Capítulo 24: Natsu No Está De Acuerdo
Capítulo dedicado a: _Libe_Sofi, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Hinata bajó del autobús al día siguiente, empezando a caminar por las calles para llegar a su preparatoria. Al ir caminando, nuevamente, en el lugar acordado que tiempo atrás Tobio había desistido a esperarlo, nuevamente se encontraba ahí, con las manos escondidas en las bolsas de su pantalón escolar y con su mirada perdida hacia el cielo. Hinata tuvo la sensación de que volvía a caer en un déjà vu por lo similar que eran las situaciones.
Lo único que cambió, por supuesto, fue que el color rojizo asomándose en sus mejillas fue lo suficientemente obvio, y el cosquilleo que recorrió sus labios sólo para recordarle el beso que Tobio le había robado, lo hicieron temblar. Su corazón latió con fuerza, y sus piernas quién sabe de dónde sacaban la fuerza necesaria como para seguir avanzando hasta él.
En uno de los pasos, cuando sus distancias ya se habían acortado más, hasta el punto de sólo ser unos cuantos metros para estar uno al lado del otro, Kageyama pareció notar por fin su presencia, observándolo de reojo y fundiendo el serio color oscuro en el agitado Hinata que sólo había empezado a temblar con mucha más fuerza.
¿Kageyama podía actuar con demasiada facilidad? ¿No tenía vergüenza por lo que había hecho?
Hinata tuvo la impresión de que ese chico tenía unos poderosos nervios de acero. O eso pensó al inicio... ya que fue cuestión de tiempo para que toda la cara seria de Tobio explotara en rojo, se giró con rapidez para verlo, y una enorme mueca de terror inundó su cara. Kageyama también era humano, después de todo, y podía llegar a sentirse afligido por sus propias acciones.
—Hola... —dijo entre dientes Shoyo, sintiéndose un poco más calmado porque Tobio era el más alterado de los dos. Incluso la voz se le había escapado por breves instantes y sólo alcanzó a dar un asentimiento en modo de saludo—. Te ves más tenso que yo... —cimentó, dando una pequeña risa que logró que Tobio se irritara por fin después de haber estado flotando en una nube espesa de romance adolescente. Kageyama bajó sus cejas y sus dientes fueron apretados.
—Idiota, es tu culpa... —respondió como impulso, apartándole la vista al girar hacia otro lado. Sí, sus habilidades sociales en definitiva eran pésimas, no sabía qué decir después de esa afirmación, y su corazón latiendo como loco en su pecho, sólo hacían que todo empeorara.
Para su suerte (o mala suerte, dependiendo de la perspectiva), Hinata ni siquiera se cohibió ante el insulto, y en su lugar, sus ojos cafés dieron un extraño brillo de diversión, hizo un puchero con sus labios, y colocó una de sus manos cerca de su boca: ahora se burlaba de él.
—Aunque fuiste tú quien me informó que me ibas a tomar como tu esposo ayer —contó al recapitular los hechos Hinata, dando un bufido divertido y haciendo más grande el puchero en su cara. Kageyama explotó en rojo, al recordar lo que había hecho el día anterior por un impulso del momento. Todo su cuerpo fue hundido por escalofríos, y las ganas de querer negar lo que había dicho era tentador sólo para permanecer tranquillo.
—¡Cállate, lo dije por impulso! —protestó, dando un gruñido y provocando que Shoyo borrara de su cara sus acciones divertidas y se pusiera derecho, como si esperara su continuación. Kageyama arrugó más su entrecejo y esos impulsos de mentir sólo para librarse de la divertida afirmación de su Omega lo tentaban.
—¿Vas a pedir que lo olvide? —manifestó su duda Hinata, dando un vistazo hacia el suelo y empezando a mover sus pies con impaciencia contra el pavimento. Kageyama dilató sus pupilas, al ver la forma en la que se comportaba Hinata—. Es que... si me pides hacerlo, no creo que lo haga —murmuró el de hebras naranjas, levantando un poco la vista y mirando hacia el lado derecho, viendo a varios alumnos pasar de camino a la escuela, y su cara ardió con más fuerza en rojo. Tobio no se atrevió a decir palabra alguna—. Te llevaste mi primer beso —destacó, subiendo una de sus manos a la altura de sus labios, y trató de esconderlos. Sobró decir que esa afirmación logró que Kageyama echara humos de las orejas y toda su cara se empezara a calentar.
Sí, lo tentaban a decir que todo había sido un impulso, fingir que nada pasó y continuar su vida... o eso hubiera hecho el antiguo Kageyama Tobio, antes de dejarse absorber por el nítido y alegre color naranja.
—¡E-escucha! —bramó con demanda el número 9, alzando su voz sin querer y logrando que los ojos cafés de Shoyo se movieran en su dirección, para hacerle saber que tenía toda su atención. Kageyama estaba consciente de que lo más seguro era que por fuera estaba hecho un desastre, pero por dentro todo se había multiplicado, si le costaba demasiado trabajo mantenerle la mirada a esa persona especial, y el intento vago de mantener a sus latidos al margen tras emocionarse. Sólo podía tomar fuerza de sus palabras—. ¡No me arrepiento de lo que dije y puede que no sea la última vez que te vuelva a besar! —precisó, dando un bufido de rabia que se mezcló con el orgullo que sintió de expresar sus sentimientos. Tras eso, miró una última vez más al chico que se quedó helado al oír esas palabras con completo color rojizo por toda su cara, que hasta podría confundirse un poco con el tono claro de sus cabellos, giró sobre sus talones, y comenzó a avanzar.
