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Capítulo 15: El Pequeño Trato De Atsumu & Kita

Capítulo dedicado a: _itsmemayap_, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

—Tsumu, ¡él es tu pareja destinada! —llamó su madre con completa amabilidad ante el inevitable encuentro que ambos jóvenes habían tenido. Miya creyó desde el inicio que era demasiado raro de por sí, que éste fuera un año mayor que él. Tenía entendido que sólo se unían a las verdaderas parejas destinadas en un rango menor de cinco años de diferencia, y bajo ciertos aspectos: ¿por qué la pareja que le asignó el gobierno era un año mayor que él?

Para colmo, Kita era un Beta.

¿No se suponía que los Betas hombres no podían quedar en cinta?

—Mucho gusto, cuida bien de mí. —La abuela de Shinsuke, ni siquiera tuvo que presentarlo, para que el chico que era mucho más bajo que él en cuanto a estatura, diera una reverencia cortés hacia abajo y Atsumu quedara en blanco.

Su ceja tuvo un pequeño temblor y no se sintió del todo satisfecho con el resultado de que él fuera su pareja. Para ser honesto, esperaba a alguien más, a alguien que fuera un poco más alocado, un poco más divertido.

¿Su compatible según la ciencia y una inteligencia artificial era una persona seria?

—El placer es mío, cuidaré bien de ti —acreditó con una segura forma de presentarse, teniendo que hacer una pequeña inclinación en su cuerpo. Bien, admitía que esas palabras las había dicho por mero impulso y ante la meticulosa mirada de ese chico que no era apartada de él. Le generaba escalofríos, pero lo intrigaba. Además, tampoco entendía ese complicado sistema de parejas, pero eso no quería decir que descuidaría a la que le fue asignada.

Y así, empezó su extraña historia.

La cena que tuvieron en casa no había sido nada fuera del otro mundo, había sido deliciosa y Osamu se había lúcido con ésta ante la evidente falta de talento del otro gemelo para preparar algo decente. Una vez casi logró que el horno de microondas explotara.

Con el estómagos lleno y la facilidad al límite, el funcionario de gobierno que le había tocado unir a la pareja con una marca artificial, había iniciado la ceremonia de esa unión eterna en uno de los pequeños cuartos vacíos donde sólo había un futón para invitados.

—Por favor, tomen asiento. Empezaremos con la ceremonia. —Atsumu creyó por varios minutos que la voz ajena se oía distante y demasiado lejos. La simple idea de que ese funcionario dijera esas palabras como si nada, lo carcomía de estrés: ¿que era una ceremonia de una marca sagrada para unirlos? ¡Tonterías! Sólo los iban a picar... y él odiaba los piquetes.

Atsumu tembló ante los hechos, recordando las palabras que esa mañana su hermano le había dicho cuando tomaron una ducha juntos: «duele demasiado, sólo te dicen que no va a doler para calmarte. Para que bajes la guardia».

¡No quería que lo picaran por las palabras de Osamu Miya! Si bien, su gemelo era un insoportable, le creía más a él que a un funcionario de gobierno vestido de traje y con una jeringa en sus manos que cargaba oixtonina.

—Oxitocina —corrigió en voz alta Kita, como si hubiera leído sus pensamientos por el rostro que estaba haciendo. Atsumu se congeló ante la precisa intuición del más bajo, y no pudo evitar que por puro impulso, sus mejillas se tiñeran de un color rojizo y sus pupilas brillaran por la emoción.

—¡Ki-kita-san! —En ese momento había iniciado su extraña costumbre de decir su nombre de esa forma. Pero, maldición, su pareja era un psíquico.

—No soy un psíquico, no tengo poderes. Sólo estoy leyendo tus expresiones —aseguró el mayor, sin que Miya tuviera que decir otra palabra. Una vez más, el rostro ajeno empezó a temblar y su boca fue abierta de par en par: ¡psíquico o no, era increíble! ¿Quién podía acertar con los pensamientos sólo viendo el rostro?

