Capítulo 18: Cuando Alguien Está En Celo
Capítulo dedicado a: YouTori, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Natsu se despidió de sus amigos cuando llegó frente a la puerta de su casa, con un enemigo que era un Beta terrible que lograba robarse la atención de su hermano. No lo iba a comprar a pesar de que sus gestos fueran demasiado serios, no lo iba a perdonar aunque éste haya pensado en su hermano para venir a verlo, no lo iba a perdonar aunque le haya comprado una paleta de hielo sabor mora azul de esas especiales. ¡Simplemente no lo iba a aceptar aunque todos los demás niños con los que jugaba ya lo habían hecho apenas les compró dulces! Natsu chirrió sus dientes en un claro ejemplo de sentirse derrotada, cuando caminó y lo único que hacía era acercarse a la puerta de su casa. Tobio iba detrás de ella, sin dar una expresión alguna de un plan malvado, pero ella debía de adelantarse. Cuando ella abriera la puerta, ya no habría marcha atrás, a ella no la dejarían pasar a ver a su hermano, pero a Kageyama sí.
Debía de prepararse. Tragó grueso, ante la insistente mirada del chico de preparatoria sobre su persona y sólo pudo reunir la suficiente fuerza como para acercarse lo suficiente, dar un largo respiro, y abrir la puerta de par en par.
—Puedes pasar, pero mi hermano está en celo —comentó con completa envidia la más pequeña, aun sin apartarle esa mirada hostil que bien podría ser su señal característica de ahora en adelante cada que lo viera.
—Lo sé, pero supuse que lo correcto sería verlo —declaró, aceptando la invitación de entrar y empezando a deshacerse de sus zapatos en la entrada. Natsu no sonaba muy convencida al respecto ante la decisión ajena: ¿qué podía hacer para que se fuera de su casa?
¡Y no! ¡No lo aceptaría aunque éste haya pensado en su hermano y le haya traído toda una bolsa de dulces!
—Natsu-chan, ¿ya has llegado? —La voz de la mujer adulta Omega resonó en los tímpanos de la pequeña, poniéndola alerta y enseñando desde el inicio que estaba destinada a perder, porque su madre era la carta maestra que se prestó en el pequeño pasillo que daba a las demás habitaciones de la casa, con un sartén en mano y una sonrisa de oreja a oreja. Ella se quedó pálida, cuando su querida madre notó al chico que en silencio ya se había cambiado los zapatos y ahora usaba unas pantuflas para invitados de color amarillo—. Ah, Tobio, no sabía que habías llegado, perdón por mi descortesía —aseguró la fémina, con un claro gesto algo nervioso y dulce, mostrando su enorme sonrisa de par en par que la calificaba como otra constituyente y culpable de que el pequeño color naranja molesto que siempre estaba pegado a él en los descansos fuera así.
—Perdón por la intromisión. —Se disculpó, dando una reverencia demasiado amable. La mujer de cortos cabellos no pudo sentirse más afortunada, mostrando una sonrisa de par en par y colocando una de sus manos sobre su mejilla—. Hoy me enteré que había entrado en celo Hinata, así que quise venir a verlo —asimiló, siendo sincero en todo momento a la hora de afirmar eso. La madre de Hinata fue mucho más obvia en cuanto a la impresión que tenía del chico, creyendo que era todo un buen partido porque se había tomado esa molestia.
Natsu quiso que la tierra se la tragara, y tuvo un nudo en su garganta: ¡su madre ya había sucumbido ante el mal! ¿Estaba de acuerdo en entregarle a su hijo a Tobio?
—Espero no sea molestia... —completó su frase con esas últimas palabras, sólo logrando que la madre de su pareja quedara más encantada por su actitud, dándole pequeñas palmadas en la espalda y lo incitaba a pasar—. Shoyo desde ayer en la noche se tomó su medicamento que frena sus impulsos sexuales, así que no hay problema con que pases a verlo —concordó, conduciéndolo por la casa hasta llegar al pequeño cuarto que Kageyama recordó llegar a compartir con Hinata una noche: él en su cama, y el mismo Shoyo en un futón en el suelo—. También servirá mucho tu presencia, tu aroma calmara a Shoyo —atribuyó sus planes y lo conveniente que era que él estuviera ahí. Natsu, detrás de ambos, les seguía el paso con sus pequeños pies. Tobio sentía como ese sonido inundaba sus oídos con mucha fuerza.
