Capítulo 21: ¿No Lo Harás?
Capítulo dedicado a: sweetshouyo, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
El lunes había llegado con absoluta tranquilidad para Hinata, después de haberse pasado tres días pegado a Tobio y cuando éste se despidió de ellos el domingo en la noche para regresar a casa acompañado de su padre quien lo vino a buscar, Shoyo ya estaba lo suficientemente más tranquilo como para afirmar que su celo iba pasando poco a poco. Siendo lo esperado, el lunes su madre le dio el visto bueno para regresar a la escuela, no sin antes indicarle que tomara su medicamento por si acaso y se llevara supresores de emergencia.
Cuando el autobús se detuvo en la parada más cercana al Karasuno, y el menor bajó del lugar con demasiada lentitud por el sueño que estaba depositado en su cara tras estar despierto gran parte de la noche, sus pasos fueron algo cansados y tranquilos, tratando de hacer todo lo posible consigo mismo para no caer dormido en medio de la calle. No había sido buena idea dormir en el autobús.
Ahí fue cuando sus ojos tratando de acoplarse a la luz mientras daba paso lento, se toparon con la seria figura de Tobio Kageyama en el lugar acordado donde cierta noche habían decidido dar un sitio para sus encuentros imaginarios que hasta ese día sólo habían sido una distracción para sus madres para que Kageyama no caminara más de lo que debía. Él parecía no haberlo visto, porque miraba directamente hacia el cielo despejado de ese momento, parado muy derecho y recto, con las manos en sus bolsillos.
Si Shoyo se permitía ser un poco honesto, en su mente bien podría aceptar que Kageyama sí tenía un perfil atractivo. Por supuesto, sólo en su mente, porque nunca se atrevería a decirle a ese idiota del voleibol a la cara, que muy al contrario de lo que le dijo la primera vez que los presentaron como pareja, sí le parecía alguien atractivo.
—¡Kageyama! —llamó Shoyo con un pequeño rastro de emoción al verlo ahí. El mencionado se tensó un poco, deteniendo toda la tranquilidad que había logrado acumular al ver el cielo, y pareció un poco aturdido. Hinata dilató un poco sus pupilas, cuando creyó que cuando sus pequeños ojos cafés se toparon con los rasgados color azul ajenos, las facciones endurecidas y estoicas de Tobio se aflojaron un poco y dejaron ver un pequeño rubor que se paseó por su cara, y el pánico que mostró a partir de su propia reacción—. ¡Kageyama! —Volvió a gritar el chico con la emoción a flote, alzando sus dos manos al aire y dando pequeños brincos de la emoción que sólo lograron que el obvio temblor amueblara el alto cuerpo de la persona que lo estaba esperando, y sus pies empezaran a retroceder por impulso.
Cuando menos se dio cuenta, Kageyama ya había girado sobre sus talones y ya estaba dispuesto a irse. Pero se notaba que le costaba caminar. Hinata no sería ese tipo de persona que dejaba pasar esas oportunidades, mostrando una pequeña sonrisa por la emoción sincera de por fin tener un poco la cooperación de Kageyama en su plan para llevarse bien. Por esa razón fue que corrió hasta él, tomándolo de la manga de su suéter escolar para que no huyera.
Tobio entró en pánico ante la insistencia ajena, dilatando sus pupilas y creyendo que sus labios habían cobrado vida propia, porque estaban temblando. Que su corazón corriera dentro de su pecho como un caballo desbocado tampoco ayudaba. La cercanía de Shoyo le gustaba, no había duda.
—¿Adónde ibas? —La pregunta de Hinata le puso los nervios de punta.
—A la e-escuela, es obvio, ¿no? —afirmó sin dar tregua a revelar sus verdaderos sentimientos: nunca diría que por un impulso había llegado a esperarlo. No...
¡No!
—Vaya, qué coincidencia, ¡yo también voy para allá! —indicó con completa felicidad el de menor estatura, soltando el agarre que había creado para poder señalarse. El azabache creyó que algo lo atravesó cuando ya no sintió el tacto ajeno sobre él. Oh, no, podía afirmar con seguridad que se sentía todo un ser patético ante las palabras tan tontas que podía decir Hinata, como las formuladas en ese mismo instante, y a él eso le encantaba—. Vamos juntos en ese caso...
¿Lo peor? Era que Shoyo sin duda sabía leer bien cada una de sus acciones, parecía tener una idea de lo que pensaba y siempre sabía soltar las palabras indicadas para hacerlo sentir confiado.
