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Capítulo 17: Un Bento, Un Celo & La Soledad

Capítulo dedicado a: Lyn_Evelyn007, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

Kageyama llegó más tarde a su respectiva aula, entrando con casualidad y sin dirigirle palabra alguna a nadie, porque temía recibir la misma reacción anterior. No supo si fue su imaginación, o la tensión estaba en el aire, pero la mirada ansiosa y petulante de todas las personas posándose sobre su cuerpo lo hacían sentir un poco intranquilo. Así pudo llegar hasta su respectiva butaca, deteniéndose cuando notó en la misma, lo que se asemejaba claramente a un bento envuelto en una muy divertida e infantil tela. Pero también, gracias a la tela, pudo intuir fácilmente de quién era el detalle.

—Hinata —dijo entre labios, siendo cuidadoso en todo momento cuando pudo entender un poco la extraña sacudida de su corazón en su pecho al creer que Shoyo le había traído algo sólo para él. Por su parte, todos los alumnos se tensaron con demasiada destreza, teniendo un ataque de pánico por creer que Tobio sabía que habían hecho enojar a su Omega, y los Omega eran demasiado importantes para los Alfas: si Kageyama se enteraba, ¿qué era lo que les haría?

¡Debían de mostrarse cooperantes!

El primero en entenderlo fue un chico Beta, poniéndose de pie de su lugar y dando un enorme respiro en busca de poder lograr su objetivo de traer la paz al aula. El resto lo apoyó en silencio.

—Kageyama-sama, Hinata-sama se lo trajo aquí hace poco y luego se fue a casa —bramó con el miedo acumulado el chico que con anterioridad había prometido al más bajo decirle de la comida al mayor. Tobio ladeó su cabeza al escuchar la forma en la que fue llamado.

—¿«Kageyama-sama»?, ¿«Hinata-sama»? —repitió, arqueando sus cejas hacia abajo para entender el significado tras esas palabras. Con certeza, esa acción logró que el gesto atractivo del Alfa del aula se alterara más de la cuenta, con su frente arrugada y sus labios torciéndose de una manera un tanto extraña que hizo palidecer al joven que había querido jugar a ser alguien valiente.

¿Cómo se le había pasado por la mente siquiera poder llevar una plática con un Alfa superior a él?

—¡Di-disculpe! No le gusto la forma en la que lo llamé, ¿verdad? —aclaró el Beta con el pánico acumulado en sus labios, dando una reverencia veloz antes de girar sobre sus talones y correr a una velocidad impresionante a sentarse. Tobio se quedó con las palabras en la boca y una extraña sensación en el paladar, porque al parecer, había hecho que uno de sus compañeros de aula se alarmara.

Luego, el enorme salón volvió a quedarse en un amplio vacío donde las respiraciones tranquilas de todos los presentes iban frenando por impulso a que fueran juzgados, ojos tratando de evitar mirar la imponente figura del Rey de su clase y la inquietud de la soledad rodando por su cara.

Kageyama tampoco se atrevió a hacer un ruido de más, y como si fuera una pequeña gota de agua en la marea, inconscientemente empezó a imitar las acciones de los demás. Era incómodo, la situación había sido un desastre desde que ingresó al aula, y con lo poco que había entendido, tal vez el chico que hace poco le había informado del bento de Shoyo le comentó una broma rara que él no entendió al usar honoríficos demasiado respetables y arruinó el ambiente. Sus pupilas temblaron, ante su evidente falta de talento al socializar, y entendiendo poco a poco que era una mala persona.

Hizo a un lado su silla, para que pudiera crear el suficiente espacio entre su butaca y el objeto movido para sentarse. Al hacerlo, rápidamente su principal campo de visión fue el pequeño bento que el idiota de Hinata le había traído. Tragó grueso, y un poco desconfiado del contenido del mismo, acercó sus largos dedos con un trepidante movimiento que se calmó cuando chocó con la textura caliente de la comida. Fue cuidadoso en todo momento, tratando de evitar cualquier rastro de emoción que saliera de su cuerpo como un inexperto que no sabía esconder sus sentimientos, y empezó a desatar el envoltorio y abrir la tapa del mismo al tenerlo todo al exterior.