Por unos segundos, olvidó que estaba en medio de la ceremonia, mirando con perplejidad al chico que misteriosamente era un año mayor que él. Tal vez, si se descuidaba, se podría enamorar de él. Eso no era bueno, porque destruiría su sueño de conocer a su verdadera alma gemela: un verdadero Omega que había sido decidido por los hilos del destino para pasar juntos la eternidad.

—Bien, ¿quién va primero? —habló de repente la otra persona, soltando un chirrido agudo de su boca, haciendo más notable su voz rasposa. El rubio teñido regresó a su mundo tras ese golpe de realidad y se congeló, volviendo a ver con el miedo acumulado en sus ojos la imagen aterradora del funcionario de gobierno peinado de raya con una inyección en su mano.

Se suponía que él era el Alfa, él debería de ser quien tomara la iniciativa... ¡pero no quería hacerlo!

—Yo lo haré. —Shinsuke fue su salvador, ni siquiera titubeando a la hora de ofrecerse para ser el primero en ser inyectado. Su pequeña mano alzada al aire y sin nada de pánico y miedo amueblado en su inexpresivo rostro.

Atsumu miró como si ese hombre fuera el ser más genial, más bello, más importante, más precioso de todo el universo. ¿Su alma gemela? ¿Su verdadera pareja destinada? ¡Al diablo!, tenía a Kita: un psíquico que sabía leer caras y no le temía a las inyecciones.

¡No! ¡Estaba mal! ¡Por poco y se resignaba a una pareja artificial y no a una real! Atsumu enrojeció con fuerza, cuando sus manos empezaron a temblar, y el color rojizo aumentó en sus facciones, después de haber recobrado la compostura tras la excitación que había recibido gracias a la oixtanina.

—Oxitocina... —repitió una vez más la corrección el de mayor edad, colocándose el abrigo que se había quitado para facilitar la marca. Su abrigo era gris y largo, le llegaba casi hasta las rodillas. Kita era delgado, de cuerpo esbelto y perfecto para un chico de 17 años. Atsumu tampoco podía negar el hecho de que era atractivo, muy simple, y con lo poco que había visto, incluso cuando le tocó jugar a ser el sumiso en la ceremonia de la marca la mirada entera que le dirigió de pies a cabeza antes de realizarla era como la de un dominante por naturaleza.

—No esperaba que mi pareja fuera un Beta. —Intentó hacer plática de pronto, todavía sentado en el mullido futón donde ambos dormirían esa noche para que la unión que habían creado artificialmente no se rompiera al instante. El chico que estaba de pie, subiendo el cierre de su abrigo que ya corría cerca de su pecho, le dio una mirada de reojo, incentivándolo a que continuara: otro punto a favor de Kita era que no daba indicios de querer rechazarlo—. También, eres un año mayor que yo, así que... me dio curiosidad —declaró las cosas de él que le llamaban la atención.

Atsumu podía tener una lengua filosa y era impertinente en cosas con las que quería llegar al grano, pero Shinsuke fácilmente las evadía, ni siquiera sintiéndose insultado o menospreciado por el chico.

—Mi registro para encontrar pareja lo hice en mi año acordado: 16 años. En el proceso se descubrió que era un Beta masculino que podía quedar embarazado —aseguró sin mostrar ni un sólo titubeo o vergüenza de su situación. Los grandes ojos del chico de cejas gruesas no pudieron evitar el pequeño rastro de sorpresa contenida y sus labios abriéndose por unos cuantos segundos al querer decir algo, pero incentivaron a que el mayor continuara con su explicación—. Supongo que fue muy difícil encontrar a alguien que fuera compatible para mí. El año pasado no había nadie del instituto o cercano a él que tuviera la capacidad de estar conmigo, y fue una suerte que tú aparecieras —confirmó, dando una pequeña reverencia en modo de agradecimiento.