Hinata frunció su ceño y volvió a mirar al andante joven que ya avanzaba como todo un Rey caprichoso que podía hacer cualquier cosa. Un simple Beta que logró revolver sus entrañas con sólo un tacto en la comisura y lo directo que era con las palabras. Sin querer, sus ojos miraron una de las manos del chico que iba delante de él, empezando a alejarse.
Una idea vaga, un ataque obtenido, y un nuevo sentimiento que seguía floreciendo en él gracias a ese azabache. Todo lo llevó al inevitable pensamiento de querer competir contra él: ¿Kageyama se creía ganador porque le dijo palabras bonitas y comprometedoras?
Shoyo tomó impulso y trotó hasta él, deteniéndose a su lado y tomando el valor para atrapar con su mano uno de los dedos de Tobio. Kageyama tuvo un sobresalto al sentir el agarre de repente, y al girar para ver a esa persona cálida que de un momento a otro soltaba su dedo para aferrarse a toda su mano, se topó con un Shoyo avergonzando hasta el tope y sacándole la lengua.
—Tal vez no sea la última vez que te vuelva a tomar de la mano para caminar —retó Shoyo, apretando más el agarre.
Natsu observó consternada como a unos días después de haber visto un beso en directo de su hermano y su pareja destinada, el infame Tobio Kageyama, ahora los veía llegar tomados de la mano a casa. El alma se le escapó del cuerpo y sus ojos cafés sólo pudieron atrapar la imagen de su hermano completamente rojo y a Kageyama con un rubor más cuidadoso.
Natsu desde ese momento entendió que no había vuelta atrás.
—Natsu, Kageyama se quedará esta noche —afirmó el chico, con una enorme sonrisa y señalando con su única mano libre el rostro serio e impenetrable de Tobio que se suavizaba un poco antes de dar un asentimiento.
—Hola, mini-Hinata —saludó el mayor, y ella se quedó más helada de lo que ya estaba. Sintió como una de las manos de su querido hermano se posicionó sobre sus cortos cabellos y le dio una caricia, antes de pasar a casa y dejar entrar al invasor. Sus manos se separaron cuando tocaron el umbral, cuando se cambiaron sus zapatos, y su madre llegó para recibirlos con una enorme sonrisa.
—¡Estaremos en mi cuarto! —Fue lo primero que formuló Hinata, antes de tomar el brazo del mayor para conducirlo a mayor velocidad hasta su habitación. Natsu volvió a sentir que el aire se le escapaba de sus pulmones y su pecho se apretaba ante la rabia acumulada.
Si no hacía algo a ese paso, su hermano en algún momento dejaría de llamarse «Hinata». Shoyo Kageyama no sonaba bien, ¡no! Ella no quería ser lo segundo más importante para su hermano, no quería ceder a su hermano mayor en lo absoluto. Debía de actuar mientras todavía tuviera tiempo: ¡los iba a espiar!
Fue la decisión que tomó después de que viera a Shoyo invitar a pasar a Tobio a su habitación, antes de cerrar la puerta corrediza. ¡Ni siquiera la miró! ¡Ni siquiera se percató de que les estaba siguiendo el paso demasiado cerca para saber qué hacían! ¡El amor lo tenía mal!
Debía de actuar de inmediato si no quería perder a su querido hermano mayor en manos de un ser desconocido que había llegado a sus vidas sólo para crear caos.
—No dejaré que me robes a mi Nii-chan... —murmuró la pequeña, acercándose lo más silenciosa que pudo hasta quedar frente a la puerta. Al hacerlo, y tras agradecer porque debido a ser de las corredizas no podía colocarse un seguro, abrió un poco la puerta, dejando ver la luz contigua de la habitación y agradeciendo que ellos estaban tan perdidos en la presencia del otro, que no se percataron de la pequeña apertura y de la visitante que había tomado la decisión de verlos y escucharlos. No haría nada más, sólo los vería. Si llegaban a hacer algo más los detendría.
—Hoy creo que lo hice bien en las prácticas —soltó Hinata con una enorme sonrisa de par en par, mientras Kageyama optaba por sentarse frente a la pequeña mesa y dejaba su mochila a un lado.
—Yo creo que fallaste en demasiados remates y el balón te golpeó la cabeza muchas veces —aseguró Tobio sin escrúpulos, empezando a extraer de su mochila su libreta de Geografía de la cual tenía demasiada tarea ante un arranque de ira de su profesor porque todo el salón no le prestaba la atención necesaria.
Hinata soltó un puchero demasiado amplio y se sentó a un lado de Kageyama, dejando caer su libreta de inglés. Sus cejas temblaban y la molestia acumulada dentro de su rostro era demasiado grande, y su único impulso que alcanzó a describir fue al jalar la mejilla de Tobio, para que le prestara atención.