Se topó con una comida demasiado abundante con mucho arroz, carne quemada y zanahoria, brócoli y calabaza cocida y mal picadas. En ese instante, al ver la comida casera preparada especialmente para él, no pudo evitar dar una larga mirada al primer almuerzo que alguien le daba y no era de su madre. Lo único que pudo hacer, fue volver a tapar el alimento, y volver a hacer un nudo con el envoltorio, para proseguir rápidamente a que una de sus manos tratara de cubrir su propia boca y parte de sus mejillas.

Los demás alumnos, que estaban mirando con grandes expectativas de ver al Rey dar un pequeño berrinche y en un claro ataque de odio, lanzar volando el bento casero cual drama de telenovela para demostrar lo malo y autoritario que era cierto personaje... sólo obtuvieron el claro rubor que el mismo Tobio trataba de esconder con su mano, contrastándose con su piel clara.

Fue la primera vez que el Rey del Aula no se vio autoritario o dominante.

Tal y como Kageyama lo había creído, no estaba de más entender que realmente el celo de Hinata se le había adelantado un día. La idea de comer a solas, realmente le agradó a Tobio, creyendo que ya hacía un buen tiempo (cuatro días), en las que no comía a gusto por tener que soportar la irritante compañía de Hinata. Fue un alivio cuando tomó el alimento preparado ajeno en manos y sacó de la máquina expendedora de la cafetería un caja de leche.

En el mismo lugar que el día anterior, estaban Yamaguchi y Tsukishima, con las mismas personas y con la diferencia de que los materiales se habían empezado a transformar en un cartel enorme donde se empezaba a proyectar en el blanco el sistema solar: sí era para un proyecto escolar.

La idea descartada de tener a Yamaguchi y Tsukishima como compañía se empezó a desvanecer mientras subía los escalones y empezó a ser una completa obviedad para él, aceptando que no le agradaba mucho el rubio alto, pero con Tadashi no tenía problema alguno.

Al abrir la puerta, una brisa fresca por la época en la que estaban inundó su cuerpo, en un modo divertido y traicionero de hacerle saber que había llegado al lugar al que se había acostumbrado. En completo y absoluto silencio, caminó hasta su lugar habitual, teniendo el breve pensamiento de que lo más seguro era que Shoyo nunca guardaría silencio y en ese instante estaría hablando hasta por los codos.

Se sentó de pronto, asesinando ese pensamiento en el momento exacto en que se creyó un aficionado al recargarse contra la pared y comenzó a dar otra mirada al bento que alguien le había preparado.

«¿Qué estará haciendo ese idiota?», pensó, cuando destapó por completo el envoltorio y retiró la tapa. Sus palillos ingresando al primer pedazo de carne y alzarla al aire para comprobar si no era sólo su imaginación la idea de que estaba algo quemada: para su mala suerte, sí lo estaba un poco.

Con cierta desconfianza, lo acercó a su boca, y primero se dedicó a oler la comida, como mero instinto arrugó su nariz, antes de abrir un poco sus labios e ingresarla a su boca. La parte quemada le dio un pequeño sabor amargo, tan pequeño pero que logró sacarlo de sus casillas al arrugar su nariz por el impacto que le generó en su paladar. Tuvo un temblor en su ceja, al creer que no había sido tan malo como creía, pero seguía siendo desastroso y muy difícil de comer. Luego, probó el arroz, que parecía el más decente: cuando sus labios rozaron la textura suave, y su lengua atrapó el sabor, notó que estaba demasiado salado. Pasó a los vegetales... con sorpresa, ésos habían salido bien. Pero, prácticamente, lo demás era incomible.

Sin dudas Kageyama no estaba muy de acuerdo en comerse esa comida. Bien podría tirarla a la basura por el bien de su estómago. Tampoco lastimaría los sentimientos de Shoyo porque él nunca sabría que lo hizo. Era lo más sensato y común, y el antiguo Tobio Kageyama lo habría hecho sin dudar.

Pero, no, ahora estaba aguantándose las ganas de hacerlo y se esforzaba demasiado al masticar y no escupirlo en el intento. Hinata ni siquiera lo estaba viendo como para que tuviera razones para querer proteger algo, pero ahí estaba, comiendo como loco para acabarse todo rápido.