El chico que apenas había ingresado a la preparatoria, se sintió importante por unos breves segundos. La confianza de ese chico que acababa de conocer se la había llevado de inmediato, y por eso por impulso, tuvo la clara facilidad de poder dar un respiro tranquilo y darle una sonrisa a ese joven de hebras grises. Pero, a ese paso, entendía que aunque Kita le agradara, por todas las buenas impresiones que había obtenido de él: como que no le temía a las inyecciones,  como que no le temía a las inyecciones y como que no le temía a las inyecciones (¿ya dijo que el de ojos oscuros no le temía a las inyecciones?), él creía fielmente en las almas gemelas, y la sensación descrita de por primera vez una opresión en su pecho al haber mordido a alguien que no era su destinado, le hizo creer una vez más que el destino era definitivo y no podías escapar de él.

Algo que posiblemente encontrarías en el futuro, alguien que estará a tu lado por siempre venciendo adversidades y luchando juntos, sólo era algo que dos almas gemelas verdaderas podrían hacer. Kita no era su alma gemela, pero le creía en ese mismo instante, que si ese chico hubiera sido un Omega, de forma segura, tal vez serían verdaderos destinados.

—Kita-san —soltó de improviso, siendo serio por primera vez, tragándose el pequeño pánico que sintió cuando el mencionado le dirigió un vistazo. Atsumu se compuso de inmediato, carraspeó y se preparó para continuar con sus palabras—. Si en ese sentido yo soy demasiado importante para ti ya que soy tu compatible biológicamente hablando, ¿qué pasaría de casualidad si encontrara a mi verdadera pareja destinada?

—Me buscarían otra pareja destinada el próximo año, si no encuentran ninguna cercana, como el próximo año será mi último de preparatoria, por mi condición, seré de los pocos privilegiados que podrá quedarse soltero —narró las indicaciones que le habían dicho. Y a pesar de que la idea de estar sólo podía llegar a ser algo aterrador, muy al contrario, Kita no mostraba ninguna expresión así, más bien, Atsumu se había dado cuenta de que se asemejaba a un robot: pero el brillo de sus ojos sí era algo cambiante.

Atsumu entendió que tal vez había personas a las que le gustaría estar solas. O en el extraño caso de Shinsuke, daba la impresión de que unido a alguien o soltero, eso era lo de menos.

Qué persona tan extraña y maravillosa.

—Kita-san, ¿puedo hacerte una pregunta? —expresó su postura de golpe con un rubor que lo delataba con demasiada facilidad. Kita por primera vez mostró un diminuto sobresalto, cuando el mayor se logró poner de pie y caminó con pasos decididos para quedar a unos cuantos centímetros de donde él estaba y lo tomó del brazo al estar a su alcance. El tacto lo tomó desprevenido, atrapando el tacto ajeno a través de la tela del abrigo y sus ojos temblando por la seguridad que mostró el Alfa—. ¿Crees en el destino?

Kita recibió esa respuesta, moviendo un poco sus labios con cierta certeza ante la voz que se le había escapado tambaleante por primera vez en su vida. Nunca le había costado hablar con alguien, ¿por qué ahora sí?

—No —matizó después de un rato en el que el sonido sembró la habitación y Atsumu fue la persona más paciente que nunca fue en su vida.

Esa respuesta sacó de sus casillas a Miya.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Creo más en las casualidades —contó, alzando sus hombros como si se tratara de algo fácil de digerir y no un tema tan complejo como muchos lo pintaban—. Creo que el destino es algo que creas desde el pasado y el presente, cada acción lleva una reacción. Por ejemplo, si decidí no prestar atención a clases y luego tomo un examen del cual no sé nada, es obvio que reprobaré. Es mi «destino» ya que yo lo provoqué.

—Entonces, ¿qué opinas de las parejas destinadas? —Poco a poco, el agarre firme que iba mostrando en sus manos iba flaqueando. Kita sintió que disminuyó la presión en su muñeca apresada.

