cuidando a Hinata con miradas de reojo y vistazos disimulados, sabiendo que cuidarían a su preciado compañero si algo llegaba a pasar, porque daba indicios de estar a punto de entrar en celo. Nadie se podía pasar de listo o se la verían con ellos.

—Antes de que entre a su aula asignada, hazlo que tomé las pastillas contra el celo de emergencia —susurró Daichi a su pareja, Koushi, quien sólo pudo atinar a asentir.

—Tenía pensado hacerlo, también traje algunos supresores de emergencia por si se llegaba a presentar un problema de ese estilo —continuó el mayor de tercero, el Senpai más amable que señaló su mochila con entusiasmo. Sawamura creyó que Suga tenía todas las cualidades de ser un papá precavido.

Al mismo tiempo en que ese pensamiento se cruzaba, la escuela que tenía fama de ser disciplinada, Inarizaki, abría sus puertas del autobús, después de que el equipo de fútbol se retirara del estacionamiento, para que saliera el equipo de voleibol masculino.

Primero bajo un tipo no tan alto, de mirada imperturbable y gesto serio, sus cabellos grisáceos atrapados en la pinta de un color negro, pusieron los nervios de punta a Hinata apenas lo vieron. El chico llevaba una lista en sus manos y una pluma, y sin hacer más movimientos de los necesarios, se colocó frente al autobús, listo para tomar asistencia. La diferencia de escuelas era notable.

—Te dije que esperaras tu turno, Atsumu —pidió Kita, completamente quieto y con un pequeño temblor en su ceja izquierda porque Miya ya estaba iniciando uno de sus berrinches.

—Pero, ¡no se me quita ese jodido aroma a naranja! —chilló Atsumu, empezando a bajar los escalones con dramatismo, queriendo llegar a los brazos de Kita.

El momento exacto donde todo colapsó.

Caminos cruzados, que se encontraron cuando las dos miradas cafés se encontraron por primera vez. Una historia típica de amor, de esas que inician con amor a primera vista por dos almas gemelas enamoradas. Shoyo detuvo sus pasos, deteniendo los de Tobio por consiguiente por la unión de sus manos. Se quedó quieto, a unos metros de distancia frente a la puerta del autobús.

—¿Hinata? —preguntó Kageyama, pero Shoyo ni siquiera le hizo caso. Seguía mirando a esa persona desconocida de la otra escuela.

Atsumu todavía no bajaba por completo, pero también se había quedado congelado. Kita Shinsuke era quien los separaba al estar parado en medio de ambos, mirando al interior del autobús, y la mano de Shoyo atrapada con la de Kageyama Tobio.

Una historia de amor cliché que iniciaba como cualquier otra, pero, muy a lo contrario o esperado, el rostro de Atsumu y Shoyo sólo mostraron una terrible mueca de terror.

Si Kageyama fueran un Alfa, él sería la verdadera pareja de Hinata, ¿o seguiría siendo otra persona?

Esa persona...

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