Cuando creyó por unos instantes que tocaba el Cielo, porque casi se le atoró un pedazo de carne, y bebió un poco de leche y golpeó su pecho, ahí decidió que lo mejor era tomar un descanso. Recargó bien su cabeza contra la enorme pared y miró hacia arriba, mientras pensaba.

Era completamente silencio, el lugar estaría lleno de risas ajenas, palabras incoherentes, gritos, pláticas que casi nunca resultaban, y sobre todo el aroma a naranjas del chico que lo mareaba cada vez que estaban cerca porque estaba a punto de entrar en celo.

Continuó adaptando su mirada al color azul, pensando en silencio y volviendo a notar una vez más lo silencioso que estaba todo el espacio: él lo sabía. Sabía que había extrañado la tranquilidad de la secundaria, cuando nadie se le acercaba o intentaba hablar con él. Nunca lo necesitó, y creyó que sería un alivio tenerlo al menos un día. Sin embargo, lo único que obtuvo, fue su mano empezando a tocar su estómago, al creer haber sentido vértigo, pero no por la comida de Hinata que más bien debería ser un homicidio limpio, si no más bien era por el vacío que sintió al no estar con nadie alrededor.

¿Qué había cambiado?

Kageyama aceptaba que aunque Miyagi era una prefectura enorme que empezaba a urbanizarse, del lado más cercano a las montañas, todavía se le podía dar un pequeño espacio rural, con enormes cultivos, ganado en la lejanía, pequeños riachuelos de agua rodando a un lado de las calles pavimentadas y algunas casas alejadas de otras de manera considerable. Hinata, tal vez, muy a su suerte, vivía en esa pequeña parte de la prefectura donde la vegetación abundaba, pero sí estaba demasiado lejos y un poco tardado a pesar de que había tomado el autobús, y gracias a su enorme fortaleza y sus debates mentales de ordenar sus prioridades, pidió permiso a Daichi y al entrenador para faltar a las prácticas. Pero claro, ¡no era como si Shoyo fuera su prioridad! Sólo iba a visitarlo y a pasar el rato con él porque los Omegas en celo debían de estar cerca de su pareja, a él no le afectaba el aroma más de lo que no pudiera contenerse, y le sumaba punto el dato universal de que los Omegas en celo se tranquilizaban teniendo a otro Omega o Beta cerca, y él era un Beta.

Había bajado mucho antes de la parada más cercana a la casa de Hinata, para poder llegar a una pequeña tienda de conveniencia y que había visto la primera y única vez que acompañó a Hinata hasta la escuela desde su hogar. Cuando ingresó, fue saludado amablemente por un vendedor con una gran sonrisa en sus labios que sólo enseñaban todavía más los evidentes mofletes algo inflados en su rostro. Tobio dio una inclinación de cabeza, y continuó con lo suyo.

Había traído dinero de más ese día porque el menor le había advertido que no trajera su bento, por precaución lo llevó para comprarse algo en la cafetería. Al final no lo ocupó, así que creyó que no importaría emplearlo en comprarle algo a su pareja. ¿Podía comprarle cualquier cosa? Porque prácticamente Shoyo no estaba enfermo, sólo estaba sufriendo su celo, así que...

Pero, ¿qué le llevaría? ¿Había algo que le gustara?

Más bien, ¿él sabía lo que le gustaba a Hinata? Justamente no, no lo conocía desde hace mucho, pero tampoco se había preocupado por entenderlo y congeniar con él. Así que, ¿qué podía llevarle?

¿Le gustaba lo dulce o salado? ¿Prefería una bebida o un dulce? ¿Algo caliente o frío? ¿Que tal si no le gustaba nada a Shoyo?

Sin querer, su vista se aguzó con completa fuerza, empezando a mirar los productos y el amable vendedor que miraba a los pocos clientes que tenía la tienda entró en pánico y acercó su dedo a un botón abajo de la mesa que daba una llamada a la policía por si se generaba un asalto. Ahora que lo pensaba, nunca había visto a ese chico por ahí.

Kageyama lo pensó, lo pensó, lo pensó, lo pensó y lo pensó una vez más, viendo sin lugar o margen de error todo lo que había en una pequeña tienda. Al final, ante su falta de evidente información, decidió lo más apresurado que pudo.