¿Él cómo sabía eso? Fácil, porque también poco a poco había empezado a entender a Shoyo. Con sólo ver su cara, llena de seguridad y amabilidad, era obvio que su objetivo era romper la racha de incomodidad que giraba sobre él.
Y él, como un ser desconocido color gris que había tocado a otro ser desconocido de color naranja, terminó siendo una amenaza dócil.
—Supongo que está bien —reconoció, tratando de recobrar su compostura con un pequeño carraspeo que chocó contra su propia boca antes de arquear sus cejas para calmar su propia ansiedad.
Shoyo amplió esa sonrisa que en la actualidad le daba la impresión de ser extrañamente bonita aunque no fuera para nada especial, y el diminuto asentimiento en su cabeza lo dejó en las nubes. Como última invitación silenciosa que Hinata le hizo, fue gracias a que sus pies retomaron el paso y su dedo señaló por impulso el camino. Suficiente para que Tobio lo siguiera.
—Gracias por quedarte conmigo durante mi celo —agradeció el menor, dando una pequeña reverencia en movimiento. Kageyama escuchó atentamente esas palabras, con un pequeño vistazo de reojo a Hinata, y ese temblor misterioso en su pecho empezó a golpearlo una vez más.
—No importa, idiota. —Encaró, rascando su nuca, no creyendo que había hecho gran cosa realmente—. Es bueno que ya hayas regresado a la escuela...
—Aunque sólo falté un día —asimiló, dando una pequeña carcajada tan estrepitosa, irritante y música para los oídos ajenos. Ahora creía que sí podría desmayarse ahí mismo.
—También puedo acompañarte en tus otros celos si quieres... —soltó de improviso el mayor, con un tono demasiado bajo, sólo para que fuera captado por Shoyo y por nadie más. Hinata guardó silencio por unos segundos ante esa afirmación, quedándose tranquilo hasta que un extraño brillo en sus ojos se le escapó, y sus mejillas sonrosadas acompañaron esa curva en su boca que iba hacia arriba.
—Sí, por favor.
La plática continuó entre ambos con absoluta casualidad, y Shoyo no podía decir lo emocionado que estaba de la extraña cooperación que el otro estaba tomando. Aunque de vez en cuando decían una cosa que los hacía iniciar una pelea verbal, todo iba en viento en popa... pero no para Kageyama: los dos caminaban con mucha tranquilidad a un lado del otro, el ambiente no era incómodo y podía decirse que la atención de Hinata sólo era para él. Pero, por alguna razón, por alguna extraña razón, por una tontería... ¡una de sus mano tenía el ligero impulso de querer tomar la de ese enano! ¡Y no, no estaba bien! ¿Por qué Shoyo no se seguía portando cariñoso con él como en el celo? El fin de semana hasta se habían abrazado, y ahora sólo tomaban distancias.
Su mente estaba hecha un perfecto caos, creyendo que le salía humo de sus orejas por el exceso de pensamiento mañanero y los dedos de su mano se movían con cierta impaciencia, anhelantes al tacto. Debía de buscar una forma para poder tomar la mano de Hinata sin levantar sospechas.
Para su suerte, la oportunidad llegó demasiado rápido, cuando pararon frente a un pequeño cruce que todavía estaba en rojo, impidiendo que los peatones no avanzaran y los carros circularan con tranquilidad. ¡Bien, todo bien! Cuando se va a cruzar la calle, siempre debes de tomar a alguien de la mano.
—¡Tu mano! —gritó de improviso, y bastante feliz por su propia posibilidad de tomar la mano de Hinata. El Beta estaba tan ansioso que ni siquiera supo disimular ante miradas ajenas: su cara como un tomate, su mano levantada frente al pecho de Shoyo para que no fuera ignorado y sus sacudidas.
—¿Eh?
—¡Por-porque vamos a cruzar la calle! —Se excusó, evitándole la mirada a su Omega, no queriendo ver el rostro ajeno por si éste llegaba a rechazarlo por ser una mala persona.
Su mano quedó suspendida en el aire, por unos cuantos segundos, sin recibir contestación positiva o negativa. La ansiedad, por supuesto que lo carcomía, porque, ¿qué tal que el de hebras naranjas se estaba burlando de él?