El silencio volvió a reinar como en el principio, tal vez Kita estaba siendo completamente cuidadoso a la hora de elegir sus palabras para no iniciar un enfrentamiento con el de menor edad, o trataba de buscar una forma de expresarse.

—Creo que no existen —continuó por fin después de un rato, a pesar de que se tenía evidencia suficiente del lado científico y a varias parejas como testigos de creer que tenían cierta conexión—. Tal vez porque no entiendo a las personas a las que les entusiasma enamorarse de alguien a la cual ni siquiera conocen, sabiendo que han formado vínculos mucho más grandes y más difíciles de romper con personas ya conocidas. No creo que una fuerza misteriosa pueda contra la convivencia diaria y los lazos formados por el pasar del tiempo. —Fue sincero en todo momento, sólo logrando llevarse una pequeña sonrisa en el rostro del lado de su pareja por la facilidad en la que lograba expresarse. Sí, Atsumu creía que Kita le agradaba demasiado.

—En ese caso, ¿qué harías si encontrara a mi verdadera pareja destinada? —Sacó de su boca con cierta fragilidad intacta. Atsumu era difícil de manejar, tenía una personalidad extraña y al parecer, quería tentar a Kita.

El que era un año mayor que él sonrió por primera vez y fue completamente amable.

—Si tú crees que serás feliz con esa persona, no haría nada para impedirlo... aunque no crea en ellas, no tengo el derecho de burlarme de tus creencias. —Incriminó, moviendo un poco su brazo para un sonriente chico mucho más alto que él—. Te apoyaré mientras disfruto de mi soltería.

—Yamaguchi-kun y Tsukishima-kun no han llegado —susurró Hinata, al darse cuenta de que ya llevaban diez minutos en la azotea y nadie había llegado. Tobio no le respondió, guardando silencio al ingresar un poco de arroz a su boca—. ¿Crees que no vendrán hoy? —supuso, recargando más su cuerpo contra la enorme pared que los refugiaba del abrazador calor con su sombra.

—No sé, los vi en la cafetería —recordó vagamente las escenas, al verlos a ambos sentados con un pequeño grupo de personas desconocidas que tal vez eran sus compañeros de clase—. Creo que tenían carteles y plumones...

—Un trabajo escolar, supongo —concluyó, estirando sus brazos al aire en señal de estar satisfecho con la comida que había degustado hacía menos de tres minutos.

Kageyama no volvió a dirigirle palabra alguna, siguiendo enfocado en sus propias pensamientos que giraban en torno al huevo que ahora mismo degustaba, el arroz que ya casi acababa y los pedazos de carne que eran sobras de la cena de anoche en su bento. Ni siquiera le dedicó una mirada o algo similar, logrando que Hinata agradeciera eso con mucha fuerza. Sería todo un problema que sus mejillas estalladas en rojo y el ardor que sentía en su cara por los nervios lo delataran al instante.

No sabía si había sido por obra divina, ya que Dios se había apiadado de él y por eso ahora tenía la oportunidad dorada de estar en un sitio solitario, sólo con Tobio. ¡Así tal vez podría darse una buena situación! ¡Una buena situación en la que lograría que Kageyama se sintiera querido! Creía que forzarlo a sonreír sería el camino más rápido, pero una sonrisa sincera nunca se creaba por una petición forzosa o por chistes: ¡una apasionada sonrisa sincera era una que nacía del corazón!

Ayer había visto un drama televisivo romántico, donde una chica y otro chico descansaban en la azotea, y ante la falta de sueño del joven, la fémina, enamorada de él, le ofreció tímidamente que durmiera en su regazo. Se dio una tremenda situación romántica con palabras acarameladas... pero eso no era lo importante. Lo importante era que las parejas hacían eso como si fuera lo más normal del mundo, y ellos dos eran pareja, así que no había nada de malo.

No había nada de malo, entonces, ¿por qué estaba tan agitado?