—Le llevaré de todo un poco... —afirmó, afilando su vista y preparando sus manos para empezar a cargar. Empezó, tomando una barra de chocolate que estaba más cerca. Al momento de hacerlo (o más bien, al tratar de hacerlo), su mano fue detenida por la intervención de una mano infantil a punto de tomar el mismo producto.

Kageyama se congeló y miró al infante que había decidido tomar el mismo chocolate que él, para disculparse. La niña también copió su acción.

Fue cuando los dos se miraron que se quedaron helados: era la hermana de Hinata.

—Kageyama-kun... —murmuró la chica, con un hilo de voz notable. A su lado, había tres niños: una niña y dos niños que se sintieron inquietos ante la forma en la que reaccionó su segunda líder ante un desconocido.

Mini-Hinata —correspondió al extraño saludo el chico de preparatoria, sólo permitiendo que la pequeña niña con potencial de Alfa bajara sus cejas en señal de desaprobación ante el gesto inexpresivo del mayor al encontrarse—. Hola. —Al menos el de edad mucho más grande tuvo la suficiente amabilidad como para saludar. Natsu frunció su ceño todavía más: estaba ante su segundo peor enemigo.

—Natsu-chan, Natsu-chan... —La otra chica del grupo, una pequeña niña de cabellos lacios color negro y ojos verdes la llamó. Ella se mostraba un poco asustada e inquieta por su presencia—. ¿Lo conoces?

—Sí, Nat-chan, es la pareja de Nii-chan —respondió la pequeña niña, permitiendo que su amiga se escondiera detrás de ella en modo protector. Tobio no pudo describir la expresión que hicieron los tres niños restantes al abrir sus ojos como platos, cuando él sólo pudo menear su cabeza de forma afirmativa por la seguridad de su cuñada.

—¿Qué? ¿Es la pareja del jefe? —gritó uno de los chicos con mucha seguridad y algo agitado, no tenía mucho cabello en la cabeza, pero lo poco que tenía por estar algo rapado, podía notar que era de un color pelirrojo. Y vaya, quién lo diría, así que Hinata Shoyo jugaba con niños mucho menores que él—. ¿Es el que nos contaste? ¿El que ha estado acaparando toda su atención y por eso ya no viene a jugar con nosotros? —declaró, empezando a fulminar con la mirada al joven de preparatoria que era muchísimo más alto y grande que él. Kageyama sintió que se congelaba, pensando que ahora hasta lo habían convertido en el villano.

Natsu lo meditó, siendo meticulosa y tranquila en todo momento al tratar de entender la situación, porque ella creía que ese chico vivía algo lejos de su hermano... ¿a qué había venido justo aquí? Estaban demasiado cerca de su hogar, y su querido hermano estaba en casa, encerrado en su habitación y en celo... ¡de repente todo se conectó! Natsu nunca creyó que entraría en pánico a esa edad.

—¿Qué haces por aquí, Kageyama-kun?

—Vine a ver a Hinata —aludió sin rodeos a la cuestión de la menor. Eso mató a la menor de la familia Hinata, como una flecha atravesando a su corazón como un golpe poderoso: ¡no! ¡Sus dos más grandes enemigos se juntaban para separarlo de su hermano!—. Estoy aquí porque quiero comprarle algo, pero no sé qué comprarle. ¿Qué le gusta al idi-... a Hinata?

—¡No te diré! —respondió la niña sin juegos, no aceptando ceder contra el enemigo. También le tuvo que tapar la boca al único chico que no había hablado, porque estaba a punto de responderle.

—Sí, ¡no te diremos que a nuestro jefe le gusta comer de todo! —exclamó el pelirrojo con un grito, cruzándose de brazos y dando un resoplido. La amiga de Natsu asintió, temerosa.

—¡Sí, pero más los dulces! —Ahora fue Natsu quien logró completar la oración. Kageyama parpadeó ante la respuesta y la pequeña tarde entendió lo que había hecho, y el rubor por el enojo poco a poco la empezó a inundar.

Kageyama no pudo hacer más que agradecer con cortesía, dándoles una breve reverencia a los niños.

—Muchas gracias. Les compraré algo en modo de agradecimiento...

Los niños tuvieron un pequeño brillo en sus ojos al oír eso, e incluso Nat fue amable y alegre a pesar de haber mostrado miedo al principio: ¡el novio de Hinata Shoyo no era malo!

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