«Maldito Hi-...», su pensamiento quedó a medio camino, cuando sintió la delgada mano de Shoyo aceptando el agarre. Y cuando el rostro confundido del de hebras negras chocó con el de Hinata, la sonrisa que éste le dedicó fue casi como una perdición. Su corazón empezó a dar brincos de felicidad, y sus labios por primera vez en su vida, trataron de dejar escapar un claro gesto expresivo hacia arriba. Antes sólo le pasaba eso con el voleibol.
Kageyama sintió que con cada paso que daba tomado de la mano de Shoyo, daba otro paso más al paraíso, cuando realmente sólo caminaban sobre el pavimento, él creía que flotaban.
Por supuesto, su burbuja se rompió con mucha facilidad, cuando cruzaron la calle, el agarre de Shoyo se deshizo y Kageyama sintió que le arrancaron el alma.
¿Lo peor? Era que ya no podía volver a usar esa excusa para volverlo a tomar de la mano, porque la escuela ya estaba en esa calle, ¡noooooooooooo!
—¡Hinata, regresemos a mi casa! —exclamó Tobio por mero impulso. El susodicho lo miró raro.
—¿Por qué?
—¡Olvidé mi uniforme escolar! —expuso su plan desesperado, dejando en blanco a Hinata.
—Pero, lo traes puesto... —siguió la lógica como rara vez lo hacía.
Ésa fue la primera vez que Hinata notó que Kageyama se comportaba raro con él.
Hinata seguía actuando con normalidad, fue lo que entendió Tobio después de comerse su última comida que venía en su bento y sorbió los rastros de leche en la caja que había comprado.
Esa vez, a su suerte, Yamaguchi y Tsukishima sí estaban a su lado, no decían absolutamente nada, pero se notaba el cambio en sus actitudes por la convivencia diaria en los dos descansos del día antes de la práctica. Yamaguchi ya había dejado de lado sus enormes ganas de contenerse, quizás por impulsos insoportables de algo. Ahora trataba de mantener el rastro de su relación a la intemperie, metiendo su cuchara en la consistencia cremosa y la dirigió directo hasta la boca de su Alfa. Tsukki, siendo de esperarse, trató de mostrarse desinteresado ante la expectación de Yamaguchi y la sonrisa irritante de Hinata mientras terminaba su bento al comer demasiado rápido, pero, por supuesto, aceptó la comida. Tadashi no supo lo feliz que se sintió, teniendo que golpear con su propia mano su pecho por la emoción generada.
Hinata, siendo alguien amable por naturaleza, un ser casi perfecto que había sido idealizado por Kageyama, terminó mostrando su lado más humano al burlarse del rubor en las mejillas del rubio por la emoción. Como un reacción en cadena, fue suficiente para que se llevara un buen golpe en la nuca con la mano abierta por parte del más alto que todos, tratando de defender su lugar.
Shoyo sacó un pequeño chillido en modo de alerta y con sus dos manos cubrió sus cabellos naranjas, en busca de parar el pequeño ardor que le dejó. Todo normal, nada que no pudiera ser pasado por alto... sí, eso podría decirse, si no se hubiera escuchado un pequeño gruñido de la boca de Kageyama, de esos primitivos que cada raza soltaba de vez en cuando. El de ojos cafés no pudo evitar la sorpresa, dilatando sus pupilas y quedándose en blanco, cuando sintió como uno de los brazos de su pareja lo rodeaba en un medio abrazo y lo apegaba a su cuerpo. Tobio siguió con un gesto enojado al serio e inexpresivo de Kei, que sólo pudo ver la escena por unos segundos antes de soltar una risa socarrona, como si ya se esperara esas acciones tan primitivas en un tonto que no pensaba como lo era Tobio.
—Perdón, no quería golpear a tu Omega, no era para que te enojaras tanto, enamorado —murmuró con absoluta peculiaridad Tsukki, arqueando sus cejas hacia abajo y delineando esa sonrisa de su boca que sólo podía generar malas noticias. Kageyama lo entendió con mucha facilidad, en el instante en que el color rojizo llegó a su cara y todo empezó a arder. Ni siquiera se tomó la molestia de ver cómo se lo había tomado Hinata en su pánico, que terminó por soltar el abrazo, pero todavía manteniéndose demasiado cerca de él.