«Mi corazón está latiendo demasiado fuerte», rectificó su situación al golpear su mano contra su pecho, creyendo que el color rojizo empezaba a aumentar en cuanto al espacio que ocupaba en su rostro. Su pecho explotaría por lo rápido que reaccionaba su corazón y en un intento de calmarse viendo a Tobio degustar el último pedazo de su almuerzo lo dejó completamente en blanco.

¡Ya no había tiempo para acobardarse!

El azabache tragó por última vez su alimento, Hinata entró en pánico. Los nervios lo empezaron a traicionar y pensó por unos instantes que se desmayaría al verlo colocar el bento en el suelo.

—¿Has terminado? —precisó su duda, felicitándose a sí mismo por haberlo dicho sin tartamudear. Kageyama lo miró de reojo, con completa seriedad, acomodándose lo suficiente al hacer un poco de espacio, mientras un bostezo inundaba su boca.

—Sí.

—¿Ahora dormirás? —expresó con simpleza, un poco perdido al verlo tirarse al suelo, dándole la espalda.

—Sí, así que guarda silencio —exigió, dando un largo respiro. Pronto, cerró sus ojos.

—¡No puedo dejar que duermas en el piso! —increpó sin hacerle caso a la petición ajena, sacando un pequeño sobresalto al otro al abrir sus ojos de golpe. No había la necesidad de gritar, ya le dijo que iba a dormir. Hinata era una molestia, lo comprobó una vez más al darse cuenta de lo ruidoso que era.

—¡Guarda silencio, idiota! —subrayó con absoluto desdén, enderezándose un poco para poder mirar al chico que estaba completamente rojo, pero tenía una sonrisa quebradiza en sus labios que no podían decir algo bueno.

—¡Así q-que duerme en mi regazo! —suplicó, ensanchando más su sonrisa nerviosa y señalando con sus dos manos sus piernas que ya estaban preparadas para recibir a Kageyama.

Como se esperaba, el que había recibido la invitación se quedó congelado. También sus mejillas se pintaron de un tenue color rojizo y todas sus palabras se le escaparon de la boca. Oh, no. Lo peor era que la idea no había sonado tan mala: dormir en las piernas de Shoyo le generaría más comodidad que el pupitre frío de su aula o el piso caliente de la azotea. Pero, ¡también estaba el hecho de que su parte animal entraría en pánico al tenerlo demasiado cerca! Además, dormir en las piernas de Hinata le generaría pensamientos que no quería dejar salir.

Bien, Tobio tenía una decisión tomada.

—Ni de broma, buenas noches —reveló, prosiguiendo a volver a su posición inicial y acostándose de nuevo sobre el piso de la azotea, recargándose de su propio brazo.

—¿Por qué no? —chilló Shoyo, dolido.

—¡Porque estar a tu lado me marea! ¡Me excito! —confesó en una rabieta, porque el más bajo no lo dejaba dormir. Shoyo dio un respingo ante esa afirmación, un poco (demasiado) apenado ante su seguridad de decir esas palabras.

—Kageyama, ¿te gusta mi cuerpo? —preguntó al fin después de un rato. El mencionado se irritó.

—No, pero algo me dice que debo seguir tocándote cada vez que estoy cerca de ti —concordó sus pensamientos con sus ideas, entrando en pánico por lo sencillo que había sacado de su boca una de sus precauciones que lo mantenían alerta en todo momento.

—Creo que es normal —soltó de pronto Hinata, empezando a deshacerse de su suéter escolar al ir desabrochando cada uno de los botones. Era vergonzoso hablar de eso, pero tal vez debía de aclararlo todo—. No creo que tengas nada malo, mi celo probablemente empiece este fin de semana, así que tal vez tu cuerpo se está dando cuenta de eso —señaló lo poco que había aprendido en las clases de Educación Sexual de la secundaria, terminó por dar una sonrisa al aire, lástima que Kageyama no la notó. Tobio arrugó su nariz al oírlo hablar con mucha facilidad de esos temas, aunque se mostraba cohibido en otros. Que su corazón estuviera desbocado era otra de las razones por las que no quería dormir en su regazo—. Tu cuerpo busca crear bebés conmigo, o algo así —comentó, logrando que las pupilas azules de Tobio mostraran completa sorpresa y el color rojizo aumentara. ¿Qué demonios decía Hinata?