Las acciones que se desembocaron empezando por un impulso del de mayor estatura le vino a enseñar su verdadera naturaleza, cuando llegaron a la pequeña puerta corrediza que llevaba al pequeño cuarto de su pareja asignada en celo. En otro contexto, sonaría como un matadero para el Omega y unos actos en cadena que llevarían a un encuentro sexual; pero eso en ningún momento cruzó por la mente de Kageyama, sólo logrando que un temblor lo inundara y un notable rubor inundara sus mejillas. Para mal, al parecer, la madre de Hinata estaba complacida de tenerlo ahí y Natsu inflaba sus mejillas en un arranque de enojo porque a un desconocida sí lo dejarían pasar a ver a Shoyo y a ella no.
La escena con la que se topó el chico apenas ingresó al pequeño cuarto que estaba inundado de un amargo sabor a naranjas que extrañamente no le molestaba, fue la de un pequeño chico despierto, mirando hacia el techo, completamente quieto y arropado de pies a cabeza. Sus mejillas estaban sonrosadas y sus pequeños orbes cafés miraron sin perder el tiempo al invitado que su madre presentaba de forma breve antes de cerrar la puerta. Hinata tuvo que dar un resoplido algo eufórico, al dar unos cuantos parpadeos para comprobar que la vista no le había fallado y sí estaba viendo a Kageyama Tobio.
Ahí. En su casa. En horas de práctica. Kageyama Tobio. ¿Se había vuelto loco?
Enderezó su cuerpo de golpe, destapándose un poco, quizás para dar una última comprobación de que no estaba soñando, sin apartarle la vista al chico que en la actualidad era su pareja. Tobio, trató de evadirle la mirada en vanos intentos de pasar su mirada a otro lado: ¿por qué lo miraba así? Lo hacía sentirse incómodo...
—Kageyama, ¿qué haces aquí? —cuestionó el chico con una amabilidad que sólo era reflejada en su voz, porque sus acciones tan certeras y descaradas de tallar con sus manos sus ojos para comprobar su vista, sólo hicieron rabiar al azabache.
—Vine a verte porque estás en celo —acreditó sus propios esfuerzos, empezando a deshacerse de su mochila, para colocarla en el suelo, recargada de la pared del cuarto. Shoyo volvió a mirarlo raro, y Kageyama sólo pudo enrojecer al ver el estado del chico, dio un gruñido que desató un poco su parte animal, apartó la vista, y alzó al aire la bolsa llena de dulces que le había comprado—. Pasé a la tienda y te compré unos dulces, porque a los Omegas les dan antojos en el celo, ¿no?
—No estoy embarazado... —susurró el más bajo ante la obvia confusión del chico, sólo logrando que el color rojizo en las mejillas ajenas aumentara en cuanto a intensidad. Shoyo sólo soltó una pequeña risa, y volvió a negar, antes de estirar sus dos manos al aire para llamar su atención—. Pero no importa, te lo agradezco. Los aceptaré gustoso —añadió, empezando a mover sus dedos en un claro gesto un tanto extraño que sólo hizo que el nuevo visitante entrecerrara sus ojos, un poco desconfiado con la escena extrañamente conveniente que estaba a su favor.
Normalmente, en las novelas que veía su madre por las noches, siempre había un punto donde se retrataba que por el celo de alguien, tras cierta corta distancia, los instintos del que no estaba en celo se agitaban y terminaban teniendo relaciones sexuales. Y él no quería hacerle nada a Hinata, porque aunque estaba tranquilo y se notaba normal como siempre, había ocasiones en las que se salían de sus cabales por lo cegados que estaban y terminaban copulando.
—¿Qué pasa? ¿No te acercarás? —Hinata consideró de forma notable la actitud meticulosa y estudiosa de Tobio frente al ambiente, en una clara muestra campal donde un movimiento en falso podría costarle caro. Kageyama levantó la vista, y correspondió la mirada de duda ajena.
—¿No tienes muchas ganas de aparearte conmigo? —describió su duda al aire sin darle más vueltas a sus preocupaciones, queriendo ser cuidadoso.
—¡No!, ¡me tomé mi medicamento y mis deseos de aparearme con todo lo que se mueva ya pasaron! —indicó, bastante avergonzado y con la cara roja porque el de ojos rasgados no tenía ningún problema en avergonzarlo con sus ideas.
A pesar de esa respuesta, Kageyama no pareció muy convencido de eso, bajando sus cejas todavía más y dando un paso hacia el frente con un cuidado sorprendente que hizo estremecer a Hinata. Así pudo dar un paso: y no pasó nada. Dio otro paso con lentitud: tampoco pasó nada. Estiró su pie otra vez, y de nuevo no volvió a ocurrir nada. Ése fue el impulso perfecto para que el joven diera un respiro y pudiera caminar con tranquilidad hasta llegar a un lado del chico que se encontraba sentado en la cama.