Trató de procesar cada una de las cosas que habían pasado: ¿había tratado de defender a Hinata? El sudor empezó a bajar de su rostro y sus pupilas dilatadas fueron un punto perfecto de Kei para notarlas y terminar por sonreír como alguien que encontró el perfecto entretenimiento que estuvo buscando. Kageyama maldijo mentalmente y terminó por bajar su vista hasta el suelo, un poco ansioso por los resultados que pudiera arrojar a continuación con su extraño comportamiento, pero no odiaba esa calidez en su pecho, y por supuesto, disfrutaba como nunca que ese enano no se alejara de su lado. Como contradicción hacia su propia postura inicial al tratar con él, cuando bajó su vista para ver sus acciones, captó el último bocado saboreado de Shoyo por sus propios palillos y su bento dejado en el suelo, debidamente acomodado. Fue en ese instante cuando los dos cruzaron miradas.
Hinata siguió masticando y sin alterarse al ver que el color café y el azúl estaban a punto de eclipsar en sus pupilas, a pesar de ser originalmente un gris opacó y un naranja vívido. Pero el gris combinaba con muchos colores, y el naranja era uno de ellos. Ésa fue, con altas posibilidades de ser la razón, por la que Hinata amplió su sonrisa entre su comida en su boca, sólo cerrando con candado la mitad de ésta para que sólo se notara la curvatura, un suave color rojizo amplió sus claras mejillas y en una extraña forma de mostrarle afecto, Hinata se apegó a Tobio más de lo que ya estaban por la reciente intervención del mayor, y talló con una de sus mejillas, ligeramente infladas por el alimento, el hombro del azabache.
Kageyama quedó congelado al sentir de nuevo esa calidez, con el calor en su pecho aumentando más de lo que debería. El color rojizo traicionó su propio cuerpo y cuando menos se dio cuenta, en sólo un pequeño descuido, ya tenía toda la cara cubierta del color de los enamorados. Kei rio con una suavidad casi extinta en él, y Tadashi sólo pudo rehacer una sonrisa de condolencia porque Tobio había parado a ser sólo una de sus víctimas de aburrimiento.
Siendo algo normal, como una pequeña polilla queriendo perseguir la luz corrediza de un coche en la parte trasera, Kageyama empezó a caminar detrás de Hinata, tratando de alcanzarlo. Ésa fue la segunda vez que el color gris trató de mezclarse con el naranja.
—¡V-voy a dormir! —precisó en un grito demasiado delator Tobio. Hinata lo miró raro, llevándose un pequeño susto por el repentino grito, tragando en seco su último bocado. Al final, sin poder decir otra palabra, asintió, un poco perdido. Tsukishima hizo un sonido raro, como si se tragara su voz en una carcajada ahogada al cubrir con su mano su boca.
—Está bien... —Después de un rato, por fin dijo Shoyo. Kageyama se sintió más que derrotado, con pánico acumulado en la punta de su boca, al no entender por qué se sintió un perdedor.
Algo de esperarse, ante tanta singularidad en un sólo día, no fue extraño que la bomba que estaba hecha Tobio, a punto de detonar, explotara sin dar previo aviso. Reclamó algunas cosas sin soltar palabra, sin decir nada, sólo limitando sus acciones a tomar de los hombros a Shoyo, para captar toda su atención. Shoyo dio un respingo al ser tomado desprevenido y la respiración se le agitó, junto con el golpeteo para nada rítmico de su corazón. Los ojos de Kageyama al mirarlos de frente, de ese azulado oscuro y delineados en un aspecto rasgado, lo hacían dudar por su profundidad, y justo en ese instante parecían brillar cuando se encontró en sus pupilas.
—¿No vas a pedirme que duerma en tu regazo? —reiteró Tobio lo que había dicho unos días atrás el mismo Hinata. Tobio no podía entender del todo los sentimientos humanos, y no sabía cómo tratar con las personas, pero creyó que había dicho algo fuera de lugar por el sonrojo notable que se coló en las níveas mejillas del menor. ¿Había dicho algo horrible?
Por si fuera poco, la mirada penetrante de Tsukishima sobre ambos empezaba a tragarlo vivo. ¡Se estaba burlando de él!
Entró en pánico, se creyó alguien que no sabía llevar una plática y en ese instante entendió que había dicho algo bochornoso. Se quedó completamente quieto, teniendo un extraño ataque de pánico al ver como el menor lo miraba un poco dudoso por su última pregunta. ¡No!, ¡era un tonto! ¿Cómo creyó que era buena idea pedir eso como si nada? Era obvio que esa pregunta estaba fuera de discusión ya que días atrás se había negado rotundamente, ¿qué le hacía creer que ahora sólo por su gusto podía exigir eso? Tal vez sí era un persona autoritari-...