—¡No era necesario que me lo dijeras! ¡Mejoraré!
Tobio soltó un quejido obvio y un gruñido impulsivo se escapó de su boca. Shoyo rio con cierto orgullo por lo que logró y soltó la piel de su pareja.
Natsu suspiró, un poco tranquila, viendo que después de ese tacto innecesario entre ambos, los dos se disponían a realizar sus tareas por separado. Tal vez se había preocupado demasiado al verlos entrar de la mano, y el beso que vio la otra vez posiblemente no le había gustado a su hermano. No había nada de qué preocuparse por el momento. Podía seguir, no había gran amenaza en dos personas que sólo iban a realizar una tarea juntos de diferentes asignaturas y que iban en distintas aulas. Ella también había ido a casa de sus amigos para realizar los cuadernillos de dibujo durante el verano.
Nada fuera de lo común...
El descuido de Natsu le costó demasiado caro.
Cuando regresó de su horda de pensamientos donde sólo buscaba justificar las acciones que estaba observando, lo primero con lo que se topó fue ver al intrépido de Kageyama pasar su brazo que estaba más cerca de Shoyo por detrás de él, sólo cayendo sobre la mesa en un agarre posesivo donde su querido hermano había terminado encerrado por ese brazo. ¡Nooooooo!
El menor al principio se mostró un poco nervioso y el color rojizo llegó hasta su cara, entendiendo poco a poco los hechos al querer procesarlos: estaba atrapado en ese lugar. No podía salir porque Kageyama había cubierto cualquier ruta de escape del lado derecho con su brazo, la mesa era un estorbo y del lado izquierdo tenía el cuerpo de Tobio. Lo único que pudo hacer fue tragar grueso, no pudiendo hacer más que soltar su propio aroma en medio del pánico, y su pequeño Omega interior reaccionando ante los intentos de conquista de su pareja.
Kageyama le había dicho que el beso anterior no iba a ser el único, ¿verdad?
Hinata ladeó un poco su cabeza, hacia el lado donde se encontraba Kageyama. Su pecho latió con demasiada fuerza y sus ojos se abrieron más de la cuenta al sentir como su nariz rozaba con la ajena. ¡Kageyama se había acercado demandante hasta él!, con un gesto serio y sin notar una pizca de vergüenza en su atractivo rostro más que un tenue color rojizo en sus cachetes. Shoyo terminó por explotar, al notar lo que el mayor buscaba.
Toda su cara bien podía ser un espectáculo de color rojo para que las personas pudieran burlarse de él, su estómago hecho un revoltijo de mariposas alocadas que saltaban por todos lados, su propio aroma lo estaba mareando, y el apenas perceptible chocolate del Beta lo ayudaba a sentirse seguro. Un pequeño sentimiento que iba creciendo, ¿desde qué momento había decidido pasar a la idea de ser sólo su amigo, a ser una extraña clase de amantes que nunca se habían declarado de forma correcta?
—¿Pu-puedo...? —Kageyama esa vez pidió permiso, con su voz cortada y sus labios temblorosos. Hinata lo observó, mucho más apenado que él.
Shoyo se tomó su tiempo para contestar, ni siquiera sabiendo qué decir en momentos como ésos, más que sólo atinar a apostar por acciones. El de menor estatura cerró sus ojos con fuerza, arrugando un poco su nariz al arquear sus cejas hacia abajo y terminó por asentir: ahora esperaba el beso.
Kageyama quería un beso, ¿¡no!?
Tobio ni siquiera perdió el tiempo para aceptar dicho reto y besarlo. Cerrando sus ojos con mucha más tranquilidad, el infantil beso ajeno sólo detonó en las comisuras, con un rastro inocente que duró unos escasos segundos. Al separarse, Hinata abrió uno de sus ojos, relajando más sus facciones y encontrando la tranquilidad que necesitaba en los ojos oceánicos que se escondían en unas líneas rasgadas alrededor de ese color azul.
Ese tacto en sus labios era adictivo, era simple y hasta cierto punto tal vez lograba llegar a ser abrumador. Él era feliz.
Shoyo volvió a cerrar sus ojos, y se acercó un poco más a Kageyama, mandándole una pequeña indirecta de que quería volver a ser besado otra vez. El azabache acató la orden sin pensárselo mucho.
A medio beso, donde el mayor por fin pudo atreverse a mover sus labios, y Shoyo abrió un poco su boca para permitir que el continuo movimiento fuera más fluido, fue ahí donde Natsu no soportó más. Abrió la puerta de un portazo, con sus ojos desorbitados y una mueca perdida que hizo que Hinata y Kageyama se separaran al instante.
Hinata estaba más rojo de lo que ya estaba, y Tobio frunció un poco su ceño, inconforme por haber sido interrumpido. Vio como la pequeña hermana menor corrió hasta donde estaba su hermano, rodeó la mesa con una rapidez impresionante, y al no ver un mejor impulso que saltar, se lanzó contra su hermano, abrazándolo.
—¡No te entregaré a Nii-chan, Kageyama-kun!
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