—Puedes dejar los dulces en el buró —señaló con una sonrisa el de hebras naranjas el pequeño mueble que estaba a un lado de su cama. Kageyama obedeció en silencio y colocó la bolsa con las chucherías ahí mismo, siendo tomado desprevenido cuando se inclinó hacia el pequeño mueble. Shoyo en ningún momento le apartó la mirada, siendo similar al de un buitre hambriento que había encontrado a su presa, ampliando su sonrisa cuando Kageyama volvió a darle un vistazo.
—¿Te sientes bien?
—Sí, me duele la cabeza un poco, ¡pero estoy bien! —mencionó, teniendo un extraño brillo en sus ojos cafés y alzó su pulgar de su mano derecha hacia arriba. Tobio se irritó ante ese comportamiento sin saber muy bien el por qué.
Todavía, Shoyo no le apartó la mirada ni siquiera en un parpadeo. Hinata trataba de no parpadear, y Tobio se sintió incómodo ante ese hecho: ¿ahora qué quería?
Esa mirada de concentración tan aterradora y poderosa que lo carcomía, lo engullía y no lo soltaba por más que tratara de evadirlo, era ese tipo de mirada, que él definitivamente no podía ignorar, por mucho que quisiera hacerlo.
—¿Qué quieres? —cuestionó, un poco ansioso y dando un paso atrás por mero impulso en caso de que las cosas se pudieran poner un poco «extrañas». El menor reaccionó un poco, dando un pequeño asentimiento por mera inercia, antes de por fin apartarle la vista y mirar al techo por un diminuto lapso de tiempo.
—Sólo pensaba que a esta hora deberían de estar las prácticas del club...
—Lo sé —respondió con mucha facilidad Tobio. Hinata mostró más duda ante esa simple respuesta.
—Entonces, ¿hoy no hubo? ¿Terminaron antes? —Antes de que pudiera emocionarse o entrar en pánico, Shoyo decidió que era mejor ir descartando posibilidades poco a poco. Sin embargo, que Kageyama chasqueara su lengua ante esa pregunta y se mostrara un poco hostil, le reveló la sorprendente respuesta que un loco del voleibol probablemente nunca diría en su vida.
—Sí había, pero pedí permiso para faltar. Preferí venir a verte —pregonó los hechos con una clara muestra de simpleza. El Omega no pudo evitar abrir un poco sus labios ante la sorpresiva afirmación del gran Kageyama Tobio, un prodigio en el voleibol por lo tan metido que estaba en el deporte—. También... —Su voz calmada y seria se detuvo de golpe, en un pequeño puchero que se adueñó de su boca y la pena claramente acumulada en su cara lo terminó por hacerlo temblar. Quién diría que estar cerca de alguien lo haría sentir nervioso, incluso con palabras que con otra persona podrían ser casuales, triviales e incluso sin importancia sólo dichas por cortesía, ver al pequeño Omega con la sorpresa bien plasmada en su cara y con la expectativa al límite, no lograba más que hacerlo sentir nervioso, avergonzado. La forma en la que era visto por Shoyo, el aroma del celo que éste desprendía, su carácter infantil y su gusto por los dulces, sólo dieron un inicio más amplio que le exigió que se adueñara de ese calor—. Gracias por el bento.
Hinata dilató sus pupilas ante esa afirmación, dando un sobresalto que empezó con un sutil respingo. Pronto sus labios dieron una curva hacia arriba y enseñó sus dientes con mucha emoción en esa genuina mueca que no logró más que hacer sentir ansioso a Kageyama, volviendo a alzar sus defensas por pura costumbre y se preparó para darle un insulto.
Pero Shoyo no se lo iba a permitir.
—¡Me alegro que te gustó, de verdad! —aseguró el chico en modo de agradecimiento, sólo dando como resultado que el que era mucho más alto que él volviera a perderse en las palabras ajenas y se dejara cegar por el extrañamente bonito rostro de Hinata al ser él mismo. Pero, cuando todo daba la impresión de que sería miel sobre hojuelas y podría terminar con mucha tranquilidad, cada quien tomando sus distancias, el pequeño Sol destapó una parte de su cama, la que estaba más cerca de Kageyama y él se arrimó más al espacio que estaba a un lado de la pared. Con rapidez y sin perder el tiempo, el chico en celo empezó a palpar la parte del colchón vacía, con una enorme sonrisa en su cara—. ¡Vamos, ven! ¡No seas tímido! —Invitó sin una pizca de pena o miedo acumulado, queriendo ser escuchado por un Tobio que ya se había quedado perdido por las acciones dadas con anterioridad.