Shoyo no pudo pasar por alto el obvio remolino de emociones que estaba presentando la cara de ese Beta, como si estuviera lidiando con algo demasiado extraño, algo que lo tenía inquieto y lo asustaba. Lo asustaba hasta el punto de aflojar un poco el agarre firme que había mantenido en sus brazos.
«Imposible, Kageyama-kun no tiene amigos», esa afirmación volvió a llegar a su mente, como una flecha que no lastimaba, pero sí avisaba la falta de habilidades para socializar de Kageyama.
Hinata dibujó una pequeña sonrisa en sus labios, calmada y frágil, inquebrantable a pesar de su apariencia. Su mano fue estirada a la par, llegando hasta una de las mejillas suaves de Kageyama, y les dio una pequeña caricia en modo de consuelo. Tobio pudo regresar de sus dudas en ese diminuto lapso, teniendo el punto extra de que ese olor a naranjas tan tranquilo y reconfortante lo hacía creer que tenía un lugar seguro, un lugar donde siempre habrá alguien que lo estará esperando con una sonrisa.
—Kageyama-chan es como un niño pequeño, no aguanta mucho sin dormir —recalcó el menor en una pequeña burla inocente, logrando que el mencionado se mostrara inconforme, arqueando sus cejas hacía abajo.
—Siempre tomo una siesta en el primer descanso, idiota. ¡Tú eres el que siempre me lo interrumpe! —defendió su postura, pero no rechazando la caricia que todavía continuaba en su mejilla. Hinata esa vez no se ofendió y tampoco trató de seguirle la pelea, más bien lo remató a Tobio con una risa triunfal y una sonrisa escurridiza que enseñaba su dientes en deslices burlones.
Kageyama se irritó más, y trató de borrar ese gesto al colocar sus dos manos sobre las delgadas mejillas del de hebras alborotadas y empezó a apretarlos. Hinata soltó un quejido, no teniendo en sus planes que ese azabache de estatura alta actuara así.
—¡Kage... yama! —gritó con un hilo de voz, empezando a molestarse él también. Sus cejas estaban temblando con demasiada fuerza y su paciencia fue tan delgada como un hilo tensado que se rompió al instante, empezando a seguirle la pelea a Tobio con sus dos manos a duras penas pudiendo atrapar sus mejillas y las empezó a apretar—. ¡Sí es mi culpa, así que tomaré la responsabilidad y te prestaré mi regazo! —balbuceó entre sus labios atrapados en las manos ajenas y sus golpes en su propio corazón que sólo fueron un eslabón para que Tobio se impresionara por tan fácil afirmación.
—¿En serio? —comentó de improviso, deteniendo su pelea a medio camino al oír esa afirmación tan valiente, bajando sus manos de las mejillas ajenas y con la ilusión plasmada en sus orbes azules. Hinata no pudo hacer más que copiar su acción, dando una sonrisa que le dolió un poco por sus pómulos aplastados.
—En serio.
Resultado final, un Kageyama mostrando su felicidad sin dar rastro de una sonrisa, pero teniendo un enorme color rojizo en su cara y un extraña forma de zigzag en sus labios, como si no se decidiera en qué tipo de expresión realizar. Y si se podía emocionar más, el aroma de Hinata para tranquilizarlo era demasiado fuerte, demasiado cálido, demasiado bello. También tenía el plus de que éste le estaba acariciando sus hebras, metía sus dedos entre sus cabellos negros, se paseaba y él sólo podía cerrar sus ojos, dejándose llevar por esa calidez tan efímera.
Hinata, de su lado, estaba completamente rojo, como si no pudiera extrañarse de sus propias acciones que lo incentivaban a querer mimar a Tobio. Pasó vergüenza con el rostro de Tsukishima burlón, y la cara sorprendida de Yamaguchi ante el cambio que ambos tuvieron demasiado rápido en cuanto a actitud.
—¡Vivan los novios! —exclamó de modo burlón Kei. Hinata no dijo nada, pero el rostro que realizó no tuvo precio. De igual forma, algo que si sacó de sus casillas al más alto del cuarteto, fue la diminuta sonrisa avergonzada que salió de su boca ante la felicitación que sólo era broma.
«¡Qué tiernos!», fue lo único que pasó por la mente de Yamaguchi, colocando una de sus manos sobre su pecho, completamente conmovido.
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