—Entonces, ¿tu celo se acerca? —Dio un visto bueno a que la conversación siguiera fluyendo, a pesar de que no se veían a la cara. Ojalá y Hinata no se percatara del enorme rubor que había empezado a asomarse en sus orejas.

—Sí, puede que mañana empiece a faltar a clases, aunque no creo. Es una suerte que ocurrirá antes de ir al campamento. —Rio una vez más, tratando de animar el serio ambiente que se había creado por su culpa. Por fin, se deshizo completamente de su suéter escolar, al sacar su único brazo que todavía lo vestía y sonrió ante su logro—. ¿Me extrañarás?

—No, no creo. —Encaró sin nada de tacto. Hinata soltó un pequeño chillido herido, pero eso no le impidió para extender la prenda de su uniforme que se había quitado sobre el cuerpo de Tobio (pero por sus notables estaturas y la diferencia de tallas apenas y podían cubrir la parte superior de él)—. ¿Qué estás haciendo? —exclamó, algo inquieto al sentir un escalofrío recorrer su cuerpo. Estaba demasiado cerca de una prenda que Hinata usaba casi diario, su aroma rozó contra su propio uniforme y sus manos desnudas. Se puso ansioso y quería más de él.

—Te cubro para que no tengas frío —recalcó, también arrastrándose lo suficiente como para quedar más cerca de Tobio, el chico estático que empezaba a sentirse tenso al tener a un color desconocido alumbrando a su lado. Había un pequeño faro que lo estaba protegiendo de la oscuridad, y cuando la rodilla del menor chocó con su espalda, Kageyama creyó que no eran instintos reproductivos los que lo estaban llenando. Era otra cosa—. Te ves un poco nervioso —opinó el más bajo de improviso, dando un vistazo al cielo despejado de ese día donde ninguna nube rondaba.

Kageyama no dijo nada, sintiendo que sudaba frío ante lo desconocido, ante algo aterrador. La idea de querer adueñarse del calor, no era algo que debería de pensar. Era horrible. Lo quemaba y tal vez lo ayudaría a estar bien sólo por unos segundos, antes de que se terminara consumido por completo. Esas ideas lo retrasaban, lo hacían temblar en esos instantes, y el pequeño choque que tenían ambos con su espalda y la rodilla ajena lo hacían volver a temer... debería de alejarse de él.

Debería...

Debería...

El aroma pesado a naranja lo tranquilizó de un momento en otro: dulce, tranquilo, suave y sincero. El pequeño espacio que lo había hecho temblar fue comido por ese tenue aroma que empezaba a sentir a su alrededor. Los miedos se le escaparon y creyó que la tranquilidad por fin reinaba en su corazón.

Por simple curiosidad, alzó un poco su rostro, moviendo un poco la prenda que Hinata le había dado para que durmiera «arropado», ya no quemaba, sólo se sentía cálida. Sus ojos rasgados se toparon con los cafés de Shoyo. Shoyo sonrió cuando se encontraron.

—Te veías agitado, así que estoy tratando de sacar un aroma que te tranquilice —comentó ante la respuesta que se dibujaba en sus facciones. Tobio lo contempló por unos segundos, aceptando que la intención que había tenido el menor sí había funcionado.

Al recobrar sus sentidos, arqueó sus cejas y se mostró simple, antes de girarse al lado donde estaba Hinata sentado: ahora, ya no le daba la espalda. Las pupilas del chico de hebras alborotadas mostraron sorpresa, y se tensó un poco más cuando una de sus manos fue atrapada por la de Kageyama.

—Es casi lo mismo que dormir en tu regazo —afirmó e un puchero, apretando más al agarre que Shoyo correspondió al instante.

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