Fue normal que se extrañara.
—¿Qué estás diciendo? —precisó una pregunta que se formuló con mucha claridad en su cara, con la pena acumulada en sus atractivas facciones y un poco mareado por la petición tentadora. Era increíble como alguien lograba tomar con mucha facilidad confianza sólo por un agradecimiento y literalmente ya lo quería en la cama con él.
—¿Qué tiene de malo? Somos pareja —admitió Shoyo, siendo demasiado insistente como para incluso estirar su cuerpo lo más que pudo sin ponerse de pie, logrando atrapar uno de los brazos ajenos antes de que escapara y empezara a tirar de él hacia la cama. Kageyama entró en pánico y se puso firme en el suelo, y jaló su cuerpo al inclinarse para atrás al lado contrario.
—¡Lo sabía, idiota!, ¡todavía tienes ganas de reproducirte! —recalcó Kageyama, entrando en pánico con mucha obviedad y sin nada que pudiera dejar a la imaginación.
—¡No es eso, quiero sentir tu aroma! —Se excusó en un grito, tratando de dar una explicación más razonable, al mismo tiempo que se esforzaba lo más que podía para poder lograr su objetivo. Lástima que esa afirmación sólo logró que Tobio se agitara todavía más: ¿qué tonterías estaba diciendo ese chico?
—Ya estoy aquí, ¡eso debería de ser suficiente! —dijo, dando un último esfuerzo para salir de esa situación.
—Tu aroma no es tan fuerte como el de un Alfa o un Omega, necesito acercarme más a ti, y estaba a punto de dormir hace poco, ¡así que duerme conmigo! —gritó Hinata, más alterado que nunca antes, logrando que desde ese instante, todo empezara a caer por la borda.
Al final, no se supo cómo o en qué momento, pero en la pequeña cama de Shoyo ya estaban recostados los dos jóvenes, demasiados pegados por la falta de espacio y cubiertos de pies a cabeza para mayor comodidad. Los dos miraban hacia el techo, uno completamente serio y envuelto en color rojo, y Shoyo, notablemente feliz, con una enorme sonrisa en su rostro y empezando a cerrar sus ojos poco a poco.
—Ya no me duele la cabeza —comentó, feliz y relajado porque el aroma de su Beta lo calmaba demasiado cada vez que daba un respiro y un pequeño aroma a chocolate entraba por sus fosas nasales. Toda la ansiedad que había sentido tiempo atrás había desaparecido al tenerlo cerca.
—No sé por qué estoy haciendo esto por ti, Hinata idiota —puntualizó Tobio con una expresión seria, girando su cuerpo al lado de Hinata para charlar (pelear) con él.
—No tiene nada de malo, es más, ¿no sientes mucha calidez? —reveló, con una gran sonrisa de oreja a oreja. Kageyama no tardó en dar un respiró de cansancio ante esa pregunta: sí, Shoyo era demasiado cálido. Su actitud era cálida, la de una buena persona.
—No. —Encaró con un tono vacío y sin emociones. El de cabellos alborotados rio un poco ante esa afirmación, abriendo sus ojos para ver al chico de rojo, antes de tomar un impulso tras tener una vaga idea al segundo y se abalanzó con rapidez hacia él, con su brazos abiertos de par en par y rodeando sin miedo al éxito el abdomen del chico. Estuvo de más para Hinata confirmar que el Beta se alteró demasiado por el tacto, entrando en pánico a su manera algo violenta—. ¿¡Qué diablos haces, tonto!?
—Te voy a calentar porque no te sientes cálido —recalcó con mucha seguridad y sin temor alguno, dando aun más fuerte el posesivo agarre que sus instintos de Omega le exigían realizar, y terminó por esconder su nariz entre las prendas escolares de Kageyama, dejando que su aroma a chocolate lo calmara más de lo que ya estaba.
Tobio se quedó quieto al sentir la calidez ajena. La calidez que desde hacía un día ya no quemaba, más bien sólo lo reconfortaba, lo tranquilizaba y lo hacía ceder.
Tal vez, él se estaba volviendo loco, como para ya no oponer resistencia y dejar que el chico más bajo se refugiara en su aroma. Tal vez, fue poseído en ese momento como para darle unas pequeñas palmadas en la espalda, con cierto temor por los nuevos sentimientos que lo invadían. Tal vez, el que estaba siendo absorbido, no era Shoyo, sino él.
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